Lourdes Raymundo Sabino
Egresada de la Maestría en Antropología Social, CIESAS CDMX
y doctorante en Estudios Latinoamericanos, UNAM
Voy a contarle un corrido
de un hombre muy conocido
Ildefonso es su nombre,
Zamora su apellido
Fue un defensor de los montes
del pueblo San Juan Atzingo.
(anónimo, julio de 2020)
Introducción
En este texto se presenta parte de la trayectoria de lucha de Ildefonso Zamora Baldomero, hombre tlahuica de San Juan Atzingo, Estado de México, defensor del Gran Bosque de Agua, que abastece de agua al pueblo tlahuica y también a la Ciudad de México. Aquí, se hace especial énfasis en la descripción de su sepelio, ya que, por un lado, la intención es que estas líneas sean un homenaje para este personaje, luchador social; pero este escrito también es una llamada de atención para reflexionar en torno a las crudas condiciones que enfrentan las personas concretas que defienden el territorio y que, por tanto, defienden la vida. Así, centrarse en el sepelio del señor Ildefonso resulta de suma trascendencia porque articula múltiples voces que dan cuenta de su trabajo de largo aliento.
Escribir acerca de Ildefonso Zamora no significa hablar solamente de él a nivel individual, sino que a través de él que podemos acercarnos a la historia contemporánea del pueblo tlahuica, uno de los pueblos indígenas que históricamente se ha asentado en territorio mexiquense. La vida de Ildefonso tiene una importancia personal, familiar, comunitaria y social en términos históricos y políticos (en sentido amplio). Su historia nos habla de la organización comunitaria de un pueblo indígena que defiende la vida ante la depredación ambiental, depredación que tiene matices particulares en el actual entrecruce neoliberal-capitalista, mismos que privilegian la visión de la naturaleza como mera mercancía. Por lo anterior, Ildefonso Zamora no representa un caso aislado, al contrario, su persona y su historia son importantes en la historia del pueblo tlahuica y de los pueblos indígenas en el actual contexto global.
Para dotar de contenido a estos planteamientos, primero se hace una breve reseña de los “logros” de Ildefonso Zamora, luego se hace referencia a su sepelio y se enuncian algunas “líneas de salida” a modo de conclusiones.
Metodológicamente, como proveniente de la formación sociológica y antropológica, me decanté por la observación y la descripción. Esto no niega que haya preguntado y triangulado información con documentos y con personas, cuyos nombres omití intencionalmente por cuestiones de ética y seguridad. Sin embargo, su ayuda y el acompañamiento en la revisión cuidadosa del borrador de este texto y la autorización para su publicación han sido fundamentales; por lo que les agradezco sinceramente. La observación y la descripción me han permitido dar saltos entre la primera y la tercera persona, esto no solamente como una estrategia de escritura etnográfica; sino que me han dado la posibilidad de posicionarme como observadora, pero sobre todo como persona, específicamente como una mujer que creció escuchando del trabajo codo a codo, de la humildad y la ética incorruptible de Ildefonso Zamora, a quien en adelante me referiré también como don Poncho o don Ildefonso.
Ildefonso Zamora Baldomero: breve semblanza
Don Ildefonso Zamora Baldomero nació el día 23 de enero de 1961 y creció al pie del imponente cerro de Zempoala. Al paso de los años se fue involucrando en la vida cívico-política comunitaria de San Juan Atzingo, y muy pronto se hizo evidente su compromiso con nuestro pueblo, constituyéndose como ciudadano ejemplar, hasta su último aliento.
Don Poncho participó del sistema de cargos (honoríficos) en la comunidad, fue mayordomo en varias ocasiones, comandante y delegado municipal; así como también fue presidente de padres de familia en las escuelas y trabajó como regidor de turismo y medio ambiente en la presidencia municipal hacia el año 2015 (Centro Prodh, 2020). Sin negar la importancia de su desempeño en cada cargo, sin duda la memoria colectiva del pueblo tlahuica lo tiene y lo mantendrá presente por su ardua labor, como representante/presidente de los bienes comunales de San Juan Atzingo, donde se desempeñó desde el año 2000 hasta el 2011.
Los mensajes de despedida a don Poncho de parte de su familia, amigos y de la población en general; muestran que además de ser un ciudadano ejemplar, fue un padre admirable, un amigo leal y aventurero, y fuente de inspiración en la defensa del Gran Bosque de Agua, del territorio y de la vida.
El notorio y notable trabajo, así como la inquebrantable ética de don Poncho muy pronto se hicieron visibles dentro y fuera de la comunidad, como presidente de bienes comunales hizo todo lo posible por conseguir el reconocimiento y titulación de tierras de los bienes comunales de San Juan Atzingo, resolución que logró el 20 de junio de 2007:
SEGUNDO.- En consecuencia, se reconoce y titula como bienes comunales del núcleo agrario denominado «SAN JUAN ATZINGO», Municipio de Ocuilan de Arteaga, Estado de México, una superficie de 18,321-95-24.100 (dieciocho mil trescientas veintiuna hectáreas, noventa y cinco áreas, veinticuatro punto cien centiáreas), libres de conflicto y que en la actualidad poseen, ilustradas en el plano general con el polígono «F», para beneficiar seiscientos cuarenta y ocho campesinos capacitados, listados con anterioridad, para los efectos legales a que haya lugar.
