Sara de Yavé Escobedo Ávila y Lucero Fuentes Barrera
Maestría en Antropología Social, CIESAS Ciudad de México
Este texto se publicó por primera vez en inglés con el título “Agricultural Systems and Food Patterns” en el volumen 8 del Handbook of Middle American Indians, coordinado por Robert Wuachope, y editado por la Universidad de Texas en Austin. La traducción al español, supervisada por el autor, fue posteriormente publicada en una compilación de textos titulada Guía y lecturas para una primera práctica de campo, que diseño la antropóloga e hija del autor, Jacinta Palerm Viqueira, para el adiestramiento de los estudiantes en las técnicas del trabajo de campo.
El artículo de Ángel Palerm se distingue por su pluma versátil, un rico contenido en términos agrícolas y conceptos agrarios que siguen siendo usados hoy en día. El texto conserva su vigencia, pues reúne información valiosa, acompañada de dos aspectos clave: una sutil perspectiva crítica, y un análisis de dimensión histórica. El texto sintetiza la información de manera competente acerca de diversos elementos del campo mexicano y eso le agradará al lector ávido de conocimiento antropológico agrario.
Aunque el título puede parecer controvertido, pues alude a una “Mesoamérica Contemporánea”, porque cuando Kirchhoff define a Mesoamérica con base en un patrón geográfico-lingüístico y cultural que se tuvo en común durante el pasado prehispánico, su culminación temporal llegó con la Conquista. Pero dentro del texto este concepto es retomado por Palerm de manera analítica, porque de manera intencional no considera la formalidad de que la famosa “súper área cultural” mesoamericana, termina en el año 1521. En el título del artículo hay una invitación a pensar en la continuidad de los saberes nativos del campo que aún perduran. Un complejo conocimiento se hace presente por medio de los sistemas agrícolas tradicionales, el autor brinda las pautas para reflexionar sobre esto a lo largo del texto.
El autor detalla múltiples aspectos del campo mexicano como lo son: el territorio, el calendario, la diversidad de frutos, los materiales de siembra y las técnicas agrarias. Subraya los beneficios que se obtienen del uso de los conocimientos tradicionales, porque sus raíces históricas reconocen el papel del medio ambiente de una manera distinta a la perspectiva occidental. Además las técnicas productivas en las que se repara son todavía practicadas en distintos lugares del país. Esas técnicas son: el sistema de roza, el sistema de barbecho, el sistema de secano intensivo y el sistema de humedad y riego. Dentro del sistema de humedad y riego se encuentra la técnica de cultivo más sofisticada existente, las chinampas. Palerm aclara que las chinampas no deben ser nombradas “Jardines Flotantes”, porque en realidad se trata de la técnica de cultivo más especializada y compleja de Mesoamérica.
El conocimiento de Palerm respecto al tema es casi enciclopédico, pues detalla las prácticas y técnicas de cada uno de los cuatro sistemas, que por supuesto involucran mucho más que la siembra y la cosecha. Cada sistema es propio y está adaptado a un tipo de región y condición climática específica en concordancia con la clasificación tradicional del tipo de tierra: fría, templada o caliente. En el texto también se describen las técnicas especiales aplicadas en los cultivos del maguey, nopal, cacao, café y vainilla. En el artículo se incluye un compendio de las plantas cultivadas en el territorio mexicano, distinguiendo los cultivos originarios de los traídos por los españoles.
Hay una particular atención a la famosa “triada mesoamericana”, compuesta por el maíz, el frijol y la calabaza, porque tuvo una distribución general en toda Mesoamérica y formó parte elemental de la milpa que asocia a otras plantas. Que hubiera un cultivo de maíz, frijol y calabaza en toda el área mesoamericana, hizo que estos cultivos fueran parte de la base alimenticia de los mexicanos, de ahí que en la actualidad continúen en nuestra dieta y se tenga de ellas un múltiple aprovechamiento. Gracias a las diversas especies de cada una, hoy podemos presumir de una rica y variada gastronomía.
Entre las plantas cultivadas desde antes del arribo de los españoles están: los chiles, la alegría, la piña, el haba, el epazote, el chayote, la pitahaya, el camote, la yuca, el pitayo y dos tipos de chía. Entre los árboles frutales precolombinos, encontramos las anonas, el achiote, el ramón, el nanche, la papaya, el aguacate, el tepejilote, el cacao, el chalahuite, el capulín, el izote, y el zapote mamey. Asimismo, las plantas de importancia comercial y que tienen un principal propósito no alimenticio, son el henequén, el coco y el algodón.
También dedica un espacio a las plantas poscolombinas, entre las que se encuentran: el trigo, la cebada, la avena, el garbanzo, la haba europea, el chícharo, el arvejón, la lenteja, el café, la caña de azúcar, el ajonjolí, el cacahuate, la cebolla, el nabo, la remolacha, la berenjena, la col, la zanahoria, la lechuga, el pepino, la coliflor, la espinaca, el apio, el perejil, la menta, el melón, la sandía y la fresa. Los árboles frutales adoptados por los campesinos indígenas son: el plátano, la naranja, el limón, la lima, la uva, la manzana, el durazno, el higo, la nuez, el perón, el membrillo, la pera, el mango, la granada y el chabacano. También hace alusión a la papa, que es de origen sudamericano; y no fue traída de otros continentes.
En el artículo no se omiten las plantas florales y medicinales, aunque no las enumere a detalle por su cultivo indistinto. La cempoaxúchitl tiene un lugar honorífico, por ser la flor ritual de los muertos; y su siembra es sólo de importancia para el mercado nacional. La raíz purgante de jalapa y la zarzaparrilla son las dos plantas medicinales mesoamericanas que se mencionan por la manera significativa en la que se cultivan, junto con la aclaración de que se trata de una variedad mucho más amplia. El llamado tecomate o calabaza es cultivada para hacer recipientes y el zacate y bambú para hacer casas. Finalmente Palerm se ocupa de explicar el uso de los implementos agrícolas. Algunos son de origen prehispánico como el espeque, la azada, la coa, el machete y el hacha; otros dos traídos del Viejo Mundo – la azada y el arado – han sufrido múltiples modificaciones y adaptaciones por parte de los campesinos mexicanos.
El autor aclara la importancia de la organización social a la hora de distribuir el trabajo agrícola, tomando en consideración la edad y el sexo de los integrantes de la unidad familiar. El texto es una guía imprescindible para entender mejor al campo mexicano, facilitando la distinción entre los variados cultivos, así como sobre la participación colectiva en el trabajo agrario. Palerm señala la complejidad de la agricultura indígena mesoamericana y critica que sea subvalorada, invitándonos a reflexionar sobre la dinámica familiar en la actividad agricultora.