¿Qué siente una piedra al peregrinar?

Daniel Fernando Vázquez Sosa[1]
Universidad de Guadalajara

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Crédito de la imagen: Daniel Fernando Vázquez Sosa.


Dirigida por Brandon Muldowney (2017), Pilgrimage es una película en donde “encontraremos siempre la misma historia de forma variable y sin embargo maravillosamente constante, junto con una incitante y persistente sugestión de que nos queda por experimentar algo más que lo que nunca podrá ser sabido o contado” (Campbell, 2014:17). Se trata de una historia que se desarrolla de manera lineal integrando elementos comunes a cualquier otro viaje épico, una historia más de las mil caras que tiene el héroe como epítome universal: un punto de partida enraizado en un trasfondo que, a pesar del tiempo, no ha dejado de acechar el presente y continúa delineando la vida de los personajes centrales.

Un grupo de héroes llamados por un deber superior a cumplir una travesía saltando hacia el peligro y la incertidumbre; un conjunto de dificultades climáticas, espirituales y humanas destinadas a ponerlos a prueba y poner en duda el cumplimiento de su tarea y por supuesto, la aparición de situaciones listas para modificar a nuestros compañeros de viaje, deshilvanando las apariencias para poder verlos con todos sus contrastes.

Si seguimos prestando atención a los patrones compartidos de la película con otros filmes, en Pilgrimage es evidente la centralidad que se le brinda a la violencia como recurso de atracción y consumo para sus contempladores. Todas las emociones contenidas quedan vinculadas a la sangre que se derrama a lo largo de los noventa y seis minutos de trama: lástima, miedo, ira, tristeza, venganza y redención son distintas interpretaciones emocionales dispuestas para que quien observe enjuicie el destino de los personajes. Se trata de un recurso que alinea a cualquier persona espectadora bajo un régimen moral en el cual la intención siempre es colocarnos en el lado de todo lo justo, a pesar de haber sido co-partícipes de los multiples sacrificios representados para nuestro disfrute. En ese sentido, parece congruente decir que la película apela a nuestro deseo de sobrevivir ante la violencia y nos garantiza los elementos necesarios conseguirlo, al mismo tiempo que nos permite ejercerla (Girard, 2005).

Aunque Pilgrimage hace uso de recursos gastados para construir su narración y llega a volverse predecible, lo cierto es que el trabajo Leonie Prendergast (diseño de vestuario), Marc Ridremont (dirección de arte) y Tom Comerford (dirección de fotografía) logra darle otro nivel a la película invitándonos a continuar mirando y brindándonos esa sensación de algo inesperado está por suceder. Los detalles: texturas, colores, temperaturas, instrumentos, materiales y prácticas se articulan para construir y definir el entorno inmerso en este universo visual donde, parafraseando a Pulido Echeveste, Doménech García y Fallena Montaño (2019), “lo divino se materializa a través de la percepción de la imagen religiosa” como sucede en la historia cuando la piedra con la que se terminó de lapidar a Matías, ahora convertida en reliquia, es extraída de las profundidades. Sólo hasta que adquiere materialidad frente a los observantes es que se acciona su “poder y la presencia […], permitiendo al fiel experimentar lo sagrado desde la ambigüedad entre lo tangible y lo intangible” (Pulido, Doménech y Fallena, 2019:116).

Considero que en lo anterior es donde reside la riqueza reflexiva de esta película para los y las interesadas en el tema de las peregrinaciones: no se trata de las personas peregrinas por si mismas ni del punto de partida o llegada, sino más bien de entornos, relacionalidades y co-producciones[2] (Pérez Prado, 2022) dinámicas que dan sentido al lugar que tienen los seres de cualquier tipo dentro de tal desplazamiento, sin poder volver a ser los mismos que antes. Es decir, en apariencia se trata de la propia acción de peregrinar la que empuja a los sacerdotes, soldados, cazadores, navegantes a tener una participación dentro de ella; no obstante, cobra el sentido sagrado para cada personaje de acuerdo a la manera como concreta sus relaciones con el entorno.

Entonces, si descentramos la mirada antropocéntrica para entender la historia y la ampliamos a las interrelaciones entornos-seres, Pilgrimage pasa de ser un largometraje basado en un esquema reiterativo sobre el héroe y su travesía, a una película de dinámicas sutiles que nos dan cuenta de la agencia que toman los otros seres a lo largo de la historia como la tormenta, la piedra, la sangre, el bosque, el río y la niebla, los cuales adquieren forma y la pierden una y otra vez conforme las personas abren sus sentidos a ellas, al tiempo que los viajeros, héroes, peregrinos logran ver indicios de lo sagrado según la agencia del entorno se hace presente. De tal manera que el cuestionamiento “¿qué siente una piedra al peregrinar?”, se encuentra estrechamente vinculado con la siguiente pregunta “¿cómo una piedra nos hace humanos?[3] o dicho de otra manera, al prestar atención a la relación establecida entre los monjes, el cisterciense, los soldados y los normandos con la piedra-reliquia podemos comprender que no se trata solo de una cuestión de relacionar su existencia a dicho material, sino que “los materiales del mundo delinean, determinan y posibilitan a los humanos ser ‘humanos’ de la manera como son”[4] (Attala, 2019:3).