TERCERO.- Hágase inscripción de la presente resolución tanto en el Registro Agrario Nacional como en el Registro Público de la Propiedad que corresponda (Boletín Judicial Agrario, 2007: 9).
El reconocimiento y titulación de estas tierras representa un parteaguas en la historia del pueblo tlahuica, pues por ellas, han existido conflictos de larga data entre San Juan Atzingo y Ocuilan (cabecera municipal); debido a que esta última ambicionaba para sí tales tierras y por diversas triquiñuelas éstas no se encontraban bajo el poder y titularidad ancestral y legítima del pueblo tlahuica.
Fue en 1998 cuando don Ildefonso junto con los comuneros de San Juan Atzingo denunciaron por primera vez la tala ilegal (El Universal, 2016 y Aguirre, 2020) en el Gran Bosque de Agua, “que abarca 120 mil hectáreas que albergan casi el 2 por ciento de la biodiversidad mundial. Como comisariado de bienes comunales, Ildefonso Zamora -de origen tlahuica- impulsó el reconocimiento de las tierras de San Juan y denunció a los taladores de bosques” (Sididh, 6 de julio de 2020). De ahí en adelante don Poncho dedicó su vida a “reforestar colectivamente las zonas dañadas, presentar denuncias ante las autoridades, protestar en el espacio público y preservar los bosques” (Aguirre, 2020: 46). Al mismo tiempo, consolidó diversas gestiones en beneficio de San Juan Atzingo, así como de otras localidades tlahuicas como la Loma de Teocaltzingo y Santa Lucía.
La trayectoria de Ildefonso Zamora lo ubicó en una posición de doble filo, por una parte, la mayoría de la comunidad veía compromiso, responsabilidad y sobre todo confianza y humildad en su persona. Se ganó entonces el respeto de propios y ajenos, convirtiéndose en don Poncho o don Ildefonso, llamado así por jóvenes y adultos, mujeres y hombres. Sin embargo, por otra parte, su trabajo comunitario y extracomunitario lo puso en la mira de quienes seguramente siguen sin estar de acuerdo con sus ideales, mismos que compartía con el pueblo tlahuica; como resultado se fueron sumando más actores que no compartían tales ideales: los presuntos “talamontes” que deforestaban y siguen deforestando “ilegal” y masivamente el monte tlahuica.
Don Poncho no ha sido la única persona en sufrir las consecuencias de las acciones de estos actores, su familia ha sido puesta en riesgo en múltiples ocasiones, desde 2004 él y su familia empezaron a ser amenazados de muerte (El Universal, 2016). Ante ello, Greenpeace empezó a respaldar las demandas de los Zamora y del pueblo tlahuica en el mismo año. Sin embargo, las amenazas se concretaron con el asesinato de Aldo (hijo de don Poncho), el 15 de mayo 2007, quien para entonces contaba apenas con 21 años de edad (Aguirre, 2020: 47). Con el dolor a flor de piel, don Ildefonso se sostuvo con vehemencia y tuvo que fortalecer su espíritu para continuar defendiendo el monte, porque “la muerte de Aldo es vida, y la lucha crece y se fortalece” (AJ+ Español, 2020).
En este mismo año (2007), el gobierno federal otorgó una mención honorífica del Premio al Mérito Ecológico al pueblo tlahuica, donde destaca la labor de don Poncho (El Universal, 2016). Pero a pesar de los esfuerzos por mermar la tala ilegal, y a pesar del asesinato de Aldo:
La impunidad fortaleció a los taladores que, ahora aliados con la delincuencia organizada, poco a poco regresaron a la zona y cooptaron a las autoridades locales. Su ánimo de revancha no tardó en materializarse.
En noviembre del 2015, Ildefonso fue detenido y trasladado al penal de Tenancingo: había sido acusado por un delito que fabricaron las autoridades mexiquenses a pedido de los depredadores ambientales. El proceso estuvo lleno de irregularidades, a tal punto que Amnistía Internacional lo nombró “preso de conciencia”. Nueve meses después de su encarcelamiento, gracias a un amparo promovido por el Centro Prodh, un Juez federal ordenó liberar a Ildefonso al no existir pruebas en su contra.
Pese a su liberación, el hostigamiento contra el líder tlahuica, su familia y su comunidad no ha cesado (Aguirre, 2020: 48).
En la comunidad se oyó decir que en “Tenancingo estaban los que quieren vengarse de don Poncho, le tendieron un cuatro, no sólo para que lo metieran a la cárcel, sino que lo metieron a la misma cárcel donde están los que se quieren vengar de él”, dos de los cuatro presuntos asesinos de Aldo. Varias personas se preocuparon por la salud de don Poncho, pero no podían hacer mucho, parecía que sus detractores se salieron con la suya, don Ildefonso estaba enfermo y su estancia en el penal era un caldo de cultivo propicio para empeorar la situación, además estar en el mismo espacio que los fabricantes de este encarcelamiento, ávidos de venganza dejó graves secuelas en su salud. Finalmente, el “15 de agosto de 2016. Ildefonso Zamora quedó en libertad” (Greenpeace México, 6 de julio de 2020).
