Raza de Bronce, legado y resistencia

Isela Guerrero Osorio[1]
Difusión, Universidad Autónoma Metropolitana – Iztapalapa

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Eduardo Juárez. De Raza de Bronce en Casa del Lago, Bosque de Chapultepec, CDMX 1985. Foto: Rainer Stockelman.

Resumen

A través de una entrevista se hace un recuento de la formación, actividades y tocadas del grupo Raza de Bronce, además de unir la historia de este grupo con los acontecimientos sociales en los que se vieron inmersos.

Palabras clave: Movimiento sociales, movimiento estudiantil, rock de protesta, terremoto del 85, CLETA

En la década de los ochenta, en la ciudad de México se escuchaba música comercial, pop nacional, grupos de rock en inglés y los que surgían en español como Caifanes o Soda Stereo; por esos años estudié en una universidad pública. Era la época del inicio del gran salto tecnológico, computadoras IBM, los primeros celulares, crecimiento demográfico, extensión de los límites de las ciudades y una gran devaluación, producto de las gestiones presidenciales de Miguel de la Madrid (1982-1988) y Carlos Salinas de Gortari (1988-1994).

Había varias realidades, auge para unos y deterioro en la calidad de vida para muchos, sin embargo, el andar de la cultura no se detenía en el país; donde había electricidad, los programas televisivos o la música acompañaban la vida de los pobladores, la televisión, la radio o el tocadiscos se convirtieron en un artículo que no podía faltar en los hogares.

El espacio gubernamental dedicado a los jóvenes estaba en manos de las instancias del Consejo Nacional de Recursos para la Atención de la Juventud (CREA). Regresaron los copetes, la moda llena de colores brillantes, David Bowie, Sex Pistols, pero también nacieron grupos nacionales de rock que buscaban sus foros, otros tocaban en los terrenos baldíos de manera clandestina: el de Neza, Iztapalapa o Santa Fe y, pocos, en las huelgas obreras. La cultura juvenil también estaba en manos de las universidades públicas, así como de grupos independientes que cubrían espacios de expresión artística.

Una amiga me invitó a tomar clases de teatro en el Bosque de Chapultepec en un foro al aire libre donde estudiantes que, en su momento, tuvieron un conflicto con el departamento de Teatro de la UNAM, se dedicaron a crear obras para teatro callejero y crítica política, conformando el Centro Libre de Experimentación Artística, CLETA. En este foro conocí el significado de una asamblea popular, el teatro independiente, al grupo musical Los Nakos, al cantautor José de Molina, al grupo de teatro Mascarones y al grupo de fusión Raza de Bronce, entre otros. Me concentraré en este último grupo, integrado por Nicolás y Eduardo Juárez Garduño, como ejemplo de las propuestas musicales de los ochenta y noventa que mantuvieron en sus contenidos mensajes profundos y temáticas de crítica social, amor, introspección e identidad.

En la colonia popular, La Pensil, al norte de la Ciudad de México en la zona de Tacuba, nacieron y crecieron los hermanos Juárez Garduño. Su abuela y su madre eran maestras de primaria, el padre, tablajero. Para los años setenta se vivía en comunidad, bajo las reglas de la cultura del barrio, los vecinos aún se daban el saludo de buenos días y los adultos organizaban algunas actividades para los niños de la cuadra. Cuenta Nicolás que había un muchacho que les daba clases de karate. En el barrio los juegos eran en la calle, pintaban con gis una pista en el pavimento para las carreritas de cochecitos, y otro juego al que se dedicaban eran las canicas. Al crecer pasaban al juego de frontón, tochito, el bolillo, pica-pica; los más rudos, estaban listos para el juego de la burra diez y seis;

con las primas jugábamos a las traes y a las escondidillas. Había un deportivo muy cerca y jugábamos futbol y basquetbol, también formamos parte del coro de la iglesia. Ahora las cosas han cambiado, la disputa por los espacios para estacionar los coches es latente y las calles ya no son suficientemente seguras, aunque ya no habitamos en la Pensil, nos une la parte afectiva, nuestra madre sigue viviendo ahí.[2]

