Martha Marisol Torres Alvarez[1]
Investigadora posdoctoral en CIESAS Sureste
La región de La Suiza, Montecristo de Guerrero; Chiapas.
Autor: Martha Marisol Torres Alvarez, año 2019. Lugar: Montecristo de Guerrero, Chiapas.
Acercamientos entre las disciplinas socioambientales y la antropología política: una lectura de la complejidad desde la praxis biológica
A la “Alza, importación de los agroalimentos”[2] publicó el periódico La jornada en su sección de Política el 19 de mayo del 2022 para hacer referencia al buen momento económico que vive la comercialización del café en México. La nota se ilustró con una imagen de los costales de la Cooperativa Campesinos Ecológicos de la Sierra Madre de Chiapas, S.C. (Cesmach) de la región de El Triunfo, en la que sobresale el quetzal (Pharomachrus mocinno) como un símbolo identitario de la Cooperativa. Al igual que Cesmach, existen otras 124 cooperativas ubicada en la región del que utilizan cotidianamente imágenes biológicas (aves, cerros, flores, ríos, etc.) para dar cuenta de sus actividades socioeconómicas.
En la región es común encontrar objetos cotidianos con frases como “Produce una inmensa tristeza pensar que la naturaleza habla mientras el género humano no la escucha J.C. F.”[3] como dispositivos[4] que introducen lo ambiental como parte de la cultura regional. Así pues, este artículo se desarrolla en el campo de la reflexividad metodológica y su objetivo es mostrar las limitaciones socioculturales del investigador o investigadora para “reflexionar” y “concebir” la complejidad[5] del proceso de investigación e integrar la idea del caos, la incertidumbre y lo contingente como parte del proceso metodológico.
A continuación, mostraré parte del camino o proceso reflexivo que se ha llevado a cabo como parte de mi investigación en gobernanza ambiental durante seis años (2016-2022). En el que movilicé mi experiencia multidisciplinaria y la aplicación de la metodología de la teoría fundamentada (Strauss y Corbin, 2002), para transitar de un enfoque gerencial de la gobernanza a un enfoque que construye un dialogo entre las disciplinas socioambientales y la antropología política, para explicar e interpretar las limitaciones que tiene la participación territorial en la gestión ambiental (entendida como gobernanza) de acuerdo con su genealogía sociopolítica.
Las reflexiones iniciales de la investigación reconocieron el uso hegemónico del término “participación” como sinónimo de multiplicidad de actores, espacios “democráticos” y “co-construcción” de acciones. Mis años de profesional en la biología y la politización de los debates, los “revolucionarios” y “reaccionarios”, en torno a los paradigmas del desarrollo sustentable[6] me permitieron concebir la participación como parte de la idea de identificar y construir modelos de participación para el desarrollo local, algo que los revolucionarios de la biología plantean como una de las soluciones a la intervención comunitaria.
La necesidad de identificar el “modelo” me llevó a cursar un posgrado en desarrollo rural. En los cursos que tomé en el posgrado se exigía a los alumnos contarán con las bases epistemológicas para realizar un análisis crítico de lo naturalizado como parte de la praxis profesional y, a su vez, tener una capacidad para tomar distancia del empirismo y construir el problema teórico a partir de la interpretación de hechos sociales. Era, pues, una demanda que requería construir un músculo (estructura interpretativa) y ejercitar un tipo de elasticidad que iba más allá de sumar la biología[7] y a la antropología como disciplinas, las cuales debían ser movilizadas, contraídas, y relajadas en principios, fundamentos y métodos más allá de sus cargas unísonas para interpretar, en este caso, la participación para la sustentabilidad.
Esa estructura interpretativa no se gesta como parte de las formaciones disciplinarias, por lo que al inicio de la investigación observar las fallas o tensiones de la participación significó concebir una falta o malestar. Esta falta producida por la interlocución con el sujeto de estudio me situó en un viaje epistemológico en el que la idea de la participación asociada a la gobernanza y la sustentabilidad se develó como un hecho complejo a partir de echar mano de formas y proceso de introspección sostenidas en los principios de la teoría fundamentada.
