Mara Toledo y Andrea Torres
Maestría en Antropología Social, CIESAS Ciudad de México
Cuando la incertidumbre se deslizó silenciosamente en nuestros hogares, inmersas en un mar de desconcierto mundial, nos acercamos por primera vez a las letras de Ángel Palerm. A cada página agradecemos la sencillez y precisión de su prosa, pues nos permite avanzar con agilidad por su monografía Observaciones sobre el desarrollo agrario en Israel.
Publicado en 1964, este libro le fue encomendado cuando ocupaba el cargo de Director del Departamento de Asuntos Sociales, de la Organización de Estados Americanos (OEA). En concreto, debía identificar qué de las experiencias italianas e israelíes en materia agraria podían constituir una fuente de enseñanzas aplicables a los países americanos; así como obtener información sobre sus programas de desarrollo rural, para que posteriormente la OEA fomentara la capacitación de técnicos latinoamericanos a través de intercambios internacionales con dichos países. El financiamiento de la misión provenía de recursos estadounidenses.
A lo largo de tres exposiciones, Palerm desentraña cómo la conformación del Estado israelí fue posible debido a la ejecución de un plan integral que conjuntó al mismo tiempo un proceso de poblamiento territorial y de desarrollo agrario, en tierras hostiles tanto por sus características ambientales como por sus tensiones con los habitantes árabes. A continuación, rescatamos los puntos que más llamaron nuestra atención de cada exposición junto con nuestra interpretación desde una mirada actual.
En primera instancia, las tierras en donde los judíos decidieron realizar el poblamiento agrícola, presentaban características complejas que los obligaron a desarrollar una tecnología avanzada. Palerm resalta su alto nivel de educación y receptividad tecnológica. El poblamiento fue posible por las oleadas de judíos que comenzaron a llegar desde distintos puntos del orbe, a causa de las revoluciones en el este y centro de Europa, así como la aparición del nazismo, entre otras muchas razones. Cada ola inmigratoria trajo consigo su propia visión de lo que significa ser judío. A su vez, geopolíticamente hablando, se convirtieron en un foco occidentalizado al interior de una región árabe musulmana, lo cual desencadenó guerras y tensiones hasta la fecha vivas. Palerm describe “una mística de la acción basada en el retorno a la tierra de origen”, lo cual se apoya en una ideología compartida entre judíos por hacerse de un espacio propio para “crear un tipo mejor de sociedad”. En esta primera exposición, nuestro autor nos describe cómo el poblamiento de Israel se realizó en un periodo de casi un siglo, en donde se originan distintos tipos de organización socioeconómica que lejos de sustituir buscan ir mejorando y agregando. De tal modo que coexisten distintos modelos que van desde los moshava, donde los judíos son propietarios de las tierras y la mano de obra asalariada recae en los árabes; hasta los moshaf situfi, que cruzan el modelo kibutz (con su tenencia común de los bienes, trabajo y vida cotidiana colectiva e ingreso regulado según necesidades) y de moshav ovdim (libre disposición del ingreso y vida privada tradicional tipo europea).
La segunda exposición muestra esquemáticamente las principales instituciones nacionales que participaron en las comunidades agrarias y la política del poblamiento. Las inmigraciones provenían de Marruecos, Túnez, Yemen, Kurdistán, Rumania, Hungría, Trípoli, Irán, Polonia, Tánger y Francia, así como descendientes de viejos colonos de Palestina. Las primeras instituciones eran débiles y desorganizadas; posteriormente, se constituyó el Fondo Nacional Judío y el Departamento de Colonización de la Agenda Judía, cuya funciones especializadas eran la adquisición de tierras; el traslado y asentamiento de la población; además de búsquedas de financiamiento. La relación que las personas tenían con la tierra, no se reducía a factores económicos, sino religiosos y sociales. El régimen de propiedad pública o privada no afectaba necesariamente la forma de organización socioeconómica de las comunidades. Las formas individuales coexisten con las colectivas aunque hay una tendencia a las primeras. El sistema de arrendamiento concede derechos reales a los pobladores. Además, regulan el uso inadecuado de la tierra a partir de preceptos bíblicos –el Talmud– articuladas con normativas jurídicas.
En la tercera exposición, Palerm aborda las principales federaciones democráticas y no lucrativas que cubren Israel: Tenue y Tnuva– que se encargaban del mercadeo de los productos agrícolas y organizan la exportación y la venta a mercados extranjeros. El desarrollo agrario de Israel tuvo fuertes inyecciones de capital interno y del extranjero, principalmente de Estados Unidos y Alemania. Sin embargo, la principal causa del desarrollo agrario de Israel fue el adiestramiento de los campesinos en el uso de la tecnología agropecuaria para hacer frente a las hostilidades ambientales. La educación agraria fue una pilar en este proceso. Había alrededor de 30 escuelas agrícolas en todo el país. Palerm destaca del Plan Lajich, como un ejemplo de plan regional que no solo abarca los aspectos económicos, sino el sistema de creencias y valores. En dicho plan se busca, por un lado, disminuir las tensiones interculturales que existían en la región, y por otro, establecer un equilibrio dinámico entre el campo y la ciudad, a través de la nivelación de salarios y el mejoramiento de las condiciones de vida de las zonas rurales. Lo cual estaba enfocado a mitigar la migración interna del campo a la ciudad para evitar la sobrepoblación urbana, con el consecuente abandono de las zonas rurales. Para ello se implementaron centros urbanos y semiurbanos, colocados en áreas estratégicas a manera de puente, que funcionaron como instrumentos de transculturación: sinagogas, escuelas, bibliotecas y espacios deportivos dirigidos principalmente a jóvenes. Palerm, como cierre de su texto, afirma que el caso del desarrollo agrario de Israel constituye un ejemplo educativo y práctico para pensar en los procesos particulares de América Latina y de México.
Comentarios finales: Consideramos importante destacar que Ángel Palerm critica las formas de integración forzada, que suelen utilizarse en países en donde ha habido fuertes tensiones internas por las diferencias religiosas y socioculturales. Él propone que, para el caso de Israel, es preferible asegurar la libertad de organización económica que prefieren los pobladores judíos de acuerdo con su sistema de creencias y valores. No obstante, consideramos que una reapropiación de la monografía de Palerm implicaría necesariamente el análisis de lo que ha sucedido con la población árabe de esa región. Desde una mirada geopolítica, Israel se ha convertido en un contrapunto que fractura a Oriente Medio frente a Occidente. A su vez, la expulsión de los árabes ha generado procesos violentos que desarticulan núcleos familiares y en parte fortalece los discursos de odio en torno a dichas comunidades a nivel mundial. Si bien el propósito de la investigación de Palerm está encaminado a analizar los modelos de programas de desarrollo rural con el fin de mejorar los procesos latinoamericanos en la materia, sería interesante explorar las motivaciones sionistas detrás del apoyo para fomentar el fortalecimiento rural. Es decir, indagar en las porosidades del proceso social, a partir de la experiencia judía actual.
Por otro lado, a partir de la revisión biográfica y bibliográfica, vemos en Ángel Palerm a un antropólogo multifacético interesado no sólo en la enseñanza de la disciplina sino en el fomento incipiente de la antropología aplicada, nacida desde las necesidades internas de las comunidades y no de los dictados estatales.