Herencia y formación musical

Eduardo recuerda cuando su madre, Lupita Garduño, además de dar clases de primaria, cantaba, a veces con mariachi, pero más con tríos, y los integrantes del grupo ensayaban en su casa. Escuchaban a su mamá ensayar todos los días. En la sala de su casa había una pianola que perteneció al hermano de la abuela materna (Rosa María Ayala Villagómez) que se había dedicado a la música, Jesús Ayala Villagómez, originarios de Yuriria, Guanajuato. La pianola fue un elemento que favoreció que el padre, que no quería que salieran a la calle y anduvieran de vagos en un barrio en el que poco a poco se producía más violencia, decidiera pagarles clases de piano. Nicolás, tenía como diez años, y siete Eduardo.

“Cuando salíamos con mis padres, al sindicato de maestros, Lalo y yo jugábamos a hacer canciones con lo que íbamos leyendo en el camino. Nos reíamos porque eran construcciones chistosas.” En la etapa de niño, Nicolás entraba al cuarto donde ensayaba su mamá con el trío, agarraba las guitarras y tocaba de manera lírica. Tenerlas en sus manos lo transportaba a las manos del laudero que las había fabricado con materiales de palo de rosa, el olor para él era hipnótico, apreciaba sus vetas, su fina hechura; la música comenzaba a ser una pasión. En el coro cantaban canciones religiosas, pero también las de moda de José, José, José Alfredo Jiménez y canciones de tríos. Ya en la adolescencia les atrajo la música electrónica, en el rock conocieron grupos como los Doors, Deep Purple, Led Zeppelin y los grupos mexicanos que tocaron en Avándaro.

En la casa donde vivían los hermanos Juárez Garduño, tiempo atrás había vivido Jesús, el tío abuelo que cantaba como Frank Sinatra, amigo del cantante-actor Tin Tán Valdés. Ahí se reunía con más amigos para la bohemia, “eso lo llegamos a saber por los mismos vecinos, en casa ese tema casi no se hablaba, el tío Jesús Ayala, había muerto de cáncer en la garganta, se hicieron muchas leyendas alrededor de él.” Sabían de otros músicos de la zona como Los Tres Caballeros, donde tocó Roberto Cantoral, y en el coro estaba un familiar de Andrés Huesca. Entre leyenda y práctica, ambos hermanos se fueron inclinando hacia la música. “Desde la psicología humanista y las pedagogías contemporáneas es importante reconocer a las figuras que crean un arraigo a tu lugar de origen, pero también la música es un lugar desde el que te puedes autoafirmar como persona y como parte de una colectividad”, asevera Nicolás.

Los ensayos del coro se trasladaron a un cuarto de su casa, espacio que se volvió una especie de club juvenil en el que comenzaron a hacer teatro y otros talleres. David Hierro, un cantante de heavy metal, les dio clases de guitarra. Aprendieron, además, formas de organizarse y el oficio. Nicolás se habilitó en la afinación de guitarras. “Comenzamos a escuchar grupos de rock progresivo como Yes, Pink Floyd, Génesis, Queen, Jethro Tull, Premiata Forneria Marconi, grupos poderosos que a nivel rítmico hacían cosas increíbles”.

Para el cumpleaños de Nicolás un órgano fue su regalo, y a Lalo, con gran esfuerzo, su mamá, le compró una batería. Ella les enseñó a vocalizar y a respirar. A los quince años Nicolás decidió ser músico pero sus padres lo orillaron a estudiar la Normal Superior para Maestros, después Lalo entró al Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH) de la UNAM en Azcapotzalco. Por ahí de 1978, jugaron a armar un grupo sin nombre, con un chico apodado El Cepillín, el Gerardo, y otro Lalo. Tocaban rolas de los Doors o de Enrique Guzmán.

