Esperanza Ignacio Felipe[1]
Universidad Intercultural del Estado de Hidalgo
«Me ayudó cuando nació él bebe, cortó el ombligo, lo limpio y me limpio. Luego me baño en el temazcal durante tres meses, la partera se metía conmigo al temazcal junto con mi mamá. Me amarraban con un rebozo para que no quedara panzona después de tener a mi bebe»
(Sra. Lucina, San Nicolás, 62 años, agosto 2022,
traducción del ñuhu de la Sierra por Susana Mendoza).
María Huehuetla. Foto: Esperanza Ignacio Felipe.
El propósito de este texto es tener un acercamiento a la situación actual de la partería tradicional, en tanto sistema de conocimientos en salud materna en comunidades de la Sierra Otomí Tepehua del estado de Hidalgo, a fin de situar y visibilizar la continuidad y rupturas de los saberes y prácticas de las parteras tradicionales frente a la violencia epistémica institucional.
A partir del 2017 he tenido la oportunidad de documentar este proceso a través de visitas in situ a parteras, quienes generosamente me ha recibido en sus localidades, aunado a la asistencia a talleres organizados por la Jurisdicción Sanitaria en periodos pre y post pandemia. Parte de esta experiencia se comparte aquí desde una mirada que me posiciona como agente externo, pero no ajena a los procesos locales, desde mi quehacer en la Universidad Intercultural del Estado de Hidalgo.
La Sierra Otomí-Tepehua es una fracción del continuo montañoso de la Sierra Madre Oriental y parte del Altiplano del Valle de México. Constituye una de las 10 regiones[2] que integran el panorama geopolítico-cultural del estado y la conforman seis municipios, Acaxochitlán, Metepec, Agua Blanca, Tenango de Doria, San Bartolo Tutotepec y Huehuetla. Este territorio es atravesado por la Sierra, quedando la primera mitad de los municipios más cercanos a los centros urbanos de Tulancingo, Pachuca, e incluso la CDMX, en tanto los municipios del otro lado de la Sierra, están más alejados, lo que representa —entre otros inconvenientes— un menor acceso a los servicios de salud especializados de segundo y tercer nivel, así como una mínima variedad de ofertas de educación superior[3]. Entre los primeros están Acaxochitlán, Metepec y Agua Blanca, en tanto Tenango de Doria, San Bartolo Tutotepec y Huehuetla constituyen la segunda sub región. El foco de atención en este caso, son estos tres últimos, que concentración un número importante de población indígena.
La composición demográfica es diversa ya que fue y es habitada por pueblos otomíes, tepehuas, nahuas y mestizos como resultado de un proceso histórico de colonización y evangelización de frailes agustinos, así como de las posteriores intervenciones del estado en turno y el contemporáneo fenómeno migratorio a los Estados Unidos.
En este territorio, antaño, la mayoría de las parturientas de las localidades acudían con las ya ‘yekã t’soi (Las que cortan el ombligo), y Asakna’ (partera) en lengua ma’ahl’ama (tepehua). Estas mujeres han poseído el conocimiento para la atención de los partos; ya que el acceso a los servicios de salud estaba limitado por las distancias y la abrupta geografía serrana, así como la escasa infraestructura disponible, por lo que, las mujeres parían en la intimidad de sus hogares.
En esos contextos y hasta de manera reciente, las parteras han jugado un papel relevante en la atención de la salud materna infantil de sus localidades, detentado un sistema médico que reúne aspectos terapéuticos y herbarios, además de un entendimiento sobre los recursos bioculturales, con técnicas y procesos rituales para la atención del embarazo, parto y puerperio.
Sin embargo, a pesar de su relevancia, las parteras tradicionales han reducido su práctica en los últimos años. Según datos disponibles de la Jurisdicción Sanitaria XIII con sede en Tenango de Doria, en el año 2017 se registraron 42 parteras para el 2022 — todas ellas mujeres mayores de 55 a 85 años— y solo 16 reportaron actividad a la instancia mencionada, lo que representa una reducción del 35% en un lapso de 5 años. Esta tendencia es similar a la observada a nivel nacional, ya que los nacimientos atendidos por parteras disminuyeron de 30.51% a 3.57% de 1990 al 2023 (Sevilla, et al, 2023 pág.8).
