Isabel M. Povea Moreno
CIESAS-CDMX | ipovea@ciesas.edu.mx
Ilustración de Georgii Agricolae. De Re Metallica, libri XII, Basilea, 1556
Al pensar en la actividad minera de Nueva España, y de otros espacios y tiempos, solemos recrear un mundo masculino, en el cual los trabajadores de las minas y los dueños de ellas, son hombres. Para romper con esa representación, en estas líneas nos interesa poner en evidencia la presencia activa de las mujeres en las economías mineras novohispanas y destacar, de este modo, la necesidad de estudiar sus actividades en esos contextos. Para ello, por un lado se muestran algunas evidencias de la participación de las mujeres en el mundo laboral minero, y por otro, se presta atención a la actividad empresarial femenina en este sector económico. De esta manera se podrá entrever, un poquito, las ocupaciones y experiencias de las mujeres en un sector que adquirió un papel estratégico dentro de la monarquía hispánica.
En lo referente al ámbito laboral, hasta el momento se ha valorado poco el trabajo de las mujeres en la minería. Varios factores pueden explicar que esto haya sido así. De un lado, hay que señalar que la mayoría de los estudios sobre trabajo minero se han concentrado en el mundo subterráneo, el cual aparece dominado por la población masculina. En este sentido, hay que aludir a diversas creencias que asociaban el acceso de las mujeres al interior de las minas con el origen de derrumbes y otros incidentes, como la desaparición de los metales (Flores, 2014: 225). De modo que las mujeres vieron, en muchos casos, denegado su acceso a las minas. De otro lado, es necesario resaltar el escaso reconocimiento dado al trabajo no remunerado y a las tareas de reproducción y cuidados. Por lo que gran parte de la aportación laboral de las mujeres ha resultado durante mucho tiempo poco valorada y considerada secundaria (Velasco, 2013: 6-7). En este sentido, rescatar la participación de las mujeres en el trabajo minero desarrollado en la superficie y en las actividades reproductivas y de mantenimiento permitirá valorar y conocer mejor su aporte laboral en los centros mineros (Velasco, 2013: 9-17).
La minera novohispana, ciertamente, absorbió mano de obra femenina en diversas actividades como el pepenado[1] y el procesamiento de los minerales. Algunos autores de la época así lo evidencian. Por ejemplo, Antonio de Ulloa, para el caso de la mina La Valenciana (Guanajuato), en 1777, da testimonio del trabajo de unas “500 mujeres, cuya ocupación es quebrar los pedazos de metal para reducirlos a partes más menudas” (Solano et al. 1979: 63). Estas mujeres, según el propio Ulloa, podían trabajar dentro de una empresa, por un salario o jornal de tres reales al día, o por su propia cuenta (Solano et al. 1979: 69). Alexander Humboldt en su conocido Ensayo político sobre el Reino de la Nueva España (1811) también menciona, con relación a la misma mina, la presencia de mujeres en las actividades de pepenado y despacho de minerales (Humboldt, 1822: 109, 160). Estas mujeres pepenadoras también estuvieron presentes en otras minas del virreinato.
En las haciendas de beneficio o fundición, donde se procesaba el mineral extraído, de igual forma, las mujeres trabajaron en diferentes tareas. Así, Humboldt da testimonio de la labor de mujeres indígenas en las tinas de las haciendas de beneficio más grandes, donde se lavaban los residuos de la amalgamación (Humboldt, 1822: 177).[2] Cabe señalar que la presencia de mujeres en estas actividades mineras no fue algo exclusivo de la minería novohispana, por ejemplo, para el caso europeo, Georgius Agricola, en su conocida obra De Re Metallica (1556), recoge algunas referencias e ilustraciones del trabajo de las mujeres en la selección y el lavado del mineral (Agricola, 1950: 292). Por su parte, Luis Capoche, para el Potosí (Bolivia) del siglo XVI, hace alusión a mujeres encargadas de tamizar el mineral en los ingenios o refinerías (Capoche, 1959: 122).
(imágenes de Georgius Agricola).
