Mirada mascoga: acerca de las imágenes de Raúl Torralba

Mauricio Sánchez Álvarez[1]
CIESAS-Laboratorio Audiovisual

Si conocieras tu historia,
sabrías de dónde provienes
y no tendrías que andarme preguntando
quién diablos me creo que soy.
-Bob Marley (Buffalo soldier)

Hormiga
Flor de cactus
Mujer kikapú
Isabel Cristina Torralba y Mario Salazar
Iván
Arely Vázquez
Nayeli Palo Lira, Arely Vázquez y Karen Torralba Amador
Hombre joven en el río
Hombre joven a caballo
Venado
Víbora y conejo
Ave entre ramas
Flores silvestres rojas
Árbol y estrellas
El río
Vista de la región mascoga

Una senda de imágenes que comienza en unas lontonanzas: vistas que dan la idea de este lugar, un tanto agreste, pero también feraz, al norte norte del país, frente a Estados Unidos, donde poca gente sabe -mucho menos imagina- que hay afrodescendientes. Y no, no migraron desde Veracruz o Acapulco. Llegaron desde el norte, originariamente desde La Florida (que en tiempos coloniales fue un santuario español para cimarrones de las plantaciones británicas), donde se mezclaron con poblaciones indoamericanas. Y luego surcaron por todo el sur estadounidense y eventualmente algunos se volvieron parte del ejército del norte, antiesclavista, los “buffalo soldiers” de los que canta Bob Marley. Un tiempo después de terminada la guerra por la que Estados Unidos se agenció a Arizona, California, Nuevo México y Texas, esa negritud andante cruzó la frontera y se asentó en Coahuila, de modo que los mascogos -así se llaman- son binacionales. No es de extrañar que en sus prácticas y saberes actuales haya herencias del sur gabacho, como el vestido femenino y el canto gospel, junto con una tradición ranchera mexicana.

La larga odisea de los mascogos ya parece haber culminado en esta región interfronteriza, que ahora es su territorio y hogar. El mismo cambio de lugar en lugar puede haber sido tan áspero como fructífero, con durezas y aprendizajes, de tal modo que su memoria puede estar imbuida de múltiples experiencias históricas, gestada en diferentes entornos geográficos y culturales: momentos trágicos, momentos alegres, con héroes y mitos propios,

El ojo avisor de Raúl Torralba, fotógrafo mascogo, nos conduce con afecto a través de este mundo. Quizás porque está tan inmerso entre esos paisajes y retratos, le salen como agua: facilito. Y entendemos, entonces, tantito del día y la noche, del monte y del río, de las flores, el venado y el águila, de la serpiente depredadora, del caballo, el muchacho y el agua, de ser joven y de ser mayor, y de ser una kikapú vecina. El recorrido adquiere calidad antropológica: se pueden imaginar eventuales etnografías, revelaciones y reflexiones que nos volverían a poner de cabeza. Ojalá.


  1. laboratorioaudiovisual@ciesas.edu.mx