Fernando I. Salmerón Castro[1]
CIESAS Ciudad de México

Lucía Bazán. Archivo CIESAS.
Quiero comenzar recordando que a Lucía Bazán la conocí por sus textos antes que personalmente. Mi primer acercamiento a Lucía provino del texto que formó parte del Programa de Antropología Política del CIS-INAH escrito en colaboración con Patricia Arias y publicado por Editorial Nueva Imagen en 1979: Demandas y conflicto. El poder político en un pueblo de Morelos. En 1980, en la preparación de un texto de revisión documental sobre el caciquismo en México, ese texto me permitió ilustrar de qué manera la construcción de una red extensa de relaciones políticas sin mediadores únicos impedía la centralización del poder político y la formación de cacicazgos. La calidad y el detalle de la información proporcionada en el análisis de los procesos políticos de Tetela del Volcán hizo posible la elaboración de un diagrama que ilustrara esto gráficamente en un texto mío que apareció en 1984 en la Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales. Lamentablemente, en ese momento no me acerqué al CIS-INAH, me quedé únicamente con mis lecturas.
Durante mis estudios de maestría en El Colegio de Michoacán, tuve la suerte de recibir la asesoría de Jaime Espín, quien había participado en proyectos del CIS-INAH en los Altos de Jalisco y la Comarca Lagunera. Allí escuché, de nuevo, el nombre de Lucía, asociado a quienes formaban parte de esos equipos de investigación, pero no tuve oportunidad de conocerla.
Conocí personalmente a Lucía cuando me trasladé de Xalapa a la ciudad de México en 1997 y coincidimos en varios espacios tanto de trabajo como de vida familiar. Cuando me integré al CIESAS de Tlalpan se había iniciado un proceso de reorganización de las áreas y me sumé a la que en ese momento se llamó el “Área D”, donde se encontraba también Lucía. En mis recuerdos de las discusiones sobre la formación y los propósitos de la nueva área, las lecturas que compartimos y el seminario que inició entonces, sus contribuciones, su precisión y su agudeza están muy presentes. Era este también un periodo de crecimiento de los hijos en edad escolar, y los de Lucía y Víctor iban a la misma escuela que los nuestros. En los espacios escolares tuvimos oportunidad de convivir y conocernos más de cerca. Esta cercanía se cimentó con la participación de ambos en el equipo formado por Rafael Loyola en el CIESAS. Además de una gran cantidad de reuniones de trabajo para impulsar los cambios que buscaba, como la conducción de los programas de maestría y doctorado que Lucía recibió la encomienda de ayuntar, las reuniones informales que las acompañaron representaron múltiples oportunidades de conversar, discutir, acordar y convivir. Estos convivios se prolongaron cuando ya no ocupábamos puestos de dirección y fueron grandes oportunidades de disfrutar una gran amistad.
Al recordar estos momentos me pregunté si habríamos intercambiado mensajes por correo electrónico, para darme que cuenta de que los sistemas electrónicos son poco fiables porque uno no tiene el cuidado de guardar y ordenar los mensajes. Estos muchas veces son instrumentales y los corresponsales con frecuencia nos sometemos a la brevedad asociada a la facilidad y la velocidad del instrumento. Las direcciones electrónicas de origen agregan a este desorden. Con todo, en la revisión de los mensajes que el Gmail y los servidores del CIESAS guardaron en alguna de sus nubes pueden encontrarse momentos y reflexiones compartidas. En el caso que me ocupa, encontré saludos y felicitaciones, entreveradas con buenos deseos para la recuperación de enfermedades y padecimientos.
A principios de 2007, el área D pasaba por un periodo de poca actividad colegiada y falta de interés en los asuntos colectivos. Entre enero y febrero un pequeño grupo planteó la necesidad de recuperar su actividad y fortalecer sus funciones. En ese grupo estuvo, con mucha fuerza, Lucía, lo que llevó a que resultara electa como representante del área ante el CTC el 20 de febrero de ese año. Entre sus primeras funciones estuvo participar en la discusión promovida por otras dos áreas de la ciudad de México para hacer frente a los recortes presupuestales y los cambios normativos impulsados por las autoridades del CONACYT al inicio del gobierno de Calderón. El reporte que hizo Lucía de una de las reuniones es clarísimo al respecto:
La discusión inició planteando el desconocimiento del origen de los recortes presupuestales y la posibilidad o no —y el interés o no— de rastrear esta información. Frente a ello, se planteó también la alternativa de hacer propuestas hacia el futuro, sin descartar la necesidad de pedir información no sólo sobre los orígenes de los recortes, sino del uso y la racionalidad con que el presupuesto se ejerce en la institución. En ello no hubo desacuerdo. El problema se planteó en términos de “¿en qué queremos incidir? y ¿cómo queremos hacerlo?”
