Alma Amalia González Cabañas
UNAM
Fotos: Alma Amalia González.
Tuve el gusto de compartir con Ron muchos años de mi vida. El primer día que hablé con él —por el año 2001— fue para pedirle que fuera parte de mi comité de tesis doctoral. Conocía el título de mi protocolo y de entrada me dijo, “ética y exclusión no actúan juntos en el comercio justo”. Estaba contrariado porque no podía imaginar una crítica negativa a la propuesta, años después entendí el por qué. No obstante, su desaprobación, aceptó leer mi trabajo y 15 días después comenzamos un discutir sobre mi tesis y todo derivó una relación de amigos y colegas.
Aprendí que a Ron le costaba trabajo aceptar lo que a veces decíamos “el lado oscuro” y esto, era tanto para las personas como para cualquier situación en sí misma. No quiero decir que lo haya considerado ingenuo ¡en modo alguno! Él sabía encontrar lo bueno en todo. Ciertamente, para mí no fue simple devenir su colega, ya que lo veía como al Maestro. Pero su generosidad y respeto al otro le llevaron a enseñarme a tener confianza en mí misma y poder ser realmente su colega.
Hicimos trabajo de campo juntos en distintas regiones de nuestro querido Chiapas. Caminamos en cafetales, cacaotales y muchas milpas y frijolares de la Selva Lacandona, de los Altos o en Chimalapas, escuchando las explicaciones que nos daban los campesinos. Sabía transmitir sus conocimientos sobre el manejo orgánico para los campesinos, en un lenguaje claro y respetuoso. Y cuando digo conocimiento, hay que tener presente que lo mismo lo hizo explicando la microbiología del suelo con el uso de un Foldscope o la preparación de un caldo bordelés. Mis andares con él se dieron también en el mundo de los congresos académicos, allí donde se escucha la voz de los doctos, de quienes saben, y donde, en lo personal, siempre me ha costado trabajo encontrarme. Sin embargo, ir con él era “miel sobre hojuelas”, por su sencillez, su fino sentido del humor, y por su gusto en compartir la buena comida. Escribimos juntos varios artículos y coordinamos un libro juntos, La comida de aquí. No podía titularse distinto, y debo decir que él lo eligió; es un honor para mí ser su coautora.
En 2022 correspondió la última evaluación del SNI a mi amigo Ron. En ese entonces él pasaba por un desánimo para elaborar el expediente de postulación, pero le convencí de permitirme integrar la información. La personalidad de Ron le impedía ver la huella de sus acciones, así que se sorprendió y sonrió cuando le pregunté qué opinaba sobre lo que había escrito para su autoevaluación, lo cual comparto a ustedes a continuación.
Retomado de la última postulación al SNI en 2022, de las secciones de consideraciones a la solicitud:
En adelante hago un balance de mi trayectoria académica en el CIESAS-Sureste, institución a la cual estoy adscrito desde 1994.
Resalto que he pertenecido al SNI desde 1997 en el nivel I y que perdí el nombramiento por no haber solicitado renovación en el año en que me correspondía (2008). Desafortunadamente en esos años, prevalecieron criterios “cuantitivistas” que retardaron mi reincorporación al SNI, misma que se logró en 2011 [y que mantengo] de manera ininterrumpida hasta el día de hoy.
Más allá de la situación antes descrita, mi participación en la investigación siempre ha estado centrada en problemas que afectan prioritariamente a la población rural indígena. Mis investigaciones sobre la agricultura campesina indígena, la agricultura orgánica y el comercio justo son un referente pionero en este tipo de estudios y he tenido como coautores a Margarita Nolasco, Aída Hernández y Alma Amalia González Cabañas. Publiqué mis trabajos en revistas en inglés con procesos de arbitraje, pero he dado igual importancia a la publicación en libros y revistas mexicanas en español con estrictos procesos de dictaminación.
La cultura del grupo Lacandón en Chiapas ha sido otro de mis grandes intereses. Así he publicado diversos artículos sobre el manejo de las milpas y sistemas de acahuales, los cuales dan cuenta del sabio conocimiento de los grupos indígenas en su relación con la naturaleza.
Este interés mío por los grupos sociales que practican la agricultura, no se quedó en mi mirada antropológica, ya que soy un convencido de la necesidad de construir estrategias propositivas. Por ello, encontré en otro gran mundo: EL SUELO, otro campo de estudio. Así me he formado en cuestiones que me han permitido comprender la microbiología del suelo, con lo que hoy tengo mayores elementos para fundamentar que el suelo es un ente vivo, concepción que coincide con la expresada por grupos mayenses cuando reconocen a “la madre tierra”.
Cuando digo que mis trabajos son pioneros, no me refiero a su valor por lo “temprano” de mis concepciones sino, sobre todo, porque fueron publicados en momentos en que las visiones productivistas del modelo económico neoliberal estaban en su mayor auge. Fue un gran reto exponer mis ideas en el momento en que pocas mentes estaban receptivas a esta concepción de respeto por las personas y la Naturaleza.
Pero para entender a un campesino, quise experimentar de manera directa las alternativas agroecológicas que defiendo. En este andar, actualmente tengo un pequeño huerto de hortalizas que abastece un mercado local en San Cristóbal de Las Casas, con alimentos cultivados respetando la naturaleza, a las personas como cultivadores y como comientes. Este pequeño huerto se ha instituido como un espacio de intercambio de ideas, conocimientos y semillas, ya que de manera permanente recibimos grupos de estudiantes de todo nivel educativo, miembros de organizaciones campesinas y consumidores reflexivos.
Decir de distinciones, en mi caso es remitirme a las que me han sido otorgadas por el CONACYT a través del Sistema Nacional de Investigadores, al cual pertenecí de manera ininterrumpida de 1994 a 2007. Tras un periodo de no haber sido aceptado, no obstante, las publicaciones científicas reportadas y otras actividades de formación de recursos humanos, reingresé al SNI en 2016 y sigo vigente hasta este momento.
[…] retomo aquí la distinción que he recibido al ser nombrado Enlace Institucional de una de las “Investigadoras por México” del CONACYT que participa en PIES AGILES, programa innovador que busca incidir en la agricultura campesina de nuestro país.
San Cristóbal de Las Casas, a 15 de octubre de 2024.