6 de julio de 2020: “Mi padre Ildefonso Zamora ha fallecido”
Ildefonso Zamora “[t]enía 59 años, era indígena tlahuica y su estado de salud se había deteriorado desde que en 2015 fue encarcelado” (Pradilla, 2020). Fue así que luego de permanecer enfermo, con más bajas que altas, don Poncho luchó cada día por mantenerse con vida, hasta que el 5 de julio de 2020, falleció cerca de las 11 de la noche. Así falleció “el histórico defensor del Gran Bosque de Agua en el Estado de México” (Sididh, 2020).
Misael (su hijo) seguramente con un inmenso vacío y dolor, lo comunicó sin embargo con entereza y ecuanimidad en su cuenta de Facebook, apenas iniciada la madrugada del 6 de julio:
Figura 1. Publicación sobre el fallecimiento de Ildefonso Zamora. Fuente: cuenta de Facebook de Misael Zamora, 6 de julio de 2020.
Luego del comunicado de Misael, vinieron las condolencias para él y su familia, y los deseos para que don Poncho descanse en paz. Además del propio, en el perfil de Facebook de Misael podemos encontrar menajes como los siguientes, de personas, comunidades e instancias diversas: “Viva por siempre Don Poncho Zamora como todos lo conocíamos, su legado permanecerá siempre entre nosotros y esperemos que algún día aprendamos a cuidar nuestro medio ambiente por el bien de todos y de nuestras futuras generaciones. Descanse en Paz y nuestro más sentido pésame a la Familia Zamora” (Delegación Sta. Lucía Pueblo Indígena, 6 de julio de 2020: 9:58.
Hoy, particularmente, se ha ido una de las personas más congruentes, fuertes, aguerridas y visionarias que nuestra comunidad Pjiekakjoo pudo criar. Ildefonso Zamora ha dejado este mundo terrenal para iniciarse en el descanso eterno.
Ildefonso, demostró con hechos y con trabajo lo que muchas almas débiles y codiciosas consideraron imposible. Hizo su parte en lo que le fue encomendado, luchó hasta donde la fuerza de su corazón y de sus entrañas le permitieron y, logró el sueño comunitario de recuperar nuestro territorio comunal fracturado y lastimado por más de 60 años por gente malvada de un municipio que siempre menospreció y sometió a los míos. Mi admiración por este gran hombre inició cuando yo andaba como en 10 años. Me recuerdo en una asamblea en mi querido Teocalztingo, no recuerdo exactamente el fin de esa reunión, lo que sí recuerdo fueron sus siguientes palabras: “Seguiré luchando con mi equipo para lograr el reconocimiento y titulación de nuestro territorio. Ustedes, no se dejen vender, no se conformen con los sueldos raquíticos y trabajos miserables ofrecidos” (Eliseete Ramírez Carbajal, 6 de julio de 2020: 11:31).
Njabet´a nluja Wendyu ñji tenda ndipoendy Ildelfonso Zamora Baldomero. (Buen Camino Hombre Sabio) […] nadie podrá quitarlo de la historia contemporánea del Pueblo indígena Tlahuica de San Juan Atzingo después del 20 de junio del 2007, cuando recobró más de 18 mil hectáreas de su área comunal, ese fue su gran logro y su mayor condena, tanto por propios como por ajenos, al grado de encarcelarlo injustamente, la verdad llegó y no pudieron verlo acabar sus días en prisión, hoy en el calor de su hogar este gran maestro parte a otros nuevos desafíos, que seguramente los resolverá como él es, de una pieza, de mirada como miran los hombres de verdad, los verdaderos tlahuicas, y que retumbe en el Zempoala y el gran bosque de agua, todas sus palabras al sonoro rugir de los árboles reforestados por él, cada que miremos el Zempoala el principal referente será la imagen del maestro Ildefonso, y esa historia se tiene que enseñar a las futuras generaciones. ¡Zamora vive y vive! (Ma. Isabel Pineda Cristino, 6 de julio de 2020: 11:49).
Asimismo, organizaciones que acompañaron a don Poncho en su lucha, como la ONU DH-México, Amnistía Internacional Américas, el Centro Prodh y Greenpeace; así como el Ayuntamiento y el DIF de Ocuilan, manifestaron sus condolencias públicamente para la familia Zamora.
Durante el 6 de julio diversos medios difundieron notas sobre el fallecimiento de don Poncho, estos son solamente algunos de los encabezados: “Fallece Idelfonso Zamora, activista y defensor de bosques en Edomex” (La Jornada), “Ildefonso Zamora dedicó su vida a defender el bosque y murió esperando justicia” (Animal político), “Fallece Ildefonso Zamora, defensor de los bosques” (El Sol de Toluca), “Greenpeace México lamenta profundamente el fallecimiento de Ildefonso Zamora” (Greenpeace México), “Muere el defensor de los bosques Ildefonso Zamora” (La Razón), “Fallece Ildefonso Zamora, histórico defensor de los bosques” (Somos el medio).
Alrededor de las 3 de la tarde, Misael nuevamente publicó información acerca del funeral de su padre:
Figura 2. Publicación sobre el funeral de Ildefonso Zamora. Fuente: cuenta de Facebook de Misael Zamora, 6 de julio de 2020.
Con dichos datos y en el contexto actual de confinamiento y prevención de contagio ante la emergencia sanitaria producida por el Covid-19, personalmente me cuestioné acerca de asistir o no al sepelio de don Poncho, incluso quería asistir a la misa en su honor, pero no me fue posible llegar, ni a su misa ni a su velación. Aun así, durante la noche seguí pensando en las implicaciones de reunirnos para despedir y acompañar al camposanto a don Poncho.
