Red de Apoyo Mutuo de Mujeres Indígenas en la CDMX: experiencias y significados


Leticia Sánchez García
Doctorante en Antropología, CIESAS CDMX
lety_allure@hotmail.com

Perla Xixitla Becerro
Maestra en Ciencias Sociales, UAM-C
perla.xixitla@gmail.com

Las mujeres indígenas son una de las poblaciones con mayor vulnerabilidad. La Coordinadora Nacional de Mujeres Indígenas (Conami) afirma que son las más violentadas entre las violentadas (Cortés, 2020). Los datos también lo muestran. La Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (2016), estima que el 59% de las mujeres indígenas han vivido a lo largo de su vida algún tipo de violencia: emocional, física, sexual, económica, patrimonial o discriminación laboral. Para atender el problema de la violencia hacia las mujeres, en la Ciudad de México se han implementado diferentes medidas, desde políticas públicas hasta campañas de sensibilización. Sin embargo, la violencia que viven las mujeres indígenas tiene matices y características diferentes. La antropóloga feminista Marcela Lagarde (1988 y 2012) ha abordado en diferentes trabajos cómo las mujeres indígenas viven una triple opresión a causa del género, la etnia y la condición socioeconómica. Éstas son categorías simultaneas de carácter histórico, cultural, económico y político. Responde a contextos específicos que, dentro de un orden social establecido, se basan en creencias, valores, normas de cada cultura.[1]

Por estas razones es significativo el proyecto de la Red de Apoyo Mutuo de Mujeres Indígenas[2] que se implementó en la Ciudad de México en el 2019. Al ser una de nosotras integrante[3] de la Red, tuvimos la oportunidad de trabajar con las mujeres y conocer de primera mano sus experiencias. En este escrito realizamos una aproximación etnográfica sobre los significados de la Red, de las mujeres que colaboraron mientras fueron integrantes, a través de lo que pudimos observar durante los diez meses que duró este programa.

La Red de Apoyo Mutuo de Mujeres Indígenas en la Ciudad de México para Prevenir y Erradicar la Violencia y Discriminación[4] fue un programa gubernamental,[5] cuyo objetivo se centró en la prevención y erradicación de la violencia y discriminación a mujeres indígenas. Para ello se buscó que tanto las mujeres que conformaran la red, como aquellas que recibieran la atención se identificaran como indígenas o de un pueblo o barrio originario. Se tomó esta decisión porque se pensó que al ser indígenas podrían comprender mejor las violencias o discriminaciones que pueden vivir sus pares y en ese sentido, darles una mejor atención.

En la Red participaron aproximadamente 465 mujeres,[6] organizadas en tres componentes: equipo interdisciplinario (25 mujeres), coordinadoras zonales (40 mujeres) y promotoras territoriales (400 mujeres) para conformar equipos de trabajos con los tres componentes, y después organizarlos en las 16 alcaldías de la ciudad.

Foto 1. Red de Apoyo Mutuo en el Centro de Estudios Interculturales “Nezahualcóyotl”. Perla Xixitla.

Vivencias y significados

Las colaboradoras de la red tenían diferentes edades: había mujeres jóvenes, todas mayores de 18 años, adultas y mujeres de la tercera edad. Algunas tenían hijos, otras eran casadas, solteras, viudas. Algunas contaban con un trabajo e ingreso fijo, otras no lo tenían, ya fuera porque su tiempo se destinaba a las labores de la casa, los cuidados de las y los hijos, porque eran mayores y no las contrataban o porque estaban desempleadas. El nivel de escolaridad también fue un dato importante: una mínima parte de la red contaba con estudios de licenciatura, apenas una integrante tenía grado de maestría. También había integrantes con estudios de secundaria y preparatoria y una gran mayoría de ellas no contaba con estudios, no sabían leer ni escribir.[7]

Estas características más las situaciones particulares que vivía cada mujer la colocaban frente a una perspectiva distinta al trabajo que se realizaba. De esta manera, la red tuvo distintos significados como: recreación, aprendizaje, tiempo para sí mismas, enfrentamiento a las violencias que habían vivido, pérdida de tiempo, obstáculo para hacer otras actividades, asesoría, ayuda económica, convivencia, entre otros.

Para quienes les representó un momento de recreación y aprendizaje, narraban que generalmente el día se les iba en las “labores de la casa” y en la atención a sus hijos, por lo que los talleres eran una oportunidad para distraerse y aprender. Esta experiencia la compartían por lo general las integrantes que no contaban con estudios, aunque no eran las únicas. Para ellas, la información que se brindaba sobre temas como perspectiva de género, derechos de las mujeres, entre ellos el derecho a la no violencia, eran completamente nuevos.

