Emma Álvarez, Ferk Vélez, Daniel Oh , Ximena Cruz
Caminos: Grupo de Estudios sobre Ontologías del Sexo-Género
Foto: Colectivo Migrantes LGBT.
Este artículo recoge diversas reflexiones, diálogos y acercamientos a la experiencia migrante de Julio Campos, homosexual salvadoreño que vivió en México del 2013 al 2016, militante defensor de los derechos humanos desde el Colectivo Migrantes LGBT. En nuestra amistad con él se generaron cuestionamientos sobre discusiones y narrativas académicas sobre el género, la identidad y la sexualidad, y su pertinencia en la realidad migrante.
Las ideas siempre son resultado de diálogos con otrxs. Por ello, este texto es un ejercicio colectivo de memoria viva de Julito, que tiene como propósito dar cuenta de algunos límites de la academia en la experiencia migrante LGBTIQ+, como una manera de acompañar a través de su legado de reflexiones pertinentes acerca de las movilidades ‒territoriales y de género‒, más allá de la academia.
¿Quién era Julito?
Julio Campos Cubías (1982-2016) fue un homosexual salvadoreño que migró de su país en abril del 2013 y llegó a mediados del mismo año a México. Antes del 27 de abril él trabajaba en una estética en San Salvador, negocio que abandonó cuando las pandillas le cobraron 500 dólares por “derecho de piso” y amenazaron con hacerle daño a sus familiares y a él mismo, a quienes tenían ya vigilados. Es así que huyó de manera clandestina de su país y llegó a México. En su estancia de tres meses en Tapachula (Chiapas), transitó por diferentes albergues para personas migrantes e instituciones migratorias donde vivió discriminación por su orientación sexual. Fue así que se desplazó a la Ciudad de México y en poco tiempo ‒enero del 2014‒ fundó el Colectivo Migrantes LGBT, pues sabía, por haberlo sufrido en carne propia, de las violencias que se sufren en contextos migratorios, de sus necesidades específicas y la poca o nula atención a ellas. En su labor, ofrecieron capacitaciones y acompañaron casos, como el de Ender Manuel Martínez, que destapó prácticas de tortura física, psicológica y sexual en la estación migratoria “Las Agujas”, en Iztapalapa.
Además, realizaron la campaña “Sexilios nunca más” para denunciar que gran parte de las personas migrantes LGBT salen de su país por el incremento de los crímenes de odio, la discriminación y la falta de oportunidades. Su voz crítica hacía resonancia en las carencias de información, sensibilidad, visibilidad y trato que se ofrecían a las personas migrantes en el Instituto Nacional de Migración, Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar), pero también en los albergues y propios espacios de ayuda humanitaria.
Con avanzadas complicaciones derivadas de enfermedades oportunistas por VIH, en 2016 pasó dos meses en el Hospital Central de la Ciudad de México, donde perdió la vida. Con un trato indiferente, de acoso y presión de darse de alta por su condición de extranjero, así como la atención tardía, las violencias de género se hicieron sentir incluso en sus últimos días. Pareciera que incluso en la muerte, los cuerpos que importan, las vidas lloradas no son la de las personas migrantes LGBTIQ+.
Sin embargo, Julito dejó una semilla sembrada para reconocer la discriminación que viven quienes han sido desplazadas de sus hogares, sus espacios laborales, sus barrios y países por diferentes tipos de violencias (físicas, expresivas, de género).
Varixs de nosotrxs conocimos a Julito en la Escuela para Defensores y Defensoras Jóvenes de Derechos Humanos, del Centro de derechos humanos “Fray Francisco de Vittoria, O.P.” A.C., mejor conocida como “La Escuelita”. Ahí compartimos reflexiones sobre distintos temas y preocupaciones, manifestaciones, fiestas y convivencias de las cuales rescatamos algunas charlas para plantear estas reflexiones sobre saberes académicos y militantes.
Pensando con Julito, caminos de saberes y problematizaciones
Para este texto y en los diálogos que hemos tenido, nos parece importante pensar la academia a través de la identificación afectiva con las personas que reflexionamos y colaboramos. Cada unx de lxs autores ha vivido experiencias académicas que muchas veces se limitan a la interacción con textos teóricos que tienen cierto reconocimiento, pero que muchas veces surgen en contextos y realidades muy distintas a la nuestra. Pocas veces hemos sentido la oportunidad de generar diálogos con esos textos, pero también con otras voces que se salen de la formalidad o la corrección que ciertas instituciones persiguen. Así que nos preguntamos ¿quiénes son citadxs en los textos académicos y qué conocimientos son reconocidos?, ¿podemos citar a Julito Campos y reconocer todos los cuestionamientos, reflexiones y aprendizajes que nos deja?, ¿cómo dar valor al conocimiento de un homosexual, pobre, migrante salvadoreño, cuando sus discursos no se encuadran en el lenguaje académico formal?
