Amarela Varela Huerta[1]
Imagen: “Frontera interior”, ilustración de Laiza Onofre, 2020.
Es mayo de una pandemia larga que nos confinó a todes a un cuarto propio a les más priviligiades, y a otra forma más compleja de intemperie a quienes ya conocían de otras formas de confinamiento: les migrantes en centros de internamiento, encerrades pero amotinándose, y les personas trans atrapades, pero peleando, en dispositivos de opresión varios.
Quiero empezar con un sincericidio. Yo sé muy poco sobre transfeminismo, sé todavía menos sobre luchas de una de las Ts del LGTBIQ+. Sé lo básico sobre las luchas transfeministas y de colectivas de personas transgénero. Y tampoco sé mucho sobre el estado de la discusión y los marcos teóricos más insurgentes[2] para pensar esta manera de habitar el mundo. Y, por suerte, también ignoro los más rancios discursos epistémicos o instrumentales que intentan el borramiento de las distintas identidades que para mí son feministas por el valiente hecho de querer habitar un cuerpo de mujer en el México contemporáneo. Por eso mismo leer este dossier me nutrió profundamente el alma, el cuerpo y la conciencia. Por eso mismo, por mi ignorancia manifiesta, no me atrevo a escribir un prólogo sobre las vidas y las luchas de elles haciéndome la experta. Expertes elles, que se defienden, se descubren y nos iluminan a los demás con la pulsión de quien sabe lo que necesita o cómo caminar la búsqueda.
En todo caso, llevo días pensando en los textos que leí en esta compilación. Creo que les estudioses y activistes que escribieron en este dossier ‒buenísimo por cierto‒, útil para las aulas, para compartir con tesistes, para les profesores, para les periodistes y cronistes, para les feministes y les feminismes varies atraparon mi atención y mi imaginación y me hicieron saborear la certeza de que no se necesita ser experta para reconocer la dignidad de quien lucha de forma cotidiana para habitar la vida y amar, estudiar, crecer y envejecer, maternar y migrar desde su transfronteriza forma de pensarse y sentirse. No se necesita pues hacer un diplomado costoso o leer muchas voces canónicas para entender a quien ya, de hecho, construye mundos donde caben muchos mundos. Y de esa certeza me abrazo para compartir mi palabra como lectora, como aprendiz, como interlocutora de esas identidades y experiencias transfronterizas.
Así que, más que presentar una crítica sesuda sobre qué tan objetivo, riguroso y actual en materia de neoliberalismo académico es este material que les lectores tienen entre las manos, comparto con quien lo lee lo que aprendí en la lectura de los ensayos que componen este volumen.
En esta caja de herramientas, ligera de peso, pero llena de sofisticadas herramientas, aprendí formas de hacer etnografía, escucha activa, hipótesis de contacto, acuerpamiento, acompañamiento, eco, crónica, crítica, diálogo, episteme con les persones transmigrantes y transgénero. Aprendí formas concretas de ejercer la ciencia social sin hacer extractivismo epistemológico. Leí con emoción que a las antropólogas más jóvenes que ya no gastan decenas de cuartillas en justificarse metodológicamente, sino que más bien invierten su imaginación teórica para reconocer y compartir el vínculo afectivo y la forma de descubrir las vidas, las luchas, y las prácticas de muerte contra elles, con las existencias transfronterizas les afecta a sus propias vidas.
Descubrí cómo se autorrepresentan las niñas que se asumen trans, conocí cómo se defienden las migrantas que ejercen el trabajo sexual de los dispositivos de criminalización de los discursos bio y necropolíticos de administración de la vida. Comprendí las formas en que las figuras principales de cuidado (abueles, madres, padres, pares) de quien acompaña los devenires vitales de las personas trans se habilitan, alfabetizan, forman, para transitar con les seres que aman hacia la libertad de defender quiénes son y qué quieren ser esas personas que aman.
Aprendí que ser valiente trae la felicidad, que hay duelos que nunca terminan y que hay compañeras en el gremio que ya no le hablan a la academia patriarcal, sino que parten de reconocer a les migrantes y a las personas transgénero como coproductores de episteme luminosa en un tiempo de oscura noche.