Niveles de análisis: relaciones entre espacio-tiempo en la teoría fundamentada
El camino de la investigación inició en 2016 con una metodología basada en el método científico.[8] Se tenía la idea de conocer cómo la participación intercomunitaria fomentaba el desarrollo sustentable en la región de El Triunfo y cuales eran algunos de sus elementos de intervención[9] que permitirían su replicabilidad a otros espacios. Con esa intención se llegó a conocer el trabajo que desarrollaba para el Grupo Intercomunitario para la Acción Territorial (GIAT) en la región ‒formado desde 2014 por actores extraterritoriales (organizaciones civiles, instituciones federales, agencias de cooperación internacional).
Durante esos inicios (2016) me preguntaba ¿cuáles eran las cualidades y factores positivos que hacían de ese grupo un modelo escalable y replicable para la gestión ambiental a nivel de cuencas? Inicialmente supuse que eran las capacidades locales, el soporte técnico y financiero que tenía el grupo por la implementación de proyectos de desarrollo, lo que permitía la adopción de tecnologías “amigables con el ambiente”. No obstante, durante el proceso mismo de la investigación todos esos pasos metodológicos se quedaban cortos al momento de tratar de captar el sentido de la vida e interpretar el “verdadero comportamiento” del otro (Malinowski; 1922: 34).
Tiempo después, en un primer corte de mi investigación, me enfrente a la contradicción del hecho y me pregunte ¿si el proceso de intervención diseñado para el GIAT había trascendido a lo formal como para arraigarse como parte del sentido de la participación en la región? La respuesta no tardó en llegar. Los financiadores y el agente técnico se fueron desligando del grupo desde el 2018 y actualmente el grupo ya no opera y tiene una importante dificultad para determinar cuántos y quiénes siguen siendo los miembros.
Con las dos preguntas anteriores quiero ejemplificar cómo puede, o no, integrar el investigador la complejidad al análisis del problema: la participación para la sustentabilidad. Con la desarticulación del GIAT, al salir los financiadores y lo técnicos, se pudo haber dado por hecho que la hipótesis construida a través del método científico se cumplía. Es decir, que las cualidades y factores que se percibían como positivos en el modelo sólo de debían al soporte técnico y financiero que tenía el grupo.
No obstante, al conocer la genealogía ‒en el sentido de Foucault, 1978‒, de la región a través de diferentes herramientas metodológicas (entrevistas, historias de vida, observación participante, talleres y consultas en el archivo histórico) se integró y complejizó la interpretación. Se supuso que al igual que en otras épocas, la desarticulación del grupo no sólo se debía a factores externos de implementación (asistencia técnica y financiera), sino a ajustes y nuevos arreglos internos (por ejemplo, la formación de nuevas cooperativas campesinas, la aplicación de reglas de operación de programas federales que limitaron la participación a una sola organización, la disputa por la compra de la finca Candelaria) que ocurrieron como parte de la reorganización política territorial de la región.
Así se cayó en la cuenta de que las herramientas metodológicas construidas en la biología y el método científico necesitaban integrar la complejidad como perspectiva epistemológica y, con ello, incorporar la idea del caos, la incertidumbre, lo diverso y lo contingente. Lo que no significaba abandonar la racionalidad “el proyecto que sigue siendo central para los científicos es la inteligibilidad[10] del mundo” (Wallerstein; 1996: 86).
De ahí que se decidió incorporar los principios de la complejidad[11] como formas de reflexividad y de unitas multiplex en la investigación para aproximarse relacional y estructuralmente al hecho de cómo la genealogía de las relaciones de poder en torno a la tierra marcaba las formas de participación actuales en la región de El Triunfo. Esto implicó tejer puentes entre las disciplinas socioambientales y la antropología política por medio de la teoría fundamentada a través de un dialogo entre referencia empírica, referente teórico y preguntas de investigación (figura 1).
Figura 1. Construcción del objeto de estudio desde una perspectiva de análisis político del discurso según Buenfil (2008).