El eje conductor de este proceso de desplazamiento es la implementación de políticas públicas en salud sin pertinencia cultural adoptadas por el Estado mexicano, en consonancia con la agenda internacional que, en su actual enfoque[4], recomienda y prioriza el parto hospitalario como estrategia de reducción de muerte materna. Lo que, en los territorios indígenas del país, se ha traducido en una limitante para el ejercicio de los derechos culturales y reproductivos de las mujeres, así como una ruptura intergeneracional de conocimientos, cuyo desenlace es un proceso paulatino de epistemicidio con dimensiones simbólicas, prácticas y materiales.
La infraestructura en salud en la Sierra Otomí-Tepehua data de 1980, cuando se instaló el primer Hospital Rural con servicios de primer y —algunos— de segundo nivel en el municipio de Metepec, dentro de las acciones emprendidas por el IMSS-COPLAMAR (Coordinación General del Plan Nacional de Zonas Deprimidas y Grupos Marginados)[5]. En su momento se esperaba que diera atención a toda la población de los municipios ubicados en la Sierra, sin embargo, el alcance para el cuidado y atención de la salud fue difícil dada la compleja situación del territorio. No obstante el impacto en la reducción de la morbilidad materna y neonatal, aparecieron problemáticas a la par, como la violencia obstétrica, el alto número de cesáreas y la deshumanización del parto. Mismo que, bajo esta perspectiva, deja de percibirse como un evento natural del ciclo reproductivo en un contexto cultural que lo significa, para trasladarlo al frío espacio clínico predominantemente masculino, bajo un modelo médico hegemónico (MMH) de atención en salud.
En esta perspectiva, la partería tradicional de la Sierra Otomí Tepehua vive un proceso de desaparición, casi inevitable, como consecuencia de la restricción de baja intensidad por parte del sector salud (SSH e IMSS) a fin de que las parteras dejen de lado su función primordial de atención al parto. A esto se han sumado otros factores, como el tratarse de un grupo de población en proceso de envejecimiento y sin relevo generacional, el padecimiento de enfermedades como diabetes e hipertensión, así como la huella profunda que dejó el COVID, además de los fallecimienteos como consecuencia de su ciclo de vida. Otra cara de este proceso de injusticia epistémica es la desacreditación de su trabajo con las usuarias y con la comunidad, como nos deja entrever el testimonio de la Sra. Estela:
Sra. Estela: En aquel tiempo yo atendía partos, donde los bebés venían, parados sentados o como viniera yo los atendía, pero hoy ya solo me quedó el miedo.
E: ¿Por qué le quedó el miedo?
Sra. Estela: Pues porqué ahora si se muere él bebe nos llevan a la cárcel y ahora me quedo mucho miedo, hace ya 7 años que no atiendo un parto. Entró el seguro popular y pues ya nos quitaron muchas atenciones. Porque como a los doctores ya no les convenía. Nos dijeron que no, usted no me va a creer, pero los doctores, yo me di cuenta de que, no querían bien a una partera, no les caía bien. Yo atendía hasta 14 o 15 partos al mes, y no, yo veía que no les caía bien. No me decían nada, pero les decían (a las parturientas), ni vayas con la partera porque te va a matar a tu bebé (Estela, 85 años, San Bartolo Tututepec, julio 2022).[6]
Esta forma de menoscabo de las personas en desventaja social se le denomina injusticia epistémica, concepto acuñado por Miranda Fricker (2017) con aportes de José Medina (2013), Broncano (2020) y Moira Pérez (2019) que hace alusión al menosprecio sobre el conocimiento de los actores subalternizados, en este de caso de las parteras, a partir de los prejuicios (identitarios) de sus interlocutores. En resumen, es la negación e infantilización de la capacidad epistémica y cognitiva de los actores y sus mundos de vida por motivos extra epistémicos. Estos prejuicios denotan carga de racismo y discriminación.