Todo eso, en lo relativo a las tareas relacionadas directamente con la minería, pero no deben olvidarse las actividades reproductivas y de mantenimiento, indispensables para el desarrollo de las operaciones mineras y para la vida de esas comunidades, en general. Nos referimos a tareas como la limpieza de espacios de trabajo y habitacionales, el abastecimiento alimenticio o el cuidado de los hijos y las hijas; actividades que, durante mucho tiempo, han sido consideradas trabajos complementarios o auxiliares. Desde luego, es necesario romper con esa visión y reconocer el valor de la aportación laboral de las mujeres en esos ámbitos. En este sentido, poco a poco, van apareciendo estudios, como los de Dana Velasco, que buscan recuperar y valorar las diversas actividades realizadas por las mujeres en las comunidades mineras (Velasco, 2013; 2016: 123-125; 173-175).
En cuanto a la esfera empresarial, durante mucho tiempo el análisis prioritario y central del marco jurídico nos trasladó una visión del mundo hispánico en el cual el ejercicio de actividades empresariales era algo poco común entre las mujeres. El trabajo minucioso en los archivos está contribuyendo a dibujar un panorama bien distinto. En este sentido, diversas investigaciones han puesto de manifiesto que algunas mujeres, más allá de su rol como transmisoras de patrimonios (a través de la dote o la herencia), también administraron y gestionaron de forma activa sus propiedades mineras y usaron instrumentos legales para su defensa y salvaguardia.
La viudez fue una de las situaciones que permitió a las mujeres, principalmente de grupos sociales pudientes, mayor acción para controlar el patrimonio familiar. La mujer, al morir el marido, podía hacerse cargo de los recursos económicos de la familia y actuar sin la necesidad de un tutor masculino. Ese fue el caso, por ejemplo, de Josefa de Arozqueta, viuda de uno de los mineros más ricos del virreinato, Francisco de Fagoaga, e hija de un importante banquero. Arozqueta quedó al frente de su extenso patrimonio durante los 34 años que fue viuda, de 1736 a 1772 (Pérez, 2003: 36-45). Otro caso interesante, y algo menos conocido, es el de Rosalía Rosa Martínez, viuda de José de Erreparaz. Su marido fue uno de los mineros más importantes de San Luis Potosí durante la primera mitad del siglo XVIII y cuando éste murió, ella tomó las riendas de sus negocios. De este modo la encontramos dando fianzas a otros mineros, enredada en pleitos para defender sus intereses y relacionada con las autoridades y otros personajes, convirtiéndose, en su época, en una de las empresarias más notorias de San Luis Potosí (Povea, 2020; 64, 68, 71-72).
Otros ejemplos de viudas empresarias salpican la geografía minera del virreinato. Investigaciones recientes van rescatando sus actividades y experiencias que, desde luego, no en todos los casos fueron de éxito. Algunas se endeudaron y vieron sus propiedades embargadas, así ocurrió con Josefa Leal, dueña de una mina en el real de Hostotipaquillo, Nueva Galicia (León, 2020: 34, 123). Otras defendieron sus intereses y propiedades a través de la vía legal sin resultados positivos, aunque de forma insistente como Josefa Nieto Téllez-Girón, en San Luis Potosí, quien interpuso apelación y recurrió varias veces la sentencia del alcalde mayor sobre la elección de administrador en una mina mancomunada (Povea, 2020: 71-72).
Aunque la condición de viudez capacitaba, legalmente, a las mujeres para tomar decisiones sobre sus propiedades sin intermediarios, no todas las que realizaron negocios eran viudas. También, como algunas investigaciones han probado, mujeres solteras y casadas se involucraron en actividades empresariales. Por medio de un poder general recibido del marido o de una licencia conferida por una autoridad judicial, las mujeres pudieron acceder a la gestión de sus propiedades mineras. Al respecto es interesante el caso de Gregoria de Nava y Mota, minera en Guanajuato durante la primera mitad del siglo XVIII, quien se desempeñó como “una excelente agente de los negocios de su marido” (Caño, 2005: 32).
Al imaginar a estas mujeres propietarias y negociantes, pensamos en mujeres de la élite, españolas (criollas o peninsulares), pero hay que señalar que, aunque en su mayoría sí lo fueron, estudios recientes están dibujando un panorama más diverso. Significativo, en este sentido, es el caso de una mujer indígena y soltera, propietaria de varias minas en Teojomulco, Oaxaca, la cacica Bárbara de Velasco (Escalona, 2021: 413-415). A comienzos del siglo XIX, esta propietaria en el ejercicio de administración llegó a enfrentarse a un destacado minero oaxaqueño. Desde luego, es necesario atender a la situación económica, la condición étnica o la condición civil de estas mujeres pues implicaron experiencias y acciones diferenciadas al interior del grupo.