Algunas ligaban este aprendizaje con tiempo para sí mismas, principalmente cuando podían asistir solas a los talleres. Aunque había muchos casos en que asistían con sus hijos e hijas, ya sea por no contar con redes de apoyo que los cuidara mientras asistían o porque dichas redes de apoyo estaban también ocupadas en sus propias hijas e hijos. La sororidad[8] también se hacía presente. En alguna ocasión, una de las responsables de los equipos cuidó a los hijos e hijas de otra compañera para que ésta tomara su taller tranquila y sin preocupaciones.

Foto 2. Taller con promotoras y coordinadora de la zona de Iztacalco en la Luna-Iztacalco.
Perla Xixitla

Para otras integrantes, la red representó enfrentarse y darse cuenta de las propias violencias que habían vivido y que aún dolían. Recuerdo la vez que Rosa[9] comenzó a llorar casi de inmediato al preguntarle en qué le gustaría que le ayudáramos, era la primera vez que la veíamos como parte de una reunión de equipo. Con la voz entrecortada y con lágrimas nos contó que había sido abusada sexualmente cuando era niña. Esa era la primera vez que Rosa contaba sobre la agresión que sufrió.

Para otras integrantes, la Red era una pérdida de tiempo, sobre todo para aquellas que contaban con un trabajo y un salario, ya que asistir era un motivo para faltar a su trabajo, y no siempre podían contar con permisos o justificar la falta, así que algunos días optaban por no ir a las reuniones o a los talleres. A veces solicitaban que se les diera un justificante, pero generalmente no era una opción. Para otras compañeras si bien no tenían un trabajo, no podían desplazarse con facilidad a los lugares en donde se realizaban las actividades, ya fuera por falta de tiempo, por no tener quien cuidara a los hijos e hijas o porque en ese tiempo podían realizar otras actividades. Por ejemplo, Alejandra en días festivos ponía un pequeño puesto para vender algunos productos según la fecha. En septiembre vendía decoración para la conmemoración de la Independencia de México y en Día de Muertos optaba por las calaveritas, velas y demás. En esas fechas, Alejandra solicitaba permiso para no asistir.

También, en algunas ocasiones nos tocó buscar a las compañeras en su domicilio, un número significativo vivía en predios indígenas.[10] Aunque no encontráramos a la persona, podíamos dejar recado con alguna vecina, enterarnos por qué no estaba asistiendo o nos decían dónde vendían/trabajaban[11] para buscarlas. De esta manera nos percatamos de otros factores que intervenían en su participación, como el tiempo de movilidad. Supimos que algunas compañeras debían recorrer poco más de una hora para asistir a las reuniones. A modo de ejemplo, en Iztacalco los encuentros se realizaban en la LUNA-Iztacalco, CDMX[12] y algunas integrantes de la red venían desde el metro Agrícola Oriental, una zona de la periferia.[13] La distancia mínima entre esos dos puntos es de una hora, sin contemplar el excesivo tráfico o los incidentes de tránsito, que son recurrentes.

Como parte de los trabajos que realizábamos, manteníamos comunicación con otras dependencias. Por ejemplo, trabajabamos directamente con las LUNAS,[14] a donde las mujeres podían asistir para contar con asesoría jurídica, aunque la Secretaría de Pueblos y Barrios Originarios y Comunidades Indígenas Residentes (SEPI) también ofrecía asesoría y acompañamiento. El caso de Ema nos representó un reto, no sólo por la dificultad de su caso, también porque era la primera vez que dábamos acompañamiento legal.

Ema es indígena del Estado de México y debido a que ahí no encontraba trabajo, diariamente viajaba, con sus hijos, cuatro horas de su casa a su empleo en la Ciudad de México. Sus hijos estudiaban en una escuela de la ciudad. Sus condiciones no eran favorables: estaba separada del padre de sus tres hijos y él no proveía el gasto de manutención. Por esta razón acudió con nosotras para ver “qué se podía hacer” al respecto. Junto con la abogada de la SEPI la acompañamos a la instancia correspondiente, y después de varios ires y venires pudo finalmente solicitar pensión a su todavía esposo.

Como parte de la Red, desde la convocatoria se ofrecía un apoyo económico a cambio de las actividades. “No estábamos en calidad de trabajadoras puesto que no contábamos con prestaciones de ley ni seguro social, sino que éramos beneficiarias de un programa de gobierno”. El apoyo económico fue una ayuda para todas, aunque no todas las integrantes cumplieron con las actividades solicitadas por diferentes motivos. Sin embargo, cuando las inasistencias ya eran un número importante se les daba de baja. A diferencia de otros programas que brindan apoyo económico, en este sí era un requisito cumplir con asistencias y actividades.