La autora enmarca dos categorías de injusticia epistémica, la testimonial y la hermenéutica, siendo la primera más perceptible y directa, ya que ocurre en el nivel de los intercambios entre las y los actores de manera situada. La segunda apunta a la significación e imaginarios colectivos que se expresan y toman forma en los discursos individuales, colectivos e institucionales.
El uso de temazcal para equilibrar el cuerpo de las parturientas era de uso regular.
En la imagen se aprecian los temazcales de las Sra. Cirila (San Francisco la Laguna) y Abundia (Cerro Chiquito) ambas de localidades de Tenango de Doria. Foto: Esperanza Ignacio Felipe
Acerca de las restricciones a la reproducción de sus prácticas y conocimientos, las mismas parteras las acusan en las conversaciones sostenidas con ellas: “nos asustan” (Chuy y Juana, ambas mayores de 60 años, Acaxochitlán), “solo me quedo el miedo” (Estela, San Bartolo, 88 años), “ya no, nos dejan” (Manuela, San Gregorio 65 años, Huehuetla), solo por citar algunas, refiriéndose al hecho de que se les ha advertido sobre el riesgo jurídico que implica que una mujer pueda llegar a fallecer mientras ocurre el parto. A la pregunta expresa de ¿cuándo fue la última vez que atendió un parto? De diez parteras, nueve de ellas respondieron que cinco, ocho o incluso nueve años. No obstante, las menos, como la Sra. Cirila (de 80 años, de San Francisco la Laguna, a donde solo se llega por vereda de terracería) acepta que atiende y acompaña a mujeres en situaciones en las que no existe otra opción de atención médica.
Fotografía 1. Implementos proporcionados por la Secretaría de Salud de Hidalgo a la Sra. Estela
Estos implementos los recibió a través de las capacitaciones en el programa correspondiente (hace 7 años realizó su último parto, no obstante, mantiene su consultorio en servicio en la cabecera municipal de San Bartolo Tutotepec, Hidalgo). Foto: Esperanza Ignacio Felipe
Señora María explicando el uso y manejo de las plantas curativas de su huerta.
Cabecera municipal de Huehuetla, Hidalgo. Foto: Esperanza Ignacio Felipe
Las parteras de la Sierra que, pese a todo, persisten en practicar y autonombrarse a partir del sentido sustantivo de acompañamiento a los procesos de vida de las mujeres. En varias localidades se continua con el baño post parto en temazcal y tina, sobadas, acomodamientos y consejerías. Así como de atención a las y los menores en enfermedades de filiación cultural, en las que el servicio médico no logra diagnosticar, apoyan en los primeros baños del bebe, y también cuando este “se pone chillón” (María Escamilla Santiago, Cirila Guzmán Vargas, Rebeca Vicente Santiago, agosto 2022).
En San Nicolás (localidad de Tenango de Doria) las prácticas de atención a la salud materna se tejen alrededor de la gestante, antes y después del nacimiento. Mujeres cercanas a la recién parida son convocadas por la madre de esta para bañarla en un temazcal, asisten las parientes más cercanas —tías y hermanas— y esta acción se repite dos o tres veces más en un ritual para la sanación y restauración del cuerpo. Este acto es a la vez acompañamiento y consejería. El temazcal, en este caso, es un espacio que se puede resumir como “una mujer sanando a otras mujeres” (Susana, San Pablo, junio, 2022).
La Sra. Abundia, de la comunidad de Cerro Chiquito, añade que el temazcal sirve para restablecer el calor del vientre, siendo este un órgano “caliente”, ya que las intervenciones de la medicina alópata relacionadas con el “control” de la sexualidad y la reproducción son “frías”.
