Eréndira Martínez Almonte[1]
Etnohistoriadora y Antropóloga Social
“Nos han querido borrar, pero aquí estamos.
Y estamos con todos nuestros muertos…”
Luna Marán; Xun Sero (2021)
Banner oficial de Original. Encuentro de arte textil de arte mexicano.
Original. Encuentro de arte textil mexicano es un evento impulsado desde la Secretaría de Cultura del Estado mexicano, el cual se ha vendido como movimiento cultural, y que tras el “éxito” de su primera edición, ya se prepara el espectáculo de 2022. Sin embargo, desde la antropología esta categorización de “movimiento cultural” me resulta bastante problemática: ¿a qué se refieren con movimiento cultural? ¿qué se está entendiendo por cultura? ¿realmente esta definición se ajusta a las características de un evento, cuyo costo excedió los 35 millones de pesos? ¿quién pone en marcha este movimiento? ¿las y los artesanos? ¿el Estado mexicano? ¿sus representantes? ¿los pueblos indígenas? ¿las empresas con quienes se pretende tejer alianzas? ¿los y las cosumidoras? ¿todxs lxs involucradxs? ¿A quiénes está dirigida la discursiva? ¿quién se beneficia de este movimiento? ¿en qué impacta a nivel estructural o social? Todas estas preguntas me surgieron cuando me enteré del evento, cuando vi las pasarelas, cuando asistí a Los Pinos y cuando, a casi un año de este evento, no he visto cambio alguno en lo que respecta al tema textil, a la indumentaria en nuestro país y a la relación que la sociedad y el Estado mexicano mantienen con los pueblos y naciones originarias.
Soy consciente de que parecen muchos temas los que pretendo abordar, por lo que iniciaré este texto exponiendo desde dónde y por qué escribo sobre esto. Soy etnohistoriadora de formación, cuya investigación estuvo centrada en la producción textil del pueblo de Angahuan, Michoacán, posteriormente tuve la oportunidad de trabajar con cineastas de diferentes pueblos indígenas. Escribo como una mujer de la periferia, madre soltera y que a lo largo de mi vida he tenido que lidiar con el machismo y el clasismo. No obstante, también reconozco que tengo varios privilegios: pude maternar en comunidad, con apoyo de mi madre, hermana, sobrinas y amigas, logrando acceder a una educación universitaria (excesivamente centralizada, pero que pude costear).
De igual forma, uno de los privilegios con los que cuento y que se relacionan directamente con este texto, es el hecho de que nunca he encarnado el racismo. Cuento con el famoso White passing, por tal motivo jamás he recibido burlas por mi color de piel, nadie me ha discriminado cuando uso huipiles, ni han dado por hecho mi nivel socio-económico. Esto es importante porque escuchando, conociendo y aprendiendo de las vivencias de las mujeres con las que he colaborado, es que surgen los cuestionamientos sobre Original. Encuentro de arte textil de arte mexicano y el objetivo del mismo.
Así mismo, este texto está enmarcado y sustentando por la categoría de Curaduría Estatal o Curaduría Institucional, la cual desarrollé a detalle en mi tesis de maestría (Martínez, 2021), y que explica la manera en que operan este tipo de eventos, los cuales son planeados e implementados desde las élites hegemónicas que conforman al Estado. Uso esta categoría retomando los postulados de Michael Bhaskar (2017). Se trata de un concepto, que emerge de la museografía, y que funciona para explicar la manera selectiva en la que el Estado visibiliza ciertas representaciones y producciones materiales de las culturas indígenas, a la vez que excluye o silencia otras.
A grandes rasgos, el autor habla del poder e importancia que tiene la selección-refinamiento de objetos y contenidos, en un mundo donde abundan los excesos y la diversidad de opciones. Considero que uno de los puntos centrales de esta categoría es el tema del refinamiento, y que a mí me gustaría añadir que otro de los quehaceres de la curaduría es el blanqueamiento y occidentalización de lo que está siendo curado. Según Michael Bhaskar, la importancia de esta actividad radica en que las y los curadores tienen gran influencia en las masas populares, por lo que son transmisores de discursos. Esto lo logran gracias a que se les reconoce por su “buen gusto”, lo cual se sustenta en las opciones que mejor se acoplen a sus criterios estéticos y su concepto de calidad.