Cuando Eduardo llegó al CCH se abrió un universo majestuoso, descubrió una escuela con un proyecto alternativo de educación media superior, que le dio la posibilidad de indagar en la autogestión, así como en el autoaprendizaje. Pasaba horas en la biblioteca, presenció conciertos, escuchó por primera vez a grupos de rock como La Nopalera, a Guillermo Briseño y su banda. Fue una revelación “oír a Zeferino Nandayapa que interpretaba música chiapaneca pero también piezas clásicas de Beethoven o una pieza de jazz en la marimba, fue otra motivación para explorar la música.” También conoció el teatro por medio de agrupaciones como Contigo América y el CLETA, entre otros.

El proceso de politización de ambos se consolidaba, exploraron El Capital de Marx, conocieron la propuesta musical de José de Molina, Gabino Palomares, Violeta Parra, Víctor Jara, Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, o Víctor Heredia; después vinieron León Chávez Teixeiro, Amparo Ochoa…

crecía en nosotros un cuestionamiento sobre la situación del país y el sistema social, económico y político en el que vivíamos, ¿por qué si fuimos la primera revolución antes que Rusia, no somos una potencia?, ¿por qué el machismo en la familia o la educación falocentrista?, a manera de autocrítica; ¿colonización o invasión?, la marginación y muchos temas a través de lo que aprendíamos en la escuela pública, y las canciones.

Aunque la idea de Nicolás era trabajar sólo unos años en el magisterio, sabiendo que la enseñanza de los niños no era del todo lo suyo, siguió para poder pagar las clases de música, suyas y de su hermano, en la Escuela Libre de Música “José F. Vázquez”. Al mismo tiempo, Nicolás tocaba con un grupo versátil en fiestas. Un día Nicolás se encontró con un anuncio en el Sindicato de Músicos, solicitaban un tecladista para el grupo de Kenny y Los Eléctricos quienes regresaban de Los Ángeles, California.

Yo los había oído en la estación de radio Rock 101, me entrevisté con ellos en el Specchio de Satélite. Ricardo Ochoa me dijo, “Nicolás, súbete.” Yo ya había guardado mi teclado, sólo ubicaba la canción de “Me quieres cotorrear” y comenzaron a tocar cosas que yo no sabía, los seguí en dos canciones, Ochoa me dio las gracias y me dijo “nos vemos mañana”.

Música comercial o romper el molde

En paralelo Nicolás decidió estudiar psicología y Eduardo pintura en la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la UNAM. Lalo se enteró que habría un evento político cultural en Juchitán, Oaxaca como forma de resistencia a los hostigamientos por parte del Estado mexicano en aquella región donde los pobladores defendían su derecho a organizarse, su cultura y su territorio. Analizaron la situación y decidieron participar. Fue cuando Nicolás se cuestionó seguir con Kenny en el grupo de rock; no representaban para él un arte comprometido como lo que hacían las bandas Peace and love, con su rola “Latin Feeling” y “Me extraña que siendo araña” o Love army, con “Caminata cerebral”. Él sabía que con Kenny no podría hacer esos contenidos, ellos estaban abriendo la brecha del rock que por muchos años se había cerrado en México en la época de Echeverría, pero la invitación para ir a tocar a Juchitán sería punta de lanza para decir lo que pensaban y decidió salirse del ascendente grupo de rock.

Mucho antes los hermanos intentaron armar un grupo llamado Teponazoa que significa, en náhuatl, ir creciendo, formado únicamente por Nicolás y Lalo. Ensayaban y hacían canciones, sus letras eran principalmente existenciales, les preocupaba ver cómo la naturaleza se estaba destruyendo. “No restructuramos la realidad para conocerla, reformamos la conciencia para tener un acercamiento distinto con la realidad. Leíamos las letras de The Doors y cuestionábamos una cultura que nos prometía un paraíso, frente a una realidad compleja manejada por los intereses económicos de grandes corporativos”. Iniciaron sus propias composiciones de manera conjunta con frases que salían de la línea de moda.