7 de julio de 2020: “¡Viva Poncho Zamora!”
Al amanecer el 7 de julio, sin titubear decidí ir al sepelio de don Poncho, tomando las medidas necesarias, usando cubre bocas, gel antibacterial, y manteniendo la “sana distancia”. Esto último resultó particularmente difícil de sobrellevar, considerando que en estos casos la gente necesita verse a la cara, saludarse con fuertes apretones de mano, dar y recibir palabras de consuelo y aliento, y abrazarse prolongadamente. Es sumamente complicado y complejo acompañarse así, cuando se necesita de la cercanía, pero debemos mantener la distancia. Tal vez mucha de la gente que asistió tuvo también sentimientos encontrados acerca de asistir o no y de cómo actuar, ¿cómo saber si realmente somos capaces de mantenernos al margen de las implicaciones de todo tipo, en un funeral, bajo este contexto? Supongo que quienes asistimos llevamos esta y otras dudas sobre la marcha.
Aproximadamente a las 9:30 de la mañana, estaba yo en la terminal de autobuses de Observatorio, misma que prevenía por doquier tener cuidado, por estar entrando a una zona de alto contagio. Conseguir autobús tampoco fue fácil pues por la contingencia, las horas de salida y autobuses son menos.
A las 11:00 horas llegué a la Colonia Dr. Gustavo Baz, ahí quise comprar flores, pero encontré sólo macetas, llevé un par de ellas con flores blancas y un par de veladoras. Luego fui en taxi hacia el domicilio de don Poncho. Cerca de su casa se escuchaba fuerte la música de banda de viento, entonaban canciones que en otro contexto serían motivo de alegría, pero no era así en esta ocasión, sin duda podía sentirse la nostalgia. Había varios carros estacionados sobre la calle y en el terreno que hace algunos años fue el campo deportivo de la comunidad, ahí también estaba una camioneta de color rojo, que condujo don Poncho mientras hacía algunas gestiones en beneficio del bosque y del pueblo tlahuica, con ella él convocó y asistió a faenas en la comunidad; hay que destacar aquellas relacionadas con reforestar el monte, hacer brechas para prevenir incendios y también tuvo que ir a sofocar los incendios forestales; desconozco cuál fue la última vez que las manos de don Poncho tocaron el volante de esta histórica camioneta.
Sobre la calle había una lona blanca que cubría parte de la calle, frente a la casa de la familia de don Poncho. Otra lona blanca cubría el patio de su hogar. Unas ochenta sillas estaban acomodadas en filas sobre la calle frente a la habitación en la que yacía el cuerpo de don Poncho. Unas cincuenta sillas más estaban alrededor de unas cuatro mesas en el patio de la casa, algunas personas estaban comiendo y otras más estaban en las sillas de la calle. Había muchas sillas, pero mientras estuvimos ahí no todas fueron ocupadas. Había gente de pie también, no toda llevaba cubre bocas, la mayoría estaba en silencio o platicaba lo mínimo; pues además se escuchaba más la música que las voces. No sólo había una banda de viento (cuyos integrantes estaban en la calle), en la habitación en la que reposaba don Poncho también había un grupo musical y estaba además un mariachi, sus integrantes se movían más, a veces cantaban dentro de la habitación y a veces en la calle.
Los mariachis cantaban una canción, luego la banda y después el grupo, así hasta que don Poncho salió de su casa por última vez. Sentí cada canción sumamente dolorosa, aunque supongo que la intención era otra, pero así escuchamos con don Poncho varias canciones, tal vez algunas son de las que él escuchaba y otras más quizá le fueron dedicadas por sus familiares y amistades.
Entré al cuarto donde reposaba don Ildefonso, no había tantas personas, tal vez unas veinte. Busqué con la mirada a sus familiares, estaban entrando a mano derecha, casi en la esquina, al fondo. Las mujeres a ratos lloraban discretas, y otras lo hacían fuertemente. Me acerqué a algunas/os de sus familiares, les dije que iba a acompañarlas/os y las/os abracé, ellas/os me agradecieron por acompañarlas/os y acompañar a don Poncho. Misael estaba de pie, frente al ataúd de su difunto padre, me acerqué a saludarlo, le di el pésame y lo abracé también.
El cuerpo de don Poncho estaba en un modesto ataúd de madera, sobre una mesa también de madera, cubierta por un mantel blanco. Esta mesa estaba al centro de la habitación, al fondo había un biombo con el rostro de Cristo, a continuación, a la cabeza del ataúd estaba un Cristo en la cruz, esculpido en un metal en tono dorado. Cuatro cirios resguardaban el ataúd. Al pie del ataúd había un plato con copal (incienso) y un somerio (sahumador). Del lado izquierdo había una botella de tequila y en el piso varios floreros, ceras y veladoras encendidas. Las paredes laterales estaban cubiertas también por unas ocho coronas florales y una cruz de unos dos metros de alto.
Estuve ahí unos minutos, luego preferí salir de la habitación, pues pensé que esta sería la última vez que don Poncho estaría físicamente con su familia, entonces de alguna forma quise contribuir a ese espacio-tiempo de privacidad e intimidad familiar.