En el reconocimiento de estas características como “buena curaduría”, es que propongo que el Estado mexicano se ha comportado como todo un curador experto. En donde ha seleccionado, ante la saturación de posibilidades, tanto a sujetos, como a todas aquellas características de los pueblos indígenas que le han sido cómodas y eficaces para mantener un discurso nacional coherente, la identidad de lo mexicano, el mito del mestizaje y la reproducción del imaginario institucional de la indigeneidad.
Esta idea de selección realizada por el Estado también es mencionada por la lingüista ayuuk Yásnaya Aguilar Gil, cuando señala que este tipo de prácticas se llevan a cabo a partir de una compleja relación asimétrica de poder.[2] Como podemos apreciar esta selección, monopolización y jerarquización de parte de las identidades, es lo que configura la curaduría que es visible en museos etnográficos, de culturas populares y eventos oficiales relacionados con los pueblos indígenas. Donde las personas son presentadas como objetos, reproduciendo la misma lógica folclorizante de siglos pasados.
Las y los representantes del Estado, hacen una cuidadosa selección de personajes que se acoplen a sus discursos o que sean afines a los intereses estatales. Situación que, como se ve actualmente, también incluye a funcionarios y funcionarias procedentes de comunidades indígenas, quienes terminan reproduciendo las mismas lógicas y discursos hegemónicos. Con esto no pretendo negar la agencia de las o los participantes, pues al final estas son decisiones personales de las cuales también se obtienen beneficios. Así mismo, reconozco la importancia de ocupar estos espacios que durante años les han sido negados, ya que la visibilización y la representación importan. Sin embargo, es necesario reconocer que esto no genera cambios en las estructuras coloniales, racistas y violentas en las que se sostiene el Estado mexicano.
Toda esta maquinaría curatorial es lo que ha sido Original. En este evento, como en otros, el Estado mexicano se apropia de rasgos y particularidades de los pueblos para “refinarlos” o “blanquearlos”, para mostrarlos en un espectáculo al estilo de las pasarelas de grandes marcas de moda occidentales, presentar las prendas al estilo de galerías de arte, presentando la indumentaria en cuerpos hegemónicos, todo esto con la finalidad de incorporarlos a la identidad nacional mexicana, al mito del mestizaje, donde todas y todos somos dueños de la cultura material e inmaterial de los pueblos. El Estado mexicano es el principal apropiador cultural y uno de los primeros extractivistas, así lo han señalado también las activistas Yásyana Aguilar y Tajëëw Díaz:
De todos los mecanismos de los procesos extractivos, que afectan tanto al territorio y los bienes naturales de los pueblos indígenas como a sus manifestaciones estéticas y culturales, el discurso del mestizaje ha sido uno de los más funcionales en México pues oculta, al enaltecer la supuesta mezcla cultural, fenómenos de apropiación indebida (Díaz; Aguilar, 2021: 88).
“Han pretendido que no soñemos.
Pero tenemos nuestros sueños propios.
Universos propios.
Nuestros propios monstruos.
Nuestras propias limpias.”Luna Marán; Xun Sero (2021)
Una vez expuesto este marco teórico-conceptual es que podemos adentrarnos en qué es lo que significa o implica un evento como original. Considero relevante mencionar que las denuncias, quejas y reflexiones sobre Original, ya han sido expresadas por varias personas, algunas como participantes, otras como asistentes-especialistas en textiles y así como colectivos excluidos del evento,[3] por lo que este texto no pretende más que abonar un poco más al tema. En teoría, Original nace como:
un espacio de encuentro anual que reúne a maestras y maestros artesanos, diseñadores tradicionales y no tradicionales con empresas nacionales e internacionales. Dedicado a la exhibición del trabajo artístico de los pueblos y las comunidades creativas de México, en este espacio de intercambio las comunidades y las marcas comerciales pueden trabajar de manera justa y ética. Juntos buscamos generar canales de vinculación y comunicación. (Original. Página web oficial)[4]
El contexto actual de extractivismo y apropiación de diseños, técnicas y prendas de la indumentaria de los pueblos indígenas, por parte de grandes marcas de reconocimiento internacional y que se llevan a cabo con fines de lucro, exigen que el Estado mexicano tome cartas en el asunto para que exista una legislación y un resarcimiento del daño hacía las comunidades afectadas, este evento no parece ser la solución a estos problemas. No pretendo ahondar mucho en las leyes de derechos de autor y el choque que implica con las concepciones que se tienen desde los pueblos del uso indebido de estos diseños, pues este es un tema que puede abordarse mejor desde la antropología jurídica. Aunque el reclamo por parte de algunos sectores de artesanas es claro: las marcas no pueden seguir enriqueciéndose a partir de ellos.
