Yudy Robles Bohórquez[1]
Universidad Nacional de Colombia
Bogotá es una ciudad cobijada por los cerros de la Cordillera Oriental de los Andes. Estos, además de demarcar su inicio al oriente de la ciudad, crean un hermoso paisaje que ubica geográficamente a quienes en esta ciudad nacimos o vivimos; “si perdida estás, busca los cerros, así ubicarás el sur a tu izquierda, el norte a tu derecha y encontrarás la dirección que buscas”. Bogotá es, además, territorio originario de las comunidades Muisca y es, en la actualidad, luego de un largo proceso de colonización y de urbanización, la capital de Colombia.
El país goza de las dichas del mar Pacífico y Caribe, la atraviesan las tres cordilleras de los Andes, resguarda el 50% de páramos del mundo, y el 23% de su territorio está cubierto por los inmensos árboles y caudalosos ríos de la región amazónica. Además de su riqueza biogeográfica, Colombia posee también una riqueza sociocultural inmensa. A lo largo de su territorio habitan personas que, desde sus saberes/haceres diarios, aportan al sostenimiento y la reproducción de la vida en cada rincón del país, como las parteras tradicionales indígenas y afrocolombianas que cada día acompañan, cuidan y atienden a mujeres y niñxs en territorios que no cuentan con infraestructura en salud, aunque también lo hacen en algunas de las grandes ciudades en las que habitan, como Bogotá.
Muchas de las parteras tradicionales en Bogotá llegaron a causa del desplazamiento forzado y las diversas dinámicas de violencia que ha atravesado, y aún hoy atraviesa, nuestro país. Sin embargo, a pesar de su cuidadoso saber/hacer, fundamental para sostener y salvar vidas a diario en todos los rincones de Colombia, esta ha sido una ciudad difícil y no muy generosa con ellas. Es por eso que, más allá de sus comunidades, su trabajo aún no es suficientemente reconocido y se dificulta su ejercicio en contextos urbanos.
Es el caso de quienes integran la Red de Parteras en Bogotá, la única agrupación de parteras étnicas indígenas y afrocolombianas de esta ciudad, consolidada en el año 2014 en el marco de un proyecto entre mujeres afrocolombianas que adelantaban trabajos en sus quilombos y cabildos indígenas[2] de comunidades Uitoto, Pijao, Muiscas, Ingas, Kichwa y Nasa, junto a la Secretaría Distrital de Salud. Esto, como resultado de la construcción del SISPI (Sistema Indígena de Salud Propia e Intercultural), un compromiso del Plan Nacional de Desarrollo 2010-2014. El proyecto tenía como objetivo “construir un proceso de organización, formación y visibilización a través de escenarios de diálogo y concertación en los cuales se permitiera gestar una red en torno a la defensa de los derechos en salud para las mujeres y sus hijos”[3] en Bogotá.
Si bien agruparse y nombrase colectivamente fortaleció en ese entonces, tanto sus procesos personales como colectivos en el contexto urbano, la falta de recursos económicos para realizar sus iniciativas, así como la falta de espacios físicos para gestionar sus encuentros y ejercer su saber/hacer, afecta hoy el reconocimiento de su trabajo en la ciudad. Pese a esto, han buscado las maneras de facilitarse espacios de encuentro, de sembrar o conseguir las plantas que necesitan para sus atenciones y cuidados, y de buscar maneras de atender a quienes las busquen.
Figura 1. Reencuentro Red. Universidad Nacional
Fuente: Fotografía tomada por la autora (9 de febrero 2019).
Gracias a liderazgo y trabajo político de años de una de las parteras afrocolombianas que conforman la Red se logró conseguir un espacio para atenciones en el quilombo de San Cristóbal, en el sur oriente de la ciudad, en la localidad cuarta. Una de las localidades bogotanas con más población afrocolombiana[4] desplazada o en busca de posibilidades laborales. En este quilombo, la gran mayoría de atenciones de las parteras son a niñxs y mujeres que ven en ellas la posibilidad, no solo de gestionar sus cuidados menstruales, de matriz, gestacionales, de parto y de posparto, entre otros, sino, además, la posibilidad de ser atendidxs de una manera cuidadosa, acorde a sus maneras de entender el mundo y de cuidar sus cuerpos.
