Claudia Yadira Caballero Borja[1]
Cofundadora Multitrueke Mixiuhca
Imagen tomada del sitio https://vida-digna.org.mx/multitrueke/
Esbozo de nuestro contexto
Las dificultades, los retos e incluso la forma de ser de nuestra moneda comunitaria está profundamente entrelazada con las circunstancias en donde se generó. Víctor Manuel Toledo expresa de manera muy clara que México es un campo de batalla, dentro de la guerra de dos proyectos de civilización: los proyectos de muerte contra proyectos de vida. México se encuentra minado por megaproyectos de “corporaciones mineras, hidráulicas, turísticas, carreteras, energéticas, bancarias, biotecnológicas, financieras, habitacionales, que están haciendo añicos los recursos naturales del país y extrayendo plusvalía del esfuerzo de millones de trabajadores, para obtener ganancias descomunales por los servicios ofrecidos” (Toledo, 2015: 21).
La lógica del dinero especulativo se impone, ya sea a través de megaproyectos como el Corredor Interoceánico en el Istmo de México; o de proyectos hidroeléctricos, eólicos, complejos turísticos, granjas industriales, entre otros. En las ciudades hay un auge de megaproyectos de transporte e inmobiliarios, mientras se intensifican los procesos de gentrificación[2] en zonas que antiguamente eran barriales.
Si bien todo esto responde al incesante crecimiento que el capital necesita para mantenerse, más particularmente esta explosión responde a la burbuja especulativa que ha creado el sistema financiero. Estamos librando una guerra por el territorio, por el espacio vital, por la vida. El capital especulativo está apoderándose de territorios despojando y desplazando a sus habitantes. Quienes participamos en el Multitrueke Mixiuhca conocemos la importancia de develar la relación que existe entre el sistema financiero especulativo y la hiperexplotación humana y de la naturaleza.
Breve historia de la moneda comunitaria en México
Las monedas comunitarias en México surgen a mediados de la década de los 90, en el marco de “La Otra Bolsa de Valores”.[3] Con bastante éxito, el primer experimento se dio entre grupos indígenas en Hidalgo (el BOJA en el Valle del Mezquital).
Poco tiempo después en el Valle de México surgió entre grupos de la sociedad civil el vale multitrueque Tláloc, que tuvo una larga vida durante la que se consolidó, se amplió, se emuló, pero como todo ciclo se fue agotando y en el 2014 al celebrar 20 años cerró su ciclo.
En enero de 2010 iniciamos un proceso de talleres y reuniones sobre moneda comunitaria, con diferentes organizaciones interesadas en la autogestión. Todo esto en el marco de un círculo de danza mexica en el pueblo de la Magdalena Mixiuhca. Estos talleres y reuniones desembocaron en una primera Feria de Multitrueke en mayo del 2020, en la plaza de la Magdalena Mixiuhca.
A partir de esos primeros talleres iniciamos un camino de aprendizaje basado en la práctica y la reflexión que ya lleva más de 13 años. Y si bien los primeros cinco años estuvimos anclados en el pueblo de la Magdalena Mixiuhca, los siguientes cinco años decidimos ser una feria de intercambios itinerante.
Imagen 1. Huerto Tlatelolco.
Fuente: Archivo Multitrueke Mixiuhca (2021)
Desde hace tres años, nos encontramos en el Huerto Tlatelolco (imagen 1), un lugar paradisiaco dentro del cemento y contaminación del centro de la ciudad. Nuestra alianza con el huerto es estratégica. Valoramos e impulsamos la creación de huertos urbanos, reconocemos que la economía solidaria camina de la mano con la agroecología y la agricultura urbana.
Nos convertimos en prosumidores
El concepto de prosumidor une el rol de productor y consumidor en una misma acción. Este concepto es fundamental para comprender una comunidad de intercambio pues difiere de los mercados solidarios sin moneda comunitaria, donde los productores venden a los consumidores. En las comunidades de intercambio, todos debemos concebirnos como productor y consumidor al mismo tiempo. Dando un salto fundamental del vender al satisfacer necesidades. Esto significa que como productor debe enfocarse en satisfacer necesidades del mercado interno de la red o comunidad, y como consumidor se procura cambiar hábitos de consumo y preferir adquirir lo que otros productores de la red ofrecen.
Se trata de una nueva ética que reintegra a las personas la capacidad de aportar a una comunidad. Hemos sido despojados de nuestras propias capacidades productivas, artísticas e intelectuales; un primer paso en el camino de la autogestión está en recuperar esas capacidades que nos devuelven la dignidad. En los muchos talleres que hemos dado, es muy común que con tristeza las personas, sobre todo mujeres, nos digan que ellos no saben hacer nada para ofrecer a los demás.
