Presentación. Ichan Tecolotl (Núm. 382)

Alejandro Martínez Canales[1]
CIESAS Noreste

Las sociedades multiculturales de nuestro mundo reflejan la complejidad del hecho cultural, históricamente sustentado en la coexistencia de diferentes grupos humanos en un mismo espacio. Hoy en día, asistimos a casi una infinidad de intercambios entre esos grupos; son tantos que, desde una mirada superficial, hasta podríamos afirmar que se ha logrado una convivencia relativamente benéfica para todos. Por supuesto no es así. No lo es, en principio, debido a las evidentes condiciones inequitativas en las que ocurre esa “convivencia” que en realidad se manifiesta sin que existan verdaderas relaciones entre las culturas que entran en un “diálogo”, muchas veces conflictivo, en el que las desigualdades sociales no aparecen de manera crítica como parte de la situación que pone frente a frente a sus actores.

En ese escenario, la interculturalidad lleva décadas propugnando por la implementación de procesos de comunicación e interacción, entre personas y grupos, que se planteen una discusión situada de la constante crisis derivada de las inequidades y violencias sobre las culturas tenidas por “subalternas”. Hay que aclararlo, me refiero a la interculturalidad denominada crítica, inexistente como realidad material (Walsh, 2010), pero presente como horizonte de integración y convivencia enriquecida entre culturas.

Los y las colaboradoras de este número del Ichan Tecolotl hacen su propio “desmarque” entre interculturalidad crítica y la multiculturalidad. Es una diferenciación nada nueva, pero siempre necesaria, pues en distintos ámbitos se reconoce la interculturalidad como estrategia para lograr tolerancia entre las culturas, sólo que esa tolerancia encierra una jerarquización. Una interculturalidad que apenas y se ocupa de la tolerancia, se enmarca en una “universalidad hegemónica” que puede caracterizarse a partir de dos contenidos particulares (Zizek, 1998: 140): el primero es “el contenido popular auténtico”, puntal del reconocimiento y el respeto como vía “para una verdadera solidaridad social” no lograda. “La distorsión creada por las relaciones de dominación y explotación”, es el segundo contenido, que cimienta el condicionamiento de tal respeto y reconocimiento al diferente, siempre que se sostenga en su papel de subalterno, y/o indígena, y/o migrante, y/o pobre y explotado(a).

El multiculturalismo no necesariamente conduce hacia la mutua exclusión entre culturas diferentes que cohabitan un mismo espacio. Sin embargo, tampoco se propone la equidad, sino el control político, económico y cultural del conflicto étnico para la conservación de la estabilidad social, cuyo fin es sostener la acumulación capitalista “ahora haciendo incluir los grupos históricamente excluidos a su interior” (Walsh, 2008: 4). Sus estrategias pueden caracterizarse como “compensaciones”, por ejemplo en la figura de derechos colectivos, o políticas educativas o de salud, que son parte integral de la ideología multiculturalista neoliberal (Hale, 2005).

La reproducción del multiculturalismo como política hegemónica se trata en varios de los artículos que componen la sección “Puntos de Encuentro”, a veces de manera evidente, en otras como parte de un escenario en el que ocurren los procesos y proyectos que nos presentan. Los y las autoras nos proponen reflexiones acerca de experiencias de educación superior, media superior y básica, algunas pensadas desde la interculturalidad crítica y otras que nos enseñan prácticas y antecedentes en los que ésta se pone a prueba o recién se atisba como parte de un propósito ulterior. Me refiero a las colaboraciones de Amanda Ramos, Felipe Galán, y Gunther Dietz con Laura Mateos; asimismo a las de Juan Doncel, Mauricio Sánchez y Sergio Navarro, las de Beatriz González y Cornelio Hernández junto con Julieta Briseño, y la de Carolina Hecht con Noelia Enriz y Mariana García. En todas ellas es posible reconocer los avances y las contradicciones que se generan en espacios institucionales y comunitarios, a propósito de la implementación de acciones reconocidas como interculturales (desarrolladas o en ciernes) y aquellas que confrontan a la interculturalidad puesta al servicio de los intereses de las políticas oficiales.

No es baladí advertir que cada artículo nos recuerda la necesidad de una mirada que reconozca desde la ambivalencia (y no la dicotomía) las distintas situaciones analizadas y/o las inducidas por las estrategias consignadas.

Otras colaboraciones dentro de la misma sección abordan problemáticas distintas a la educativa. Nos ayudan a reconocer, por ejemplo, las limitaciones de un modelo de “gestión de la diversidad etnocultural”, que pretende ser referente de atención a la población migrante en Canadá; de ello nos informan Alexandre Beaudoin e Iliana Vázquez. En particular, su artículo nos aproxima a los usos del interculturalismo en Quebec, y cómo éste, si bien ha inspirado la generación de programas y políticas de inmigración e integración, en los hechos su representatividad mantiene dudas y vacilaciones. Mónica Carrasco, por su parte, nos narra el conflicto que condiciona las relaciones entre sistemas jurídicos institucionales y tradicionales en Chiapas; Mónica encuentra imprescindible el desmantelamiento de un orden cultural en el que prevalecen procesos de dominación que nos llevan hasta la Colonia, para reconocer las diferentes opresiones que viven las mujeres indígenas y lograr con ello un acompañamiento plural para la impartición de justicia.

