Múr mbaxjua ka, ga̠’tho ndár mänga̠he ra hñätho ‘bu̠:[1]* Pasado y presente de la lengua otomí en San Felipe Santiago, Jiquipilco (Estado de México)


Eonice Álvarez Gabino
Representante Indígena de Jiquipilco

Néstor Hernández Green
Investigador ciesas Ciudad de México)

Imagen: Abuela de la comunidad. Foto por Manuel Andrés Pérez.

Más de la mitad de las más de seis mil lenguas habladas actualmente en el mundo se encuentran amenazadas, y se calcula que a finales del siglo XXI habrá desaparecido el 90% de esas lenguas (unesco, 2003). Entre estas lenguas amenazadas se encuentra el ñätho, la variante otomí hablada en la comunidad de San Felipe Santiago, en el municipio de Jiquipilco, Estado de México. En esta nota repasamos la situación de vitalidad en que se encontraba la lengua hace 40 años, en contraste con la situación en que se encuentra ahora, los factores alrededor de estos cambios, y las perspectivas a corto y mediano plazo.

Hacia finales de los años setenta y principios de los ochenta, la lengua ñätho gozaba de un alto grado de vitalidad en la comunidad de San Felipe Santiago: la transmisión de la lengua ocurría sin interrupciones entre una generación y otra, la gran mayoría de la población la hablaba, y lo hacía “activamente en todos los ámbitos de discurso y para todos los propósitos” (Op. cit.: 8). En el ambiente rural de San Felipe en aquella época, los hablantes del ñätho no eran alfabetizados en su lengua materna, y solo algunas personas de la generación de padres habían cursado los primeros grados de educación primaria en comunidades más bien alejadas, como Jiquipilco, la cabecera municipal. En estos años los niños monolingües en ñätho recibían instrucción exclusivamente en español en la escuela primaria local, y podían pasar años antes de que tuvieran un dominio funcional de la lengua del ámbito escolar. Hoy en día, lamentamos ver todavía estas prácticas en muchas escuelas de comunidades indígenas del país. Fuera de la escuela, la lengua dominante era el ñätho, pues se utilizaba en todos los ámbitos relevantes. En efecto, “era una fiesta entonces, todo en otomí nos comunicábamos”.

Hoy en día, la vitalidad de la lengua se ha visto disminuida con respecto a la situación descrita en el párrafo anterior. La lengua ñätho se ha dejado de transmitir a las nuevas generaciones, las cuales son socializadas casi completamente en español dentro del seno familiar. Quienes tienen dominio de la lengua son los adultos y adultos mayores, con edades de 40 años y más; los adultos jóvenes y los niños solo tienen un conocimiento pasivo y parcial, el cual muchas veces se limita a vocabulario básico. El ñätho sigue utilizándose regularmente dentro de las familias, entre los integrantes que lo comprenden, y también entre los vecinos adultos y adultos mayores cuando se encuentran en la calle o están de visita. Adicionalmente, la lengua conserva aún un nicho muy reducido en el ámbito jurídico u oficial: cuando una persona monolingüe en ñätho o con poco dominio del español requiere de un intérprete a la hora de firmar algún documento o brindar alguna información a un funcionario, a menudo puede encontrarse alguien que le asista y le traduzca durante el trámite. En resumen, dentro de los ámbitos privados y públicos en la vida de San Felipe Santiago predomina el uso del español, y la lengua ñätho tiene cada vez un dominio más reducido.

