Valentina Garza Martínez
CIESAS Ciudad de México
Jesús Ruvalcaba Mercado en CIESAS Ciudad de México. Foto de CIESAS
Si es cierto que venimos a cumplir una misión, la de Jesús fue la de enseñar ética, compromiso y disciplina en el quehacer científico. Además de su dedicación a la antropología, su pasión por la Huasteca y su interés en temas de agronomía, agricultura, biología, ecología, y, por supuesto, de la cultura y vida de los pueblos, Jesús fue muy persistente en transmitir y propagar entre sus estudiantes, colegas y en general entre los investigadores de la comunidad científica, el buen comportamiento y las buenas prácticas en el ejercicio de la profesión humanística y social, que el llamaba “ética, compromiso y metodología: el fundamento de las ciencias sociales”, y que con este título materializó en un libro editado por primera vez en 2008 y reeditado en 2019 con algunas correcciones y notas aclaratorias adicionales.
Desde mi punto de vista tenía dos formas, estrechamente relacionadas, de enfocar esta cuestión. Una era a través de la explicación del método científico en la que abordaba conceptos claves como el de la evolución y la construcción de lenguajes formales o teorías, y la otra era la de la ética y el compromiso en la investigación científica. Respecto a la primera, nos decía, de manera muy accesible, cómo elaborar un proyecto de investigación, cómo iniciar la recopilación de datos y llevar a cabo el trabajo de campo. Nos ofrecía orientaciones muy valiosas para escribir los hallazgos que derivaran, en particular, en una tesis, pero que bien podrían servir para concluir cualquier trabajo científico. Releyendo hoy su libro, aún puedo escuchar su voz regañona diciendo “no sean flojos, indolentes, ‘pretextosos’ ni descuidados”, pero siempre con una actitud sincera y cariñosa, con el genuino interés de ayudar, lejos de cualquier petulancia. Sin atisbo de soberbia, nunca dejó de expresar sus opiniones ¡Y vaya que Jesús era muy crítico!
Él era un hombre jovial e inteligente, que apreciaba y valoraba en gran medida a los jóvenes, su energía y talento; los consideraba portadores de nuevas visiones, luchadores de causas imposibles y transformadores de los pensamientos anquilosados y de la cultura.
Motivaba a los que iniciaban la aventura de la creación del conocimiento científico para que se apasionaran por la investigación. Aconsejaba a quienes se arrojaban en este camino a cuestionarse, deliberar y meditar constantemente sobre los efectos en la gente de lo que se piensa, se dice y se escribe. Insistía machaconamente a sus alumnos en ser conscientes sobre las consecuencias de sus investigaciones, el impacto en la sociedad, la función social de lo que se hace y no dejar de preguntarse ¿a quién le sirve lo que hago, es útil? En concreto a tener siempre presente la responsabilidad social al investigar, las exigencias y los avatares del oficio, pero sin dejar de considerar las bondades y satisfacciones del trabajo realizado adecuadamente y con un fin.
Consideraba importante tomar en cuenta un conjunto de medidas para iniciar y terminar satisfactoriamente una pesquisa intelectual, pero más importante aún era la reflexión y el análisis del pensamiento crítico propio y no “plagiado” de modelos ajenos a nuestra realidad. Lo que se conoce como “colonialismo mental”.
Veía fundamental establecer el diálogo con otras disciplinas y especialistas. Él mismo como antropólogo recurría constantemente a la historia, a la biología y a otras disciplinas que le ayudaban a interpretar los fenómenos que estudiaba.
Su interés en la formación de los jóvenes lo llevó a tener muchos alumnos de todos los niveles. Tuvo muchos becarios dentro del Programa de Becas del CIESAS, y en los últimos cuatro años colaboró en la Comisión de Becarios donde era un integrante muy activo y propositivo. Siempre pendiente de los que estos jóvenes hacían, asistía a los coloquios y jornadas de presentación de los avances y borradores de tesis.
Estaba convencido de que la mejor vía para formar verdaderos científicos sociales, investigadores y divulgadores del conocimiento era mediante la elaboración de tesis. De ahí que el objetivo principal del libro sobre ética, compromiso y metodología fuera ayudar a los estudiantes a elaborar sus tesis.
Tenía la convicción de que el conocimiento hacía libre al ser humano y con el saber científico se podía construir un mundo más justo para todos, aunque confesaba no ser tan optimista respecto al futuro de la humanidad. Pero afirmaba que un trabajo honesto, comprometido y disciplinado, era el mejor camino para contribuir a la solución de los problemas de la sociedad donde se vive y la cual se estudia.
Jesús hablaba de que ayudar a las personas y dar sentido al trabajo que realizamos era una tarea obligada y que no nos debían vencer los sentimientos de impotencia, desgano, apatía e indiferencia. Conducirnos con sentido de responsabilidad y ética era el principal compromiso de la ciencia y del investigador.
Debo mencionar que el libro al que hago referencia no se trata de una obra convencional de metodología de la investigación (aunque sí contiene todos los elementos formales que se deben tomar en cuenta para elaborar un proyecto y llevar a cabo una investigación) sino de un texto en el que Jesús nos brinda su visión personal, muy a su manera, sobre cómo llevar a cabo una investigación completa desde sus inicios, la elección del tema, la construcción de los objetivos, la justificación, el estado de la cuestión, el planteamiento de las hipótesis, el trabajo de campo o de archivo, la sistematización de la información, la escritura y la confrontación con el público. En este recorrido nos instruye en cómo evitar caer en errores comunes y cómo remediarlos para seguir adelante sin decaer ni desanimarse. Nos asegura que, mediante la perseverancia, la disciplina y con la suerte de una buena orientación, el trabajo verá sus frutos para finalmente ser publicado.