Las actividades que se realizaban, considerando los talleres y el acompañamiento, también representaban un espacio de convivencia en el que podíamos externar nuestros sentires como mujeres. En los equipos que participamos (en las alcaldías de Iztacalco, Venustiano Carranza y Miguel Hidalgo) siempre externamos la confidencialidad que debíamos tener acerca de lo que se platicara en las reuniones, queríamos sobre todo que hubiera libertad y confianza para hablar y contar lo que quisiéramos, aunque no nos conociéramos. Así compartimos los talleres, expusimos nuestros puntos de vista, a veces llegamos a reflexiones en conjunto o solas. Consideramos que estas vivencias nos permitieron ser creadoras de un conocimiento a partir de nuestras vivencias, tal como lo expone la feminista, Norma Blázquez Graff, académica que estudia la epistemología feminista. Creemos que ese fue uno de los logros más importantes de la red, que las mujeres a partir de la información que se les proporcionó respecto a los distintos temas podían reflexionar sobre sus propias vivencias y tener una perspectiva distinta. Por ejemplo, una consideración que algunas integrantes hacían era que aunque podían identificar que eran víctimas de violencia, contar con la información sobre qué hacer o no no era suficiente, ya que tomaban en cuenta otros factores importantes que impedían frenar esas situaciones, como la ausencia de una red de apoyo y la falta de recursos económicos. 

Foto 3. Visita en un predio indígena, ubicado en la Col. Agrícola Pantitlán, en donde vivían algunas compañeras promotoras de la Red. Alcaldía Iztacalco. Perla Xixitla.

Los retos y las limitaciones

El trabajo durante aquellos diez meses nos dejó material para pensar y reflexionar sobre lo que habíamos hecho. Los aciertos y los errores, también los retos y las limitaciones del propio programa. Al ser un proyecto gubernamental debimos haber contado con un plan de trabajo y, a decir de la convocatoria, con una capacitación. Ni lo uno ni lo otro obtuvimos. Prácticamente lo que hicimos en campo, tanto mis compañeras como yo, fue organizar actividades que desde nuestro punto de vista podían servir para cumplir con el objetivo del programa. Realizamos talleres, pláticas, dimos acompañamiento, canalizamos, hicimos contención, pequeños eventos, entre otras actividades. Sin embargo, no contamos con indicadores para conocer los alcances del programa, así como su impacto, en términos cuantitativos.

Finalmente, el programa de la Red terminó en diciembre de 2019. Aunque originalmente esa era la fecha de término por ser un proyecto piloto de un año, en ocasiones se nos planteaba la posibilidad de continuar hacia el 2020, para no perder todos los recursos (humanos, económicos, infraestructura, etc.) que hasta entonces se habían puesto en marcha, pero no sucedió.

Luego de hacer un balance sobre el trabajo hecho, comprendemos que no bastan los actos bien intencionados para abordar, en este caso, un tema como la violencia, sino que es necesario observarla en toda su complejidad como el problema estructural que es. El proyecto de la Red aporta elementos para analizar la violencia de género y problematizar sus componentes para que las futuras intervenciones sean efectivas, acorde con los problemas que las actoras identificaron derivado de su experiencia en el programa. Como la forma en que se está abordando la violencia de género, la pertinencia de las metodologías, las condiciones de participación en que se encuentran las integrantes, entre otros. Además, en el caso específico de este programa que integró a mujeres indígenas, está el reto de un enfoque intercultural que no necesariamente se cumple al sumar personas indígenas al proyecto, sino que es necesario todo un replanteamiento con esta perspectiva.

Bibliografía

Blazquez, Norma, Fátima Flores y Maribel Ríos (coords.) (2010), Investigación feminista.Epistemología, metodología y representaciones sociales, México, Universidad Nacional Autónoma de México.

INEGI (2015), Encuesta Intercensal, 2015.

̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶——- (2016), Encuesta Nacional de la Dinámica de las Relaciones en los Hogares.

Lagarde, Marcela (2012), “Sinergia Feminista. Por los derechos humanos de las mujeres”, enEl feminismo en mi vida. Hitos, claves y topías, México, Inmujeres, Gobierno de la Ciudad de México, pp. 593-612.

——– (1988), “La triple opresión de las mujeres indias”, en México Indígena, núm. 21, año 4, México, 2a época, marzo-abril.

Sánchez García, Leticia (2014), “Construyendo nuevos espacios: participación de mujeres indígenas zapatistas en la reivindicación del derecho a la educación. EZLN, Caracol Morelia. 1993-2003”, tesis para optar por el grado de Licenciada en Sociología. México, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales-UNAM.