Explicaciones para la precaria situación de la lengua en la comunidad son diversas. Por un lado, la instrucción en educación básica se lleva a cabo enteramente en español desde hace muchas décadas, como dijimos ya en un párrafo anterior, lo cual se traduce en más y más personas siendo socializadas intensamente en la lengua hegemónica. Además, cada vez más jóvenes tiene más y mejor acceso a educación media y superior, lo cual parece ampliar aún más los efectos de la hispanización de la población desde las aulas. De manera paralela, y quizás a consecuencia de lo antes dicho, las actitudes lingüísticas hacia el ñätho dentro de la comunidad son negativas para el uso y la preservación de esta. La lengua en general, sobre todo en la población joven, se percibe como no indispensable y se favorece en cambio el dominio del español y, más recientemente, del inglés. Esta última lengua goza de mayor prestigio que el ñätho dentro de las aulas en San Felipe Santiago, y en el municipio entero en general. Por si esto fuera poco, la reducción de los ámbitos de uso de la lengua y la “dispensabilidad” de esta son situaciones que parecen alimentarse la una a la otra: el uso del ñätho cada vez en menos espacios hace que los jóvenes lo necesiten menos, lo cual influye en sus actitudes hacia la lengua, y luego dichas actitudes ayudan a que los ámbitos de uso se reduzcan cada vez más. Todas las presiones descritas aquí tienen el potencial de alimentar círculos viciosos similares a este, provocando que la vitalidad de la lengua se perciba como fuera de toda “salvación”.

Sin embargo, en los últimos 5 años se han venido impulsando acciones y medidas encaminadas a la preservación y la extensión de los usos de la lengua ñätho. Por ejemplo, el gobierno municipal organiza y gestiona cursos iniciales de lengua otomí impartidos por la coautora de esta nota, representante indígena de Jiquipilco, que combinan tanto funciones comunicativas de la lengua como el rescate del vocabulario tradicional y la toponimia de la región. Además, la autora ha creado, entre otros materiales, un juego de lotería enteramente en otomí, el cual utiliza en sesiones que tienen por objetivo la adquisición del vocabulario en un ambiente distinto, y posiblemente más efectivo, al del aula. Conjuntamente, también se organizan pláticas con las familias para concientizarlas sobre la importancia de preservar la lengua tanto dentro como fuera de los hogares, con miras a dar empuje a las actitudes lingüísticas positivas que cambien el rumbo que hasta ahora ha seguido en ñätho en el municipio. Por último, el coautor de esta nota, junto con el alumno Manuel Andrés Pérez Pérez, llevan a cabo actualmente un proyecto de documentación de la lengua ñätho hablada en San Felipe Santiago, cuyos materiales podrán servir como materia prima para recursos tanto didácticos como de difusión y concientización en beneficio de la propia comunidad. Lamentablemente, todas las acciones descritas se han visto afectadas y ralentizadas, en mayor o menor medida, por la contingencia sanitaria que vive el mundo entero a raíz de la enfermedad del virus SARS CoV-2.

Es nuestra más grande aspiración, como investigadores e impulsores de la lengua ñätho, que las medidas que nosotros y quienes trabajan con nosotros hemos tomado sirvan de alguna manera a sacar al ñätho del estado casi letárgico en que se encuentra. Confiamos en que los resultados que tengan nuestras acciones, así como las acciones de otros que se sumen a estos esfuerzos desde sus trincheras, resulten en la revalorización de la lengua entre los jóvenes, sobre todo si son padres de familia, para que en un futuro no muy lejano haya nuevos hablantes del ñätho criándose dentro de los hogares de San Felipe Santiago. Que sea de este modo que la vida en la comunidad vuelva a ser una fiesta hablada enteramente en ñätho.

Bibliografía

unesco (2003), Vitalidad y peligro de desaparición de las lenguas, París, obtenido de http://www.unesco.org/new/fileadmin/MULTIMEDIA/HQ/CLT/pdf/LVE_Spanish_EDITED FOR PUBLICATION.pdf

  1. * Era una fiesta entonces, todo en otomí nos comunicábamos.
  2. * “Era una fiesta entonces, todo en otomí nos comunicábamos”. Este texto es un testimonio producto de una entrevista asíncrona (14-20 de julio de 2020) realizada por medio de WhatsApp entre Eonice Álvarez Gabino, representante indígena de Jiquipilco, Estado de México, y Néstor Hernández Green, profesor investigador del ciesas Ciudad de México. Gran parte del lenguaje utilizado en ella contiene características correspondientes al registro oral, con un trabajo editorial mínimo, con el objetivo de conservar el tono informal y espontáneo del testimonio.

