Paridad de género en San Andrés Larráinzar: A 30 años de la Ley Revolucionaria de Mujeres del EZLN

Araceli Burguete Cal y Mayor[1]
CIESAS Sureste

“Sakamchen, Chiapas, 1995”. Foto: Carlos Martínez Suárez, recuperado de su muro de Faceboork https://www.facebook.com/carlos.martinezsuarez.9


El 30 de diciembre de 2023 dio inicio la jornada de celebración de los 30 años del levantamiento armado del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, aniversario “del inicio de la guerra contra el olvido”, que consistió en actividades políticas y culturales, celebrada en el Caracol “Resistencia y Rebeldía: un nuevo horizonte”, en el poblado Dolores Hidalgo del municipio de Ocosingo. El signo distintivo de la actividad fue el carácter festivo y el protagonismo de jóvenes mujeres que vestían el uniforme militar zapatista. La música sonó durante cuatro días. Cumbias, cantos, poesías, teatro, performances; fue el gozo de participantes y observadores. La jornada también incluyó un discurso del Subcomandante Insurgente Moisés, quien arremetió en contra del Estado mexicano y grupos de poder, al mismo tiempo que anunciaba cambios en la estructura de organización del autogobierno, en los territorios en donde tiene presencia.

La historia de la lucha armada contada a dos voces, la de la comandancia, hombres adultos; y la celebración cantada a ritmo de cumbia en voz de las juventudes, hombres y mujeres que contagiaban alegría, fueron señales de los cambios culturales que habían ocurrido en la nueva generación nacida en el postconflicto. Ciertamente las cosas han cambiado, quizá no en el sentido en que la comandancia hubiera querido, como hicieron énfasis con reclamos, pero lo que se observa es a una nueva generación de mujeres que hace suyos los sueños de sus ancestras, que les dejaron nuevos caminos, con menos violencia, opresión y discriminación.

Otros eventos han dado cuenta de esas resignificaciones. En el año 2018 y 2019 se celebraron el primer y segundo encuentro de “Mujeres que Luchan”, en el Caracol Morelia (municipio de Altamirano). Allí estuvieron las nuevas generaciones de mujeres e infancias. De acuerdo con las organizadoras, en la última actividad, celebrada del 26 al 29 de diciembre, participaron más de cuatro mil mujeres que llegaron de comunidades zapatistas, de otros lugares de México, y de 49 países. Es notorio que en ambos encuentros se convocó a “mujeres que luchan”, una particular forma en la que las mujeres zapatistas nombraron la conmemoración del 8 de marzo desde sus años en la clandestinidad.

Otra generación de mujeres jóvenes con madres que participaron de manera activa en las luchas zapatistas optó, en otros territorios, por otros caminos políticos. Una de ellas es la vía de la participación política a través de las instituciones democráticas. El sistema electoral mexicano se ha modificado para favorecer la inclusión de las mujeres dentro de las instituciones de gobierno, a partir de las políticas de paridad de género, derecho constitucional desde la reforma electoral de 2014.

En el caso de Chiapas, la incorporación de las mujeres como parte del gobierno municipal ha sido deficiente, en particular en los municipios indígenas. Sin embargo, en el municipio de Larráinzar ha sido excepcional, en cuanto que mujeres han sido integradas al gobierno indígena, sin violencia ni simulación, a diferencia del resto de los municipios indígenas del altiplano. Todo parece indicar que esto es así por la base de un tejido social y político que se fue gestando en la organización política zapatista desde la década de los ochenta del siglo XX, y por la centralidad que este municipio tuvo en los procesos del diálogo por la paz, y los acuerdos y negociaciones postconflicto.

En este texto reflexiono sobre los tejidos primigenios y las resignificaciones de las luchas de las mujeres jóvenes zapatistas, y la relevancia de la herencia de sus madres, y de la apropiación y resignificación de sus aportes, veinte y treinta años después.