Cuando planteamos estas preguntas no marcamos dos caminos separados para elegir uno, creemos que existe la posibilidad de poner a conversar diferentes conocimientos. No negamos a ciertxs autorxs plenamente reconocidxs, siempre que nos sirvan para pensar las problemáticas que nos rodean. Pero tampoco pensamos que otras voces, como la de Julito, deban pasarse por alto en nuestras investigaciones, o sean tomadas desde la cosificación a modo de objeto de estudio que ciertas miradas académicas producen. Por el contrario, en este caso queremos pensar desde la amistad, la afectividad y la memoria de personajes de la diversidad sexual y la movilidad humana, que han abierto puertas, construido puentes y alzado caminos para quienes siguen viviendo la opresión y discriminación sistémica y estructural por su orientación sexual u origen nacional.
Un tema que podemos traer a este texto es el de cómo se nombran las luchas por la diversidad sexual y de género. En algunos espacios académicos y militantes el acrónimo “LGBT” se consideraba liberal, asimilado a los intereses capitalistas, coloniales y patriarcales, mientras que otros posicionamientos salían de esa lógica, como lo queer o las disidencias sexo-genéricas. Sin embargo, también es importante reconocer cuando esas discusiones deberían pasar a segundo término para pensar otras preocupaciones inmediatas, o cuando nombrarse LGBT tiene un potencial estratégico, porque comunica más fácilmente y permite ingresar de manera más sencilla a servicios que brindan las instituciones. En el caso del Colectivo Migrantes LGBT eso no fue impedimento para ser críticxs de las condiciones políticas, legales y económicas que exponían la vida de ciertas personas a mayor violencia o peligro. En ese sentido, se incidió en ciertas instituciones fue pues Julito constantemente se esforzaba por conocer el funcionamiento de ciertos órganos, de identificar sus derechos y hacer alianzas en favor de las personas a las que acompañaba. Mientras que, al mismo tiempo, participaba en manifestaciones y tenía cercanía con colectivos y activistas diversos.
Las enseñanzas que nos deja Julito son varias, a veces incluso transitan y se moldean a las formas académicas, aunque él no figure hoy en día entre las personas citadas sobre migración LGBTIQ+. Una de sus contribuciones fue la campaña de “Sexilios nunca más” en 2015, la cual buscaba situar en las discusiones y activismos la problematización que el concepto de sexilio visibiliza: el desplazamiento forzado que lleva a personas a exiliarse ‒aparentemente de forma voluntaria‒ por las violencias sufridas por homo, lesbo y transfobia en su lugar de origen, el desplazamiento hacia espacios de mayor respeto y no vulneración.
La campaña llevó a cabo un primer reporte sobre la situación de Migrantes LGBTTIQ+ entre albergues y otras instancias que forman parte de una red de apoyo humanitario a migrantes en México, gracias a la coordinación de Fundación Alianza Heartland-México (Migrantes LGBT, 2014a).
A través de sus resultados se identificaron las causas y problemáticas que lxs propixs migrantes identificaban dentro de instancias de ayuda humanitaria, lo cual llevó a realizar una serie de capacitaciones orientadas a personas defensoras de derechos humanos, gestores y voluntarias en albergues para migrantes, para otorgar un trato sensible, pero sobre todo receptivo a identificar y acompañar sin discriminación y violencias, las condiciones particulares de vulneración de las que son objetos las personas migrantes LGBT.
La campaña involucró también el acopio de ropa, medicamentos y dinero para ser canalizados a albergues y colectivos que apoyan directamente a personas migrantes, así como ciclos de cine gratuitos para visibilizar las particulares violencias y vulneraciones a las que están expuestxs en su tránsito o permanencia en México: abuso sexual, trabajo sexual forzado, mendicidad, ataques de odio, discriminación y exclusión dentro de los mismos espacios de ayuda humanitaria, entre otros.