Abrirnos a estas interrogantes nos permite cambiar la perspectiva y repensar Pilgrimage desde el punto de vista de una piedra que por sus características (forma, tamaño, peso, solidez) es utilizada para terminar con la vida de Matías y una vez bañada en su sangre adopta en adelante un nuevo estatus que la sacraliza y le da poder sobre los otros. Sin embargo, su poder y agencia sobre los otros elementos materiales que componen el entorno varía y es interpretada por sus distintos co-productores encarnados en cada personaje, por lo que, de esta manera para el cisterciense, aunque es venerable sigue supeditada al poder del Papa a quien representa, para los monjes autoproclamados indignos se trata de un sacrilegio el siquiera extraerla de su escondite, mientras que para los soldados encabezados por su líder sólo piensan en ella como una piedra que puede ser reemplazada por otra y de todas maneras ser considerada como divina.

El asunto es qué reliquia actúa a su paso reconfigurando el territorio y activando otras materialidades que se encuentran presentes a su alrededor, primero con un rayo como advertencia, luego, como una visión cuando se abre el cofre donde se encuentra, que nos revela (a las y los espectadores) de manera efectiva las intenciones de cada personaje hacia ella. Poco después queda claro que su atracción es inevitable y que nadie puede escapar ya a los procesos que está produciendo, pues a pesar de afirmar varias veces que es posible cambiarla sin que nadie lo note, para el líder de los soldados desprenderse de los hilos que le atan a la reliquia es imposible. No le resulta sagrada, pero eso no evita que vaya a perecer en pos de ella. Queda claro que la forma particular como se relacionó con esta materialidad determinó su destino y volvió cierto el presagio advertido en un inicio por los monjes al mostrar su descontento con el peregrinaje.

Por último, quiero terminar evocando a Kohn: “Si como decía Juaniku, un jaguar te reconoce como un ser capaz de devolverle la mirada –alguien como él mismo, un – te dejará en paz. Pero si te llega a ver como una presa –un eso– es muy probable que termines muerto” (2021: 1). ¿Qué siente una piedra al peregrinar? Es una pregunta que nos lleva de nueva cuenta re-pensar qué es lo humano y quiénes somos o cómo estamos constituidos por el entorno. Es una invitación a reflexionar el papel que tienen los demás seres en los procesos socioculturales que analizamos y comprender que al peregrinar o al acercarnos a los santuarios nunca se trata de un viaje en el que estamos solos con nuestra humanidad (individual o colectiva), sino que nos acompañan otros elementos cuyas perspectivas son necesarias para tener una visión y experiencialidad más amplia.

¿Qué siente una piedra al hundirse en el mar?


Referencias

Attala, Luci (2019), How water makes us human. Engagements with the materiality of water, United Kingdom, University of Wales Press.

Campbell, Joseph (2014), El héroe de las mil caras. Psicoanálisis del mito, México, Fondo de Cultura Económica.

Girard, René (2005), Violence and the sacred, London, Continuum.

Kohn, Eduardo (2021), Cómo piensan los bosques. Hacia una antropología más allá de lo humano, Argentina, Hekht-Abya Yala (Narcosis, 2).

Pérez Prado, Luz Nereida (2022), Corpo-realidades, corporalidades biosociales: etnoracializaciones, ‘medios ambientes’ y sus entrecruces en epigénetica(s) y ciencias sociales [Videoconferencia]. https://www.youtube.com/watch?v=kxvAWHjFyPA

Pulido Echeveste, Mónica, Sergi Doménech García y Denise Fallena Montaño (2019), “Espacio, prácticas y precepción. Tres problemas en el estudio de la imagen religiosa en el mundo hispánico”, en Fernández Valle, María de los Ángeles, Carme López Calderón e Inmaculada Rodríguez Moya (eds.), Pinceles y gubias del barroco iberoamericano,, Santiago de Compostela y Sevilla, Andavira Editora.


[1] danielvazquez.2808@gmail.com

[2] Proceso de intercambio entre múltiples elementos (humanos, sagrados, ambientales, animales, vegetales, etcetera) donde cada uno de ellos se ve afectado por los otros, dentro de un proceso continuo de reconfiguración.

[3] Aquí retomó la provocativa pregunta hecha Luci Attala (2019) en su libro que titulado How water make us human a partir de un enfoque centrado en las nuevas materialidades.

[4] Traducción propia: The materials of the world shape, determine and enable humans to be ‘humans’ in the ways that they are.