Hace falta muy poco para darse cuenta de que en realidad esos saberes están ahí, yacen dormidos en medio del estrés y falta de tiempo de la vida cotidiana. Pero esos saberes a menudo permiten reconectar con habilidades, gustos e incluso con familiares. Es común se recurra a las mamás, papás o abuelas en busca de consejo sobre recetas de cocina, tejidos u oficios. Es por ello que el concepto de prosumidor se ha convertido en algo muy importante en nuestra reflexión, implica una transformación en los valores que impacta la vida cotidiana. Algunos valores que identificamos con los prosumidores son:
1. Ofrecemos productos y servicios que enriquezcan a los demás.
2. Compartimos nuestro tiempo, habilidades y saberes.
3. Modificamos nuestros hábitos y conductas a favor de una vida digna para todxs.
4. Sentimos las necesidades de los demás y diversificamos nuestra oferta.
5. Preferimos adquirir lo que los miembros de la comunidad están produciendo.
Nuestros objetivos
A lo largo de estos años hemos mantenido algunos objetivos constantes como:
Generar economía local. Si bien nos parece fundamental la cercanía geográfica también consideramos la cercanía empática. La primera es ecológica, territorial y la segunda es política, convivencial. Si bien es preferible comprar a quien se encuentra cerca porque se disminuye el gasto energético del transporte, a esto se agrega la cercanía empática, es decir, preferir consumir a quien con su oferta está construyendo economías alternativas. En este sentido, nuestra moneda es una herramienta para privilegiar el consumo local y empático.
Transformar la producción y oferta de servicios. Al mismo tiempo que cuestionamos el dinero, reflexionamos sobre tipo de consumo que queremos, y por ende la producción que necesitamos. Buscamos productos y servicios con menos carga entrópica, no industrializados y que otorguen salud a sus consumidores. La moneda mixiuhca es el vinculante, no solo de personas, sino de valores vitales, un circulante que propicia el encuentro entre el satisfactor y quien lo necesita.
Incrementar las relaciones de confianza. La confianza es la creación del poder horizontal de un sujeto colectivo. Al emitirse como crédito comunitario, nuestra moneda se convierte en símbolo de confianza, se otorga y recibe como un acto de confianza constructivo de una comunidad.
Ensayar modelos de autogestión social. Formar autonomías colectivas, donde la interdependencia económica es fundamental para disminuir la dependencia del sistema convencional. La autogestión monetaria inicia en el entendimiento de la emisión y uso de la propia moneda, la transparencia en sus movimientos y el cuestionamiento en la medición del valor, es decir, su papel como equivalente o unidad de cuenta.
Como dice uno de los principales impulsores de la experiencia de moneda Kuni: “El verdadero reto no está en crear un dinero comunitario, sino en desarrollar nuevas estrategias de confianza y comunidad. La meta es el camino diario de aprender; el dinero comunitario es solo un pretexto para aprender a valorar la comunidad, aprender a escucharnos, aprender a amarnos” (Vélez, 2016: 101).
Puede resultar paradójico, pero cierto que, a través de la creación de dineros propios puede retroceder el poder del dinero. Ya lo señala Holloway (2015: 47): “necesitamos desesperada y urgentemente romper la dinámica del dinero, que es tan destructiva. Pero es muy difícil pensar cómo se puede hacer sin desarrollar formas alternativas de cohesión social, de medios diferentes de convivencia”.
Para los países con tradición comunitaria, la agresión en la imposición de la lógica del dinero no solo es el empobrecimiento material o el despojo territorial, va más allá, se trata de la destrucción de comunidades existentes, de las relaciones de confianza y amistad “el dinero, como el proceso de monetización de las relaciones sociales, es lo que rompe los vínculos existentes y los reemplaza por una conexión monetaria.” (Holloway, 2015: 48).
La importancia de lo comunitario
Imagen 2. Primera Feria Multitrueke en el kiosko del Pueblo de la Magdalena Mixiuhca.
Fuente: Archivo Multitrueke Mixiuhca (2010).