A partir de los resultados de estas actividades, se preparó un boletín informativo (Migrantes LGBT, 2014b) sobre cómo dar un trato digno y sensible para acompañar, apoyar o canalizar cada uno de los casos particulares. Así, se ofrecía información preliminar para cimentar los conocimientos hasta ahora obtenidos sobre las violencias de género por las cuales migran, las que se manifiestan en su trayecto de movilidad y aquellas que aparecen en su asentamiento temporal o definitivo ‒sobre todo de agentes estatales‒ en México; así como acompañarlxs de manera inclusiva y sensible.
El legado de esta campaña fue la creación de redes interinstitucionales de apoyo por todo el país, sobre todo bajo las rutas identificadas de migrantes provenientes de Centroamérica y entre asociaciones, colectivos y albergues; que bajo la información y capacitación sensible se brindará asistencia humanitaria sin sesgos o violencias de género, volviéndose espacios seguros y receptivos para las personas disidentes de los marcos heteronormativos del sexo-género.
Estas contribuciones fueron invisibilizadas dentro de la academia, no hay un registro sobre los aportes de Julito a lo que hoy en día parece un tema emergente dentro de los estudios migratorios y estudios de género en el país.
También, es importante decir que los espacios académicos no eran atractivos para su lucha, era más urgente intervenir en espacios de organismos internacionales, agencias y OSC que podrían financiar los proyectos del colectivo. Los discursos académicos eran sugerentes para ser apropiados y dirigidos hacia búsquedas concretas de recursos y apoyos para personas migrantes.
Puente entre conocimientos militantes y académicos: saberes senti-pensados
Este acercamiento colectivo que tiene presente la memoria viva de Julio Campos es un ejercicio para reflexionar sobre las metodologías y epistemologías de nuestros saberes. Si quiere dar cuenta de la experiencia migrante LGBT+ de manera compleja y productiva ‒y con ello tener un posicionamiento político hacia contribuciones como las de Julito‒ habrá que partir de una concepción crítica de los acercamientos académicos mismos.
Pensar con Julito –y no sobre sino a partir de él‒ supone concebir una articulación sustantiva entre pensamiento y sentimiento, entre nuestros sentires y pensares, senti-pensares, como una identificación afectiva con quienes pensamos y colaboramos dentro de un contexto situado.
Para la crítica no es necesaria la abstracción de subjetividades ‒ni de las nuestras ni de las de a quienes acompañamos‒ pues el ejercicio crítico ya está enmarcado de antemano dentro de un horizonte e imaginario social compartido. Así, la precariedad y la injusticia nos son comprensibles y pueden resultar valiosas a través de un proceso empático de diálogo y traducción horizontal entre nuestras propias posiciones y las de otrxs.
De esta manera, pensar con Julito no es romantizar su experiencia de vida ni las condiciones de su muerte, tampoco la ocasión para teorizar objetivamente algunos de sus procesos, de sus creencias o discursos. Más bien, pensar con él nos permite hacernos preguntas acerca de algunos de los supuestos poco problematizados en la academia, especialmente de los que se ocupan de la experiencia migrante LGBT+.
En primer lugar, habría que pensar la distinción, ya sea sustancial o meramente analítica, entre los saberes construidos en la academia y aquellos que se han sistematizado dentro de los diferentes acercamientos socio-políticos hacia la población migrante LGBT+ (desde colectivas de base hasta asociaciones de la sociedad civil organizada). Y una pregunta clave es, tanto para quienes sostienen esta división como para quienes intentan desaparecerla: ¿por qué esa insistencia en llevar, o no, los saberes experienciales, senti-pensantes a la academia?
La realidad es que no hay una sola academia. Es más, el propio concepto de academia está en constante disputa y redefinición, y decidir ‒cuando se tiene el privilegio de poder hacerlo entre llevar o no la memoria viva de Julito a la academia es una estrategia a la que se opta sólo contextualmente. Hay entonces una serie de preguntas previas a la elección: ¿qué concepciones de la academia se tienen?, ¿qué sentidos de la teoría hegemonizan el campo discursivo de las instituciones universitarias mexicanas en torno a la investigación social del tema? , ¿es posible ‒y hasta dónde‒ un discurso contra-hegemónico?
Si las respuestas son afirmativas, una de las condiciones de posibilidad de la construcción de otra academia será la transformación del paradigma respecto al cual tratamos con las otredades: éstas ya no pueden ser un objeto de estudio ‒en realidad nunca lo fueron‒ y ni siquiera será posible un análisis discursivo objetivo acerca de los sentidos, imaginarios, horizontes y narrativas de los sujetos, los que se desplegarán dentro de los análisis cualitativos de los casos.