Eduardo Juárez, 1988. Foto: David Villarruel                                                  Nicolás Juárez, 1987. Foto: Rainer Stockelman

La misma Raza de Bronce

En 1984 crearon el grupo Raza de Bronce.

Lalo y yo y comenzamos a platicar junto con Ricardo Calderón, vecino de la colonia Argentina, al otro lado de Legaria; sobre formar un grupo de rock de protesta e ir a expresarnos en solidaridad con la comunidad juchiteca. Había surgido una suerte de golpe de estado allá porque fue el primer municipio que tomó el poder por medio de una organización popular llamada Coalición Obrera, Campesina, Estudiantil del Istmo, COSEI. El Estado no los reconoció porque no tenían registro mediante un partido político. Se aliaron con el PSUM, pero el gobierno tampoco aceptó su autoorganización.

Comenzó entonces una persecución por parte del gobierno estatal y federal hacia ellos, el ejército mantenía un estado de sitio con detenciones. Se organizó un evento llamado Flor y Canto al que decidieron asistir, como Raza de Bronce, Nico en la voz, los teclados y el bajo, Ricardo Calderón en la guitarra y segunda voz, y Eduardo en la batería.

Se presentaron con una rola de su autoría, “La voy a armar”. Trataba sobre la vida de un obrero para decir “ya me di cuenta, tomé conciencia, me voy a organizar con mis compañeros para luchar por nuestros intereses en común, al mismo tiempo hablaba de que el obrero es el que construye con su fuerza de trabajo físico o intelectual muchas cosas que después se las quita el sistema dándole un salario mínimo mientras que otros se apropian de su trabajo”. Hicieron una lírica musical en la que mezclaban un ambiente industrial. El público era diverso, en su mayoría mujeres y niños que los escucharon atentamente.

“Muchas personas se acercaban y nos preguntaban ¿qué es lo que tocaron?”, una mixtura e hibridación entre estructuras musicales que pretendían, a su vez, recrear ambientes, sensaciones, y reflexión.

Entre los grupos y cantautores con los que coincidieron estuvieron Los Emilianos a Pata, grupo del norte del país, Mario Esteban del Istmo, Los Nakos, Armando Rosas, el CLETA, Los Llaneritos, un grupo compuesto por dos hermanos niños y una niña, Pepe, Gerardo y Olimpia, cantando canciones de protesta, antecedente del grupo Van Troi (llamado así en honor al guerrillero vietnamita Nguyen Van Troi) que a la fecha sigue tocando. También estuvo Salario Mínimo. “Recuerdo que en esos días tomaron presos a un par de músicos del Salario Mínimo y se armó un mitin improvisado entre toda la comunidad y los participantes para su rescate, se hizo una canción y efectivamente se logró su liberación”, comentó Lalo.

Con esta experiencia, extendieron su participación en otros grupos de formación política en las escuelas donde estudiaban, decidieron que sus contenidos tendrían que ser de ruptura, que tendrían que decir cosas que pasaban y la realidad que se callaba, inspirados en José de Molina y León Chávez Teixeiro.

Incorporaron el teatro en las piezas musicales y escribían sus guiones para actuar y tocar, como el personaje de un robot, que además del diálogo estaba acompañado por sonidos electrónicos que ambientaban la puesta en escena. Rolas como “La agencia de colocación” en la que Nicolás dramatizaba una entrevista entre el solicitante de trabajo y el hombre de recursos humanos actuado por Mauricio Gómez Morín, también artista plástico e ilustrador quien se incorporó en la última época del grupo.

También montábamos una escena en una cabina de radio. Recogíamos crónicas, notas periodísticas de diferentes escritores y periodistas como Carlos Monsiváis o Elena Poniatowska. Nos llevábamos una radio para que se escuchara cuando estábamos cambiando de estaciones, ahí es donde hacíamos la mixtura: teatro, música de rock que después sonaba a reggae, una hibridación de lenguajes como propuesta.