Dependiendo de su pertenencia étnica, algunas de las parteras indígenas atienden en sus respectivos cabildos urbanos, pero también en sus casas o visitando a las personas que les necesiten. Una de las parteras de la Red, perteneciente a la comunidad pijao, ha encontrado en su cabildo[5], en la localidad quinta de Usme, dónde recibir a habitantes de la localidad para atenderles y cuidarles a partir de la ofrenda de medicina, y de sobos que curen y saquen el malestar del cuerpo y el espíritu.
A diferencia de algunas de las indígenas de la Red con territorios ancestrales lejos de la ciudad de los cuales han sido desplazadas por múltiples razones, las parteras muiscas no han sido desplazadas de su territorio ancestral, sino que la ciudad lo ha venido delimitando, urbanizando y contaminando de a poco. La expansión urbana, con sus conjuntos residenciales, sus centros comerciales y sus vías para los carros, ha transformado, no solo el paisaje, sino muchas de las dinámicas que lxs antiguxs pobladores de “las afueras de la ciudad” tenían en y con sus territorios, entre ellxs, la comunidad muisca.
Las parteras muiscas, no son ajenas a la urbanización de su territorio y luchan por la pervivencia de su tradición y sus costumbres en lo que ahora es la ciudad de Bogotá; porque los lagos y las montañas donde hacen sus pagamentos no sigan siendo devorados por edificios y carreteras; y porque, a pesar de la urbanización genocida que acompaña la expansión de las grandes ciudades del país, la pervivencia de su pueblo mantenga sus raíces.
Es así que, desde los cosmuys de sus comunidades, en las localidades siete de Bosa y once de Suba, atienden y cuidan a mujeres, hombres y niños de su comunidad, a la población urbana que vive en sus mismos barrios (cerca al Cosmuy) y también a quienes, como yo, viajamos dos horas en transporte público para ser atendidas por ellas.
La espacialidad de la partería tradicional indígena y afrocolombiana en Bogotá obedece al marcador de clase y raza que se evidencia al salir del centro hacía la periferia. Mientras organizaciones de parteras urbanas como Parto ConSentido. Parteras y Doulas -Bogotá/Colombia, UNKAY o Artemisa atienden en espacios adecuados, limpios y seguros al norte y centro de la ciudad a los que llegan las mujeres gestantes que pueden pagar los altos costos de los tipos de atenciones y cuidados en carros lujosos (Espinosa, 2013, p.26), las parteras tradicionales de la Red atienden en las periferias, donde están sus cabildos y quilombos y donde la mayoría de sus pacientes pertenecen a sus comunidades o barrios, y donde, además, en muchas ocasiones, no tienen como retribuirlas económicamente por su trabajo.
Figura 2. Ubicación de las parteras de la Red
Fuente: Mapa elaborado por Daniela Henao Álvarez (2023)
No me gustaría desconocer aquí que, tanto la partería urbana como la tradicional o étnica hacen un importante trabajo y lo hacen sin legislación alguna[6], lo cual es un factor común entre ellas. Sin embargo, el estatus de clase de la partería urbana en Bogotá (no en todas las ciudades y países es así), profundiza el racismo y el clasismo que impera frente a los saberes denominados “ancestrales” o “tradicionales”, como la partería ejercida por mujeres indígenas y afrocolombianas.
Quienes acuden a doulas y parteras urbanas poseen capacidad económica para pagar altas tarifas por las consultas, los talleres y la atención al parto[7]. Gracias a esto, ellas pueden sostenerse, sostener sus organizaciones y los espacios físicos o virtuales donde atienden u ofrecen sus servicios. En cambio, las parteras tradicionales indígenas y afrocolombianas que integran la Red no cuentan con los recursos para comprar o alquilar un lugar donde recibir a sus pacientes, mucho menos para pagar a alguien que les ayude a manejar espacios virtuales donde promocionar sus atenciones.