Al respecto, se puede deducir que los servicios médicos han logrado posicionar su trabajo en lo que refiere al parto como acto único, pero que alrededor de este se siguen elaborando prácticas culturales que conforman el acto de nacer para el pueblo ñuhu. En estos actos de reencuentro las mujeres reconfiguran conocimientos y restablecen el equilibrio del cuerpo. Sin embargo, habría que problematizar estas formas de continuidad y resistencia como respuestas frente a la injusticia epistémica en términos de la discriminación e imposición de los modelos médicos hegemónicos, a fin de trascender la descripción de los intercambios epistémicos entre agentes locales y ubicar la injusticia epistémica como fenómeno estructural y premeditado con carácter político, social y colectivo de control sobre la población.
Una manera de concluir este apartado.
Doña Herlinda es una mujer otomí de la tercera edad y de habla pausada. Desde muy pequeña aprendió su oficio acompañando y observando a su madre, quién también era partera. El primer parto que atendió fue a los dieciséis años, pero el momento en el que comprendió la importancia que tenía su oficio fue cuando parió ella sola a su segundo hijo, ya que su madre vivía muy lejos y no pudo llegar a tiempo para ayudarla. Hermelinda se dio cuenta que ser partera es acompañar a la madre durante la gestación durante nueve meses, y después al recién nacido, para que ambos (madre e hijo) se conozcan mutuamente.
Para esto, las parteras visitan a las mujeres embarazadas una vez al mes para ir conociendo a la niña o niño, irlo preparando para nacer. Lo cual implica una empatía necesaria para el acompañamiento de las mujeres. Durante las visitas, la partera atiende las necesidades de la madre y del bebé por nacer, a veces las criaturas quieren ser apapachadas por eso tienen que masajear el vientre de la madre e ir acomodando poco a poco. A decir de ella, nunca se le ha muerto ningún niño. Ha seguido en este oficio, porque no le gusta ver sufrir a las mujeres, no como en los hospitales que pasan innumerables horas para que la mujer dé a luz; Yo le ayudo, y luego, luego nacen sus criaturas a lo muchos tardan 15 o 20 minutos
También comparte, es mejor que el papá esté presente a la hora de recibir al niño, para que vea cuánto trabajo y sufrimiento tiene que pasar la mujer para traer a su hijo al mundo y no le pida que, al siguiente día de parir, le prepare de comer, sino que sea él quién atienda a la mujer y la deje descansar.
Por eso, Herlinda se presenta en casa de la parturienta cada tercer día durante quince días, a bañar a la madre con hierbas para que se caldeé y recupere el calor del cuerpo y el color que perdió con el parto, para después bañar también al recién nacido, para que duerma bonito toda la noche. Otra de las tareas de acompañamiento es lavar la ropa de la mujer, porque puede quemar (nzu) a alguien de la familia, ya que está arrojando sangre (por lo que la ropa de la familia se lava aparte). Nos comentó que la placenta y el cordón se tienen que envolver en los trapos que uso para el parto y llevarlos a enterrar fuera de la casa en un lugar donde no pasen las personas, porque la gente se quema, y concluye: ningún doctor va a tu casa para ayudarte a bañar y que regrese el calor a tu vientre, ni te enseñan a bañar a tu hijo para que duerma bonito (Herlinda, Tenango de Doria, 2017).
Y este es el sino de la biomédica moderna, la incomprensión de otros mundos de vida.
Bibliografía
Berrio Palomo, Lina Rosa
2013 Entre la normatividad comunitaria y las instituciones de salud. Procesos reproductivos y salud materna en mujeres indígenas de la Costa Chica de Guerrero, Tesis doctoral en Ciencias Antropológicas, UAM-Iztapalapa.
