Patrimonio biocultural y desarrollo sustentable en Vicente Guerrero, una comunidad de la Sierra Norte de Puebla

Salomón Cortes Santiago[1]
Universidad Intercultural del Estado de Puebla

Belinda Rodríguez Arrocha[2]
Universidad Intercultural del Estado de Puebla


Imagen 1: Panorámica del municipio de Olintla (Sierra Norte de Puebla).
Foto: Salomón Cortes Santiago en el verano de 2021.


El objetivo de este artículo es mostrar la importancia cultural de las poblaciones originarias mexicanas en la preservación del medio ambiente y en el desarrollo sustentable desde el enfoque social y jurídico. En esta ocasión, nos centraremos en la comunidad de Vicente Guerrero, que pertenece al municipio de Olintla (Sierra Norte de Puebla), se adscribe a la categoría rural y está situada entre la localidad de Dimas López y la cabecera municipal.

En lo que respecta a su población, cuenta con un total de 1 486 habitantes: 740 pertenecen al sexo masculino y 746 al sexo femenino, al menos según los datos de la INEGI de 2010 (contenidos en el Plan de Desarrollo Municipal 2018-2021).

El clima de la zona es cálido-húmedo, debido a que llueve durante todo el año y, gracias a la humedad, el territorio cuenta con una vegetación abundante. Destacan las especies vegetales como los helechos (Dryopteris filix-mas), los árboles maderables −como cedro (Cedrela odorata), carboncillo y ceiba (Ceiba pentandra), etc.−, así como los no maderables −llorasangre, capulina, chalagüite, jonote y mala mujer, por mencionar algunos−, y los frutales (por ejemplo, la naranja y la mandarina).

En cuanto a la fauna, se aprecia una gran variedad de mamíferos silvestres, como los mapaches (Prokyon lotor fuscipes), tlacuaches (Didelphis Virginiana), comadrejas (Mustela frenata), pantera negra (Panthera pardus), ardilla negra (Sciurus arizonensis), de vientre rojo (Sciurus aureogaster nigrescens), común (Sciurus oculatus), tigrillos (Leopardus pardalis pardalis), etc.

También destacan la tuza (Cratogeomys merriami) y el armadillo (Dasypus novemcinctus). Asimismo, hay diversidad de aves; por ejemplo, carnívoras como el gavilán (Accipeter), carroñeras −zopilotes (Coragyps atratus), buitres (Cathartes aura) y quebrantahuesos (Caracara cheriway pallidus), cantores −ruiseñores (Troglodytes aedon), pájaro primavera (Haemorhous mexicanus), etc.−, de ornato −calandria (Icterus nigrogularis), colibrí (Eugenes fulgens), el perico (Bolborhynchus lineola), el tucán, al que también se le conoce comúnmente como tucancillo (Aulacorhynchus prasinus), etc.− y otros, como el cuervo (Corvus corax), la urraca (Corvidae) y la paloma (Leptotila cassinii).

Entre las aves nocturnas se encuentran la lechuza (Tyto alba), los búhos (Ciccaba virgata), el tecolote (Megascops barbarus) y el tapacamino (Antrostomus), por mencionar algunas. Además, es reseñable una notable variedad de anfibios como la rana (Arnura) y el sapo, o diferentes tipos de reptiles como las serpientes y lagartijas de múltiples colores, tamaños y tipos.

En lo que concierne a los animales domésticos, es relevante la cría de pollos y guajolotes para consumo, así como el cuidado de porcinos para engorda y venta y el de ganado vacuno, aunque este último no es muy común. Cada hogar cuenta con al menos un perro o un gato, los cuales tienen la posición de mascotas.

Las actividades laborales de sus moradores se diferencian entre las comerciales o comerciables y no comerciables (primarias) y terciarias. Las comerciables son básicamente la producción de café, pimienta, panela y el frijol. La actividad no comerciable es la siembra del maíz, debido a que la población lo produce sólo para consumo propio. Entre las actividades terciarias se encuentra la siembra del tomate riñón y criollo (Solanum lycopersicum) y la siembra de algunas especias como epazote (Dysphania ambrosioides) y la especie localmente conocida como “lengua”.

Vicente Guerrero es una comunidad rica en el ámbito cultural y además es un pueblo que muestra preocupación por el cuidado de su hábitat, tal y como se ve reflejado en distintos ámbitos. Un ejemplo ilustrativo es el manejo de la sustentabilidad de los campos al sembrar. Al mismo tiempo, en la expresión cultural se puede notar que la naturaleza se concibe como parte integral de la vida de la gente en forma de deidades o figuras. No menor repercusión tiene su patrimonio cultural.

Es importante recordar que el patrimonio es una construcción social que tiene un significado especial para aquel grupo que lo tiene, lo hereda y lo conserva. En todo el mundo existen distintas formas de vivencia, de adaptación, convivencia, formas de interactuar con los demás que influyen sobre el comportamiento de cada persona en el ambiente colectivo al que pertenece, frente a los demás grupos.