Este evento, con todas sus aristas, no son asunto menor, es claro en el hecho de que la reconocida revista de moda Vogue, publicó un artículo sobre el evento, en el cual reproduce los discursos nacionalistas y paternalistas que han formado parte de lo que supuestamente es lo “mexicano”. De igual manera echa mano de lo dicho por las grandes empresas de moda, que han preferido cubrir sus prácticas extractivistas bajo el nombre de “homenajes”:
La riqueza cultural de México es infinita y extremadamente variada. Si hablamos exclusivamente del diseño, el movimiento ORIGINAL es la respuesta a una serie de homenajes que promueven la visibilización del diseño mexicano en cada una de sus variantes […] ORIGINAL está altamente enfocado a construir ese vínculo tan necesario entre artesanos y diseñadores con las marcas nacionales e internacionales, para trabajar en conjunto y crecer hacia la misma dirección de manera equitativa.[5]
Dicen que el camino al infierno está lleno de buenas intenciones, y este es el mejor ejemplo de ello. Con este evento se pretende que la comercialización de los productos de los pueblos, naciones y comunidades indígenas se introduzcan en el mercado capitalista de una mejor manera. Así mismo, según la página oficial se busca
Promover el diseño mexicano en el mundo […] Queremos contribuir a cambiar las reglas de la industria de la moda y el diseño y orientar sus prácticas hacia el comercio justo, el intercambio ético, la sostenibilidad y el reconocimiento entre iguales.
con esta declaración se abre la puerta al usufructo de las diversas concepciones de entender el mundo, dentro de un marco legal correspondiente al derecho positivo occidental.
Con este llamado “movimiento cultural”, que busca posicionar el “diseño mexicano”, nuevamente se homogeneiza a los pueblos, se les presenta como un todo completo de lo que es ser “mexicano”, invisibilizando las diversidades y particularidades de cada territorio. Se busca “cambiar las reglas de la industria de la moda” a través de que las y los artesanos se adapten a las necesidades del sistema, que se mercantilicen y se distribuyan de manera eficaz las identidades. Tajëëw Díaz y Yásyana Aguilar señalan que:
mercantilizar un objeto implica volverlo una simple mercancía, despojándola no sólo de su significado original sino muchas veces de su origen, al colocarlo en un mercado ajeno a las dinámicas que lo originaron. Ponerlo de moda, volverlo deseable para las personas externas a las comunidades que lo consumen […] promocionándolos en cuerpos aceptados y validados, invisibiliza los procesos de violencia que aún viven las comunidades y las personas de las comunidades que crean las prendas. (Díaz y Aguilar, 2021: 98)
Con esto no se pretende juzgar a los y las artesanas que deciden poner a la venta todo tipo de productos que forman parte de su identidad y su cotidiano, y que la llamada población mestiza aprendamos a valorar y a pagar por ellos, al final todas y todos tenemos cuentas que pagar. Gran parte de las personas que participaron en Original son tejedoras o colectivos conformados por mujeres, quienes se han convertido en el sostén económico de sus hogares, otras muchas que han conseguido la independencia económica a partir de la venta de estas prendas y otras tantas han logrado salir de relaciones de violencia gracias a su labor como artesanas y comerciantes. Es obvio que estos espacios de expo-venta son necesarios, sin embargo, también generan grandes problemáticas al interior de las comunidades.
“No somos tú,
somos otras millones de formas de existir.
Crecimos viendo de frente al sol…”Luna Marán; Xun Sero (2021)
El lugar elegido para llevar a cabo el evento fue el Complejo Cultural de Los Pinos, una vez más atendiendo a esta lógica centralista, a donde sólo algunas personas pueden acceder. El acceso a este tipo de eventos o exposiciones es privilegio sólo de algunos cuantos provenientes de colonias vecinas o la zona conurbada de la Ciudad de México. Así mismo, las fuentes oficiales del evento señalan cerca de 3 mil participantes, pertenecientes a más de 100 regiones del país, algunas notas de periódicos señalaban la representación de las 32 entidades federativas.
