Migrar el género

Ximena Cruz
Filósofa y escritora, militante trans


Foto: Ximena Cruz.

Este es un ensayo literario con poco rigor reflexivo en el género filosófico, pero quiero hacer sentir el objetivo de dicho recurso: exponer que es hora de cuestionar las fronteras ilusorias y contingentes tanto de la vida, de los países y de la literatura en general.[1] En este texto, reflexiono entre vivencias personales y lecturas filosóficas sobre el tránsito del género y la migración, explorando en ambos procesos la movilidad de la materia y su efecto en la existencia de las personas trans.

Al inicio el reconocimiento de mi cuerpo implica saber sus fronteras, esas fronteras que vuelven mi morfología corporal difusa producto de la casualidad. El anhelo forzado del reconocimiento me impulsa a aceptar la promesa de un sitio estable y sustancial, y buscar mi propia existencia más allá de mi propia corporalidad se vuelve un momento de honda preocupación.

Transitar en el género es rebasar esas fronteras e instalarse en un espacio que fundamenta la intuición de mi ser, problematizando la máxima de Berkeley: esse es percipi.[2] Sin embargo mi cuerpo es el punto de partida desde el cual la percepción cambia a medida que mi cuerpo deviene otra manera de posicionarme en el mundo; las dos facetas de mi vida interna se desdoblan dando pie a una paradójica constitución de mi ser corpóreo.

Así es como puedo transitar en los recuerdos del desarraigo, en una fuga constante porque tal vez para ganarte a ti misma como persona es necesario alejarse del núcleo familiar y colocarte en una posición de seguridad, y alcanzar a como dé lugar, esa tierra prometida. Sin embargo, extrañas a tu familia y tus lugares, esa nostalgia (recordemos que la nostalgia es etimológicamente el anhelo en el exilio de la patria[3]) por ese lugar donde se dio la represión y donde tu propio deseo emergió, y en esa paradoja es difícil tomar una decisión ante el espejo y te cuestionas, como Descartes, que ese cuerpo sea verdaderamente tuyo, y si bien por un momento en las Meditatio él dice que sería una cuestión de locos (insani[4]) cuestionarse si nuestro cuerpo nos pertenece o no, para nosotras esta meditación se traduce en una lucha feroz dentro de nuestras mentes.

Nos cuestionamos si en efecto, nuestro cuerpo es el que verdaderamente nos pertenece y experimentamos un instante filosófico de introspección: nos damos cuenta de que la falla en el ser,[5] se exhibe como la imposibilidad de cuestionarnos ese tipo de evidencias empíricas porque así lo dicta la norma, sólo que ese instante nos muestra (y sólo ese instante) que el cuerpo es materia en movimiento sin ninguna finalidad científica ni mística, y que el cuerpo llega hasta donde la mente lo lleve.

Y así como amas el lugar donde has nacido y amas el cuerpo en el que has nacido te percatas que la autorreflexión sobre ti misma te ha calado y te ha mostrado que el cuerpo ante el espejo no es el tuyo, y en tu imaginación ya no eres la del espejo: anhelas vivir otra vida, la que siempre te has negado y la que ahora tienes que aceptar. Y vas a abandonarlo todo, vas a reconstruir de nuevo todos los objetos a tu alrededor y lo que eres ahora es motivo para dejar de ser tú y comenzar a ser esa dentro de ti.

De repente, en donde estés, eres la mujer sin pasado viviendo en un presente lleno de nuevos y difíciles obstáculos, eres la extranjera, la que invade, la que quiere vivir donde nadie la invitó, la que será perseguida por los ojos de los demás y la que ahora debe lidiar una batalla pequeña cada día. La que tiene que vivir en la infinita negatividad de su ser porque los Otros te experimentan como una amenaza, y por un momento coincides con Sartre: el infierno, son ellos los Otros;[6] sin embargo, esta es una experiencia falsificada, los Otros buscan la coincidencia y tú te muestras como la contradicción de su propia existencia; eres alguien que ha dejado su ser para irse a otro lado. Y sólo por un instante expones que su sistema de creencias es pasajero y temporal, hecho de autoridades anquilosadas.

Tu reflejo y su proyección ahora ya no es tuyo porque los otros comienzan a apropiarse de tu experiencia, a minimizarla, a reducirla a una serie de ideas prejuiciosas con las que serás juzgada. Y las miradas serán ahora una pesada carga en tu existencia, carga que tendrás que llevar por un tiempo.[7] Y de nuevo todo se repite: el espejo, los ojos, tus sueños, los juicios sobre tu persona y sobre tu cuerpo.