Un elemento del patrimonio cultural de suma importancia y que se ha preservado en las comunidades indígenas está conformado por los saberes en medicina tradicional. No en vano es un patrimonio inherente a las culturas indígenas desde tiempos remotos. No podemos pasar por alto que en realidad la medicina de patente o la medicina que es producto de la ciencia occidental ha tenido sus bases, en gran medida, en la medicina tradicional. ¿Por qué la medicina tradicional es patrimonio cultural? por la simple y sencilla razón de que los diferentes pueblos tienen una forma distinta de prepararla y aplicarla y, en algunos casos, se celebran ritos para la administración de sus remedios. Cada grupo cultural tiene sus propias divinidades y las dota con sus poderes, inclusive en las manifestaciones sincréticas.

Pese a que se han creado leyes tanto de carácter estatal, nacional como internacional, aun así, varias expresiones culturales no gozan de la suficiente proyección pública. Es necesario tener en cuenta que el medio ambiente está presente en la conformación del patrimonio cultural de los pueblos indígenas. El entorno natural, desde las cosmovisiones originarias, forma parte de nuestras vidas.

El patrimonio cultural no sólo se refiere a los artificios creados manualmente por el ser humano, sino que va más allá de éste, del entorno que lo rodea, tal y como afirma Angélica García en un artículo académico publicado en el año 2008. La investigadora expone que:

El Patrimonio Cultural no está en la génesis universal de lo natural, no es espontáneo, sino que, muy al contrario, es parte y resultado de la interacción del ser humano con sus semejantes y con su entorno, un artificio de su creación y, por tanto, reversible y dinámico […] va más allá de lo fabricado manualmente por el hombre incluyendo todo lo manipulado inteligentemente por éste. (García, 2008: 2)

De acuerdo con esta autora, hablar de patrimonio cultural no sólo significa hablar de personas o un grupo de población, sino que conlleva también referirse a otras áreas como el medio ambiente, o la misma ciencia que proviene de los saberes de las comunidades originarias, en este caso. La conciencia social debería estar enfocada a la preservación, cuidado y mantenimiento de nuestro patrimonio cultural y natural, ya que, a falta de éstos, se produce un empobrecimiento del patrimonio mundial, de conformidad con lo establecido por la Convención para la Protección del Patrimonio Mundial, Cultural y Natural en su escrito de Preámbulo, párrafo 3, de la convención emitida por la UNESCO en 1972.

El patrimonio biocultural (PatBio) de los pueblos indígenas alude o hace referencia tanto al medio ambiente, como a la cultura de un pueblo determinado (Boege, 2008: 49). Tiene una estrecha relación con la pluriculturalidad reconocida en México, con las formas de vida y la cosmovisión de los pueblos originarios; es decir, este patrimonio está vinculado a la forma de ver y captar nuestro entorno, pero a la vez entraña un estilo de vida.

La explotación minera, la creación de presas hidroeléctricas, la tala inmoderada de árboles, los herbicidas o la extracción de hidrocarburos, han sido factores relevantes para el deterioro de nuestro planeta. Las empresas que se dedican a explotar los recursos naturales no han tenido consciencia de cuán grande es el daño que producen a la Tierra con tal de aumentar sus riquezas. Toledo dice al respecto: “La concentración del capital continúa siendo el precursor más agresivo que atenta contra formas y estilos de vida tradicionales” (2013: 50).

Gran parte de los recursos naturales que quedan sin explotar, con menor índice de contaminación y con la práctica de la sostenibilidad se ubica en los territorios indígenas. En ellos están fijando la mirada las empresas, pero los pobladores también están en defensa constante para la protección de sus tierras porque para ellos tienen un valor espiritual, pues de la tierra madre emana la vida y por eso necesita de nuestro cuidado.

Desde el enfoque de los derechos humanos, varios autores coinciden en que:

El llamado patrimonio biocultural (PatBio) se refiere a la interpenetración entre los pueblos indígenas/campesinos y los recursos naturales, los ecosistemas y los territorios donde se han asentado a través de los siglos. Una política pública que no reconozca este PatBio ni favorezca su conservación está violando sistemáticamente los derechos humanos de la población mexicana y de manera más específica los derechos de nuestros pueblos originarios a la libre determinación, al consentimiento libre, previo e informado, a la identidad cultural, al territorio y al acceso a los recursos tradicionales manejados. (Martínez, Benítez y García, 2017: 56).