Tocaron en huelgas, universidades, los CCH, Preparatorias, y Bachilleres; en la huelga de Mabe donde los granaderos los amenazaron con llevarse sus instrumentos si seguían tocando, y también sonaron en Barrio Norte, Tepito, Nezahualcóyotl o en la Preparatoria Popular Tacuba. Sin embargo, ambos integrantes tenían sus actividades paralelas, uno estudiaba en la FES Iztacala y el otro en la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la UNAM, además de trabajar para sostener sus estudios. No veían en la Raza de Bronce la posibilidad de vivir de ella.

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Eduardo Juárez. Casa del Lago, Chapultepec, CDMX, 1985.
Foto: Rainer Stockelman

Olimpia, integrante del grupo Van Troi, en el programa televisivo La otra canción, conducido por el cantautor e integrante del grupo Botellita de Jerez, Paco Barrios, mencionó que cuando ellos eran niños en el grupo Llaneritos escucharon a Raza de Bronce y pensaron en hacer un grupo con esa propuesta.

Como testimonio de la Raza de Bronce sólo existe un video donde tocan “Las compas costureras”, “África”, una rola que habla de las cadenas imperialistas que silencian las voces indígenas y negras, pero África, Medio Oriente y América están vivas y latentes, reclamando justicia; y “Ella” que plantea como las mujeres juntas encuentran una solución a su doble opresión, “no aceptan triunfos si no es junto a todas” (como dice un verso de una canción de León Chávez Teixeiro). El video fue grabado en la UAM Xochimilco, durante un concierto en la cafetería de dicha institución por el profesor Mauricio Schroeder que muchos años después lo hizo llegar a Eduardo.[3]

Pensábamos que nuestra propuesta podía dejar una reflexión en los escuchas, creíamos lo posible que es lograr una sociedad más democrática, incluyente y libre. Actualmente hay nuevos grupos que tienen mensajes en esta dirección, como Panteón Rococó.

Raza de Bronce, sin reflectores, empoderó el ambiente de la época en los circuitos de los movimientos sociales, de colonos, sindicatos y universitarios. Durante el movimiento estudiantil del CEU-UNAM en 1987, antes del estallamiento de huelga, abrieron el concierto, les siguió Cecilia Toussaint. También colaboraron con el grupo Contradanza y en actividades parta la ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados. “El escenario siempre lo compartíamos con artistas de varias disciplinas coincidiendo con personas que también estaban en contra de la discriminación, las brechas económicas y queríamos un mundo mejor.”

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Cartel de Mauricio Gómez Morín, 1986

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Cartel Canto Libre de México, 1987

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Raza de Bronce: Nicolás Juárez, Eduardo Juárez y Ricardo Calderón. Casa del Lago, CDMX. 1988. Foto: Rainer Stockelman

Se sacude la tierra, participa la ciudadanía

El 19 de septiembre de 1985 nos sorprendió con un terremoto que devastó la ciudad de México afectando las colonias San Antonio Abad, Doctores, la Roma, la Obrera, la colonia Centro, Tlatelolco, Tepito, la Morelos y parte de Puente de Alvarado, vecindades y edificios como en el que trabajaban las costureras se vinieron abajo. La Raza de Bronce participó durante las actividades organizadas por uniones de colonos, sindicatos, universidades y organizaciones no gubernamentales en el marco de las demandas de vivienda y búsqueda de desaparecidos. Se conformaron campamentos de damnificados en parques públicos y otros lugares, y tocaron en la colonia Guerrero, en la Roma y en el Centro.

Tocamos en una calle del Centro Histórico en donde también cantó Amparo Ochoa y Roberto González, en ese momento éramos sólo Nico y yo. Se formó la Unión de Damnificados por el Sismo. Surgieron grupos como la Coordinadora Única de Damnificados (CUD) y la Asamblea de Barrios, que lucharon por la defensa de los derechos de los afectados y por la reconstrucción de la ciudad, con un enfoque en la organización popular y la exigencia de responsabilidades al gobierno, numerosas organizaciones de base en las colonias y barrios afectados trabajaron en la reconstrucción de viviendas, la organización comunitaria y la defensa de los derechos de los damnificados.