Cuando nos referimos a la mixiuhca como moneda comunitaria, hablamos de comunidades no tradicionales (imagen 2), más bien mezclas entre principios indígenas y filosofías occidentales. Como señala Rivera Cusicanqui,
La idea de comunidad se fundaría entonces en la yuxtaposición contenciosa entre la radicalidad india de hablar con los no humanos y la afinidad como ejercicio de la libertad, o sea, la comunidad de afinidad. Porque ya no es posible la comunidad de parentesco, sólo unos cuantos parientes son susceptibles de ser parte de una comunidad actuante, pero ni eso. A veces uno repudia a la familia sanguínea para entrar en la familia de los hermanos, de las hermanas de lucha, eso es la afinidad. Para mí siempre ha sido una afinidad ética y estética, más que ideológica. (Rivera Cusicanqui citada en Salazar Lohman, 2015: 146)
Lo comunitario se encuentra en nuestro imaginario colectivo, la necesidad de ser con el otro a partir de conceptos como la solidaridad y la ayuda mutua. Es por ello que nuestra moneda comunitaria retoma estos principios y los vuelve crédito comunitario.
Hablar de moneda comunitaria es hablar de crédito. El crédito comunitario implica creer en los miembros del grupo, depositamos nuestra confianza en los demás. En el presente se otorga algo, esperando que en el futuro se resarza, ya lo señala Lopezllera (2008) es una memoria de valor. Sin embargo, el futuro es incierto, y por lo tanto acarrea un nivel de riesgo. En el sistema capitalista este nivel de riesgo se ve como un negocio y genera usura; el crédito comunitario hace del riesgo solidaridad.
En términos económicos, la comunidad es el sujeto social capaz de asegurar el bienestar de sus miembros, implica la soberanía de dirigir su producción para asegurar necesidades básicas. Esto es la lógica inversa a la del capital. En palabras de Laura Collin ante la lógica de reproducción ampliada del capital se contrapone la lógica de reproducción de la vida, se produce para satisfacer las necesidades de la comunidad y no por la demanda de un mercado. En este sentido, el dinero comunitario solo cumple el papel de medio de intercambio, como medio de comunicación bidireccional entre el que necesita y el que produce (Collin, 2013: 145).
La gran pregunta es ¿cómo se construye comunidad por afinidad?, esto es, cuando no necesariamente se comparte un territorio, pero sí intereses comunes. Una buena pista es la noción de interdependencia. La consciencia de la interdependencia es lo fundamental en la creación de una comunidad, es donde surge la confianza, la solidaridad y la reciprocidad.
Economía es el cuidado de la casa y los que habitan en ella. Nuestra casa es el lugar donde realizamos nuestra existencia en comunión con otros. El cuidado implica una relación de ecodependencia e interdependencia: no somos seres autosuficientes, necesitamos de la naturaleza y de los otros, ese es el lazo principal que reproduce la vida.
En términos políticos somos comunidad en la medida que nos volvemos conscientes de que estamos generando un nuevo sujeto político que abiertamente desafía la lógica del mercado, que se opone al egoísmo del amor familiar y que se enfrenta al autoritarismo comercial disfrazado de democracia que se basa en individuos desprovistos de poder político. La comunidad como un acto político y económico íntimo, que transforma la manera de vivir, sentir y pensar de las personas que participan en ella, ya que otorga un sentido de compromiso, identidad y dignidad que solo es posible en la relación sensible y consciente que asumimos con los otros.
La comunidad es el sujeto común que puede experimentar la autogestión de sus capacidades, recursos y organización. Vemos nuestra moneda comunitaria como un bien común en favor de la vida, es decir, para la armonía de las relaciones entre quienes la componen. Zibechi señala que
Lo común son los vínculos que construimos para seguir siendo, para hacer que la vida siga siendo vida; vínculos que no pueden ser acotados a institución ni a cosas (agua, tierra, natura). En este sentido, los llamados bienes comunes, no son objetos, entes separados de las personas, sino esos lazos (comunes, comunitarios) que hacen posible que, por decir, agua y tierra sigan siendo en beneficio del común/comunitario. (Zibechi, 2015: 77)
Imagen 3. Inicio ritual de la Feria Multitrueke en el kiosko de la Magdalena Mixiuhca.
Fuente: Archivo Multitrueke Mixiuhca (2013).