Al clasismo habría que sumarle el racismo y el rechazo por parte del personal médico que atiende en los centros de salud de Bogotá. En muchas de las historias que comparten las parteras de la Red, nunca falta un relato sobre alguna vez que acompañaron a una parturienta a alguna entidad de salud del distrito (sea por controles o por trabajo de parto) y el personal médico las recibió con palabras de desprestigió, humillación y desconocimiento, llegando a increpar a las parturientas por ir con una partera indígena o afro diciéndoles: “usted todavía cree en eso (refiriéndose al trabajo de la partera), no ve que se puede morir ahí en la casa […] eso es para gente ignorante y boba” (I. Orejuela, comunicación personal, septiembre 2019).
Esta relación entre las parteras y las entidades de salud hegemónicas en Bogotá deja entrever, no solo el marcado carácter de clase que posiciona a la medicina como un saber de élite, sino también del racismo y el sexismo epistémico que enfrentan las parteras tradicionales todo los días.
“Ya nos reconoce la comunidad, pero no nos reconoce el distrito, y eso nos ha pegado duro porque se siente la discriminación de que “la partera no sabe”, cuando puede saber más que un doctor. No vamos a decir que tenemos los mismos conocimientos que él, sabemos que son procesos diferentes” (M. Cobos, comunicación personal, octubre 2019).
En Bogotá existe una jerarquía de mundos que subordina el saber/hacer de la partería tradicional ejercida por mujeres indígenas y afrocolombianas al modelo de salud hegemónico; un mundo asociado a la modernidad/colonialidad y otro a lo tradicional, a otras ontologías y otras formas de relacionase con el mundo y los cuerpos que somos.
Figura 3. Hilo de la Palabra. Red de parteras étnicas de Bogotá
Fuente: Elaborado por Pataleta, 2019.
Y es por esta oposición o jerarquía entre mundos que, en la ciudad y en el país, han sido el Ministerio de Cultura y el ámbito de la cultura quienes se han acercado a la partería tradicional, y no el área de la salud, construida desde la modernidad/colonialidad. Un ejemplo de esto es que en 2017, por medio de la Resolución 1077, se aprobó en Colombia la inclusión de la manifestación de los saberes asociados a la partería afro del Pacífico en la lista representativa de patrimonio cultural inmaterial de la nación. Reconocimiento que, aunque no es menor, sigue dejando a la partería tradicional afro e indígena fuera del ámbito de la salud, reflejando cómo la diversidad sigue estando ligada a la desigualdad en términos raciales y de género en este país.
Vale comentar que, además de esta resolución, recientemente salió a la luz en Colombia la Sentencia T-128-22 que reconoce y exalta la partería como un saber ancestral y patrimonio cultural de la nación. Además, exhorta al Ministerio de Salud a integrar a las parteras al Sistema de Seguridad Social en Salud y al Congreso de la República a legislar sobre este tema. Por su parte, la Ley 2244 sobre parto digno, respetado y humanizado del año 2022, tiene por objetivo “reconocer y garantizar el derecho de la mujer durante el embarazo, trabajo de parto, parto, posparto y duelo gestacional y perinatal con libertad de decisión, consciencia y respeto; así como reconocer y garantizar los derechos de los recién nacidos”[8]. Mientras que el Acuerdo 860[9] del mismo año establece “los lineamientos generales del Nacimiento Humanizado y el Parto Respetado e Intercultural en el sistema de salud del Distrito”.
Si bien este último acuerdo tiene por objeto “actualizar el lineamiento del Nacimiento Humanizado en el sistema de salud de Bogotá D.C. y reconocer y promover el Parto Respetado e Intercultural”, también busca reconocer, no solo la violencia obstétrica y simbólica que sufren las parturientas en algunos de los hospitales del distrito, sino también la violencia cultural que viven muchas de las mujeres indígenas y afrocolombianas al tomar decisiones frente a sus partos y sus maneras de parir en la ciudad que, a ojos de “la institución médica”, pueden parecer descabelladas.
Aunque la Sentencia, la Ley y el Acuerdo son un gran avance en el reconocimiento a formas de hacer y pensar que están fuera de la lógica de los ordenamientos raciales modernos y coloniales, vale precisar que justamente por eso la legislación no deja de tener su “siempre y cuando” y su “sin perjuicio de” pues, al no formar parte del grupo de profesionales de la salud acreditados académicamente y con experiencia, a las parteras tradicionales se les deben aplicar, según la Sentencia T-128-22 y la Ley 2244 de 2022, mecanismos de vigilancia y control al [formar parte del] ejercicio de prácticas basadas en las culturas médicas tradicionales.