La Ley Revolucionaria de la Mujer y las mujeres que luchan

Cuando el 31 de diciembre de 1993 el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) irrumpió en la luz pública, promulgó al mismo tiempo su programa político dirigido a la nación en una serie de diez leyes revolucionarias[2] y una proclama general: la “Primera Declaración de la Selva Lacandona”, que fue la declaración de guerra al Estado mexicano.

Uno de esos diez documentos fundantes fue la Ley Revolucionaria de Mujeres (Enlace Zapatista, 1993). Contenía exigencias que buscaban modificar la situación y condición de las mujeres en lo general, y en lo particular de las mujeres indígenas. Al estar dirigida al pueblo de México, en su articulado apelaba a la igualdad y justicia de la mujer trabajadora en México, reclamando su derecho a trabajar y recibir un salario justo, al mismo tiempo que al Estado se le demandaba educación, salud y alimentación para las mujeres y sus hijos.

La “agenda de las mujeres” era un tema que estaba presente en la conciencia política de la organización zapatista. La celebración del 8 de marzo como el “día de las mujeres que luchan” ya estaba establecida en la cultura política zapatista desde antes de la irrupción armada. En varios comunicados firmados por la Comandancia General del EZLN dan cuenta de los conceptos feministas —llamémosles así, aceptando que hay un debate sobre ello (Hernández, 2002)— que iluminaban las luchas en las montañas. En un comunicado del 8 de marzo de 1996, que firmó la Comandancia General del EZLN, se refirió a dicha conmemoración:

El día de hoy, 8 de marzo, se celebra el Día Internacional de la Mujer. Nosotros, los hombres y mujeres zapatistas, celebramos el día de la mujer que lucha, de la mujer digna (…) Humilladas doblemente, como mujeres y como trabajadoras, las indígenas mexicanas son también humilladas por su color, su lengua, su cultura, su pasado. Triple pesadilla que obligó a las mujeres zapatistas a empuñar un arma y sumar su «Ya basta!» al de sus compañeros varones. Triple pesadilla que obliga a una triple rebelión. (CCRI-CG del EZLN, 1996)

La Ley Revolucionaria de Mujeres hace propuestas de derechos para enfrentar las múltiples violencias interseccionadas. Por ello, adicionalmente, cuatro artículos se ocupan de asuntos que directamente les preocupaban. Uno refiere a la maternidad voluntaria: “Las mujeres tienen derecho a decidir el número de hijos que pueden tener y cuidar”, tema complejo de abordar en esos años, por los tabúes religiosos. En este mismo tenor se reivindicó el derecho a elegir a su pareja, y a no ser obligadas a contraer matrimonio por la fuerza, práctica que en muchas comunidades solía estar normalizada. De igual forma, se reclamó poner un alto a la violencia en la comunidad y en el hogar: “Octavo. – Ninguna mujer podrá ser golpeada o maltratada físicamente ni por familiares ni por extraños. Los delitos de intento de violación o violación serán castigados severamente.” Cuando yo participé en los Diálogos de San Andrés, escuché en los pasillos y en “la mesa de las mujeres” la demanda de “erradicar las malas costumbres de la cultura de nuestros pueblos.”

De los artículos, tres se refieren a los derechos y obligaciones de las mujeres que integraban al ejército rebelde. La presencia femenina en las filas zapatistas era visible. La académica Sylvia Marcos (2014) refiere que algunas combatientes zapatistas le narraron que su ingreso a las filas rebeldes estuvo motivado, y en ocasiones decidido, desde los espacios familiares. Fue frecuente que esto ocurriera cuando hombres de su familia ya se habían involucrado. En la mitad de la década de los ochenta del pasado siglo, comenzó a divulgarse la noticia que una guerrilla se estaba formando en las montañas chiapanecas, y desde entonces comenzaron a unirse. Al momento de la irrupción, grupos de mujeres salieron a las carreteras a defender sus comunidades para impedir la entrada del ejército. Se difundió que un significativo número de ellas ya se había sumado como milicianas, bases de apoyo, y otras habían ascendido a mandos militares, como las comandantas Esther, Fidelia, Susana, Yolanda y Ramona, además de la Mayor Insurgente Ana María, que tenía un rango más alto como jefe militar (Le Bot, 1997).

