Iván Franco[1]
CINAH-Yucatán
Introducción
Dos símbolos marianos de mucho arraigo representaron a facciones políticas contrapuestas durante la guerra de Independencia de México (Gruzinski, 1994; Miranda, 2001). Identificaron a los bandos confrontados de insurgentes/realistas y liberales/conservadores hasta mediados del siglo XIX. Las imágenes fueron la virgen de Guadalupe y la virgen de los Remedios. La primera unificó a un sector de los insurgentes revolucionarios, la segunda, al bando realista. La labor intelectual de jesuitas novohispanos y de frailes como Servando Teresa de Mier y Melchor de Talamantes fue además factor clave para el desarrollo de ideas constitucionales y en la maduración del culto guadalupano como ideología nacionalista de ruptura con el absolutismo borbónico (Brading, 2004).
El culto guadalupano hunde sus raíces en el proceso de evangelización de los pueblos originarios; su origen se remonta a la historia de la aparición en 1531 de una virgen en un antiguo santuario dedicado a la deidad prehispánica Tonantzin (Laffaye, 1977; O’Gorman, 1986). Fue bautizada después por influencia europea como Guadalupe, y su culto se extendió por toda la Nueva España pese al arribo e impulso de otros cultos marianos españoles durante la dominación en los nuevos asientos virreinales. Un siglo después de la conquista, el culto guadalupano se había generalizado en el centro de la Nueva España y más tarde se convirtió en ícono de la resistencia al despotismo borbónico (Van Young, 2001). Por su entrecruzamiento con la diosa prehispánica Tonantzin, el culto evolucionó como eje de la identificación del pueblo indígena y mestizo, y de distintas castas, y con numerosos curas criollos y mestizos pobres (Brading, 2004). Esos sectores, levantados en armas en 1810, fueron las fuerzas sociales que imprimieron contenido guadalupano a los primeros proyectos constitucionales del México independiente.
I) Insurgencia e influencia religiosa
a) Curas guadalupanos contra el mal gobierno
Los ministros de culto involucrados en la guerra de Independencia fueron casi todos criollos (nacidos en México) (Santos, 2010). Hubo también mestizos involucrados en la insurgencia como José María Morelos y Pavón. Eran críticos del régimen de privilegios del que gozaban españoles peninsulares, criollos ricos y funcionarios monárquicos residentes en el virreinato, antes y después de las reformas borbónicas; estos sectores adoptaron a la virgen de los Remedios como símbolo de identidad ante la insurgencia guadalupana (Miranda, 2001). La imagen de los Remedios se estimuló como culto “contrainsurgente” mediante decreto del virrey Francisco de Venegas, después de que el bando realista asumió que en los campos de batalla otra imagen mariana, Guadalupe, inspiraba la lucha armada comandada por el cura criollo Miguel Hidalgo y Costilla. La lucha política tomó, con el transcurrir del conflicto armado entre católicos europeos y americanos, un tono de confrontación étnica y “de clase”, como también un importante matiz de resistencia religiosa por el protagonismo de dos cultos marianos: uno del poder, otro del “pueblo” (Van Young, 2001).
La imagen central de la lucha insurgente, la virgen de Guadalupe, terminó siendo propuesta como base de la definición del Estado independiente en sus primeros años. El involucramiento tanto de criollos como de ministros de culto en los movimientos de rechazo al absolutismo español, como fueron la Conspiración de los Machetes (1799) y las Conspiraciones de Valladolid de Michoacán y Querétaro a fines de 1809, respectivamente, fue el prolegómeno de lo que vendría meses después en mayor escala. Descubiertos por las autoridades, esos primeros complots con participación popular fueron aplastados; organizadores e involucrados enfrentaron represión, persecución, juicios y castigos, cuando no mano militar implacable.
El ánimo insurgente de inspiración religiosa no fue, sin embargo, opacado. Casi un año después de las conspiraciones de Michoacán y Querétaro, en septiembre de 1810, otro proceso conspirativo descubierto y abortado impulsó la radicalización del cura de Dolores, Miguel Hidalgo y Costilla (Hernández, 2012). Como respuesta, Hidalgo proclamó la lucha armada contra “la tiranía europea”, ilustrada por su carisma borbónico y composición absolutista, cuya elevada dosis de fiscalización sobre bienes, recursos, ahorros y capitales exacerbó el rechazo criollo a la Corona (Herrejón, 1985; Echenique y Cué, 2009-2010). La circunstancia lo llevó a adoptar y blandir como estandarte contra la autoridad y poder europeo católico la imagen de la virgen de Guadalupe.
Invocada en las reuniones previas al levantamiento armado de 1810, Hidalgo tomó el lienzo de Guadalupe de la iglesia de Atotonilco el Grande, en Guanajuato, marcándose con el gesto gran parte del contenido simbólico de la llamada primera etapa revolucionaria, de apenas once meses de duración. Hoy ese lienzo es parte del patrimonio histórico nacional y pieza de museo de la “República laica”. Decenas de curas se adhirieron a la causa insurgente en esa primera etapa de México como nación que luchaba por su independencia, estatus ganado en 1821 (Farris, 1995; Taylor, 1996). José María Morelos y Pavón continuó la disputa militar contra el mal gobierno que inició Hidalgo. Y aupado tanto por su formación académica (Hernández, 2016), como por intelectuales como Andrés Quintana Roo, Morelos impulsó la ruptura decisiva con la figura real de Fernando VII hacia 1813, fecha que marca el inicio de segunda etapa de la guerra independentista. Este período concluyó de manera formal con su captura y posterior fusilamiento en San Cristóbal Ecatepec.