Pero, ¿de dónde provenían las y los participantes? Según los datos obtenidos en la página web del evento (personas, colectivos y talleres) había 32 representantes de Oaxaca, 21 de Chiapas, 12 de Michoacán, 11 de Guerrero, 10 del Estado de México, 7 de Puebla y 7 de Yucatán, 6 de Ciudad de México, 5 de Guanajuato, 4 de Tlaxcala y 4 de Sonora, 3 de: Baja California, Campeche, Colima, Chihuahua, Hidalgo, Jalisco y San Luis Potosí; 2 de Aguas Calientes, Coahuila, Morelos, Querétaro, Quintana Roo, Sinaloa, Veracruz y Zacatecas; un solo representante de Nayarit, Tabasco y Tamaulipas; mientras los grandes ausentes fueron Durango y Nuevo León, los o’dam de la sierra duranguense no fueron considerados, así como tampoco ningún colectivo de la diversidad cultural migratoria que existe en Nuevo León.
Es claro que no puede existir una representación equitativa en un país tan diverso y cuya densidad de población de pueblos indígenas es tan variable, pero tampoco podemos negar que hay una sobrefolclorización de los estados de Oaxaca, Chiapas y Michoacán. Esta curaduría estatal nos hace pensar que hay regiones que simplemente no tienen una tradición textil o artesanal, o que no vale la pena considerar o mostrar. ¿Quiénes y cómo estuvieron representados? ¿Acaso Veracruz, San Luis Potosí, Nayarit, Puebla o Sinaloa no tienen la suficiente densidad para tener más representación? ¿Cuáles fueron los criterios que llevaron a decir qué estado sí y cuáles no participarían?
Tal pareciera que se sigue reproduciendo la lógica de priorizar aquellos pueblos que vienen de una tradición “mesoamericana”, aquellos cuyos registros arqueológicos son grandes y suntuosos. Sin embargo, incluso en esta selección se dejaron fuera territorios que sí corresponden a esta lógica de las grandes ciudades “civilizadas”, por lo que el olvido de los habitantes que resisten más allá de los ya tan señalados límites de Mesoamérica, se invisibilizan aún más, como si no existieran, como si pudieran contarse con los dedos de una mano, cuando no es así, existen y resisten, también necesitan espacios de representación, más no de hiperfolclorización.
Por otro lado, constantemente se resaltó la presencia de 3 mil de los mejores artesanos y artesanas del país. Y en este punto debemos preguntarnos cuál es el criterio a considerar quién es mejor y quién no. Es como si a través de esta curaduría el mensaje que se envía al público general es que existen artesanas de primera o segunda categoría. Características atribuidas a partir de la voz de especialistas textiles, cuyos parámetros se marcan a partir del blanqueamiento y refinamiento de la indumentaria, las cuales corresponden a las lógicas de “calidad” y “finura”, sin importar el contexto de uso o las necesidades cotidianas de las prendas. Al final, este tipo de selección de personas genera conflictos al interior de las comunidades, pues se desarrolla una “humana envidia”, tal como lo señalaron las mujeres del colectivo Texturas de Oaxaca (quienes no fueron invitadas pese a su insistencia), pues ellas reconocen que eventos de tal magnitud significan una gran oportunidad económica.
No obstante, debo señalar que el hecho de reunir tantos artesanos y artesanas en un mismo espacio también genera problemas, esto debido a que no todas tienen las mismas ventas, pues hubo quien vendió mucho, en oposición a otras personas que simplemente comentaron: “pues ha estado bajo”, convirtiendo el evento en una disputa constante por obtener clientes y ventas, tal como sucede en cualquier tipo de mercado económico global. Es de esta manera que el Estado mexicano, a través de su curaduría, genera tensiones, conflictos y rupturas al interior de los pueblos, sin hacerse cargo de las implicaciones que esto pueda tener.