Según Arredondo Ochoa, el PatBio tiene tres componentes y entre ellos son complementarios, es decir, indispensables entre sí para su existencia, y los contextualiza de esta forma:

Es imprescindible tener en cuenta el complejo sistema de reciprocidad y equilibrio entre los pueblos indígenas y su medio ambiente en el sentido de complementariedad naturaleza-cultura-territorio. Es decir, aquel patrimonio que implica los conocimientos y saberes tradicionales sobre recursos biológicos desde lo micro (a nivel genético) a lo macro (paisaje) y un conocimiento extenso, como el conocimiento tradicional sobre la adaptación de ecosistemas complejos y el uso sostenible de la biodiversidad dentro de una cultura específica con patrones de comportamiento establecidos en sociedades tradicionales. (Arredondo, 2016: 2)

En la actualidad contamos con varias normas del derecho positivo que están encaminadas a la protección, cuidado y conservación del PatBio. Son leyes, reglamentaciones, así como tratados, convenios y protocolos de carácter internacional. Algunos tratados internacionales que protegen al PatBio son: el Convenio sobre la diversidad biológica, el Convenio 169 de la OIT, el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y la Convención para la Protección del Patrimonio Mundial, Cultural y Natural.

Al mismo tiempo, las leyes nacionales más importantes en materia de protección al PatBio son: la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, la Ley de Bioseguridad de Organismos Genéticamente Modificados, la Ley General del Equilibrio Ecológico y la Protección al Medio Ambiente, la Ley sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos e, incluso, la Ley General de Derechos Lingüísticos de los Pueblos Indígenas.

En lo que concierne a las leyes estatales, destaca la Ley para la Protección del Ambiente Natural y el Desarrollo Sustentable del Estado de Puebla y la Ley de Desarrollo Rural Sustentable de la misma entidad federativa. Respecto a la preservación de los usos y costumbres de los pueblos originarios frente al entorno natural, sobresale la Ley de Derechos, Cultura y Desarrollo de los Pueblos y Comunidades Indígenas del Estado de Puebla. Si bien observamos esta normativa a nivel nacional y estatal, así como los referidos convenios y tratados internacionales firmados por el poder ejecutivo federal y ratificados por el legislativo en favor de la conservación, cuidado y protección del patrimonio biocultural para las diversas comunidades, aún no se ve reflejado plenamente el contenido en la praxis o en la cotidianidad. En este sentido, las encuestas que hemos aplicado en la referida comunidad de la Sierra Norte acerca de la preservación del patrimonio biocultural ponen de relieve la progresiva desaparición de la fauna silvestre en el área, así como los retos actuales de la población totonaca acerca de la preservación de sus tradiciones culturales y de su entorno paisajístico.

En conclusión, al día de hoy existe un imperativo desde el nivel internacional que obliga a las naciones a crear normas en favor del patrimonio biocultural y, de ser posible, que éstas a su vez, exijan a sus entidades federativas o regionales a cooperar en este proyecto, es decir, mediante una ley especial en materia de protección del PatBio. La promulgación de normas, sin embargo, ha de ir acompañada del compromiso de todos los sectores y agentes sociales por la preservación del medio ambiente y el desarrollo sustentable.

Imagen 2: Las encuestas aplicadas en lengua totonaca en el municipio de Olintla ponen de relieve la preocupación por la preservación de las costumbres y de los recursos naturales. Foto: Salomón Cortes Santiago, verano de 2021.


Bibliografía


Arredondo Ochoa, María Guadalupe (5 de octubre de 2016), “La importancia del patrimonio biocultural”, Guadalajara, Universidad de Guadalajara. Recuperado de:

http://www.cusur.udg.mx/es/sites/default/files/adjuntos/05-10-16_la_importancia_del_patrimonio_biocultural.pdf

Boege Schmidt, Eckart (2008), El patrimonio biocultural de los pueblos indígenas de México, Ciudad de México, INAH-CDI.

García López, Angélica (2008), “Patrimonio Cultural: diferentes perspectivas”, en Arqueoweb: Revista sobre Arqueología en Internet, vol. 9, núm. 2, s.p. Recuperado de: http://webs.ucm.es/info/arqueoweb/pdf/9-2/angelica.pdf

Martínez Esponda, Francisco Xavier, Mariana Benítez Keinrad, y Gisselle García Maning, (2017), “Patrimonio Biocultural, políticas públicas y derechos humanos: El caso del Programa Modernización Sustentable de la Agricultura Tradicional”, en Métodhos. Revista Electrónica de Investigación aplicada en Derechos Humanos de la CDHCM, 13. Recuperado de: http://revistametodhos.cdhdf.org.mx/index.php/metodhos-13-articulo-3

Toledo, Víctor M. (2013), “El paradigma biocultural: crisis ecológica, modernidad y culturas tradicionales”, en Sociedad y Ambiente, vol. 1, núm. 1, pp. 50-60. Recuperado de: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=455745075004

  1. Ha estudiado Derecho con Enfoque Intercultural en la Universidad Intercultural del Estado de Puebla, salomoncortessantiago123@gmail.com. En la actualidad está preparando su titulación.
  2. Doctora en Derecho (área de Historia del Derecho y de las Instituciones) por la Universidad de La Laguna (Islas Canarias, España). Actualmente es profesora de tiempo completo en la Universidad Intercultural del Estado de Puebla y miembro del Sistema Nacional de Investigadores en el nivel 1, belinda.rodriguez@uiep.edu.mx, https://orcid.org/0000-0002-6977-3111