Porque Julio Campos nunca se redujo a ser un migrante LGBT+ comprometido con el activismo migrante, ni su historia se reduce a los efectos de los Estados excluyentes y necropolíticos dentro de un contexto neoliberal, el cual fuerza sistemáticamente desplazamientos geopolíticos por causa de la violencia. Nuestro acercamiento con Julito ni siquiera es una instancia mediante la cual podamos sacar una postura objetiva sobre el tema de migración LGBT.
Más que los escenarios y relaciones propias de la academia, eran estas búsquedas y resistencias acuerpadas de Julito que tejían los puentes entre la academia y su militancia en su propia experiencia. Su insistencia en tejer puentes para cambiar su propia realidad y dejar un legado a las personas LGBT+ que siguen y seguirán migrando.
Lo limitante de los objetivos y fines académicos se rompían al transitar los textos, investigaciones y presentación de resultados hacia una manera de denunciar las carencias para acompañar puntualmente a personas que se acercaban al colectivo, bajo necesidades muy variadas y diferenciadas: denunciar la petición de favores sexuales para realizar o agilizar sus trámites migratorios, información sobre clínicas y centros de salud con tratamientos accesibles a migrantes, como recibir o continuar su terapia hormonal, albergues incluyentes o con espacios para personas trans, atenciones psicológicas por violencias sufridas antes y durante su movilidad migratoria, por mencionar algunas.
Para Julito, como para muchas personas la migración, el desplazarse (forzadamente) no era/es un tema académico sino una experiencia de vida. La irrupción en las arenas académicas venía desde ahí, de una militancia encarnada: “tengo la experiencia como migrante, no como académico, abogado o comunicador social que aprendió sobre migración en una tesis o en un taller en el Museo Memoria y Tolerancia… por eso la defiendo con dientes y uñas” (Julio Campos, 2015).
Julito era un amigo, un compañero de lucha para muchxs. Y, si bien las opresiones, violencias vividas y horizontes de pensamiento entre todxs es bien distinto, en más de un sentido caminábamos el mismo camino, sobre la misma tierra dentro del mismo mundo. Por eso insistimos en pensar con Julito, ya sea dentro o fuera de la academia ‒finalmente, eso es lo de menos‒ según las coyunturas políticas que se puedan abrir desde nuestras propias resistencias frente a la hegemonía intelectual.
Por eso, en nuestra insistencia por pensar con Julito, habría que sostener la pregunta por las condiciones de otra academia posible. Esto nos lleva indudablemente a cuestionarnos por nuestros modos de reconocimiento, en dignidad, no sólo los conocimientos de otrxs, sino sus personas mismas.
¿Cómo se puede contribuir a la materialización de la justicia social cuando seguimos replicando, en pro de nuestra teoría ‒aun la que es práctica‒ violencias epistémicas, y hasta ontológicas, a la hora de concebir las subjetividades sociales? Entonces, ¿cómo dar valor al conocimiento experiencial de Julio Campos Cubías, un homosexual migrante salvadoreño, sin reducirlo a estas categorías analíticas ‒que se quedan cortas aun si las consideramos desde un marco interseccional?
Por poner un ejemplo: sabemos bien el encasillamiento de la realidad del sexo-género cuando ésta se concibe teóricamente desde la academia actual. Las violencias que se generan al respecto no se reducen solamente a los tiempos pre-feministas en donde la misoginia, el sexismo y el androcentrismo articulaban explícitamente el discurso.
Éstas también se ejercen desde la construcción de los estudios de género, que nominalizan el género, biologizan el sexo o dicotomizan la diferencia sexual y la diferencia entre sexo y género. Las mismas violencias proceden de la teoría queer que importan estrategias descontextualizadas y un lenguaje técnico y abstracto para las disidencias sexuales latinoamericanas. Sabemos muy bien que ninguna de estas teorías o paradigmas interpretativos agotan la basta y compleja realidad del sexo-género.
Sin embargo, no por ello sostenemos la imposibilidad de pensar estas realidades, pues nos mueve la responsabilidad ética a la que se nos invita cuando somos llamadxs a pensar, a hacer teoría que contribuya a la transformación social.
Sentimos que dicha transformación no será posible hasta que se viva en justicia y dignidad, sobre todo la de quienes continúan siendo violentadxs, excluidxs y hasta erradicadxs por el simple hecho de que su singularidad no cabe dentro de los paradigmas académicos actuales, ni de los derechos de acreditar una ciudadanía, derecho a solicitar asilo, etc..