El sentimiento antieuropeo ya había madurado en el seno de los luchadores independentistas seguidores de Morelos. Como observó Anastasio Bustamante, casi una tercera parte de los delegados al Congreso de Chilpancingo de 1813 fueron curas párrocos (Herrejón, 1985). Un sector de la Iglesia puso así sus hombros, sin aval de la jerarquía católica realista, en favor de la incipiente idea de edificar una “nación guadalupana”. Muchos de los curas y religiosos insurgentes seguían el liderazgo de uno de los pocos curas mestizos alzados, Morelos y Pavón, quien fue fusilado en Ecatepec, en la Intendencia de México el 22 de diciembre de 1815.
Los curas insurgentes guadalupanos fueron sin embargo relativamente pocos, respecto de los sacerdotes no involucrados en la guerra (Cuadro I y Gráfica I). El segundo grupo mantuvo posturas pasivas, de indiferencia e incluso delatoras contra las causas rebeldes. Ni qué decir de la conducta regalista de quienes ocupaban cargos jerárquicos en la Iglesia, identificados con el bando absolutista y de paso con la virgen de los Remedios (Jaramillo, 2015). En contraparte, los curas nacionalistas sublevados y/o presentes en el primer congreso de carácter “criollo” demandaron nueva patria y forma de gobierno, y marcaron gran parte del contenido ideológico de la lucha insurgente guiados por la convicción de implantar un republicanismo liberal, la defensa de la religión católica y la definición del culto mariano como base de la identidad de la nueva patria.
El gesto de Hidalgo de portar la imagen de la virgen de Guadalupe como estandarte trascendió hacia los sucesivos liderazgos insurgentes. Y estos, principalmente Morelos, convencidos de la protección patronal y patriótica de la imagen guadalupana al pueblo, propusieron a la virgen de Guadalupe como base de la ideología nacionalista en los primeros borradores constitucionales. La postura empezará a declinar con el ascenso de ideas republicanas no religiosas favorables al Estado laico, aunque este no es un tema a desarrollar aquí.
b) Número de curas insurgentes y sus detractores
El criollismo de raíz guadalupana marcó en varias dimensiones la clara separación política entre los grupos sociales novohispanos. Los datos respecto de cuántos curas criollos y mestizos tomaron las armas en ese ciclo revolucionario son inciertos. Los académicos que han argumentado al respecto difieren de forma sustancial desde la perspectiva cuantitativa, lo que desde luego impacta el debate sobre el aspecto cualitativo fundacional de la nueva nación independiente. Ubican el porcentaje de curas activos o involucrados entre el 5.4% (Farris, 1995), el 9.44% (Taylor, 1996) y hasta entre el 20-30% (Van Young, 2001) (Cuadro I y Gráfica I).
El criollismo guadalupano tuvo en los seguidores del culto de la virgen de los Remedios a sus principales detractores y delatores durante la década armada de 1810 a 1821. Entre estos también hubo guadalupanos pasivos, o sea, aquellos que nunca se integraron a la lucha armada y optaron por mirar la gesta insurgente a lo lejos (Jaramillo, 2015). Fueron, en la coyuntura liberal de 1820, quienes dejaron de lado su acendrado celo regalista europeo apoyando por fin la causa independentista, pero preservando un tono criollo monárquico en su idea de organizar la nación independiente. Muchos de sus hijos y nietos tomarían la estafeta cuando entregaron México al catolicismo Habsburgo de 1862 a 1867, una estrategia fallida pues Maximiliano resultó más avanzado que algunos “jacobinos” mexicanos.
A los regalistas europeos anti-guadalupanos se les desconoce desde la perspectiva de la dimensión simbólica del “movimiento” contrainsurgente por razones “lógicas”. La exaltación hagiográfica e historiográfica se inclinó en favor de los símbolos que acompañaron e inspiraron a la facción triunfadora, aquellos que imprimieron los líderes insurgentes en sus pendones, estandartes, blasones y manifiestos, pero de manera especial en los textos “pre-constitucionales” del convulso período 1810-1821. Su postura religiosa se hará visible en el articulado de la Constitución de 1824, texto que cederá ante el avance de la laicidad política cuya meta solo se reflejará en la Constitución liberal oligárquica de 1857.
Muchos adoradores de la virgen de los Remedios regresaron a España. La intensa y conflictiva dinámica política que siguió a la Independencia resultó incómoda y hasta peligrosa para ellos y sus familias. En parte porque se les juzgaba como las facciones contrarias al nuevo sentimiento nacional pero también porque España solo reconoció a México como país autónomo hasta 1836, tres lustros después de haber fallado sus intentos de reconquistar una nación que ya era república confederada. Además, y pese a que el nacionalismo guadalupano finalmente no se expresó de forma abierta en las leyes fundamentales de la nueva patria, el éxito político y cultural del movimiento se atribuyó a la imagen, ampliándose su culto en el territorio mexicano y entre la clase política de los primeros años independientes.