Pero no eran las únicas. En reiterados comunicados el Subcomandante Insurgente Marcos hizo alusión a mujeres con mando dentro de las filas rebeldes, haciendo siempre énfasis en el reto que esas posiciones enfrentaban “que para las mujeres son dobles”, por su condición de mujer, solía decir. Por ejemplo, el 8 de marzo del año 2000, el Subcomandante hizo explícito el reconocimiento a las insurgentas, y mencionó a algunas de ellas: “Cada 8 de marzo, los insurgentes nos ponemos frente a las insurgentas, y les damos un saludo militar”. La llamada fiesta de las mujeres era también un momento de reconocimientos. Se condecoró a la insurgenta Maribel, que fue ascendida de capitán primero a mayor de infantería. En esta misma ocasión, se honró a Alicia “del grupo inicial que en 1983 fundó el EZLN y primera mujer con mando de tropa (así que la primera, en montaña, en enfrentar el problema de, siendo mujer, mandar hombres)”. Además, se reconocieron las contribuciones de Lucía, la insurgenta autora de la letra del Himno Zapatista, entre otras homenajeadas (Subcomandante Insurgente Marcos, 2000). El listado de reconocimientos fue largo. Las mujeres jóvenes de la comunidad rebelde zapatista, en donde este evento fue realizado, se sintieron reconocidas.

Otras mujeres mandos dentro de la estructura fueron visibles en la primera etapa del levantamiento armado. Tal es el caso de la Mayor Insurgente Ana María. Al momento del alzamiento, su papel fue clave. Con tan solo 26 años, ella condujo la columna de milicianos que tomó la ciudad y el edificio municipal en San Cristóbal de Las Casas, en la madrugada del primero de enero de 1994 (Castellanos y Pérez, 1994/2006). La columna que dirigió la Mayor Ana María partió de la cabecera municipal de San Andrés Larráinzar, un lugar emblemático en la organización zapatista. Un papel clave en este municipio lo tuvo también la Comandanta Ramona, quién participó en la organización social y militar que lo hizo posible. Ramona se convirtió en símbolo de la insurgencia y de las mujeres (Millán, 2006). Mujer tsotsil, con grandes capacidades para la diplomacia, era originaria del municipio de Larráinzar. Nació en el año 1959, durante su juventud no se alfabetizó ni aprendió a hablar la lengua española; estos aprendizajes los obtuvo cuando se incorporó al EZLN. Tuvo un papel relevante en la consulta que condujo a la elaboración de la Ley Revolucionaria de Mujeres. En su lugar de origen, Ramona tuvo un reconocido liderazgo, sobre todo con las productoras de textiles, y las familias ligadas con la parroquia (Pacheco, 2019).

Así, por la relevancia que las insurgentas tenían en la organización zapatista, dos artículos de la Ley Revolucionaria de Mujeres apelaban a los derechos políticos y militares, uno hace alusión al reconocimiento de su derecho a ocupar cargos de dirección en la organización y a tener grados militares en las fuerzas armadas revolucionarias. El 8 de marzo de 1994 la “compañera Hortensia” reconoció la relevancia de este día que honraba a las caídas en la fábrica de costura en Chicago, y en su declaración afirmaba:

“Nosotras, como mujeres, podemos hacer trabajo igual que los hombres. Podemos empuñar las armas no solo para ser amas de casa. Tenemos derecho a participar en la lucha armada como mujeres proletarias” (Enlace Zapatista, 1994).