Mientras avanzaba el tiempo siguieron llegando personas con flores, ceras y veladoras, a dar el pésame a la familia de don Poncho y a despedirlo. Como es costumbre en el pueblo, también hubo personas que llegaron con productos de despensa para apoyar a la familia. Todo esto pasaba mientras de fondo sonaba fuerte la banda, el mariachi o el grupo musical. Me senté afuera, pero pronto una persona, me invitó a pasar a las mesas que estaban en el patio de la casa para comer; para este momento ya faltaban casi 10 minutos para las 12 del día, hora en la que Misael había anunciado que el cuerpo de su padre sería llevado al camposanto. Entonces comí de prisa, nos ofrecieron arroz con revoltijo (como le llamamos localmente a “los romeritos”), tortillas y agua de jamaica. El sabor de los alimentos y del agua era muy suave, se podía saborear la buena voluntad de la familia y de quienes ayudaron a prepararlos y ofrecerlos. Había varias personas que estaban atentas para invitar a las/os asistentes a comer.
Terminé de comer, había más gente ya, me senté nuevamente en las sillas de la calle. Algunos hombres y mujeres empezaron a juntar las flores, pusieron algunas en una mesa y acomodaron otras en una camioneta; otros arreglos florales fueron puestos en el piso. Otros ramos de flores y ceras fueron repartidos entre la gente para así conformar el cortejo que acompañaría a don Poncho en su camino al camposanto.
Familias y autoridades de San Juan Atzingo y la Loma de Teocaltzingo se dieron cita en la casa de Poncho (para los amigos). Don Poncho era una persona que tenía muchos amigos, es así que personas y autoridades de otras comunidades vecinas acudieron a despedirlo, también hicieron acto de presencia algunas personas del Centro Prodh y de Greenpeace, organizaciones de suma relevancia en la historia de don Poncho.
En la habitación, la madrina y el padrino de cruz de don Poncho y sus familiares acomodaban las cosas necesarias para este viaje de don Poncho, algunas dentro de su ataúd y otras fuera. No vi el rostro de don Poncho ni me acerqué a su lado a decirle algunas palabras, sentí-pensé que esto era también un espacio-tiempo de privacidad e intimidad para su familia y sus amigos más cercanos. Desconozco qué cosas pusieron dentro del ataúd, pude ver que entre ellas había un bastón. Por fuera, encima y a los pies del ataúd colocaron al parecer un par de playeras en color negro, una de las cuales seguramente decía “Ildefonso libre”, campaña encabezada por Amnistía Internacional, Greenpeace y el Centro Prodh en 2016, cuando don Poncho fue encarcelado injustamente. En la parte de arriba del ataúd, pusieron un gabán (sarape o jorongo) y un sombrero, elementos importantes y necesarios en esta vida de don Poncho, así como de los campesinos de nuestro pueblo. Esos gabanes y esos sombreros son compañeros de trabajo, de lucha y de vida de hombres como don Poncho, que día a día cuidan a su familia y al territorio.
Entre las canciones que el grupo, la banda y el mariachi entonaron se encuentran “Caminos de Michoacán”, “La barca de oro”, “Amor eterno”, “Las golondrinas”, “Noches eternas”, “Cuando yo me muera” y no podía faltar “Cruz de madera”; en efecto, la cruz que velaría la tumba de don Poncho era de madera. El grupo musical, en la habitación en la que yacía don Poncho, cantó un corrido que, me atrevo a decir, nos conmovió particularmente, incluso al menos un par de personas grabaron este momento en video. Este es el corrido compuesto en homenaje a él:
1. Voy a contarle un corrido
de un hombre muy conocido
Ildefonso es su nombre,
Zamora su apellido
Fue un defensor de los montes
del pueblo San Juan Atzingo
2. La lucha por sus ideales
de las tierras comunales
y en defensa de su pueblo
conmovieron al gobierno
como gallos de pelea
que dan la vida por ello
3. Los asuntos del conflicto
y el problema con la tala
y en contra de esos cobardes
los que depredan la fauna
que son ajenos al pueblo
que te matan a la mala
4. También estuvo en la cárcel
pero salió de este juicio
fue declarado inocente
por algo que él nunca hizo
demostrando a sus rivales
con conciencia a sus cabales
5. Adiós a tierra de Zempoala
llorando también se quedan
y los árboles muy tristes
no habrá ya quién los defienda
de esas plagas tan terribles
pero su lucha ahí se queda
6. Vuela, vuela palomita
vete con rumbo a la Loma
dile a todos sus amigos
que los extraña Zamora
el defensor de los bosques
los que lo apreciaron lloran
7. Ya me voy, ya me despido
del pueblo de los guerreros
de la etnia de los Tlahuicas
y de Zempoala el gran cerro
fue un corrido dedicado
a un defensor de su pueblo
Luego del corrido, la gente aplaudió fuertemente a don Poncho. Posiblemente este fue el momento en que su ataúd fue cerrado, pues se acercaba el momento de partir. El mariachi continuó con “México lindo y querido”. Eran cerca de las 13:00 horas y una mujer, la rezandera, se dirigió a todos, diciéndonos: “Yo lo conocía como don Poncho […] acuérdense, algo muy importante, él a lo mejor nos dejó recuerdos muy bonitos y el día de hoy quien está aquí, arriesgándose en los problemas que estamos pasando […] porque él la verdad él fue una persona guerrera. Me pidieron de favor que celebráramos una oración
Una flor se seca, una lágrima se evapora y una oración elevada a Dios es bien recibida, adonde él se encuentre en estos momentos, por eso les pido de la manera más atenta escuchemos las palabras de Dios para que veamos hacia dónde vamos […] aquí nadie se queda, aquí nadie es eterno. Entonces sí les pido de la manera más atenta que escuchemos la oración, y para pedir por nuestro hermano en estos momentos nosotros le vamos a pedir perdón a Dios para elevar nuestra oración.