Sobre la mediación intercultural en salud, Rubén Muñoz retoma dos casos europeos, más otro en Chile, para reflexionar respecto a las posibilidades de implementar acciones similares en México, siempre que se tenga —nos advierte— la visión de ir más allá del uso instrumental de la interculturalidad y, con ello, atreverse a cuestionar la inequidad existente en los sistemas de atención biomédica dominante. Por su parte, José Antonio Flores Farfán, intenta un apretado recuento de los aportes al estudio y la difusión de la diversidad, desde el Laboratorio de Lengua y Cultura Víctor Franco Pellotier, recuperando “Las Machincuepas del Tlacuache” y “Los Sueños del Tlacuache”, aguerridos proyectos de difusión con una notable producción para la comunicación y la preservación de lenguas indígenas, pero que, a la vez, incorporan elementos significativos del español mexicano.

En las secciones de “Antropovisual” y “Cinemantropos”, se congregaron experiencias y recomendaciones cuyo sello es la diversidad, sin que ello mengüe su faceta crítica. En la primera, Sofía Bravo nos traslada a Santiago de Chile para mostrarnos algunas evidencias de su trabajo en pos del aprendizaje de la lengua y cultura mapudungun. Como parte de su colaboración con una educadora tradicional mapuche, Sofía describe las oportunidades que emergen de la asignatura de Lengua y Cultura Mapuche para contextos urbanos, en una decena de escuelas ubicadas en barrios populares de esa capital. En su colaboración, Mauricio Sánchez nos remite a una experiencia de educación bicultural, situada en la Sierra Nevada de Santa Marta, en Colombia. Los trabajos datan de los años ochenta del siglo pasado, cuando la interculturalidad en esa región era apenas un atisbo de lo que vendría después. El método bicultural nos muestra un curso en el que enfermeros y docentes compartieron saberes para animar el trato entre iguales y aprovechar conocimientos de distinta raigambre.

Para cerrar, en “Cinemantropos” encontraremos las colaboraciones de Pablo Mardones y Rodolfo Martínez. Pablo nos ofrece una síntesis del proyecto fílmico “Una Escuela llamada América”, de acceso libre en la plataforma YouTube. Basándose en su trabajo de cine documental, analiza esta producción con infancias migrantes de Arica, en el norte de Chile, como una pauta que nos permita pensar en las posibilidades de la narrativa audiovisual para romper “la hegemonía textocrática” y para la reflexión desde la perspectiva de la interculturalidad crítica. En seguida, Rodolfo Martínez nos regresa al ámbito mesoamericano para platicarnos sobre los materiales surgidos del proyecto “Los sueños del Tlacuache” (abordado por José Antonio Flores en este mismo número), también disponible en YouTube. El escrito que acompaña a la producción aprovecha la coyuntura del informe “Lenguas indígenas en el mundo digital. Inventario de recursos y carencias”, emitido por la OEI a principios de este año, en el cual se alerta sobre la «baja o nula presencia de recursos digitales de las lenguas indígenas iberoamericanas en internet». En este contexto, Rodolfo nos acerca a los 10 cortos animados de la serie que, además de tener un gran valor en la difusión de la diversidad cultural, constituyen una propuesta académica para la experimentación multidisciplinaria.

Así, este número del Ichan pone a disposición de los lectores una diversidad de espacios para la interculturalidad; en especial para su intervención, para su identificación con causas de histórico arraigo social y, desde luego, para su crítica como la manera de recuperar sus logros y analizar sus avatares.

Sobre todo, esperamos que les sea útil y relevante su consulta.

Referencias

Hale, Charles R.
2005 “Neoliberal Multiculturalism. The Remaking of Cultural Rights and Racial Dominance in Central America”, Political and Legal Anthropology Review, vol. 28, pp. 10-28.

Walsh, Catherine
2010 “Interculturalidad crítica y educación intercultural”, en Jorge Viaña, Luis Tapia y Catherine Walsh, Construyendo interculturalidad crítica, Lima, Instituto Internacional de Integración del Convenio Andrés Bello, pp. 75-96.

Walsh, Catherine
2008 “Interculturalidad crítica, pedagogía decolonial”, en Wilmer Villa Amaya y Arturo Grueso Bonilla (comps.), Diversidad, interculturalidad y construcción de ciudad, Bogotá, Universidad Pedagógica Nacional / Alcaldía Mayor de Bogotá.

Zizek, Slavoj
1998 “Multiculturalismo o la lógica cultural del capitalismo multinacional”, en Fredric Jameson y Slavoj Zizek, Estudios culturales. Reflexiones sobre el multiculturalismo, Buenos Aires, Paidós, pp. 137-155.


  1. alexmarc@ciesas.edu.mx.