Broncano, Fernando
2020 Conocimiento expropiado. Epistemología política en una democracia radical, Ed. Akal, S.A., México.
Palomino Ruíz, Rosa Pamela
2020 “Aproximaciones al trabajo afectivo de parteras totonacas (makuchina makpaxina), desde la Descolonialidad del Poder, en el marco de la ‘interculturalidad’ estatal”, Utopía y praxis latinoamericana, Año: 25, n° 91 (octubre-diciembre), 2020, pp. 185-202, revista internacional de filosofía y teoría social CESA-FCES-Universidad del Zulia, Maracaibo,Venezuela.
Pérez, Moira
2019 “Salud y soberanía de los cuerpos: propuestas y tensiones desde una perspectiva queer”, en Salud Feminista. Soberanía de los cuerpos, poder y organización, Compilado y editado por Fundación Soberanía Sanitaria, Sabrina Balaña, Agostina Finielli, Carla Giuliano, Andrea Paz y Carlota Ramírez, Editorial Tinta Limón, Buenos Aires, Argentina, https://www.aacademica.org/moira.perez/51
2019 “Violencia epistémica: Reflexiones entre lo invisible y lo ignorable”, El lugar sin límites. Revista de Estudios y Políticas de Género. Número 1 abril 2019, pp. 81-98, Universidad Nacional de Tres de Febrero – Universidad de Buenos. Aires – / CONICET, Argentina.
Pérez, Moira y Blas Radi
2019 “Injusticia epistémica en el ámbito de la salud: perspectivas desde la epistemología social”, Avatares filosóficos, No 5 (1 diciembre) p 117-130, Revista del Departamento de Filosofía, Universidad de Buenos Aires.
Sesia, Ma. Paola y Lina Rosa Berrio Palomo (coords.)
2021 Situación actual de la partería indígena en México. Informe final. CIESAS, CONACyT.
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Correo: ignacio@uiceh.edu.mx ↑
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Huasteca, Sierra Alta, Baja, Gorda, Oriental —área nahua y otomí Tepehua—, Valle de Tulancingo, Cuenca Minera, Altiplano Pulquero, Cuenca de México y Mezquital —Áreas de la Teotlálpan, del Valle, del Llano, del Bajío—. Fuente: Regiones Geoculturales en el Estado de Hidalgo ↑
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En la Sierra, tres instituciones ofrecen educación superior: Universidad Pedagógica Nacional sede Tenango de Doria, Universidad Tecnológica de Tulancingo sede Santa Úrsula y la Universidad Intercultural del Estado de Hidalgo, única en la región en ofrecer carreras en salud. El total de la matrícula en el 2020 fue de 455 estudiantes Fuente: Estadística 911, SEPH. Ciclo escolar 2019-2020. ↑
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En 1994, en el marco de la Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo del Cairo se diseñaron los fundamentos de lo que más tarde serían los Objetivos de Desarrollo del milenio (ODM) de Naciones Unidas, en alianza con el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA, por siglas en inglés) y la Organización Mundial de la Salud (OMS). A partir de este momento se colocó a la partería tradicional (agentes, prácticas y conocimientos) en una posición al margen de la salud materna. ↑
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En 1977, el gobierno creó la Coordinación General del Plan Nacional de Zonas Deprimidas y Grupos Marginados (COPLAMAR). Dos años después, el 25 de mayo de 1979, el IMSS y este firmaron el convenio que dio origen al programa IMSS-Coplamar, actualmente IMSS-Bienestar (en periodo cronológico pasó de ser Coplamar, Solidaridad, Oportunidades, Prospera a Bienestar, mientras que el IMSS fue creado en 1943). ↑
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Estela Canales Jarillo contaba con 87 años en el momento de la entrevista. Inició a los 18 años la practicas, pero solo a partir de sus 35 años se dedicó de lleno a la partería. Es originaria de la localidad de San Mateo, municipio de San Bartolo Tututepec, Hgo., aunque actualmente radica en la cabecera. Es madre de 10 hijos, su primer hijo lo tuvo a los 18 años, todos sus hijos nacieron con partera y nunca fue al médico para la atención de sus partos. En este momento padece cáncer y sigue ejerciendo como sobadora y yerbera. ↑