Es así como migrar para muchas se vuelve la única vía, la única manera de acceder a tu verdadera vida, lejos de esa tierra natal, donde el anonimato te arroja a nuevas posibilidades materiales, donde despiertas del sueño que ata tus decisiones y que ahora las libera para hacer tu vida menos imposible, menos indigna porque, aunque muchos te digan que estás enferma tú sabes que en esto se te va la vida y debes defender aquello en lo que crees tú: tú misma debes darte el valor de la dignidad humana y debes luchar por ella.

Así como un día transitaste por territorios desconocidos también así fue como transitaste en el género. En cada momento en el que te ven como una persona extraña y eres juzgada por aquellos que te identifican como una persona ajena a esas tierras, así te ubicas en el género, como una inmigrante invadiendo tierras corporales y afectivas que prometen ser mejores que otras en las que has sufrido. Serás también juzgada por no pertenecer nunca a ese lugar; por más esfuerzos que hagas para vivir y percibirte en otro lugar.

Para los Otros, quienes no transitan ‒con el temor de equivocarme podría decir que los confunde el idealismo y a veces consideran los principios empíricos en los que se arraigan en la heteronormatividad[8] postularán que no perteneces a ningún lugar condicionado para ti desde que naciste, que no eres bien recibida en este aquí ni ahora, pero, para la materia no hay un punto quieto, el tiempo es una ilusión que sólo sirve para andar en el pasado y señalar los acontecimientos futuros. Desde que te engañan en plena terminal de autobuses, hasta intercambiar tu cuerpo por una noche en un hotel te darás cuenta que la sociedad no puede negar tu cuerpo porque ya formas parte de este cuerpo social infinito y multiplicado, donde te vas a resguardar de los peligros de la calle, y donde sabes que no habrá lugar para ti en ningún espacio, aunque sientas el gran vacío del mundo. Serás una habitante a la deriva en búsqueda de un sitio donde seas tú misma.

Siempre es el adentro y el afuera, la vida interior y exterior, estar y no estar: transitar. El juego interminable entre los límites de la corrección, de la moral y las costumbres. Es sobre ese binarismo donde las fronteras se marcan y la lucha por cruzarlas es algo inexplicable en un solo texto porque la experiencia prima sobre la lógica de una propuesta o de una teoría.

Sin embargo, para nosotras migrar es el primer acto de verdadera existencia porque nos erigimos por encima de la negación externa de nuestros deseos. Cruzar es nuestro momento álgido en este viaje de precipitación a otros territorios desconocidos. Porque un día ya no eres, o más bien nunca fuiste la habitante de un género, quizá siempre fuiste cautiva del género. Y cruzas más allá de tu piel, cruzas la orilla que te limita pero que te promete un nuevo rincón en la vida. Y en ese trayecto no puedes voltear hacia atrás so pena de perderte para siempre en la oscuridad.

Sin caer en las ambigüedades de la teoría filosófica yo propondría que esto es una experiencia metafísica pues trasciende la corporalidad. Quizá podríamos estar ante la khora de Platón[9] en donde no estamos ni en un adentro ni un afuera. Esa experiencia de vida se manifiesta en esa frase foucaultiana: “Serás la manifestación de la verdad hasta que te hayas destruido a ti mismo”.[10] Y así es; destruirás a tu antiguo ser para manifestar tu verdad, esa verdad indecible en la que otros te impiden alcanzar y te piden permanecer en los preceptos de una normalidad que no existe puesto que Occidente siempre ha estado enfermo e insistió en buscar las curas de las disidencias sexuales negando su propia y triste realidad.

Al inicio de la migración está la sobrevivencia, el soplo, la pneuma.[11] El soplo es la exhalación, el afuera que puja por abrirse paso hasta dispersarse y desaparecer. El cuerpo sólo sigue al aire que, contenido dentro de él, se muestra como la fuerza que lo conforma y se impulsa inquietamente a través del mundo. Esa inquietante motilidad es el inicio de nuestro andar en el mundo y de nuestra intuición por el andar surge el medio por el que transitamos. El andar se vuelve la metáfora perfecta para quien en la corporalidad busca trascender.