En este contexto de “río revuelto” no había un grupo sólido de apoyo para Lucía, quien debía actuar rápidamente frente a los cambios y las nuevas condiciones de inicio de sexenio. Para preparar su participación en el CTC programado para el 7 de mayo, al que no podría asistir por tener compromisos previos, preparó una carta a nombre del área D. Las demandas, claras, enfáticas y bien razonadas que allí plantea me la recuerdan de viva voz:
De acuerdo con el reglamento del Consejo, las 4 reuniones ordinarias del CTC de cada año deberían programarse a principios del mismo. Solicito que, en cumplimiento del reglamento, se acuerden y programen al menos las dos restantes de este año. Ello, permitirá, sin duda, ajustar con tiempo las agendas individuales y asegurará la participación regular de todos los integrantes del CTC en las sesiones del mismo.
Igualmente, solicito el acceso al orden del día y a la documentación pertinente para cada reunión, con el tiempo suficiente para que ésta pueda ser revisada por los consejeros y discutida con los integrantes del área o unidad regional que nos confiaron la responsabilidad de integrar dicho Consejo. Así evitaríamos desinformación y desajustes entre las opiniones de los consejeros y el conocimiento y la aportación que muchos de los colegas puedan hacer a las propuestas presentadas en áreas de su atingencia.
En el área D hemos marcado con frecuencia la necesidad de conocer, opinar y hacer propuestas en torno a cuestiones específicas de la política académica institucional. Ejemplo de ello fue nuestra reiterada preocupación frente al criterio SNI como rector de la política académica institucional. De ello también me permití hablar ante el CEE. Pero el área siempre iba un paso atrás, porque se nos informaba de decisiones tomadas sobre las cuales no podíamos incidir. Quisiéramos que esa dinámica se revirtiera.
De igual manera, nos preocupan algunas decisiones que se han tomado en comités específicos encargados de aspectos de la vida académica institucional. Por ejemplo, se supo que se modificó el plan de estudios de la maestría en antropología social y, los colegas que participan en docencia no lo supieron ni siquiera por vía directa, sino por «informaciones de pasillo». Estas modificaciones a planes, reglamentos, etc. no se socializan ni se hacen del conocimiento de los investigadores en general. En nuestra línea solicitamos que todos los acuerdos tomados en comisiones o comités académicos —o incluso administrativos— que interesen de alguna manera la vida académica institucional, se suban, oportunamente, a la página web, como parte de la información institucional interna.
Tampoco sabemos oficialmente los resultados del CEE, de la Junta de Gobierno. Si los documentos oficiales requieren discrecionalidad, sí pedimos información adecuada y oportuna en la página citada. Nos preocupan los temas de visibilidad, difusión, proyectos “estratégicos” y proyectos para atraer recursos externos, ¿cómo se establece y se jerarquiza la política institucional en torno a estos temas que ahora parecen alcanzar cada vez más prioridad en los criterios de CONACYT? ¿qué significan las “disciplinas afines” en la conformación de la planta de investigadores del CIESAS, en la currícula de los programas de posgrado en antropología, en el diseño de nuevos proyectos? ¿cuáles son los límites que requerimos para mantener el perfil CIESAS y no perdernos en una especie de «cajón de sastre de la investigación social»?
Estos son algunas de las inquietudes manifestadas en diversas ocasiones por integrantes del área D, que queremos sean tomadas en cuenta para diseñar las agendas de las futuras reuniones del Consejo.
El segundo semestre de ese año pedí licencia en el CIESAS para trabajar en la Secretaría de Educación Pública. Ya no seguí las discusiones de esos años y tampoco participé en las comunicaciones del área D. Sin embargo, continué recibiendo los mensajes del CIESAS y de Lucía. En 2012, ya como directora de la Unidad del (entonces) Distrito Federal, participó de nuevo en una reunión del Comité Externo de Evaluación que se reunió en Mérida los días 23 y 24 de marzo. En “radiopasillo” se reprodujo su informe a la comunidad, del que destaco el siguiente párrafo:
… Expuse brevemente mi visión de quienes somos en el DF y de la historia de esta sede que no tiene mucho que ver con el resto de las unidades regionales del CIESAS y de la imposibilidad de considerar esta sede como una «unidad regional». Se comentó el carácter de «centro» o «no centro» de esta sede y su carácter nacional. Hablé de las interferencias entre dirección general y unidad DF y de los problemas que estas interferencias (con las que convivimos desde que nacimos) presentan cuando se quiere planificar la vida de la unidad, en términos de recursos materiales, espacios, recursos humanos, etc. Honestamente, no sé si esta intervención vaya a tener alguna consecuencia.