Cuadro I. Curas insurgentes (1810-1821)
Autor(a) | Total de curas | Curas insurgentes | Porcentaje I vs M |
Nancy Farris (1995) | 7,341 | 400 | 5.4% vs 94.6% |
William Taylor (1999) | 1,027 | 97 | 9.44% vs 90.56% |
Eric van Young (2001) | 20-30% vs 80-70% |
Gráfica I
II) Los proyectos constitucionales marianos
¿Cuáles fueron las propuestas nacionalistas con base mariana? El abogado criollo Ignacio López Rayón, en sus Elementos Constitucionales de septiembre de 1812, sugirió para la configuración defensiva de la que sería la nueva nación independiente, la organización de cuatro órdenes militares. La primera se denominaría “de Nuestra Señora de Guadalupe” (Art. 34º). Es decir, Estado y milicia unidos a partir de una figura religiosa de autoridad, nexo que en cierto sentido reproducía el vínculo utilitario del absolutismo con la religión. Por su parte, en Los Sentimientos de la Nación, siguiendo a López Rayón, Morelos planteó que la religión católica fuese única en la naciente nación (art. 2º) y que en la ley constitucional de la nueva patria se estableciera el 12 de diciembre como día de celebración a la virgen de Guadalupe “patrona de nuestra Libertad” (Art. 19º). Hoy esa fecha aún mantiene un alto índice de identificación popular.
Frustración, deseo de justicia y odio contra los españoles (gachupines) se entremezclaron teniendo como líderes a curas párrocos, quienes en nombre de la virgen de Guadalupe buscaban construir una patria que los acogiese en libertad, sin explotación, deudas, tributos, esclavitud ni miseria de por medio. Esas demandas las expuso Hidalgo en numerosos bandos y fueron gran parte de los “sentimientos populares” que recogió Morelos, al grado de plasmar en su proyecto constitucional a la virgen de Guadalupe como patrona nacional. Es reveladora la respuesta de Mariano Jiménez, primer cura insurgente en Saltillo, al jefe militar de Chihuahua, después de que lo detuviera y le preguntara por qué participaban sacerdotes en la guerra. Jiménez respondió “Porque son los que atraen al pueblo a la causa por su popularidad” (Echenique y Cué, 2009-2010).
La respuesta revela cómo ese grupo de sacerdotes rebeldes, criollos y mestizos, había asimilado e impulsaba elementos ideológicos guadalupanos pero también del iusnaturalismo y del liberalismo clásico, como las ideas de libertad e igualdad que emergieron en la Revolución Francesa, así como la de soberanía popular (en el artículo 5º de Los Sentimientos de la Nación), entre otras. También impulsaron otros ideales liberales como “honor” y “justicia” como respuesta al sistema de privilegios que reproducía el antiguo régimen, justificado con su indolencia por la mayor parte de los atribulados curas de entonces, entre 80% y 95% del total (Cuadro I y Gráfica I).
La lucha ideológica que se desató después de la firma del Acta de Independencia del Imperio Mexicano, el 28 de septiembre de 1821, no fue casual. Inclinó la balanza en favor de los insurgentes guadalupanos, quienes, paradójicamente, fueron excluidos del documento de independencia. Fue decisiva la pugna de quienes ya no deseaban a México como monarquía católica y preferían una República con separación de poderes. Y entre estos se encontraban, precisamente, no pocos curas identificados con la virgen de Guadalupe. Para mediar y calmar los ánimos, Agustín de Iturbide, en su calidad de emperador, creó la medalla de la Orden Imperial de Guadalupe para entregarla a destacados luchadores insurgentes, pese a haber defendido, durante toda la campaña contrainsurgente, la causa realista. Como se sabe, Iturbide apoyó desde su posición de funcionario y militar borbónico a la virgen de los Remedios.
Palabras finales
Las discrepancias respecto al número de sacerdotes católicos identificados e involucrados en el movimiento insurgente son grandes, mientras que las motivaciones que determinaron su inserción directa e indirecta en la guerra fueron diversas. Repasamos el aspecto mariano, específicamente el guadalupano. Esto aún con la consideración de que si bien la imagen de la virgen de Guadalupe se portó en los sombreros de las tropas a partir del 16 de septiembre de 1810, su uso al parecer no se generalizó entre la base armada. La identidad criolla fue tanto o más fuerte, como ya se ha referido. Finalmente, otra variable fue la formación ilustrada ya que, sobre todo líderes destacados como Hidalgo, Morelos, Matamoros y demás, eran miembros de familias acomodadas y pudientes, que vivieron condiciones domésticas y académicas de relativo privilegio. En otras palabras, sus ideas y actos estuvieron marcados por actores y pensadores del liberalismo político clásico, tanto o más que por el simbolismo religioso anti-tiránico.
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