Testimonio

Múr mbaxjua ka, ga̠’tho ndár mänga̠he ra hñätho ‘bu̠:[1]*

Eonice Álvarez Gabino (representante indígena de Jiquipilco)

[La lengua ñätho][2] la habla principalmente la gente adulta, los abuelos; los niños, jóvenes y padres jóvenes ya no la hablan. […] como no es indispensable, no hay interés para aprenderla, […] hay indiferencia. Los adultos lo siguen disfrutando, pero los jóvenes y padres jóvenes ya no lo enseñan.

[Hoy en día] se usa más el otomí en los hogares. Los abuelos lo platican muy bien con sus familiares adultos, no con sus nietos, o con algún vecino. En realidad, aquí por la región todo el mundo, la gente adulta sale a la calle, pues hablan, saludan en otomí, si pueden dialogar algún tema, pues todo lo hacen en otomí. Solo de esa manera se practica la lengua por esta región.

También tengo entendido que se necesita en los juzgados, pero realmente ha sido muy poca la participación de nosotros. Por ejemplo yo, de 11 hermanos yo soy la primera, pues que yo sepa no he participado como para apoyar e interpretar, pero, por ejemplo, ahorita que están algunos apoyos que llegan del gobierno federal aquí al municipio, o a la comunidad, cuando a alguna persona le dicen “ponga su huella”, “¿cómo se llama su familia?” o “anote un número de celular” y la viejita, la adulta no sabe, pues entonces ya si yo estoy por allí, si coincidimos, entonces yo ya le digo “que haga esto”, pues yo ya se lo digo en otomí. Es la manera que yo he apoyado en espacio que se ha requerido, pero realmente ha sido muy poca la participación.

[Anteriormente el ñätho] era muy importante, era el medio principal de comunicación. Era una etapa muy feliz, todo el mundo se comunicaba con esa única lengua, no había necesidad de aprender [español], no sabía que teníamos que aprender, pues estoy hablando de esto que hasta los seis años ya empezaron los problemas para mí, bueno, digo así entre comillas “problemas”, pero en realidad no era problema. Cuando llegaba la etapa de entrar a la primaria, entonces yo cuando ya tuve siete años me inscribieron a la escuela primaria. Para mí fue dificultoso porque yo no le entendía nada a lo que decía la maestra, solamente recuerdo su nombre: la maestra Paty. En el segundo año pues ya sabía yo un poquito más. Ya cuando fui a tercero ya sabía yo hablar español, pero para mí sí fue dificultoso, y pues yo lamentaba por qué no me habían enseñado mis padres el español, como era la primera hija.

Sí, así fue mi niñez, pero yo digo pues yo era feliz porque yo me comunicaba con mis hermanas, íbamos al río a cuidar nuestras vacas, nuestros borregos, íbamos a cuidar entonces. Nuestros compañeritos pastores decían “Vamos a subir a los tejocotes, vamos a subir a los árboles, a los capulines, vamos a hacer esto, vamos a hacer aquello”. Entonces era una fiesta, pero todo en otomí nos comunicábamos.

Pues ya cuando llegó la etapa de estudiar la primaria pues sí fue un poquito complicado, pero gracias a Dios ya en tercer año, ya en mi grupo, yo era la que más sabía bien hablar español. Todavía me daba cuenta de mis compañeros que, pues no sabían muy bien, entonces [había] un poco de complicación, pero gracias a Dios sí aprendí, así fue en mi etapa. Yo creo que todos los de mi generación tuvieron que aprender así.

[La situación en cuanto al ñätho] ha cambiado mucho porque actualmente ya no lo hablan, no lo enseñan, no lo practican en las familias, entonces pues ahora la gente habla puro español, y mucha ya lo sabe escribir. En mis ayeres la gente sabía muy bien hablar otomí, pero había una gran diferencia: la gente no sabía escribir ni hablar en español, la mayoría de los adultos no tenían escuela, no había escuela por la región. De hecho, mi papá estudió creo que nada más primero de primaria, y eso fue en Jiquipilco, tú sabes cuántos kilómetros son de aquí a Jiquipilco.[3] Y realmente no terminaban sus estudios, no llegaba aquí la educación.