En el dialogo entre las disciplinas y los componentes del análisis se rompió con la condición ahistórica de la pregunta de investigación y se integró como parte del análisis de la representación de la participación, el sistema de creencias y prácticas culturales en las que estaba embebida la participación. Para ejemplificar este viaje epistemológico en el que se transita del enfoque racional del actor (racional choice) a un enfoque de sujeto tomo prestado dos fragmentos de una asamblea comunitaria:
Quisiera que Ustedes aprendieran unas técnicas de cómo conservar los suelos del café […] lo que buscamos es conservar y si además de eso logramos que les den un pequeño apoyo económico, pues qué bien, verdad […] Que la participación de Ustedes en este proyecto sea una bendición y no una maldición para dividirnos […] El proyecto así trabaja [en referencia a la réplica del modelo del Grupo Intercomunitario de Acción Territorial de La Suiza], de forma participativa: después de que se trabaja viene directamente el apoyo para Ustedes. (Funcionario público, 2017)
de mi parte [quiero] agradecerles que trajeron este proyecto, yo ya lo había escuchado en La Suiza, pero no pensé que algún día participaríamos […] Al principio yo no entré al acta del grupo, pero gracias a que un compañero se dio de baja me dieron a mí la oportunidad […] Me gustó ver la organización […] espero que Ustedes nos echen su bendición o que nos traigan otro proyecto. Vamos a seguir estando muy agradecidos como ahora […] no solo por el dinero, sino también por el trabajo. (Habitante del municipio de Montecristo de Guerrero, 2017).
En estos dos fragmentos observamos las formas en que se expresan y reconocen las jerarquías en la región. En espacios comunitarios de gestión, como el que se da a conocer, es habitual el uso de palabras divinas ‒independientemente de la religión que profesen‒, para ensalzar o engrandecer algo como parte de un culto. Tanto las personas que introducen proyectos de desarrollo como aquellos que los reciben reproducen este conjunto de actos como parte de un sistema compartido de creencias y prácticas. Así pues, esta forma de relacionarse representa formas abiertas de cómo se ejerce la autoridad en la región desde lo cotidiano ‒una noción de poder que viene de lejos, en el sentido de Jan De Vos (2010).
La filogenia de la participación en la región de El Triunfo: los puentes entre la antropología y las disciplinas socioambientales
En la biología, cuando se quiere comprender la constitución de una especie, nos remitimos a estudiar y analizar las estructuras bajo las cuales está compuesto y para ello generalmente se parte de la ontogenia de la especie. Es decir, se pone bajo la lupa la forma y el desarrollo en la que se gesta un organismo desde su fase embrionaria hasta su constitución como individuo.
En el análisis social, autores como Foucault (1978) han echado mano de la antropología, la historia, la sociología y el sociopsicoanálisis para interpretar la forma microfísica en la que el poder forma y construye (ontogenia) las subjetividades en el sujeto político. En otras palabras, han hecho uso de varias disciplinas para interpretar y cuestionar el origen y sentido de algunas acciones cotidianas que no se traducen como faltas o fallas en los sistemas sociales, sino que se incluyen en la concatenación del “sentido común” como “naturales”.
Esta forma de acercamiento entre la biología y la antropología ligadas a escrudiñar el origen y analizar el devenir de las acciones como parte de un desarrollo evolutivo me permitió explicar e interpretar las raíces del sentido de participar, las ramas o formas culturales históricas a través de las cuales permanece un sentido de autoridad y los frutos cíclicos (los residuos de poder que se expresan como subordinación, dependencia, paternalismo y nepotismo) que visibilizan una idea hegemónica[12] en la producción del poder de la región de El Triunfo (Torres y Trench, 2021).
Con respecto a, cómo esta forma de aproximación filogenética me permitió profundizar en cómo se gesta la idea de autoridad en la región de El Triunfo y cómo ésta interfiere en la concepción de la participación en los modelos de gestión ambiental, describo brevemente algunos hallazgos de la investigación a partir de tres preguntas: ¿qué es la participación? ¿en qué especificidades existe? y ¿desde dónde se construye?
Para responder desde donde se construye, propongo se incluya una revisión histórica de las relaciones de poder como una estrategia metodológica que permite calibrar la compresión de la complejidad de la participación en la gestión territorial. La vida campesina en la Región de El Triunfo surgió como parte de una lucha de clases en medio de un Estado nacional que dota de legitimidad política al poder regional finquero. La colonización de la región desde 1908 por poblaciones tsotsiles, tojolabales, tzimoleros y guatemaltecas como parte del sistema de enganche[13] utilizado por las fincas cafetaleras alemanas permaneció hasta 1925. Fecha en la que las dinámicas de jornaleros y arrieros en las fincas se trastocó con la ocupación de las tierras de las fincas, más que aquellos que eran terrenos nacionales, por el reparto agrario.