El Estado crea, sostiene y respalda cacicazgos, pues pareciera que el repositorio tradicional de la creación textil se resguarda en las manos de unas cuantas familias o colectivos. Considero necesario aclarar que esto no es la regla, pues existen varias maestras artesanas que comparten sus saberes y conocimientos con otras mujeres de la comunidad, permitiéndoles acceder al mercado y, por lo tanto, a cierta independencia económica. Al compartir sus saberes, estas mujeres (y varones, también) crean toda una escuela, sin embargo, a diferencia de cualquier docente reconocido por el sistema educativo mexicano, ellas no reciben un sueldo, no tienen derechos laborales, ni posibilidades de aspirar a una pensión; pese a que llevan a cabo un trabajo manual tan pesado que se traduce en fuertes implicaciones en la salud, sobre todo en la cadera y en la vista, regresaré a este punto cuando hablemos del presupuesto utilizado en este magno movimiento cultural.
“Crecimos defendiendo la tierra que pisamos.
Moriremos en ella otra vez.”Luna Marán; Xun Sero (2021)
Esta lógica de búsqueda de refinamiento estuvo presente durante todo el evento, desde la organización. Aquí es donde entra a escena la empresa EnLíneaCubo, la cual fue la encargada de la logística del evento, escenografía, música, ambientación y la contratación de modelos para cubrir uno de los momentos cumbres del espectáculo: las pasarelas de moda. Para llevar a cabo estas actividades pareciera que la empresa buscaba cubrir la cuota de inclusión, pues fueron llamadas algunas personas representantes de algunos pueblos indígenas, como fueron Lorena Ramírez, reconocida corredora rarámuri; así como la poeta purépecha Rubí Tsanda Huerta. Esto frente a todo un desfile de cuerpos blancos, hegemónicos y socialmente aceptables, altos, delgados y esbeltos, muchos con ojos de color. Estos cuerpos que corresponden a las lógicas estéticas de la occidentalidad.
De esta manera, algunxs de estxs modelos portaban las prendas de formas “innovadoras”, de forma que no corresponden a las lógicas en que utilizan en el cotidiano o en las ocasiones especiales en que las portan las personas que habitan territorios originarios, rompiendo totalmente con el significado que tiene para estas últimas. Por otro lado, el maquillaje exacerbado también debe ser señalado, éste estuvo a cargo de María Agüero, artista del maquillaje, quien no pudo evitar caer en la reproducción de estereotipos exóticos. Por último, estoy segura que de todas estas personas profesionales del modelaje recibieron un sueldo, lo que me ha hecho cuestionarme si esto pasó con las invitadas de los pueblos, que estaban ahí buscando ganar espacios y representatividad.
Si bien, es de reconocer el acierto de que en la pasarela estuvieran presentes los y las artesanas quienes habían creado las prendas que se presentaron en el espectáculo, también tenemos que ir más allá. Lamentablemente estas actividades no cambian las estructuras racistas, colonialistas y paternalistas que ejerce el Estado, ni la sociedad mexicana. Las y los modelos contratados por EnLíneaCubo no mostraban sensibilidad ante las personas y el evento, sino por el contrario, son personas que reproducen discursos de desvalorización en el cotidiano. Tal es el caso de la modelo Ali Monterrosas, quien en un desafortunado tuit expresó: “Porque en la vida hay que ser condescendiente con quienes nos seden (sic.) esencia y raíces; hay que ser @culturaoriginalmexico”.[6] Esto acompañado de una serie de imágenes donde se le ve posando frente a Los Pinos, portando un huipil chinateco.
Es claro que no existe interés de sensibilización, con este gran “movimiento cultural”, lo que se pretende es que la indumentaria de los pueblos alcance el nivel de refinamiento que exigen las marcas de moda occidental, no se busca educar a una sociedad mexicana abiertamente clasista, racista y condescendiente. Es así que, en esa intensa búsqueda de blanqueamiento, la empresa encargada pretendía que la expo-venta luciera como boutique. Esto se refleja en el hecho de que, en un inicio se les dijo a las artesanas que sólo iban a poder colocar un par de prendas para la exhibición y, conforme fueran vendiendo podrían sacar otras a la venta, la visualidad era importante, debía ser armónica, esto causó mucha molestia, los organizadores terminaron por dar más espacio, esto ante el reclamo de las y los participantes, al final el desorden y el caos imperaron, sin embargo las y los participantes lograron su objetivo: vender parte de sus productos y regresar a casa con una retribución económica decente, esto pese al cansancio que claramente mostraban el día final del evento.
“Tú no eres igual a mí y me das miedo porque no sé quién eres.”
La mirada pesa más que cinco siglos.
Luna Marán; Xun Sero (2021).