La experiencia de la reconstrucción tras el terremoto impulsó la creación de nuevos modelos de gestión urbana y participación ciudadana, que impactaron la política urbana posterior.

Estuvimos en el Fandango Político, Artístico Cultural en la Colonia Guerrero, la calle se había vuelto el escenario para muchos grupos culturales de danza, teatro como el grupo Zopilote, y música, Tierra Baldía, Quál, Carlos Arellano, Francisco Barrios, entre otros, con los que compartimos foro, creo que tocamos con las grandes propuestas de arte contestatario de la época.
Escribimos la canción a las compas costureras en un momento de autoconciencia y organización colectiva, habían muerto muchas trabajadoras de la costura a causa del terremoto, reconocimos su lucha de donde surgió el Sindicato de costureras 19 de septiembre, con Evangelina Corona al frente. A las costureras las conocimos desde los campamentos de damnificados y después nos invitaron, una vez conformado el sindicato, a seguir tocando en sus actividades. Les dedicamos una pieza, que a la vez hablaba de todas las mujeres trabajadoras en un intento de ser una metáfora poética. Cabe mencionar que la letra inspiró a la ilustradora María del Roser Martínez Calamanch para la elaboración de la historieta Cortando ataduras de esclavitud.

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Tomado de la historieta Cortando ataduras de esclavitud de la ilustradora Ma. Del Roser Martínez Calamanch, basada en la letra y música del grupo Raza de Bronce

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Ilustraciones de Ma. Roser Martínez Calamanch, Cortando ataduras de esclavitud, 1987

Fue en el 85 cuando se incorporaron a la Raza de Bronce Mauricio Gómez Morín en la armónica, Benito Peñaloza en el bajo, temporalmente regresó Ricardo, y Francisco Gatica, que venía del grupo Ramsés. La Raza era un grupo que para muchos estaba en un circuito de riesgo, por lo que algunos integrantes se retiraron. Prácticamente el grupo se sostuvo, por largas temporadas, por los hermanos, Nico en el bajo y teclado y Eduardo en las percusiones.

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Raza de Bronce: Nicolás Juárez, Benito Peñaloza, Eduardo Juárez, Ricardo Calderón y Mauricio Gómez Morin. Local de del Sindicato 19 de septiembre
Foto: David Villarruel Velasco

Experiencia que trasciende

Como estudiante activista de la FES Iztacala en el movimiento del CEU y el magisterio, Nicolás salía de un evento de maestros. Ahí lo golpearon varios sujetos, le prendieron fuego a la camisa y gracias a una pareja de novios logró salvar su vida. “Mi oído quedó dañado, pero también mi memoria y mi participación en la Raza”.

A la Raza de Bronce ya se habían incorporado nuevos colaboradores, artistas plásticos, como Roberto Martínez, que proyectaba ilustraciones alusivas a cada canción desde la época de las costureras. Agregaron nuevos sonidos e instrumentos a la propuesta musical, como el guaje de lluvia. Sin embargo, Lalo consideró que la voz cantante era Nicolás y decidieron darse una pausa para esperar una recuperación que no llegó pronto.

En 1990, Eduardo se incorporó al grupo salvadoreño Yolocamba I Ta; acababa de salir su baterista Charlie Castro que había sido integrante de Chac Mool. El Yolocamba estaba refugiado en México por la guerra, pero su tarea era denunciar la situación que se vivía en aquel pequeño país; los hermanos Roberto y Franklin Quezada invitaron a Eduardo a suplir al baterista y participar en el festival de WOMAD, organización dirigida por Peter Gabriel, en Toronto, Canadá. También a las giras por Italia, Estados Unidos, Suecia, Ámsterdam. Finalmente, el grupo guanaco se desintegró al cese del levantamiento armado.