Lo anterior da cuenta del privilegio del sistema de salud actual como una corporación que se hace legitimar como hegemónica en las políticas estatales (y globales), y que además está íntimamente relacionada con dinámicas geopolíticas[10] que desconocen otras formas de gestionar los cuidados de los cuerpos, especialmente de los partos fuera de las lógicas de su hegemonía.
A pesar de todo, la manera en que la ciudad y sus instituciones de salud miran a las parteras tradicionales indígenas y afrocolombanas tiene que transformarse. En Bogotá se debe hacer un seguimiento e insistir en que los diálogos entre los sistemas de salud hegemónicos y las parteras tradicionales se hagan de manera horizontal, sin oponer el uno a las otras. Esta relación ha sido y sigue siendo antagónica, pero se puede evitar seguir replicando este antagonismo. La herencia técnica y la infraestructura en salud que ahora es monopolio del sistema de salud hegemónico debe democratizarse y las parteras, si llegan efectivamente a integrarse al sistema de seguridad social en salud como propone la Sentencia T-128-22, deben hacerlo en paridad con el resto del personal médico, no como “las hermanitas menores” que requieren ser siempre vigiladas.
La meta en Bogotá, y cómo no, en el mundo entero, es conseguir que los partos transiten en alegría, en confianza y atendiendo a la diversidad de decisiones que tomamos las mujeres a la hora de parir. Pero esto no puede ser una excusa para que las parteras vayan a hacer al hospital lo que les ordenen los médicos o las organizaciones multilaterales. Si bien las leyes de este país se han jactado con discursos “incluyentes” y se han cobijado bajo la manta de lo “pluriétnico” y “multiculturalidad”, no han hecho mucho para que esta manta sea también un escenario político para discutir asuntos como la redistribución económica. Esto implicaría, como ha propuesto ya Nancy Fraser (1997), “reubicar la política cultural en relación con la política social, y vincular las exigencias de reconocimiento con las exigencias de redistribución” (p.231), pues los reconocimientos culturales no han sido suficientes para transformar la idea colonial de reemplazar cualquier epistemología que no sea acorde con la del conocimiento hegemónico amparado bajo las instituciones académicas.
Hoy se hace más que necesario, en Bogotá y el resto del país, reevaluar y “revertir políticas públicas que han menospreciado, hostigado y hecho desaparecer progresivamente a la partería indígena [y afrodescendiente]. No hacerlo vulnera derechos y perpetúa un epistemicidio con graves consecuencias para la salud de las mujeres y la reproducción de la vida” (Sesia y Berrio, 2022), además de acrecentar los abismos clasistas y racistas que existen en la ciudad y el país.
Bibliografía
Consejo de Bogotá
2022 Acuerdo 860. Por medio del cual se establecen los lineamientos generales del Nacimiento Humanizado y el Parto Respetado e Intercultural en el sistema de salud del Distrito y se dictan otras disposiciones. 22 de noviembre de 2022.
Corte Constitucional de Colombia
2022 Sentencia T-128-22. Por la cual La Corte Constitucional exhortó al Ministerio de Salud y Protección Social para que inicie y culmine todas las iniciativas que sean necesarias, con el fin de integrar a las parteras al Sistema General de Seguridad Social en Salud. 19 de mayo de 2022.
Diario Oficial de Colombia
2022 Ley 2244. Por medio de la cual se reconocen los derechos de la mujer en embarazo, trabajo de parto, parto y posparto y se dictan otras disposiciones o “Ley de Parto Digno, Respetado y Humanizado”. No. 52.092, 11 de julio de 2022.
Encuesta Multipropósito para Bogotá (EMB)
2014 Dirección de Metodología y Producción Estadística – DIMPE, Colombia.
Espinosa Guauque, María Juliana
2013 Un oficio en proceso de reconfiguración: La partería urbana en Bogotá, tesis de pregrado, Universidad Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, Bogotá, Colombia, repositorio Institucional EdocUR http://repository.urosario.edu.co/handle/10336/4699
Fraser, Nancy
1997 Iustitia Interrupta. Reflexiones críticas desde la posición “postsocialista”. Siglo del Hombre editores, Facultad de Derecho, Universidad de los Andes.