Me gustaría señalar la obviedad de que Original. Encuentro de Arte Textil Mexicano, no es ningún movimiento cultural, son simples políticas integracionistas, que mantienen las relaciones de poder asimétricas entre los pueblos, comunidades y naciones indígenas y el Estado mexicano. Esto es claro en los discursos que aún se utilizan desde el poder, se habla de lo “mexicano”, de “nuestras raíces”, de “nuestros pueblos” y del “orgullo mexicano”. Discursivas que únicamente mantienen la “identidad mexicana”, invisibilizando las particularidades regionales y comunitarias, con esto se sostiene el mito del mestizaje el cual fue:
la solución para mezclar el pasado colonial y el presente indígena del país, una estrategia que hizo más daño y que dio más fuerza al racismo y a la discriminación del que ya nos había heredado la colonización… está cargada de prejuicios racistas que siguen dividiendo a la población mexicana. (Arraigada, 2014)
Con esto no pretendo descubrir el hilo negro, simplemente señalar que la forma en que se relaciona el Estado con los pueblos sigue siendo en esencia la misma de hace más de medio siglo: paternalista, integracionista, colonialista y racista; pues no se han logrado modificar las estructuras internas en que se sustenta el Estado. Este tipo de eventos o “movimientos culturales” no cambian la precariedad económica y de exclusión que viven las personas racializadas, y como señala Andrea Ruiz González:
Los arraigados prejuicios sociales de los mexicanos en conjunto imposibilitan que los indígenas tengan una vida digna en derechos humanos y de inclusión total. Primero, necesitamos dejar de verlos inferiores e incapaces de pertenecer a la vida contemporánea: verlos de esa forma, diría Lázaro Cárdenas, no es otra cosa más que una postura colonizadora. Mario Rufer mencionó que el hecho de que los indígenas no estén dentro de la vida actual es una decisión que nosotros decidimos, todos los días. (Ruiz, 2020)
Ante estas constantes prácticas de dominación es necesario repensar en qué se invierten los recursos económicos. Mientras el “movimiento cultural”, llamado Original, tuvo un costo de $36,648,143.58 (treinta y seis millones seiscientos cuarenta y ocho mil ciento cuarenta y tres pesos 58/100 MN.),[7] proyectos comunitarios como, por ejemplo, el Museo Kútsikua Arhákucha, de Angahuan, Michoacán,[8] simplemente no logran sobrevivir, se mantienen en el olvido.[9] Este proyecto en específico ni siquiera puede costear el sueldo de alguien que lo mantenga abierto, sueldo que no sobrepasaría los 12 mil pesos mensuales y que representaría anualmente, sólo el 0.37 % del costo total de este evento. Así mismo, el monto total permitiría mantener más de 200 espacios comunitarios.
Unos cuantos días después del evento leí un comentario en redes sociales, donde se nos señalaba a quienes nos quejamos de dicho espectáculo, se decía que no bastaba con criticar, sino que también había que hacer propuestas. Esto me llevó a sacar cuentas, y la ansiedad se intensificó cuando vi que ya se prepara la segunda edición de este espectáculo. ¿Acaso cada año piensan derrochar todo este dinero? Del total de presupuesto sólo 6 millones se utilizaron en el trasporte y hospedaje de las y los participantes, lo demás fue ganancia para las empresas encargadas de la organización, es aquí donde realmente debemos preguntarnos ¿quién se beneficia con Original? La cantidad gastada en el evento es una ofensa cuando se compara con los presupuestos directos anuales asignados a las comunidades y pueblos indígenas.
Es una burla el dinero gastado que bien podría usarse en sueldos para las y los maestros artesanos, para sostener escuelas de tejido comunitarias, para subsidiar materiales y que estas bellas prendas se volvieran más accesibles para quienes habitan los territorios indígenas. Esto en lugar de centralizar espacios de compra-venta y ponerlas a disposición de clases altas blanqueadas, ¿no sería mejor buscar la manera de impulsar su uso en sus contextos originales? Cada maestra artesana merece un sueldo, seguro médico, jubilación digna y demás prestaciones laborales, como cualquier trabajador.