Dar, recibir y devolver
Sustituir un dinero por otro no cambia la lógica existencial, se trata de superar el dilema cuantitativo y con ello la lógica egoísta-utilitarista:
El principal desafío que surge de nuestro desarrollo como seres éticos es asumir la responsabilidad por nuestro accionar en el mundo, y ser capaces de entender que nuestra calidad de vida alcanza su plenitud cuando trascendemos desde nuestra conciencia individual hacia una forma de conciencia capaz de sentir como propia, no solo nuestra necesidad, sino, además, la de todo otro ser humano y de toda otra forma de vida. Lo inmarcesible será nuestra vida cotidiana. (Bernal, 2017)
La lógica de mercado, en el mejor de los casos, concibe una relación económica desde la aritmética, en la que cuantifica en precios, limitando los conceptos de justicia económica, política o social a un resultado de sumas y restas. Esta es la racionalidad imperante. Sin embargo, enfoques desde lo comunitario y el buen vivir ponen en duda esta lógica civilizatoria. A través de la mixiuhca, proponemos recuperar la lógica de reciprocidad. Para Temple, la reciprocidad en comunidades indígenas es “la relación entre seres humanos que permite a cada uno sufrir la acción de la cual es simultáneamente el agente. En términos de conciencia de actuar y de sufrir, significa que la conciencia de uno redobla la conciencia del otro, y que ambas se relativizan para engendrar una conciencia común” (Temple, 2003).
La reciprocidad es una relación entre personas (no un simple intercambio de objetos) que genera conciencia común, se genera un valor parecido a la amistad. Lo importante es que ese valor se convierte en algo superior a cada una de las personas.
El compartir es la experiencia del estar juntos y sentir en común. Es este reconocimiento de lo común basado en la empatía lo que permite que exista un profundo sentido de la reciprocidad, que aparece como compromiso y “don de sí” entre la gente que comparte ese sentir. Federici explica que “no hay común posible, a no ser que nos neguemos a basar nuestra vida, nuestra reproducción, en el sufrimiento de otros, a no ser que rechacemos la visión de un nosotros separada de un ellos”, y con base en este principio el bien común adquiere un significado que supera el de la propiedad: “de hecho si el «bien común» tiene algún sentido, este debe ser la producción de nosotros mismos como sujeto común. Este es el significado que debemos obtener del eslogan «no hay comunes sin comunidad»” (Federici, 2013: 254).
Conclusiones
Quienes soñamos con la transformación de esta realidad nos preguntamos constantemente el camino. Si bien es necesario actuar a distintas escalas, la masiva, la de protesta, la pública, internacional, en red o la glocal, las nuevas formas para la realización de la vida, autopoiesis,[4] tendrán que tomar en cuenta la dimensión más íntima: la existencial.
Para ello es necesario generar nuevos espacios con una lógica distinta para la reproducción de la vida social, matrices donde se fortalezca al individuo, colectividades de sostenibilidad de la vida cotidiana, lugares donde se ensayen las relaciones equitativas y la interdependencia económica, pero sobre todo donde el compartir y el don prevalezcan.
Quienes somos parte del Multitrueke Mixiuhca entendimos que necesitamos de un nuevo dinero para dejar de estar sometidos a él. Para ello proponemos identificarnos con procesos sociales que van en el sentido señalado y establecer una reciprocidad mutuamente benéfica, donde compartir valores tangibles e intangibles, materiales y culturales, sea una forma de reconstruir a la sociedad y de proteger a la naturaleza hoy tan dañada.
Ante el malestar con el sistema, las experiencias de moneda comunitaria confieren algo más que la satisfacción de necesidades materiales, dan calidez y sentido, convivencia y compartición, algo más necesario ante la atroz individualización de una sociedad con profundas raíces comunitarias.
En nuestra comunidad de multitrueke, la moneda comunitaria va de la mano con un modelo de compartir, donde se ofrece sin cálculo, conscientes que se ofrece es lo preciso: tiempo, energía, conocimientos, recursos. De esta manera construir puentes que nos ayuden a transitar del propio interés al pensar en el otro, del tener al ser, del poseer al compartir, de la escasez a la suficiencia, de la violencia a la paz.
Referencias
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Caballero, Claudia, Quetzadilla, y Víctor Bernal
2021 Para vivir libres de dinero-deuda ¡Creemos nuestras propias monedas comunitarias! Manual basado en la experiencia de más de diez años del Multitrueke Mixiuhca, Cuernavaca, Comunidad Multitrueke Mixiuhca.
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El capital llega con franquicias instaurando una forma de vida mercantil y suplantando las relaciones vecinales con los servicios del libre mercado. ↑
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Red de experiencias emergentes que tuvo su manifestación más clara en una revista que duró de 1990 al año 2000. ↑
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Humberto Maturana y Francisco Varela crearon el concepto de autopoiesis para definir la relación entre el ser y la reproducción de la vida, a través de su misma producción (autoconstrucción de los seres vivos), donde no hay separación entre el productor (el que hace) y el producto generado (lo hecho). La característica más peculiar del sistema autopoiético es que se erige de acuerdo a sus propios límites y de acuerdo a su dinámica, es inseparable de su propio medio, aunque este sea distinto. ↑