Re-conocí formas de pensar, practicar y compartir estrategias de autocuidado, cuidado y conciencia de sí y auto-reconocimiento que había antes presenciado entre niñes y adolescentes migrantes, también entre quien no tuvo que desplazarse para reconocerse como múltiplemente oprimide. Que hay muchos seres humanos que aún sin haberse visto inmersos en un proceso de desplazamiento forzado interno o internacional, en una fuga urgente, no pueden ejercer tampoco el derecho a permanecer y a pertenecer como ciudadanes de pleno derecho. Aprendí también en este dossier otras formas complejas de desciudadanización, al mismo tiempo que luchas que se resisten a ello en lo latente, manifiesto, cotidiano, colectiva o individualmente.
Aprendí que hay personas, sobrevivientes, que tienen encarnado tanto dolor que sólo les queda tener esperanza ‒que convirtieron la espera y los tránsitos en esperanza‒ y que hacen un uso precioso del tiempo mutuo para contar a quien realmente quiera escuchar y entender los testimonios de su vida, que son patrimonio y formas de activismo en clave de auto-representación radical.
Aprendí que les antropolegues más jóvenes comparten diálogos poniendo en duda sus procederes con quienes coproducen ciencia social: les transmigrantes, les persones trans. Que no tienen miedo de preguntar qué sentido le otorgan a nuestros textos, discursos y productos culturales, los sujetos sociales de los procesos que estudiamos. Pero, sobre todo, «en tiempos en que nadie escucha a nadie» diría un gran cronista de lo cotidiano, re-aprendí que re-conocernos, mirarnos a los ojos, conversar desde una horizontalidad radical, nos devuelve a todes la humanidad. Nos devuelve la humanidad a quien se ha tenido que refugiar del odio, a quien ha sobrevivido a países frontera como el nuestro, pero, sobre todo, que mirarnos, reconocernos, acuerparnos, abrazar nuestras intemperies y dudas, las mutuas, nos devuelve a les obreres de la tecla el sentido de nuestro oficio: cronicar, coproducir con otres, relatos de formas de vida realmente existentes que han desnormalizado la violencia que les desplaza, asfixia, asesina, barbariza, criminaliza, niega. Aprendí que contar es una forma de honrar las luchas y las vidas que han peleado por muchas generaciones para tener derecho a existir, amar y trascender como lo que deciden ser.
¿Qué dónde aprendí todo esto?: en este cuadernillo que combina voces de personas transfronterizas y transgénero y trans nomás, cual epistemólogos, con estrategias para el trabajo de campo no extractivo, estrategias narrativas para cronicar lo visto y vivido, marcos teóricos y procedimentales para trabajar con y para las luchas por la vida.
Y voy a las partes que lo componen. Este dossier está compuesto por el trabajo de Julio Antonio García Palermo y Fernando Salinas-Quiroz que en el primer capítulo ecualizan la voz de Coraline, una joven trans que describe para sus hermanas el proceso de descubrirse y descubrir a su familia la posibilidad de transformarse.
Seguido por “Quien soy”, es un diálogo entre el Señor Esperanza (de Guatemala) y Ximena Elizabeth Batista Ordaz, en el que aparece la comida, el dolor, el tiempo y la fórmula concreta en que la ternura, en forma de escucha atenta, devuelve humanidad a cronista y protagonista.
Después, otro diálogo, éste entre Victoria y Simone. Donde una se pregunta a otra para qué sirve escribir, recordar, narrar sobre las identidades transfronterizas.
Luego, un manifiesto, un texto fuego, una pieza llena de vida, “Puentes y fronteras entre saberes migrantes LGBTQ+: tránsitos hacia un diálogo entre teoría y militancia”, en la que Emma Álvarez, Ferk Vélez, Daniel Oh, Ximena Cruz y Caminos, dialogan con el legado intelectual de Julio Campos Cubías (1982-2016), activista e intelectual del movimiento LGBTQ+, extinto pero presente en la arqueología de los aprendizajes y los saberes ‒hacer que compartió con les autores de este texto fuego.