La rezandera comenzó guiando la oración con un “Ave María Purísima”, contestamos “Sin pecado concebido”. Ella continuó: “Por la señal de la Santa Cruz […]”, mientras nos persignamos. Luego rezamos un “Yo confieso”, seguido de un “Padre Nuestro” y un “Ave María”, nos persignamos nuevamente enunciando “Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo […]”. Ella siguió: “Gloria madre de gracia y madre de misericordia […] dale Señor el descanso eterno […] Descanse en paz” y contestamos “Así sea”.
La rezandera siguió guiando la oración para don Poncho, haciendo dos lecturas bíblicas y varias veces rezamos el “Padre Nuestro” y el “Ave María”, para pedir por el descanso y la luz perpetua para don Poncho. Ella continuó cantando: “adiós hermano mío, te vas con el creador, adiós mi ser querido, adiós, adiós, adiós”. Y el resto de la gente proseguimos: “Adiós reina del cielo, madre del Salvador, Adiós oh madre mía, adiós, adiós, adiós […]”. Así seguimos unas siete veces más, la rezandera mencionó freses distintas en su turno y nosotras y nosotros cantábamos el coro.
Al concluir la oración, empezó a tocar la banda, entonando la canción «Te vas ángel mío». En ese momento algunos hombres empezaron a sacar el ataúd en el que estaba el cuerpo de don Poncho, de la habitación en la que reposaba. Misael se dirigió a todos diciendo: “Tengan el grandísimo favor, a nombre de mi familia, pedimos su apoyo en cargar el cuerpo de mi padre, de aquí a donde será su próxima morada”. Entonces se acercaron algunos hombres para empezar el camino hacia el camposanto, con el ataúd de don Poncho sobre sus hombres.
Empezó entonces el mariachi cantando «Las golondrinas» y empezamos a caminar lento. Al frente del cortejo fúnebre iban la madrina y padrino de cruz, en seguida algunas mujeres y hombres con flores y ceras, igual algunos hombres cargando de dos en dos las coronas y una cruz de flores. A continuación, casi al centro de toda la gente, cuatro hombres cargaron el cuerpo de don Poncho, y detrás iba más gente. Avanzamos poco y nos detuvimos, supongo que pasaron a la habitación de don Poncho por última vez. Luego seguimos caminando rumbo al camposanto, mientras sus familiares inevitablemente lloraban sin consuelo.
El cortejo fúnebre se componía por personas prácticamente de todas las edades, excepto de adultos mayores. En todo el camino fuimos resguardados por una patrulla municipal. Varias personas se pusieron ramitas de ruda detrás de una o de las dos orejas, esto es para evitar que “dé el aire”. Muchas personas usaban también gorra, sombrero o sombrilla porque el sol era intenso, pues apenas pasaba de la una de la tarde.
Figura 3. Al centro el ataúd de don Ildefonso Zamora. Al fondo el cerro de Zempoala. Fotografía por la autora, 7 de julio de 2020.
Seguimos avanzando, mientras el mariachi seguía cantando. Cuando nos acercamos a la iglesia del barrio de Nativitas, empezaron a sonar las campanas, con el repique que anuncia la despedida de algún difunto. Al llegar a la iglesia, rápidamente los hombres que cargaban las coronas y la cruz de flores se acomodaron en dos filas al centro del atrio de la iglesia, de manera que entre ambas filas quedara el espacio para que por ahí pasara don Poncho. Una vez en la iglesia, primero pasaron la madrina y el padrino de cruz, en seguida otro hombre que llevaba un soporte para que en él se pusiera el ataúd. En la entrada de la iglesia, Misael pidió permiso a la mayordomía para entrar a la iglesia, misma que le concedió la entrada.
Poca gente entró a la iglesia, prácticamente sólo la familia más cercana, la mayoría de la gente esperó sentada en las bancas de piedra que rodean el atrio. Mientras el cuerpo de don Poncho estuvo dentro de la iglesia, dejaron de repicar las campanas y el mariachi guardó silencio. Luego de unos 15 o 20 minutos, los hombres volvieron a sacar el cuerpo de don Poncho de la iglesia, su familia también salió y retomamos el camino hacia El Atorón, barrio donde se encuentra el camposanto. El mariachi empezó a cantar ‘Caminos de Guanajuato’ y las campanas repicaron nuevamente.
Figuras 4 y 5. Iglesia de Santa María Nativitas. Fotografías por la autora, 7 de julio de 2020.
Nos íbamos acercando a la delegación municipal de San Juan Atzingo y a la iglesia (puesto que se encuentran de frente), entonces empezaron a sonar las campanas, el mismo repique de despedida. Llegamos a la delegación, ahí lo esperaban algunos delegados de San Juan. Al centro de la explanada, frente a las escaleras de la delegación, los delegados pusieron una mesa cubierta con un mantel blanco. Además, estaba una mujer que trabaja de cerca con el comisariado de bienes comunales, y don Gervasio Reynoso, especialista en tlatol (lengua ritual o ceremonial tlahuica).