Otro artículo habla del derecho de las mujeres a participar en la vida pública: “Cuarto.- Las mujeres tienen derecho a participar en los asuntos de la comunidad y tener cargo si son elegidas libre y democráticamente.” El reclamo era legítimo. Los ayuntamientos en municipios de las regiones indígenas en el estado estaban en manos de los finqueros; y en el altiplano, el poder político había sido concentrado por cacicazgos vinculados con el Partido Revolucionario Institucional (PRI), con una estructura patriarcal. Fue por ello por lo que, para las zapatistas, este artículo contenía una aspiración democrática sentida.

Durante los 30 años que han transcurrido desde el levantamiento armado y de la publicación de la Ley Revolucionaria de Mujeres, las zapatistas participan hoy en nuevas luchas, construyendo otras narrativas y resignificando las heredadas con agendas de género revitalizadas. Las nuevas generaciones han alimentado estos cambios.

A 20 y 30 años, mujeres síndicas electas de forma democrática en Larrainzar. La conquista de derechos

A veinte y treinta años del levantamiento armado, el cambio generacional de las mujeres zapatistas se hizo notar en algunos municipios chiapanecos como Larráinzar. En 2018, la abogada Elena López López asumió el cargo de síndica municipal, como primera mujer en ocupar un cargo en el ayuntamiento de ese municipio. Como ella lo ha narrado, es hija de una mujer zapatista, que participó en los procesos organizativos en ese municipio desde los años ochenta del siglo XX, y ella la acompañó en su infancia por los senderos andados.

A una década del ejercicio del principio constitucional de la paridad de género en la integración de los ayuntamientos municipales (2014), se puede afirmar que, en lo general, en la mayoría de los municipios indígenas de la Región Altos de Chiapas la incorporación de las mujeres en el registro de las planillas ha sido de manera instrumental, usándolas únicamente para cumplir con el registro paritario ante la autoridad electoral. Cuando se registran mujeres como presidentas municipales ocurre que, una vez obtenido el triunfo, el síndico (que regularmente es su esposo) es quien suele ejercer el cargo y se asume como cabeza del ayuntamiento, desplazando a la presidenta electa. Además de que con frecuencia se ha ejercido violencia directa en contra de ellas, en los municipios de Chanal, Chenalho, Oxchuc, Chalchihuitán, Aldama y Mitontic. Este es un patrón de Violencia Política contra las Mujeres en Razón de Género (VPG), de “simulación tolerada-usurpación permitida” (Burguete, 2020)

A diferencia del resto de los municipios indígenas del altiplano chiapaneco, Larráinzar es el único en donde las mujeres han sido incorporadas a las planillas (2014-2024), regularmente como síndicas y regidoras, cumpliendo con el registro de paridad. Adicionalmente, cuando la planilla ha ganado (siempre el PRI), han sido elegidas sin violencia y se les ha reconocido el ejercicio del cargo. ¿Cómo comprender esta excepcionalidad? ¿Qué procesos previos lo condujeron a esta aceptación? Y ¿cuáles fueron los cambios que ocurrieron en Larráinzar para aceptar que el principio político de la paridad de género fuera incorporado a su sistema normativo electoral del derecho propio, y a la integración de las mujeres a su gobierno indígena?

En la década de los noventa del siglo pasado Larráinzar vivió conflictos políticos internos de gran envergadura. Se dividió en dos grupos. Por un lado, los que se sumaron al EZLN, por otro, el lado que guardó lealtades al Estado a través de su militancia en el PRI. En el contexto del conflicto y post conflicto, Larráinzar fue un municipio con múltiples intervenciones de distintos actores sociales y políticos, que buscaban su pacificación. Al paso de los años, los extremos políticos se fueron suavizando, dando lugar a un nuevo tejido social, con una mayor aceptación del pluralismo.

Esta particular vocación hacia la resolución de conflictos de manera pactada se destaca en un texto escrito por Aguilar, Díaz y Viqueira, al que llamaron “Los otros acuerdos de San Andrés” (2010). Ponen de relieve que más allá de lo que pasaba en el orden nacional, en cuanto a la implementación de los “Acuerdos de San Andrés” firmados entre el EZLN y el gobierno federal y del estado en 1996, en Larráinzar los habitantes se esforzaban por llegar a acuerdos como una estrategia de pacificación y de evitar la confrontación violenta, pese a la polarización político-ideológica que cruzaba a su población.