Más adelante, para abrazar ese manifiesto, José Francisco Valenzuela Barreras en su ensayo “Las movilidades de los migrantes LGBTQ: Desafiando fronteras”, hace una crítica inconclusa, pero muy fértil, al estado de la discusión para pensar el tránsito migratorio desde los lentes de subjetividades transfronterizas y transgénero.
A continuación, Vanessa Maldonado Macedo nos ofrece un regalo a les profesores de seminarios de tesis en tiempos de permanente estrés por negociar la capacidad de imaginar y hacer ciencia social con la “eficiencia terminal”. Otro manifiesto, “Hacer etnografía feminista acompañando mujeres trans hondureñas en su trayectoria migrante por México. Reflexiones metodológicas”, donde Maldonado cuenta el proceso de investigación que la afecta y transforma. Sin rodeos otrora moderno-coloniales. Reconociendo la forma en que las luchas de sus amadas compañeras transfronterizas, transgénero y trabajadoras sexuales miran y habitan la vida. Una pieza que sirve para desatar la imaginación teórica de tesistas y deslizar por debajo de las puertas de sinodales, como acción directa concreta, que insisten en la pregunta de la objetividad científica.
Andrea Itzel Padilla Mireles toma el relevo y del manifiesto nos lleva a la filosofía de “Las fronteras como políticas de desplazamientos frente a las disidencias sexuales”, para desafiarnos a pensar las formas como pensamos las fronteras mismas, para convocar a nuestra imaginación teórica a pensar con otres y desde otros marcos transfronterizos.
Luego una etnografía que urgía, “Mujeres trans* en albergues migrantes: entre la asistencia humanitaria y fantasías de lo ingobernable” de Victoria Ríos Infante, otra vez, ahora ya no como entrevistadora sino como intérprete. Donde más que manifiesto hay un mapa, alumbrado por una de las muchas lunas que pueblan la noche que habitamos, dicen Victoria y Luna: “Donde hay fantasías de lo ingobernable, también hay resistencia trans* migrante.” Una pieza sobre las tensiones en la industria de la hospitalidad: los albergues para migrantes en México.
Luego otre Miguel Lucero Rojas, más segura, más harta, más enojada y más certera de cuando la conocí. En “Escribir sobre los tránsitos, TRANSgredir la normalidad de la violencia”. Lucero cierra este dossier-pasquín-caja de herramientas con esta interpelación con la que invito a les lectores a que naveguen esta curaduría colectiva de dignidad y luchas contra muchas formas de violencia:
La invitación sigue siendo en afán de organizar el hartazgo, el cansancio, la tristeza, la apatía, la inmovilidad. De organizarnos y mantener una vigilancia que alumbre las posibilidades del hacer, del decir y del pensar las movilidades en el mundo. Escapemos también de la resignación que coloca la inclusión como la salida de las violencias institucionales que se reproducen, porque son ficciones que mantienen estructuras de desigualdad para otros cuerpos, otras personas y otras vidas. Mantengámonos alerta ante las políticas punitivistas y de control que se despliegan en nuestras cotidianidades, seamos capaces de seguir cuestionando los órdenes y controles que someten a los cuerpos en las violencias múltiples que nos aquejan.
Así pues, que disfruten la lectura y colectivicen sus sentipensares con quienes coproducen crónicas de la ignominia y la resistencia.
Ciudad de México, 21 de mayo de 2021.
- Profesora investigadora en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. ↑
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Me refiero a la discusión sobre transfeminismo, sobre sexilio, sobre transfeminismo en movimiento. Una teórica que para mí es referente en torno a todo lo que me falta aprender de estas formas insurgentes de habitar el mundo es la catrachoamericana Suyapa Portillo que piensa, desde la categoría queer people of color, las intersecciones de opresiones y las prácticas de lucha de quienes viven del otro lado del muro como migrantes, como extranjererizades de sus propias comunidades por sus deseo a autodeterminar su existencia y su deseo. Véase Varela-Huerta, A. y Abrego, L. (2021), «Somos más que testimonios, somos historiadoras encarnadas de la política interseccional e internacionalista: Entrevista con Suyapa Portillo Villeda», en Andamios, Revista de Investigación Social, vol. 18, núm. 45, pp. 273-305. ↑