La gente se acomodó alrededor de la explanada y sobre la plaza cívica (frente al kiosco), pienso que este momento fue también conmovedor, como lo fue escuchar el corrido compuesto para don Poncho. Don Gervasio le habló en tlatol a don Poncho, mientras sahumaba el ataúd. Después de su intervención, don León Gómez (primer delegado) tomó la palabra, y dijo lo siguiente:
Buenas tardes, ciudadanos y ciudadanas, miembros de nuestra comunidad […]
Hoy como delegado estoy aquí para despedir a este gran hombre, hombre de lucha, para lograr grandes cosas en este pueblo originario, pueblo Tlahuica […]
Decirle gracias señor Ildefonso Zamora por luchar por estas tierras, por lo bosques que nos dan vida, gracias por servir como buen ciudadano, como buen delegado, como buen representante de bienes comunales. Te despedimos con esa gran tristeza que nos dejas, pero decimos que Dios te tenga en su Santa Gloria, que te vayas tranquilo, nosotros como indígenas seguiremos en la lucha […] hasta seguir luchando por lo que es nuestro, de nuestros hermanos indígenas tlahuicas. Sabemos que les ha costado mantener y conservar durante siglos los bosques de las tierras comunales de San Juan Atzingo, no nos cansaremos […] hasta lograr el objetivo.
Dejas un hijo, un gran hombre, que llevará tu buen ejemplo para seguir esos buenos ideales que tú le enseñaste para cuidar a su pueblo, tu pueblo San Juan Atzingo, tierra de grandes hombres […] que no se rajan a pesar de las circunstancias, tan difícil que sean.
San Juan Atzingo no duerme, San Juan Atzingo ya despertó, no importa, ponemos nuestra vida por el bien de todos y para todos.
Descanse en paz mi buen defensor de los bosques, Ildefonso Zamora. Descanse en paz Ildefonso. ¡Viva Poncho Zamora!
Ante este mensaje de despedida, la gente contestó fuerte: “¡Viva!”, seguida de aplausos prolongados, acompañados de una diana del mariachi. A continuación, don León Gómez pidió una porra para Ildefonso Zamora y así lo hizo la gente, seguida de más aplausos y otra diana del mariachi. Finalmente, el delegado pidió permiso para hacer guardia de honor por tres minutos a don Poncho, entonces los delegados se acomodaron a los lados del ataúd, permaneciendo firmes por los tres minutos, en silencio. Luego los mariachis volvieron a cantar, esta vez «Hijo del pueblo”.
Figura 6. Despedida a don Ildefonso en la delegación municipal. Fotografía por la autora, 7 de julio de 2020.
Pensé que pasaríamos a despedir a don Poncho a las oficinas de bienes comunales, ya que fue donde su trabajo y lucha fueron más emblemáticos, pero ahí no se le esperaba como en la delegación municipal. Así que continuamos caminando lento, el llanto de su madre volvió a escucharse con fuerza y el mariachi continuó cantando «El rey», seguido de «Que nos entierren juntos» y otras canciones más, hasta que llegamos a la “última morada” de don Poncho.
Ya en el camposanto varias personas entraron acompañando al cuerpo de don Poncho. La mayoría de la gente esperamos afuera del panteón, de pie o sentados en el suelo, buscamos la sombra porque el calor seguía siendo intenso; mientras el mariachi seguía tocando en la entrada del panteón y el cuerpo de don Poncho yacía en el ataúd en una plancha de cemento, ahí familiares y amigos cercanos se despidieron de él, por última vez. Debido a que no alcancé a entrar al panteón, sólo pude escuchar que sus hijas e hijo le agradecieron por haber sido su padre, por sus enseñanzas, y le dijeron que se fuera tranquilo, que ya descansara.
Luego de un rato, algunas personas empezaron a repartir agua de jamaica a las/os asistentes. Unos minutos después, caminamos hacia la tumba de don Poncho, ahí ya no cantó el mariachi. La fosa había sido cavada, seguramente por algunos hombres, pues son quienes tradicionalmente se encargan de esta labor. Al fondo de la fosa se hizo una construcción rectangular con cemento y blocks. Aquí también varios hombres apoyaron, sosteniendo con lazos el ataúd y lo bajaron poco a poco, luego pidieron agua bendita y una flor para bendecir el ataúd y la tumba donde yace don Poncho Zamora.
Estando el ataúd en el fondo, un albañil se puso de pie a los lados de la fosa y acomodó la ropa y zapatos de don Poncho, mismos que ha de ocupar en la continuidad de la vida en el mundo de los antigüitas, como decimos en el pueblo para referirnos con especial cariño a nuestros ancestros, a nuestros abuelos. Asimismo, recordemos que encima del ataúd la familia había puesto playeras, un gabán y un sombrero; por lo que también se pusieron a los lados del ataúd; sin embargo, algunas mujeres hicieron énfasis en que no se dejara el sombrero dentro de la tumba. Ellas también comentaron que no se le dejara alguna cosa de metal dentro de la tumba.