Después de dos décadas de disputas, un factor clave para construir nuevos acuerdos políticos fue el relevo generacional en la clase política, dirigida por los hombres. Parte del problema era que el sistema de cargos había sido capturado por cacicazgos que tenían la prerrogativa de la renovación de las autoridades. Después de una lucha interna, el derecho electoral consuetudinario fue modificado. Un cambio que le precedió fue la decisión de desacralizar al ayuntamiento. El nuevo acuerdo entregó a la asamblea y al partido político la prerrogativa de decidir a los candidatos que serían llevados a la contienda electoral. El cambio más importante fue el ascenso de una nueva clase política de profesionistas universitarios. Ortelli (2017) documentó el proceso de renovación de esa clase política, dando origen a un nuevo grupo de profesionales universitarios, al que la autora nombró “renovados”. Un signo distintivo de este grupo fue la empatía con sus pares mujeres profesionistas universitarias.

En el sistema normativo entonces vigente, las mujeres carecían de derechos de ciudadanía en su comunidad. En el derecho electoral consuetudinario su voto no contaba. Aunque eran ciudadanas en el derecho del Estado nacional, toda vez que eran portadoras de una credencial de elector, carecían de derechos políticos en la ciudadanía étnica comunitaria. Rezago político que les indignaba, ya que las mujeres de Larráinzar estaban politizadas, en tanto que habían vivido en sus cuerpos, como acompañantes de sus madres, los procesos de la rebelión zapatista.

Habiendo sido la sede de los debates que condujeron a los Acuerdos de San Andrés, su población se politizó. La Iglesia progresista trabajó con su feligresía para desnaturalizar, desde la palabra de Dios, la opresión a las mujeres, pero añejas inercias lo impedían. Una vez que los jóvenes “renovados” ascendieron al gobierno municipal, las mujeres profesionistas ingresaron como trabajadoras en el campo administrativo, y luego pasaron al terreno de la lucha política. Muchas de ellas herederas de la fortaleza de sus madres, fueron abriendo grietas. Ya como funcionarias de políticas públicas, algunas de ellas fueron ganando prestigio y perfilándose como posibles candidatas a cargos de elección.

La aceptación de la paridad no fue sin embargo fácil. Como ocurrió con el resto de los municipios indígenas, en las elecciones de 2015 no fueron aceptadas y la implementación de la paridad se realizó de manera simulada, mediante el patrón de simulación del registro-usurpación del cargo.

Hubo que esperar hasta la elección de 2018, cuando una mujer fue votada como síndica municipal. La abogada Elena López López fue electa en una asamblea tersa, con acuerdos previos dentro del partido que aleccionó a que aceptaran la paridad de género (2018-2021). Ella representaba el cambio generacional. En largas conversaciones que tuve con ella (2019), me contó sobre su familia. Su madre, que vivía en una comunidad rural, fue activa participante en las luchas zapatistas. Era activa promotora de sociedades cooperativas de mujeres artesanas y campesinas, y desde allí construyó un liderazgo natural. Eran mujeres que destacaban como líderes con conciencia social, para quienes la equidad de género era un valor político en la comunidad. De acuerdo a lo registrado, y a pregunta expresa, ninguna de ellas conoció la Ley Revolucionaria de Mujeres, pero todas reconocían el liderazgo de la Comandanta Ramona como un símbolo que las representaba. Era inspiración de su lucha por ascender a los espacios de gobierno en su municipio, a los que aspiraban.