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Grupo Yolocamba I Ta: Roberto y Franklin Quezada, Adalberto Romero, “Rolo”, Eduardo Juárez y Víctor Ruiz. Mitla Oaxaca. Foto: Cristina Híjar

Los hermanos Juárez Garduño en la actualidad son docentes, Nicolás con grado de doctor en la Universidad Pedagógica Nacional, de una de cuyas sedes fue rector, y en su docencia no deja de incorporar elementos como la música o el teatro:

Llevo la guitarra, en el área de pedagogía, invito a los y las estudiantes a proponer actividades creativas, convoco a diferentes amigos para que les digan a los alumnos cómo se aprende desde el arte y por qué es tan importante para el desarrollo de los niños y los seres humanos en general. En un mundo de tecnología y las distracciones por el celular, también recurro a los elementos del teatro para atraer su atención procurando un ejercicio creativo que desarrolle todas sus potencialidades.

Nicolás opina que son los propios jóvenes actuales quienes tienen que expresar cuáles son sus intereses y hacia dónde quieren ir:

Los jóvenes tienen mucha información, pueden hacer cosas muy creativas. Las mujeres han dado vida a alumbradas propuestas como Mon Laferte, Vivir Quintana, Olimpia de Van Troi, Tere Estrada, Maru Enríquez y muchas más que han hecho discursos y demandas muy fuertes en un mundo patriarcal que no se ha podido debilitar. Desde mi trinchera intento aportarles elementos como: el cuestionamiento, la crítica y la autocrítica de manera preponderante.

Coincide con el pedagogo mexicano Gregorio Hernández Zamora en la necesidad de que las nuevas generaciones escriban como un acto de rebeldía porque implica y exige pensamiento crítico e independencia intelectual. Esto coloca a la escritura como una forma de autodefinición y de recopilación de las historias colectivas para aportar nuevas propuestas narrativas de la realidad, ya sea llevada a las letras de las canciones, a la literatura misma, a una obra plástica o a un film cinematográfico.

Como ejemplo de una propuesta de resistencia, Lalo nombró a los grupos indígenas, principalmente al Movimiento Zapatista encabezado por el EZLN, como una manera de defender y respetar la tierra, así como mostrar su visión que pretende crear nuevas realidades, uno de los más disruptivos movimientos sociales que no sólo contempla un discurso político, sino poético, humano, de justicia, identidad, de igualdad y esperanza, donde la diferencia cabe por el bien común.

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Nicolás y Eduardo Juárez Garduño. Tlalpan, CDMX, 2025. Foto: Isela Guerrero

En la actualidad, Eduardo se desempeña dentro del Taller de Gráfica Monumental, en la UAM Xochimilco; trabaja con las imágenes, ya sea manual o digitalmente, recupera mucho de la enseñanza que le dejó la Raza de Bronce para ejercitar a los alumnos en la elaboración de la gráfica de gran formato. En su taller siempre hay música, histrionismo, usa muchas metáforas de la música para componer discursos visuales armónicos, y hace dinámicas con la intención de formar diseñadores creativos y críticos, con amplia sensibilidad, agentes de constructos estéticos y de reflexión de una realidad convulsa. Como parte de su sello como artista visual, continúa dándole lugar a las luchas sociales y en resistencia. La Raza de Bronce es una experiencia musical que definió sus caminos en la búsqueda y en la práctica de hacer posible lo imposible.

Referencias

Villarreal, A. (1999). Public Opinion of the Economy and the President among Mexico City Residents: The Salinas Sexenio. Latin American Research Review, 34(2), 132-135 https://www.jstor.org/stable/2503915


  1. Correo electrónico: isacomunica85@gmail.com
  2. Esta y todas las citas de los hermanos Juárez Garduño provienen de la entrevista que sostuvieron con la autora el 7 de junio de 2025.
  3. El video muestra sólo “Las compas costureras” y se puede ver en la cuenta de Instagram Razabronce9, o directamente en este enlace: https://www.instagram.com/reel/DNPLs0nOJt0