Sitios web

Cortés, Lorena (2020), “Mujeres indígenas: las más violentadas entre las violentadas”, en Nexos, disponible en https://seguridad.nexos.com.mx/?p=1860

Red de Apoyo Mutuo de Mujeres Indígenas en la Ciudad de México para Prevenir y Erradicar la Violencia y la discriminación disponible en https://www.sepi.cdmx.gob.mx/programas/programa/red-mujeres-indigenas-ciudad-de-mexico-prevenir-erradicar-violencia-discriminacion (fecha de consulta 9 de julio de 2020).

PNUD y ONU Mujeres fortalecerán respuesta de las LUNAS de la Secretaría de Mujeres de la CDMX ante la emergencia sanitaria COVID-19, disponible en https://www.mx.undp.org/content/mexico/es/home/presscenter/pressreleases/2020/04/pnud-y-onu-mujeres-fortaleceran-respuesta-de-las-lunas-de-la-sec.html (fecha de consulta 9 de julio de 2020).

Sánchez Malacara, Pedro (2018), “Analfabetismo es tres veces mayor en población indígena: INEE”, (nota informativa), El Universal, disponible en https://www.eluniversal.com.mx/estados/analfabetismo-es-tres-veces-mayor-en-poblacion-indigena-inee

  1. Sánchez, Leticia (1993-2003),. Construyendo nuevos espacios: participación de mujeres indígenas zapatistas en la reivindicación del derecho a la educación, Caracol Morelia, EZLN, 1993-2003.

  2. La Red perteneció a la Coordinación de Proyectos de Igualdad Indígena y de Género de la Dirección Ejecutiva de Derechos Indígenas, y posteriormente se trasladó a la Dirección de Pueblos y Barrios Originarios de la Secretaría de Pueblos y Barrios Originarios y Comunidades Indígenas Residentes (SEPI). Al estar integradas a estas área, la acciones de la Red estaban dirigidas no solo a mujeres indígenas, también a aquellas que provienen de los pueblos y barrios originarios de la CDMX.

  3. Una de las autoras de este escrito colaboró como miembro de la red en su componente del equipo interdisciplinario. Entre las actividades que debía desempeñar estaba la organización de actividades junto con los demás equipos, coordinadoras zonales y promotoras territoriales.

  4. Véase https://www.sepi.cdmx.gob.mx/programas/programa/red-mujeres-indigenas-ciudad-de-mexico-prevenir-erradicar-violencia-discriminacion (fecha de consulta, 9 de julio).

  5. La Red fue parte específicamente de la Secretaría de Pueblos y Barrios Originarios y Comunidades Indígenas Residentes (SEPI).

  6. En México el número total de mujeres indígenas asciende a un total de 6 millones 146 mil 479 (51.1% de la población indígena), de acuerdo con la Encuesta Intercensal 2015.

  7. De acuerdo con el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), 1.4 millones de personas indígenas mayores de 15 años son analfabetas, el 17.8% de esta población. Además, mientras que el mexicano promedio termina el tercer grado de secundaria, un estudiante indígena apenas logra concluir la primaria.

  8. La sororidad es una propuesta política basada en la complicidad, las alianzas, el apoyo, el reconocimiento de las diferencias, las problemáticas y las necesidades entre mujeres (Lagarde, 2012).

  9. Los nombres que aparecen en el texto no son los originales, fueron cambiados para guardar el anonimato de las mujeres.

  10. En Ciudad de México hay algunas unidades habitacionales u otros espacios que son habitados específicamente por población indígena, ya sea de un solo grupo étnico o varios. A estos se les conoce como predio.

  11. Un número significativo de las integrantes de la red trabajaban vendiendo sus artesanías (pulseras, aretes, bolsas, muñecas, ropa, dulces, etc.), algunas contaban con un local establecido, pero otras sólo tomaban alguna calle para vender o visitaban algunas dependencias para venderles a los empleados.

  12. Se encuentra ubicada en Av. Santiago s/n esq. Playa Rosarito, colonia Barrio Santiago (dentro del centro social Josefina Díaz), alcaldía Iztacalco, C.P. 08800

  13. Varias integrantes de la red vivían en lugares no céntricos o en la periferia de las alcaldías.

  14. Las LUNAS son espacios impulsados por la Secretaría de las Mujeres de la Ciudad de México para apoyar a mujeres víctimas de violencia. Véase https://www.mx.undp.org/content/mexico/es/home/presscenter/pressreleases/2020/04/pnud-y-onu-mujeres-fortaleceran-respuesta-de-las-lunas-de-la-sec.html (fecha de consulta 9 de julio de 2020)