Promover el uso de la indumentaria de los pueblos entre la población blaqueada sólo genera más brechas, burlas, apropiación y extractivismo. De nada sirve impulsar su uso si no hay un cambio de paradigma en la sociedad mexicana. Un claro ejemplo se dio a mediados de junio del presente año, cuando la actriz de origen polaco Ludwika Paleta lució un huipil, foto que distribuyó en sus redes sociales y que fue un gran alboroto. El periódico El Heraldo de México incluso sacó una nota[10] donde se hizo una lamentable comparación entre la actriz de televisa y Yalitza Aparicio. Estas comparaciones innecesarias son el pan de cada día: ¿quién luce mejor que quién? ¿quién porta mejor las prendas? siempre descontextualizando, siempre blanqueando, siempre “refinando”.
Imagen tomada de la cuenta de redes sociales de El Heraldo de México.
Por todos los motivos aquí expuestos es que necesitamos repensar críticamente la manera en que nos relacionamos con las personas de los pueblos, naciones y comunidades originarias, cómo trabajamos con el racismo tan cotidiano en nuestro país.
“mi piel, más que piel es mi ropa, ropa de un
pueblo que lucha contra la extinción”.Rubí Tsanda Huerta
Para finalizar, me gustaría aclarar que este texto no es para señalar personas en particular, sino que hace una crítica a las propias estructuras, discursos y prácticas estatales y colonialistas del Estado mexicano, muchas de las cuales, quienes habitamos este territorio, hemos interiorizado y, por lo tanto, normalizado. Considero de suma importancia el que seamos conscientes de este tipo de acciones, la crítica y los cuestionamientos aquí vertidos son necesarios para que podamos construir una mejor forma de relacionarnos con los pueblos, naciones y comunidades originarias del territorio mexicano. En este punto, concuerdo con Itzel Vargas Plata, quien señala que “el cuestionamiento de los fundamentos de opresión y discriminación normalizados es el primer paso para lograr encuentros justos entre los pueblos y el Estado-nación.” (2021: 42).
Sin embargo, la creación de espacios (centralizados) no basta, se trata de un trabajo que reconozca las necesidades y particularidades de cada comunidad y que puedan ser escuchadas y atendidas, aunque no impliquen un despliegue de espectacularidad como lo es un evento como Original. Este tipo de prácticas, nos ayuda a ver lo propuesto por Yásnaya, pues como ella reconoce:
El Estado tolera e incluso alienta la existencia de los pueblos indígenas solo cuando se trata de sus manifestaciones culturales. Los espacios oficiales que han abierto sus puertas a los pueblos indígenas se concentran sobre todo en el sector cultural, mientras que los espacios políticos siguen todavía cerrados. (Aguilar Gil, s.f.).
Esto es claro en el hecho de que mientras se llevan a cabo estos grandes eventos, pueblos y comunidades enteras son desterritorializadas, ya sea por el Estado mismo o por empresas extractivistas, las manifestantes triquis que acampaban en la Avenida Juárez en la Ciudad de México fueron desalojadas con exceso de violencia policial, los y las defensoras del territorio son desaparecidas o asesinadas, las instalaciones centrales del INPI van para dos años tomadas, pues ninguna autoridad parece tener voluntad de negociar, el pueblo o’dam de Durango, los rarámuri de Chihuahua, entre otros pueblos son acosados por el crimen organizado, la justicia social es la gran ausente en comunidades que incluso, en pleno siglo XXI carecen de servicios de salud o infraestructura de comunicaciones dignas, ante tanta injusticia y caos es totalmente a lugar preguntarnos ¿de qué sirven espacios como Original?
Esta situación, termina por demostrar el constante colonialismo presente en la curaduría institucional, de la que es presa el discurso del Estado, individualizando el trabajo ancestral y colectivo de los pueblos, y presentando los objetos como si se encontraran en una exposición de arte occidental hegemónico, bajos sus mismas lógicas y sus mismas prácticas. Estos son tan sólo algunos ejemplos de cómo funciona la curaduría del Estado. Pues, tal como señalan Luna Marán y Xun Sero:
No basta cambiar el discurso porque, en la mayoría de los casos, en las ciudades o en los pueblos construidos con base en el racismo o en el clasismo seguimos siendo indios pata rajadas quienes queremos robar lo que se pueda (Vargas, 2021: 76).
Captura de pantalla: tuit de la Secretaria Alejandra Frausto donde confunde a Müm Francisca Palafox con la artesana de la foto, dentro de las lógicas estatales ni siquiera se toman la molestia de verificar la información que difunden. El tuit fue borrado cuando le señalé su error.