Advierte que ser desidiosos, no concluir lo que se inició o abandonar el trabajo puede generar que otros tomen ventaja y se aprovechen de nuestros resultados. De estas consideraciones se desprende la otra vertiente que tanto interesó a Jesús trasmitir sobre “la ética, ciencia y compromiso” que desarrolló en el primer capítulo de su libro. Por otra parte, las conferencias que impartió a los estudiantes de nuevo ingreso del CIESAS en los últimos tres años le permitieron ampliar más este tema al dedicarse a explicar “de por qué si importa la honestidad intelectual” en la investigación científica, con ejemplos claros y contundentes. El material presentado en estas charlas lo llevó a elaborar el borrador de un artículo que espero pronto pueda ser publicado.
En la Subdirección de Docencia tuvimos la fortuna de contar con su apoyo para ofrecer a los estudiantes un panorama bastante completo sobre la ética y los códigos de conducta que un investigador, ya sea estudiante o profesor, debería observar siempre.
A este respecto, Jesús distinguía entre la conducta moral o ética que todos debiéramos seguir para la buena convivencia en sociedad, de la ética científica que estudia los problemas y las consecuencias de una mala conducta científica. Consideraba que quienes se dedicaban a la ciencia tenían mayor responsabilidad ya que poseían conocimientos por encima del promedio, y sus acciones y compromisos debían tratarse en forma particular y ejercerse con honestidad, objetividad e integridad. Idealmente, nos decía Jesús, un científico debía ser cuidadoso con el manejo de la información, disponer de apertura para compartir sus ideas, resultados y metodología, saber mantener la confidencialidad y libertad de expresión, ser eficiente y competente, tener sentido de responsabilidad social, humildad para reconocer sus errores y enmendarlos, mostrar educación cívica, disciplina, tenacidad, lealtad, escrupulosidad, decencia, honorabilidad, generosidad, nobleza, tolerancia y valentía, así como saber trabajar en equipo, entre otras muchas virtudes. Parece difícil alcanzarlas todas, pero Jesús insistía en que, al menos, había cuatro cosas que nunca se debían hacer en el comportamiento ético de la academia:
– Plagiar (utilizar y aprovecharse del esfuerzo de alguien más sin el reconocimiento debido del trabajo del otro).
– Inventar, falsificar o fabricar datos o información.
– Ocultar datos o información deliberadamente.
– Ser baquetón (el estudiante, profesor o investigador que, con todas las facilidades de una beca, salario, estímulos y otros recursos, cobra y no desquita con su trabajo esas facilidades y privilegios que tiene, es decir, hace lo mínimo para “nadar de a muertito”).
Hay que advertir que Jesús no descartaba los problemas sobre discriminación, acoso laboral, hostigamiento y acoso sexuales, conflictos de interés, equidad de género, bioética, lenguaje excluyente, uso irracional de las instalaciones y bienes ajenos y faltas de respeto, pero estimaba que estos comportamientos ya estaban de alguna manera plasmados en los códigos de conducta de instituciones educativas y de gobierno como reglas de convivencia social generales entre las personas. En cambio, las cuatro categorías que él proponía no estaban contempladas en estos códigos, al tratarse de conductas muy específicas del quehacer científico, y eran reglas que debían normar el ejercicio de una profesión.
Jesús logró documentar con ejemplos claros y precisos las prácticas de profesionistas truculentos, impostores, timadores y charlatanes cuyo objetivo al fabricar y ocultar datos era salirse con la suya sin importar las consecuencias nocivas y el grave retroceso en términos de justicia y libertad, llegando incluso a resultados funestos que generaron homicidios y hasta genocidios. El plagio o la apropiación de la obra ajena era algo que Jesús detestaba y combatió de manera enérgica, al igual que consideraba una falta grave a la ética, la conducta de aquellos que cobraban un sueldo o mantenían privilegios sin desquitarlos.
En resumen, proponía seis principios fundamentales que debían estar presentes en un código de conducta para profesionistas:
– Respeto irrestricto a la dignidad humana.
– Cuidado meticuloso en la obtención y exposición de la información obtenida.
– Honestidad intelectual.
– No plagiar.
– No ocultar.
– No fabricar o inventar información.
Además de considerar que un científico debe buscar el bienestar colectivo en lo que hace y rehusarse a hacer daño.
Jesús fue consecuente y congruente con lo que enseñaba y pregonaba: honestidad, humildad, disciplina, dedicación, perseverancia y tolerancia. Así era él. Afortunadamente nos dejó materiales escritos con los que seguir aprendiendo y compartiendo lo que él vivió y experimentó en el apasionante campo de la investigación antropológica e histórica. Insistió en reflexionar sobre estos aspectos. Nos queda la tarea de impulsar la creación de un código de conducta ética para la investigación, y así poder aspirar a la creación de conocimiento científico confiable y de calidad, capaz de contribuir a la comprensión y resolución de problemas sociales. Un conocimiento que ayude a las personas, a los pueblos y a las naciones a vivir mejor, en palabras de Jesús: “un conocimiento veraz y verificable”.