Después de un reparto agrario de 35 años (1925-1960), en el que los extrabajadores y recién ejidatarios respondieron al desarrollo de los mercados del café (nacionales e internacionales) con capacidades técnicas y económicas limitadas, las relaciones entre extrabajadores y finqueros no desaparecieron sólo fueron recalibradas. El sistema de endeudamiento de la cultura finquera se continuó a la “nueva” reorganización política territorial y siguió siendo un mecanismo de sujeción para el campesinado ‒se documentó en el Archivo Histórico de Chiapas-Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (AHCH, UNICACH) un carteo entre finqueros y ejidatarios que refieren disputas sobre deudas inventadas, robos y denuncias.
Asimismo, una rápida expansión (1970-1989) del café como actividad económica en la región y las relaciones comerciales que se establecieron con las fincas para la comercialización del producto permitieron que las relaciones de dependencia y subordinación como características de una autoridad paternalista y patronal se incorporaran como relaciones “naturales” en la memoria colectiva del campesinado. Si bien la intervención del gobierno a través del Inmecafe[14] en los setenta atenuó este tipo de relaciones, los 13 años que permaneció en la región no desestructuró las relaciones clientelares entre finqueros y campesinos.
La creciente fuerza política de la clase campesina a través de la conformación de la figura de la cooperativa se vio cooptada por la ciclicidad y el traslado del endeudamiento como una práctica residual (residuos de poder) a través de lo cual se filtra la idea hegemónica de autoridad, en tanto se reconoce como obvio en el campo cultural de El Triunfo. Entonces, para responder ¿desde dónde se construye la participación? postulo que es necesario revindicar al sujeto histórico.
En cuanto a ¿qué es la participación en la región de El Triunfo? y ¿en qué especificidades existe? Tomó de ejemplo las percepciones recuperadas entre 2016-2019 hacia el interior del Grupo Intercomunitario de Acción Territorial (GIAT) para contrastar una definición normativa de participación en la gobernanza y confrontar su carácter democrático desde las prácticas locales. Normativamente y desde las disciplinas socioambientales, se entiende por «participación» aquellas iniciativas sociales en las que las personas toman parte consciente de un espacio posicionándose y sumándose a un objetivo común (Freeman, 2014). En este contexto, la participación se pude medir por medio de cualidades, como son la legitimidad, la transparencia, la inclusión, la responsabilidad, la justicia, la conectividad y la resiliencia. En la gobernanza estas cualidades se prescriben enaltecidas (i.e. mayor legitimidad) como sinónimo de una buena gobernanza (Loockwood, 2010).
Si bien se ha tratado de introducir una idea moderna de participación a través del modelo de intervención del GIAT, las percepciones recuperadas regionalmente dan cuenta que ésta no se ha arraigado como parte de la gestión ambiental, ya que siguen existiendo formaciones culturales (Trouillot, 2011) que son reflejo de las experiencias históricas de participación de los sujetos, como el clientelismo, el paternalismo, el nepotismo y el patronazgo, y que son contradictorias a la idea normativa de la participación.
De ahí que la participación exista localmente como una paradoja para la democracia moderna, ya que encierra significados de una autoridad paternalista y patronal en la que la legitimidad de las acciones se construye no sólo desde espacios normativos de gestión, sino que es mediada por una compleja red de relaciones económicas y morales que configuran un comportamiento de subordinación y dependencia frente a las figuras de autoridad ‒para conocer más a detalle cómo se llega a estos hallazgo se sugiere consultar Torres y Trench, 2021 y Torres et al., 2021.
Cierre: respuestas emergentes y reflexividades
Este artículo, conformado para explicar cómo el dialogo entre las disciplinas socioambientales y la antropología política, puede facilitar una explicación de problemas sociales, como la participación, estuvo dividido en tres momentos: 1) la complejidad de los problemas como retos disciplinares, 2) la maleabilidad de la teoría fundamentada para la reflexividad y 3) cómo se movilizan el diálogo como parte de un estudio de caso. El uso de analogías biológicas dentro del texto, buscó ser un ejemplo de cómo algunos hechos sociales pueden interpretarse de forma más orgánica y sistémica.