Bibliografía
Aguilar Gil, Yásyana (2017), Ëëts, Atom. Algunos Apuntes Sobre La Identidad Indígena, s.p.i.
Aguilar Gil, Yásnaya E. (s.f.), ¿Nunca más un México sin nosotros? Obtenido de http://www.catedrainterculturalidad.cucsh.udg.mx/sites/default/files/NuncaMas.pdf
Arraigada Cuadriello, Mario (2014), “Indio maniquí”, en Revista Nexos, 17 de septiembre. Disponible en: https://www.nexos.com.mx/?p=22516
Becerra Pérez, Ana Kateri (2021), “´¿Qué pasó realmente en Original?”, en Carlos Barrera Reyes página web oficial, 26 de noviembre, disponible en: https://www.carlosbarrerareyes.com/post/qu%C3%A9-pas%C3%B3-realmente-en-original?fbclid=IwAR0ie8tW8tkDgUB1S2rALRbDdsrIbc-Z7gHQ01r4hKE86Q_OwQhFfQ8I7bo
Díaz Robles, Tajëëw; Yásyana y Elena Aguilar Gil (2021), “Notas sobre la idea de mestizaje, despojos y pueblos indígenas”, en Itzel Vargas Plata y Omar Cruz García (eds.), Los huecos del agua. Arte actual de los pueblos originarios, México, Museo Universitario del Chopo-UNAM-Museo Amparo, The Americas Reserarch Network.
Juracán, Maya (2021), “El arte a la orilla del barranco, Laatz’”, en Itzel Vargas Plata y Omar Cruz García (eds.), Los huecos del agua. Arte actual de los pueblos originarios, México, Museo Universitario del Chopo-UNAM-Museo Amparo-The Americas Reserarch Network.
Marán, Luna y Xun Sero (2021), “Hablemos de cine kaxlan y cine indígena”, en Itzel Vargas Plata y Omar Cruz García (eds.), Los huecos del agua. Arte actual de los pueblos originarios, México, Museo Universitario del Chopo-UNAM-Museo Amparo-The Americas Reserarch Network.
Ruiz González, Andrea (2020) “¿Por qué en México sólo aceptamos a los indígenas como piezas de museo?, en Este País, 03 de junio. Disponible en: https://estepais.com/uncategorized/por-que-en-mexico-solo-aceptamos-a-los-indigenas-como-piezas-de-museo/
Vargas Plata, Itzel (2021), “Los huecos del Agua”, en Itzel Vargas Plata y Omar Cruz García (eds.), Los huecos del agua. Arte actual de los pueblos originarios, México, Museo Universitario del Chopo-UNAM-Museo Amparo-The Americas Reserarch Network.
[1] Egresada de la Maestría en Antropología Social, CIESAS.
[2] “los estados nacionales se erigen como uno de los entes monopolizadores en la generación de discursos identitarios y sus símbolos: establecen una jerarquía para las diferencias, determinan un conjunto de rasgos de aquello que debe ser normal y respecto de lo cual los demás contrastamos. Esos rasgos se relacionan con símbolos, himnos, bailes, historia, folclor y gastronomía. El contraste entre rasgos es naturalmente simétrico, pero los estados nacionales los jerarquizan eligiendo un conjunto de rasgos simplificado que en nuestro caso llaman ‘identidad mexicana.’” (Aguilar, 2017: 22)
[3] La poeta Rubí Tsanda Huerta escribió una breve publicación sobre su participación en su perfil de Facebook, también está un texto escrito por restauradora-conservadora Ana Kateri Becerra Pérez, la denuncia y reflexión de Celeste Avilés, voluntaria del colectivo Sohuame Tlatzonkime y el comunicado del colectivo mazateco Texturas de Oaxaca.
[5] Las negritas son mías. Artículo disponible en: https://www.vogue.mx/moda/articulo/original-evento-con-artesanos-y-disenadores-mexicanos
[6] Las negritas son mías. El texto e imágenes también fueron publicados en la cuenta de Instagram de la modelo. https://twitter.com/AMonterrosas_/status/1486129953901101060
[7] Información proporcionada a la autora a través del INAI, solicitud: 330025622000142.
[8] Impulsado por Manuel Sosa, originario de este pueblo purépecha y asiduo estudioso de la historia.
[10] La nota fue borrada horas después, tras los cuestionamientos de usuarios en redes.