Platarrueda-López, Irene y Yudy Robles Bohórquez
2019 Sistematización del proyecto: Red de Parteras Étnicas en Bogotá, portadoras de saber ancestral en contexto urbano. (Documento inédito entregado al Instituto Distrital de Patrimonio Cultural).
Robles Bohórquez, Yudy
2023 De parteras, partos y contactos. Una etnografía polifónica y acuerpada, tesis de maestría en Estudios de Género por la Universidad Nacional de Colombia [en proceso de publicación].
Sesia, Paola y Lina Berrio
2021 Situación actual de la partería indígena en México. Informe final, CIESAS, Conacyt.
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Antropóloga especialista en estudios feministas y de género. Este artículo surge y se nutre del trabajo de investigación de la autora para optar por el título de Magister en Estudios de Género por la Universidad Nacional de Colombia. La tesis, en proceso de publicación, lleva el título: Parteras, partos y contactos. Una etnografía polifónica y acuerpada.
Correo: ↑ -
Los cabildos indígenas, hacen parte de las autoridades administrativas hijas de los procesos de colonización estatales bajo las cuales hoy se organizan los pueblos indígenas de Colombia. Según la Secretaría de Gobierno, son “una entidad pública especial, cuyos integrantes son miembros de una comunidad indígena, elegidos y reconocidos por ésta, con una organización sociopolítica tradicional, cuya función es representar legalmente a la comunidad, ejercer la autoridad y realizar las actividades que le atribuyen las leyes, sus usos, costumbres y el reglamento interno de cada comunidad. (Decreto 2164 de 1995. Artículo 2)” (Tomado de la página del gobierno de Colombia https://scj.gov.co/es/transparencia/informacion-interes/glosario/cabildo-ind%C3%ADgena, consultado el 20 de diciembre de 2022). ↑
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Tomado del video documental “Sin plantas no hay parto” de La Red de Parteras Afrodescendientes e Indígenas de Bogotá. Este documental narra la gestación de la Red de Parteras Étnicas de Bogotá, su proceso organizativo y su propuesta hacia el fortalecimiento de la medicina ancestral. Bogotá, 2014. https://www.youtube.com/watch?v=tqDZ4QjdLgE&ab_channel=IrenePlatarrueda ↑
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En Bogotá, según la Encuesta Multipropósito para Bogotá (EMB) de 2014, la población afrocolombiana y palenquera está en 19 de las 20 localidades del Distrito, pero se concentra en zonas periféricas como Bosa, Suba, Ciudad Bolívar, San Cristóbal, Engativá y Kennedy. Se puede ampliar esta información revisando el Tomo 4 de Comunidades étnicas de Bogotá: Afrocolombianos, negros y palenqueros https://www.gobiernobogota.gov.co/sites/gobiernobogota.gov.co ↑
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Para más información sobre el cabildo indígena Ambika Pijao se puede visitar su blog http://cabildoambikapijao.blogspot.com/ ↑
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Más adelante profundizaré sobre el comienzo reciente de la legislación sobre este tema en Colombia. ↑
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Ejemplo de tarifas y servicios que ofrece una organización de parteras urbanas y doluas en Bogotá: https://linktr.ee/luaintuicion ↑
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Esta ley se puede encontrar en la página del Ministerio de Salud de Colombia: https://www.minsalud.gov.co/sites/rid/Lists/BibliotecaDigital/RIDE/INEC/IGUB/ley-2244-de-2022.pdf ↑
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El acuerdo 860 del año 2022 puede consultase en la página de la Alcaldía de Bogotá: https://www.alcaldiabogota.gov.co/sisjur/normas/Norma1.jsp?i=129978 ↑
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Al respecto se pueden revisar varias de las publicaciones sobre la regularización de la partería de entidades como la Confederación Internacional de Matronas (CMI), el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) y la Organización Mundial de la Salud (OMS). ↑