De nuevo, Lucía en todo su esplendor: cuidadosa, atenta a los acontecimientos, crítica de lo que se hacía y siempre con una breve señal de pesimismo.
En este mismo 2012, en alguna de las comidas que celebramos y en su papel de directora de la Unidad, me dijo que había pasado mucho tiempo en la SEP, que no había utilizado mi cubículo y que se requería porque había grandes presiones sobre el espacio. Confieso que no le di mucha importancia a su solicitud en ese momento y que me preocupaba que el tiempo requerido para vaciarlo excedía el que podía destinarle. Durante el año, me escribió varias veces y ofreció que sacarían todo del cubículo: “¿Qué hacemos con tus cosas?”, reiteró y ofreció ponerlas a buen resguardo en la oficina de la dirección. Pasó todo un año, pero en febrero de 2013 me lanzó con todo y chivas: unas 20 cajas de libros, documentos, notas y papeles que, empacados a toda prisa, fueron a dar a una bodega en mi oficina de la SEP. El haberla ignorado durante tanto tiempo y el hecho de que, finalmente me hubiera quitado el cubículo, fueron tema de bromas y diversión durante muchos años después.
En 2019, cuando fui nombrado director general del CIESAS, tuvimos de nuevo conversaciones en relación con el proceso. Para el nombramiento de la persona que podría ocupar la dirección académica me tardé mucho. Debo confesar que Lucía no fue mi primera opción, en gran medida porque no pensé que le interesara y no se me ocurrió preguntarle. Cuando Antonio Escobar me sugirió que lo hiciera, me pareció gran idea y ella respondió con mucho entusiasmo. Fue un nombramiento lleno de dificultades debido a las condiciones impuestas por el decreto presidencial de austeridad y reducción de puestos directivos en los Centros Públicos de Investigación. Nos impusieron el cierre de una de las tres direcciones con las que contaba el CIESAS y la única que permitía contar con una persona a cargo sin que esas funciones tuvieran que ser absorbidas por otra área era la dirección académica. La directora académica podía tener el nombramiento y obtener una remuneración complementaria sin perder su plaza de investigadora. Parecía la mejor opción y así se hizo. Ciertamente no fue una buena decisión debido a la cantidad de funciones burocráticas que se limitaban debido a que no existía la figura administrativa formal de la dirección académica. No obstante, Lucía desempeñó las tareas de la dirección académica de manera ejemplar durante los años que la ocupó, como ha sido reconocido por el propio Carlos Macías y sus colegas del equipo de la dirección general.
La pandemia del COVID-19 y las medidas adoptadas para hacerle frente impidieron que los pocos meses que colaboramos en las tareas de dirección tuvieran muchos encuentros. De nuevo, el correo muestra que, en muy breves comunicaciones, conversamos sobre un libro publicado en Italia que registraba la experiencia temprana del COVID en ese país. Ante mi sugerencia de que en el CIESAS podríamos hacer algo parecido para el caso de México, ella respondió con entusiasmo y animó los trabajos desde la Dirección Académica. En ese mismo tono conversamos, telegráficamente, pero con mucha claridad de su parte, sobre las salidas al campo en condiciones de pandemia, propuestas de convenios de colaboración académica con otras instituciones, las resoluciones del Comité Editorial, entre otros pendientes del trabajo de esa área. En todos los casos, su lectura de las propuestas y los propósitos fue siempre cuidadosa y atenta a los detalles. Con gran perspicacia podía ver si algo no cuadraba bien o si había detalles poco explorados que podrían presentar complicaciones.
Cuando me comuniqué telefónicamente con el equipo de la dirección general para anunciarles que la directora del CONACYT había solicitado mi renuncia, el hecho causó desconcierto y hubo discusión al respecto. Nadie como Lucía se opuso a que aceptara ese mandato y, sin importar mis argumentos, fue una decisión que nunca consideró adecuada.
En los años siguientes, entre la pandemia y la enfermedad de Lucía, poco nos vimos. Nuestros mensajes por correo y por teléfono fueron breves y esporádicos para tratar de concretar una comida que no pudo llevarse a cabo. La única excepción fue la presentación que hicimos de la “Propuesta de diagnóstico participativo para la erradicación del racismo en CIESAS” en julio de 2023. En esta reunión, Lucía respaldó con fuerza el proyecto y nos animó con observaciones detalladas.
Mi siguiente y último encuentro con Lucía fue en la ceremonia de celebración de los 50 años del CIESAS. A pesar de las dificultades de salud por las que atravesaba, no perdía el entusiasmo, el buen humor y esa agudeza crítica que incorporaba en cada comentario y observación. Siempre recordaré su mensaje y sus palabras.
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