Finalmente, en 2018, un grupo de cinco mujeres, la síndica y cuatro regidoras, ingresaron al Ayuntamiento. La segunda batalla fue la aceptación de su sociedad. Enfrentaron las dudas de las autoridades tradicionales, les preocupaba el enojo de los santos, en particular de San Andrés, quien, decían, se sentiría agraviado por la presencia de mujeres y por la posibilidad que alguna mano femenina portara el bastón de mando, símbolo masculino. Las profesionistas “renovadas” tuvieron que tejer nuevas alianzas. Comenzaron desde sus familias, para que ellas a su vez ampliaran su aceptación entre las redes de parentesco.

Poco a poco la presencia de mujeres en el gobierno indígena se ha normalizado. Un complejo entramado de alianzas entre los jóvenes hombres y mujeres “renovados”, ha hecho posible que en las elecciones de 2021 y 2024, las mujeres hayan sido electas otra vez como síndicas y regidoras, sin que haya habido conflicto por ello. Aún cuando existe lucha por el poder con otras fuerzas políticas, estas incorporan también a las mujeres; la paridad de género ya se ha establecido en el diseño del gobierno municipal.

A manera de reflexión final

La Ley Revolucionaria de Mujeres dejó un legado que alcanza a todas las mujeres, al delinear un nuevo horizonte, configurando una otra forma de vivir, no solo de las mujeres zapatistas, sino de las mujeres indígenas todas, pues modificó los imaginarios colectivos sobre el ser mujer indígena. Los reclamos de la ley eran el grito desgarrador de generaciones de mujeres violentadas, que proponía otro modo de ser y de relacionarse con los hombres, otro lugar y otro trato en la familia y en la comunidad, desmontando lo que habían sido ellas, sus madres y sus abuelas.

A treinta años, el EZLN sigue dando cuenta de su vigencia. Lo hace en procesos encarnados en sus juventudes, tanto las que son orgánicas por permanecer en su militancia, como en aquellos relevos generacionales que, aunque ya no forman parte de la estructura organizativa, sin embargo, llevan la herencia de la lucha que ha dejado marcas organizativas que diferencian al municipio de otros vecinos.

El protagonismo de las mujeres zapatistas en los años noventa del siglo XX alumbró caminos para las luchas de las mujeres de otros pueblos indígenas de México y del continente; su alta participación en las filas del zapatismo, que se estima en una tercera parte de la militancia en los momentos del alzamiento, las hizo visibles y, aún frente a todo, fueron ganando protagonismo y convirtiéndose en símbolos de la resistencia. Sus luces alcanzaron a iluminar otros esfuerzos de mujeres organizadas, que progresivamente fueron ganando voz.

El cambio generacional es uno de los rasgos más importantes a treinta años del alzamiento, y lo es, particularmente, por la pujanza de sus juventudes femeninas, que han sido las protagonistas centrales de las distintas actividades que han hecho permanecer la mirada en el EZLN como un movimiento social vigente, que mantiene la resistencia al convocar a “las mujeres que luchan”. Pero esta resistencia heredada de sus ancestras también está en las luchas cotidianas, como hemos dado cuenta en la experiencia de Larráinzar. El impacto del zapatismo no se agota en la militancia activa dentro de las filas del EZLN, otras luchas también se alimentan de esa historia viva, de un pasado siempre contemporáneo.

Referencias citadas

Aguilar Hernández, E., Díaz Teratol, M. y Viqueira, J. P. (2010). “Los indígenas de Chiapas y la rebelión zapatista”. En M. Estrada y J. P. Viqueira (coords.), Microhistorias políticas (pp. 331-417). El Colegio de México.