Luego de acomodar las cosas que acompañarían a don Poncho, y después de que algunas personas arrojaron algunas “cabezas” de las flores sobre el ataúd, el albañil puso unas lápidas sobre la construcción rectangular, enseguida puso cemento para unirlas y sellar así la fosa. Cuando terminó, hizo una cruz con el cemento, a modo de relieve, puso agua bendita sobre las lápidas, especialmente sobre la cruz, sobre la cual también vertió tequila. A las 3:41 de la tarde algunas personas lanzaron puños de tierra sobre las lápidas, y algunos hombres continuaron vertiendo la tierra con palas para cubrir la fosa; para finalmente colocar las flores sobre la tumba de don Poncho.
Mientras esto ocurría ya no se escucharon llantos ni lamentos fuertes, a mi parecer, a pesar de que se respiraba una profunda tristeza y dolor, la familia de don Poncho estaba de pie, mostraba firmeza, fuerza, entereza y ecuanimidad; por lo que podía respirarse también cierta tranquilidad en esta despedida. No obstante, para esta hora (alrededor de las 3:50 de la tarde) ya varias personas se habían retirado o se estaban retirando, por lo que mientras se cubría la tumba con la tierra, Misael se dirigió a la gente de la siguiente manera:
A ver, su atención por favor a todos los presentes. Primero que nada, pues agradecerles que han tenido la voluntad de acompañarnos, gracias por su tiempo, su esfuerzo […] a esta fecha tan inolvidable para nosotros […] queremos manifestarles nuestro más sincero e infinito agradecimiento […]
Pues, hablar de mi padre yo creo que todos sabemos que es hablar de fuerza, de fortaleza, de valor, pero sobre todo de humildad y sencillez; creo que la mayoría es testigo de que nunca le faltó el respeto a nadie, nunca se metió con nadie, creo que hoy todos así lo recordamos…
Duele demasiado pero también sentimos conformidad y sentimos tranquilidad porque él ya está descansando, él dejó de sufrir, la vida le puso muchas batallas, y con dificultades y con lágrimas, todas las ganó… Tanto es así que hoy la vida le puso una gran batalla, y que no la perdió. Puedo decir, puedo estar tranquilo porque siento que esta batalla mi padre no la perdió, al contrario, él la ganó, porque la vida lo quiso hacer sufrir demasiado en esta ocasión, lo estaba haciendo sufrir mucho y Dios decidió llevarlo con él para que ya no sufriera, ayudándolo así a vencer nuevamente esta batalla de sufrimiento…
Les agradezco a todos, si en algo mi padre les faltó, que lo dudo mucho, perdónenlo; y recordémoslo con los logros que él pudo realizar…
Yo creo que, si algo hizo mi padre, es historia; al menos para nosotros. Sé que para muchos ahora es leyenda.
Muchas gracias, que Dios les compense su tiempo, su esfuerzo que han hecho por acompañarnos y por el granito de arena que nos han ayudado a poner. No tenemos con qué pagarles, el agradecimiento es infinito. Los invitamos a que nos acompañen a la casa para ofertarles un poco del pan y la sal que Dios nos ha socorrido.
Muchas gracias, y les pido un fuerte aplauso para mi padre.
La gente aplaudió solidaria, entonces una hermana de Misael concluyó: “Los esperamos a todos un ratito para convivir por última vez en nombre de mi papá, y para todos, las puertas de la casa siguen abiertas, cuando gusten llegar está su pobre casa; como si mi padre estuviera”. La gente agradeció la invitación.
Aquí también repartieron agua, refresco y tequila. Mientras, la gente hablaba de algunas cosas en general o en particular acerca de don Poncho, por ejemplo, escuché a uno de los delegados decir que es importante compartir con las demás generaciones la historia de don Poncho.
Así se despidió a don Ildefonso Zamora, cuya fecha de fallecimiento fue muy cercana al día del árbol (9 de julio), y entre flores y ceras, su cuerpo ahora reposa entre los cedros y ocotes del camposanto.
Líneas de salida
La interpretación y la discusión respecto al texto que se presenta pudiera leerse en múltiples direcciones y sentidos teóricos, metodológicos y políticos; sin embargo, por el momento me interesó poner atención en esta descripción como homenaje post mortem en la honorable memoria de don Poncho Zamora. He de hacer la salvedad de que estas líneas no le hacen justicia a él, ni a su invaluable lucha de largo aliento, pero entre otras tareas queda la promesa individual y colectiva de escribir acerca de él con mayor profundidad.
La historia de vida y de lucha de don Ildefonso Zamora no es un caso aislado. La desigualdad e injusticia generalizada se recrudece en contextos como el nuestro, donde ciertos grupos, incluido el Estado en alguna de sus manifestaciones, privilegian intereses propios vulnerando los derechos humanos de las personas y de los pueblos; derechos que son vulnerados doblemente cuando se trata de pueblos indígenas, pues tales derechos son individuales y colectivos.
Debido a la injusticia, social y ambiental, don Poncho ahora se suma a la cifra de personas en el mundo que han defendido el territorio ancestral, ante embates de diversa índole, arriesgando su propia vida y la de la familia. Personas como él, así como pueblos alrededor del mundo no defienden solamente el bosque, el agua o la tierra; sus luchas son en defensa de la vida, la vida humana y no humana; sus luchas son materiales y simbólicas, tangibles e intangibles, naturales y divinas al mismo tiempo. Esto es lo que hay que empezar a repensar, no se trata de la clásica discusión antropológica entre naturaleza y cultura, procesos de lucha como la de don Poncho, me parece, nos quieren decir algo más.
Bibliografía
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Zamora, Misael (2020), cuenta de Facebook, 6 de julio.