Ahorita ya hay mucha diferencia, ahora la gente ya sabe leer y escribir, pues hay mucho profesionista. La gente se tiene entendido que llegaba hasta la secundaria, la gente que iba a estudiar a Ixtlahuaca, o a Toluca o a Jiquipilco, llegaron hasta la secundaria, y hasta ese nivel ya podían ser maestros. De hecho, tengo un vecino aquí enfrente que terminó hasta la secundaria, y de ahí se hizo maestro. Yo creo que se tuvo que meter a un curso y ahorita es jubilado, es maestro de primaria.

También ha cambiado mucho porque actualmente pues ya no es indispensable [el otomí]. Los abuelos les enseñan a sus nietos, pero empezando por los papás, pues no les enseñan a sus hijos. Entonces ese es el cambio.

Ahorita queremos hacerle otro cambio, conforme a las clases que ahorita me dan la oportunidad de compartir, es despertar el interés en los papás para que le enseñen a sus hijos a valorar nuestra lengua. De repente he visitado familias de 10, 12 integrantes, y pues [nos dedicamos] a compartir la lengua. Inclusive hasta hice la lotería, la traduje al otomí, las figuras, que la escalera, que la muerte, que la rosa, todo eso lo he traducido al otomí. He visitado a algunas familias completas para aprender jugando con la lotería.

A grandes rasgos pues así ha sido. Últimamente en estos meses por el motivo de la pandemia[4] que hay se ha suspendido. Estaba yo atendiendo un grupo en Llano Grande, a un lado de Jiquipilco, en una biblioteca y allí tenía yo ese grupo mixto, porque había papás y había hasta abuelos y sus nietos. Pero por el motivo de la pandemia se quedó a medias ese curso.

Yo estoy interesada, a mí me gusta mucho, yo soy muy feliz, porque con esto nací, fue la lengua con la que yo crecí, fue mi primer alimento, y tuve fuerzas para comunicarme.

Yo quisiera que los gobiernos lo hicieran obligatorio [el otomí] en las escuelas, podría ser en todos los niveles, pero podría ser siquiera en kínder y primaria, que lo introdujeran como una materia más. Así sí se va a hacer obligatorio aprenderla, y de esa manera se revitaliza la lengua y se les daría un valor, así solamente no va a desaparecer. Sería una forma también de aprovechar [que aún están con nosotros] los abuelos, decirles “Abuelo, me dejaron esta tarea”, o “¿Cómo se pronuncia?, es que no me acuerdo”. De esa manera todos estaríamos involucrados, ayudando a avanzar y a mejorar el aprendizaje, a darle más vida a la lengua. Verla con otra perspectiva, con la visión de encontrarle un valor a esto, porque como no se requiere, no es indispensable, como el inglés. El inglés no lo aprendemos porque no lo necesitamos, pero para la gente que quiere salir adelante y prosperar, a mí por ejemplo en este caso me gusta mucho el inglés, pero me ha dado yo creo que flojera para aprenderlo, y como no se necesita, no se requiere, pues decimos “ay, pues no se necesita”. Pero cuando se requiere en un trabajo es allí donde decimos “¿por qué? ¿por qué no lo aprendí?”

  1. * “Era una fiesta entonces, todo en otomí nos comunicábamos”. Este texto es un testimonio producto de una entrevista asíncrona (14-20 de julio de 2020) realizada por medio de WhatsApp entre Eonice Álvarez Gabino, representante indígena de Jiquipilco, Estado de México, y Néstor Hernández Green, profesor investigador del ciesas Ciudad de México. Gran parte del lenguaje utilizado en ella contiene características correspondientes al registro oral, con un trabajo editorial mínimo, con el objetivo de conservar el tono informal y espontáneo del testimonio.

  2. Los hablantes de algunas variantes otomíes del Estado de México utilizan el término ñätho para referirse a su propia lengua.

  3. Son aproximadamente 12 kilómetros en coche entre Jiquipilco y San Felipe Santiago, la comunidad de origen de la autora.

  4. La enfermedad del virus SARS-CoV-2.