Burguete Cal y Mayor, A. (2020). Paridad y violencia política en razón de género en municipios indígenas de Chiapas (2015-2018): una aproximación con perspectiva intercultural. Instituto de Elecciones y Participación Ciudadana del Estado de Chiapas (IEPC). https://www.iepc-chiapas.org.mx/archivos/gaceta/Cuadernillo_No3.pdf

Castellanos, L. y Pérez, M. (2006, 9 de enero). “‘No nos dejen solas’: Entrevista con la comandanta Ramona y la Mayor Ana María”. Agrupación de profesionales. Partido Comunista de Madrid.  (Publicado originalmente en Doble Jornada, 7 de marzo de 1994)

Comité Clandestino Revolucionario Indígena-Comandancia General del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (CCRI-CG del EZLN) (1996, 8 de marzo). Celebración del día de la mujer que lucha, de la mujer digna. Enlace Zapatista. https://enlacezapatista.ezln.org.mx/1996/03/08/celebracion-del-dia-de-la-mujer-que-lucha-de-la-mujer-digna/

Enlace Zapatista (1993, 31 de diciembre). Ley Revolucionaria de Mujeres. https://enlacezapatista.ezln.org.mx/1993/12/31/ley-revolucionaria-de-mujeres/ (Reproducido de El Despertador Mexicano, Órgano Informativo del EZLN, México, No.1, diciembre 1993)

Enlace Zapatista (1994, 8 de marzo). Compañera Hortensia: Nosotras, como mujeres, podemos hacer trabajo igual que los hombres. Podemos empuñar las armas. https://enlacezapatista.ezln.org.mx/1994/03/08/companera-hortensia-nosotras-como-mujeres-podemos-hacer-trabajo-igual-que-los-hombres-podemos-empunar-las-armas/

Hernández, R. A. (2002). “Distintas maneras de ser mujer: ¿Ante la construcción de un nuevo feminismo indígena?” Red de Mujeres en Argentina. https://centroderecursos.cultura.pe/sites/default/files/rb/pdf/Distintas-maneras-de-ser-mujer.pdf

Le Bot, Y. (1997). Subcomandante Marcos. El sueño zapatista. Plaza & Janés.

Marcos, S. (2014). Actualidad y cotidianidad: la Ley Revolucionaria de Mujeres del EZLN, 20 años después. CIDECI-Unitierra Chiapas. https://sylviamarcos.wordpress.com/wp-content/uploads/2017/02/planetaria-actualidad-y-cotidianidad-ley-revolucionaria-de-las-mujeres-del-ezln-web.pdf

Millán, M. (2006). Participación política de mujeres indígenas en América Latina: El Movimiento Zapatista en México. Instituto Internacional de Investigaciones y Capacitación de las Naciones Unidas para la Promoción de la Mujer (INSTRAW). https://corteidh.or.cr/tablas/CD0307-12.pdf

Ortelli, P. (2017). “‘Trascender el Cargo’ Gobierno Local Indígena y Profesionalización en los Altos de Chiapas (México)”. Revista de Estudos & Pesquisas sobre as Américas, 11(2), 52-69. https://periodicos.unb.br/index.php/repam/article/view/15941

Pacheco, L. (2019). “Nosotras ya estábamos muertas: Comandanta Ramona y otras insurgentas del Ejército Zapatista de Liberación Nacional”. Trayectorias Humanas Transcontinentales (6), 66-79. https://www.unilim.fr/trahs/1881&file=1/

Subcomandante Insurgente Marcos (2000, 8 de marzo). ¡Insurgentas! La Mar en marzo (carta 6.e). La Historia del aire de la noche. Enlace Zapatista. https://enlacezapatista.ezln.org.mx/2000/03/08/insurgentas-la-mar-en-marzo-carta-6-e-la-historia-del-aire-de-la-noche


  1. Correo electrónico: araceli_burguete@yahoo.com.mx
  2. Las diez leyes son (en orden de publicación): Ley de Impuestos de Guerra; Ley de Derechos y Obligaciones de los Pueblos en Lucha; Ley de Derechos y Obligaciones de las Fuerzas Armadas Revolucionarias; Ley Agraria Revolucionaria; Ley Revolucionaria de Mujeres; Ley de Reforma Urbana; Ley del Trabajo; Ley de Industria y Comercio y Ley de Justicia. Ver https://enlacezapatista.ezln.org.mx/category/1993/.