El análisis de las mujeres como actores sociales debe prestar atención a que no se trata de un grupo homogéneo, ni siquiera dentro de la misma actividad desempeñada. Hay que considerar las distintas jerarquías, recursos materiales y adscripciones; en efecto, no se puede obviar el estatus social ni la “calidad” o condición étnica pues son variables que moldean sus experiencias y sus relaciones con otros agentes sociales.
Esperamos que estas breves líneas puedan contribuir a dibujar una imagen más plural de los centros mineros de la Nueva España y a conocer la presencia activa de las mujeres, de diversos orígenes étnicos y estratos socioeconómicos, en las economías y sociedades mineras. Son necesarias, sin duda, más investigaciones y estudios dentro de esta línea para superar las ideas, de largo recorrido, que han considerado a la minería como un sector económico muy masculino, desde la esfera laboral hasta la empresarial, y a los centros mineros, en general, como un “universo de hombres”. Estudiar y valorar la participación de las mujeres en la vida laboral y en la gestión y administración de empresas, permite, no sólo ampliar el conocimiento sobre la historia de las mujeres, sino también lograr una comprensión más integral de los actores sociales que contribuyeron a la conformación de las sociedades mineras.
Bibliografía
Agricola, Georg _(1950), De Re Metallica, traducido por Herbert Clark Hoover, nueva edición, Nueva York, Dover Publications.
-Caño Ortigosa, José Luis (2005), “Mineras en el Guanajuato colonial», en Temas Americanistas, núm. 18, pp. 4-39.
Capoche, Luis (1959), Relación general de la villa imperial de Potosí, Editado porLewis Hanke (ed.), Madrid, Atlas.
Escalona Lüttig, Huemac (2021), “Mujeres mineras: familia, conflictos y redes financieras en la intendencia de Oaxaca (1786-1820)», en Tiempos Modernos. Revista Electrónica de Historia Moderna, vol. 11, núm. 42, pp. 395-420.
Flores Clair, Eduardo (2014), “Conquista de territorios = riqueza minera novohispana», en Pilar Gonzalbo (ed.), primera edición, Espacios en la historia: invención y transformación de los espacios sociales, Ciudad de México, El Colegio de México.
Humboldt, Alexander von (1822), Ensayo politico sobre el reino de la Nueva-España, traducido por Vicente Gonzales Arnao, 4 vols., París, Rosa.
León Meza, C. René de (2020), Minas y haciendas de beneficio en la Nueva Galicia durante el siglo XVIII, Zapopan, Jalisco, Universidad de Guadalajara-Centro Universitario de Ciencias Económico Administrativas.
Pérez Rosales, Laura (2003), Familia, poder, riqueza y subversión: los Fagoaga novohispanos 1730-1830, México, Universidad Iberoamericana.
Povea Moreno, Isabel M. (2020), «Mineras y parcioneras. La participación de las mujeres en la minería de San Luis Potosí, una aproximación a través de los pleitos, siglo XVIII», núm. 46, pp. 53-82. https://doi.org/10.30827/cnova.v0i46.15195.
Solano, Francisco de, Antonio de Ulloa, Antonio María Bucareli y Ursúa y Antonio de Ulloa (1979), Antonio de Ulloa y la Nueva España: descripción geográfico-física de una parte de la Nueva España de Antonio de Ulloa, y su correspondencia privada con el virrey don Antonio María de Bucareli, México, Universidad Nacional Autónoma de México.
Velasco Murillo, Dana (2013), «Laboring above Ground: Indigenous Women in New Spain’s Silver Mining District, Zacatecas, Mexico, 1620–1770», en Hispanic American Historical Review, vol. 93, núm. 1, pp. 3-32. https://doi.org/10.1215/00182168-1902778.
—————— (2016), Urban Indians in a Silver City: Zacatecas, Mexico, 1546-1810, Stanford, California, Stanford University Press.
- Pepenar consistía en recoger, quebrar y seleccionar el mineral, normalmente, de los desmontes o las escombreras, fuera de las minas. ↑
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El proceso de amalgamación se realizaba en las haciendas de beneficio. Este proceso consistía en mezclar el mineral extraído, ya triturado, con mercurio y otros insumos. La mezcla debía ser removida constantemente durante días, para luego lavarse y posteriormente fundirse y así separar la plata del mercurio. ↑