Así pues, considero que el dialogo que permite la teoría fundamentada para la construcción del objeto de estudio entre diferentes disciplinas como interfaz, permite superar la escisión disciplinaria y movilizar experiencias y marcos epistémicos en el intérprete. Lo cual puede resultar en un ejercicio muy fructífero para el desarrollo de la “autoconciencia metodológica” del investigador o investigadora.
Con respecto a la participación en gobernanza, se apunta que la discusión sobre el cumplimiento, o no, de su carácter democrático en la gestión ambiental reduce el debate y empobrece la discusión en la medida que oculta la genealogía de las relaciones de poder bajo las cuales se implementa como modelo de intervención normativo y da por hecho que la participación es social y la sociedad es participativa.
Bibliografía
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[1] mmta.torres@gmail.com
[2] https://www.jornada.com.mx/notas/2022/05/17/politica/al-alza-importacion-de-los-agroalimentos/
[3] Frase acuñada por el poeta francés Víctor Hugo (1802-1885) escrita en un cartel en el ejido Monte Virgen Candelaria, Montecristo; Chiapas.
[4] En el sentido de Foucault (1977), quien lo utiliza para referirse a un conjunto de prácticas y mecanismos (discursivo, no discursivos, jurídicos y técnicos) estratégicos que se despliegan para cooptar, ya sea en un sentido u otro, las relaciones de fuerza en la producción del saber cómo poder.
[5] Entendida como un conjunto de principios de intelección y estrategias metodológicas que evitan la simplificación del análisis del problema al eludir descripciones, explicaciones y concepciones simplificadoras y reduccionistas de los problemas socioculturales (Morin, 1990).
[6] Identifico dos narrativas ambientales históricas en el debate de la sustentabilidad, una centrada en el crecimiento económico y otra en la justicia ambiental. Estas narrativas se segregadas geográfica y socialmente plantean una encrucijada e interpretaciones contradictorias de la sustentabilidad y las acciones que se requieren para atender las desigualdades socioeconómicas y socioambientales.
[7] En este artículo se toma a las disciplinas socioambientales como una rama de la biología en el que se acercan las ciencias sociales y ambientales en la comprensión de las relaciones complejas entre seres humanos y ambiente.
[8] Un método que considera los pasos de: 1) observar, 2) realizar preguntas, 3) crear hipótesis, 4) elaborar predicciones o suposiciones 5) probar la predicción y 6) obtener resultados.
[9] Las líneas de intervención eran: seguridad alimentaria y mejoramiento del ingreso familiar, conservación de bosques y suelos, recuperación de áreas degradadas, manejo de riesgos y reducción de vulnerabilidad climática, construcción y rehabilitación de infraestructura local y seguridad hídrica (López, et al, 2017).
[10] Lo que significa ordenar un sistema de ideas de forma lógica y coherente de manera que sea posible interpretar un hecho o elemento de nuestra experiencia.
[11] Los principios fundamentales son: 1) complejidad, organización y emergencia, 2) relación multidimensional y transdisciplinariedad, 3) principio dialógico 4) principio auto-eco-explicación y 5) el principio unitas multiplex (hologramático, de acontecimentalidad, retroacción y recursividad) (Morin, 1990).
[12] Se entiende la hegemonía como un proceso mediante el cual se hereda y mantiene una inercia en la lógica de producción del poder (Torres y Trench, 20221).
[13] Consistió en adelantar a los peones el sueldo de dos o tres meses mediante habilitadores, a fin de asegurar que no se negaran a trabajar en una finca. Este sistema fue practicado por agencias auspiciadas por el gobierno en turno en Los Altos de Chiapas y Comitán (Ruz, 1991).
[14] Empresa paraestatal fundada en 1958 para investigar, experimentar y asistir técnicamente en el cultivo del café́ y que en la región llegó a acopiar más de la mitad de la producción (Ejea, 2011; Ruz, 1991). Para ampliar la información consultar Renard (1999).