Hoy en día ya no basta con tener presente el escepticismo de Julito hacia los espacios académicos, sino que debemos pensar la manera en que sus saberes estaban constituidos, a la vez que constituían el horizonte de trayectorias de justicia y dignidad. Quizá su escepticismo era una forma de interactuar con nosotrxs, de confrontarnos y de mover nuestras certezas académicas. Así, al tenerlo presente podemos construir otras cosas.
Tenemos entonces dos opciones: o bien hacemos caso omiso a su senti-pensar y seguimos construyendo una teoría-práctica sobre migración LGBT+ que sea objetivante, romantizante e inoperante; o bien nos preguntamos realmente cómo podemos traer a Julio Campos a nuestra discusión, de manera que nuestro discurso se convierta en una respuesta a sus posiciones y el diálogo respecto a estos cuestionamientos siga abierto y nos haga aprender más sobre tan valiosas experiencias.
Hay en nuestra historia como humanidad indicios de una resistencia e incomodidad frente al sedentarismo, el migrar, transitar, desplazar nuestros cuerpos, deseos y afectos nos lleva ineludiblemente a cambiar nuestras realidades. La migración nos muestra que el espacio no es inmóvil y que la impresión de nuestros movimientos en el mundo nos vuelve seres con fines particulares y demostramos que nuestros cuerpos nos pertenecen. Probablemente la migración sea la prueba tangible de que tenemos desplazamientos que inician desde el cuerpo, con el que podemos cambiar nuestra realidad y podemos hacer de él un campo de resistencia.
La migración es la constatación física de que hemos heredado el instinto de supervivencia, Julito, defendiéndose del medio hostil nos recuerda el principio del nomadismo: la huida estratégica hacia un futuro mejor por salvar el cuerpo, lo que contiene y posibilita; ese territorio móvil que nos vincula con los Otros de múltiples formas. La historia de las disidencias debe incluir obligadamente un apartado donde se señale el desplazamiento forzado al que nos vemos sometidas en un lugar que nos debería brindar seguridad desde un inicio.
La historia de las maricas, de las lesbianas y de las trans, y todas las disidencias sexo genéricas nos habla de cómo nos volvemos demasiado visibles en nuestros lugares de origen, y es esta exposición de nuestros cuerpos y deseos, la que nos vuelve el blanco de la violencia. Desde el bullyng escolar hasta el acoso, vivimos muchas veces ese hostigamiento de nuestros vecinos y personas cercanas, hasta que un día dejamos de ser bienvenidas en nuestras casas y la huida es la única puerta hacia otras posibilidades, esos lugares no marcados donde la soledad tomará su sitio. Parecería en primera instancia que los sexilios implican inmovilidad y contención en los espacios de fuga, pero creemos que por el contrario, para muchas es el comienzo de la verdadera posibilidad de vida que inicia. Encontramos amistades que nos enseñan el valor de la comunidad y el acuerpamiento entre nosotras.
Julito decía “somos nuestros propios testigos”. Quizás aludiendo a que nadie entendería las experiencias de violencia racista y homo-transfóbica si no las vivía en carne propia. Quizá también denunciando la anulación o minimización de sus testimonios por instancias estatales porque no conocen los espacios liminares a los que son desplazadxs, argumentando que sus narrativas son inventadas, de violaciones forzadas deseadas por tener una sexualidad disidente.
Es en esa memoria de lucha que Julito y más militantes que nos hablan desde sus destierros y sexilios, que nos señalan que podemos vivir y hacer vida de formas transfronterizas y disidentes.
Bibliografía
Migrantes LGBT (2014ª), “Encuesta sobre la migración LGBTIQ en México. Resultados preliminares”, Ciudad de México, Fundación Alianza Heartland-México, Migrantes LGBT.
—————— (2014b), “Guía para la protección de la comunidad LGBTTIQ en movimiento”, en Boletín informativo, Ciudad de México, PRAMI-Ibero, s.p.
——————– (2014c), “Discriminación y violencias a población LGBTTIQ en su tránsito por México”, ponencia presentada en el Coloquio Internacional Identidades, Racismo y Xenofobia en América Latina: la Perspectiva Interdisciplinaria Acerca de un Problema Complejo, Ciudad de México, CEIICH-UNAM, del 28 al 31 de enero.