En esencia, migrar es la búsqueda de esa corporalidad desdoblada en la imaginación. Desdoblarse no indica aquí cambiar empíricamente sino la vuelta o el tropo que se juzga en busca de su verdad.[12] Y la verdad para muchas es la disidencia, lo que escandaliza a algunos pero que para nosotros es la versión revelada de nuestra propia verdad sin ataduras.

Al migrar la patria se torna la cadena que nos aprisiona en un sentido de pertenencia a una nacionalidad y aunque precipitadamente la patria aparezca aquí como un término conservador, lo debemos usar víctimas de nuestras limitadas fuerzas para discutirlo aquí. Nuestras vidas son percibidas prejuiciosamente al migrar y no identificarnos con nada; y aquí que puedo comenzar a establecer algo seguro: que la identidad es la inquietud de la filosofía, la identidad quiere forzarnos a aceptarnos sin cuestionarnos, e irreflexivamente nos pide por principio de autoridad identificarnos con lo que ya existe en este mundo, sin embargo, para nosotras cuerpos en devenir todo es un constante simulacro de lo que es una transitoria verdad: la identidad. Porque la identidad busca hacer ciudadanos creyentes del mito fundacional, porque la identidad busca invalidar a los que cuestionan la reproducción como finalidad de la subjetividad y porque la identidad busca fundamentar un único lenguaje para todos cuando las lenguas son orgánicas y en su constante cambio devienen nuevas maneras de expresarnos.[13]

Este desarraigo es bien conocido por todas. Ningún lugar se torna seguro en ningún momento. Como animales de caza, así nos enfrentamos a la agresividad de un mundo que nos quiere desaparecer. Esta triste realidad acapara nuestras energías, nos desgastamos en la búsqueda de nuestro mundo interno y de uno externo que nos brinde un claro en el bosque de la seguridad.

Es en la piel donde mi límite fronterizo se siente vulnerable. Es la piel y el cuerpo contenido en ella donde percibo los sentimientos de ser extranjera, de no pertenecer y vivir el sufrimiento de sentirme en un no lugar. Y, sin embargo, para ser lo que soy es necesario perder el miedo y transitar.

Probablemente este texto esté tejido en el tenor del tránsito kantiano, aquel que inicia en la sensación hasta la intuición y los conceptos. Sin poder resolver cómo inicia el movimiento de nuestras contradicciones internas, tenemos que afrontar que la temporalidad nos exige defender esta vida frágil que nos pertenece y, por ende, es nuestra responsabilidad cruzar todas las fronteras hasta posicionarnos en la sobrevivencia.

La temporalidad es la concepción de la vida nómade,[14] en el que ningún país o género te puede constreñir en sus fronteras.

Pero a su vez es un estar afuera de la lógica de la contradicción porque deseo ser reconocida y en ese reconocimiento fugaz me doy cuenta de que mi vida se reactualiza constantemente. El tiempo y el espacio no definen a un ser humano: el género sólo es una forma más de pensar en la materia, no debería definir de una vez y para siempre la vida humana.

La finitud humana me muestra que migrar e incluso migrar el género es la prueba de que la materia y el cuerpo son desbordados fuera de los paradigmas normativos, porque la vida se desborda para convertirse en infinitas posibilidades de todas las formas de existir y devenir.

Bibliografía

Berkeley, George (1982), Tratado sobre los principios del conocimiento humano, Madrid, Gredos.

Braidotti, Rosi (2004), Feminismo, diferencia sexual y subjetividad nómade, Barcelona, Gedisa.

Butler, Judith  (2001), Mecanismos psíquicos del poder, Valencia, Ediciones Cátedra.

————— (2002), Cuerpos que importan, Barcelona, Paidós Ibérica, Barcelona.

Derrida, Jacques. La khora de Platón, recurso en línea: https://redaprenderycambiar.com.ar/derrida/textos/kora.htm

Descartes, René (1987), Meditaciones metafísicas, Madrid, Gredos.

Foucault, Michel (2016), Vigilar y castigar, México, Siglo XXI Editores,.

——————- (2016) El origen de la hermenéutica de sí, México, Siglo XXI Editores.

Sartre, Jean Paul (2006), El ser y la nada, Buenos Aires, Losada.

——————- (2015), A puerta cerrada, México, Grupo Editorial Tomo.

  1. Rosi Braidotti apunta que el libro Frankenstein está escrito como retazos de diversos géneros literarios al igual que Frankenstein está construido de diversas partes de cadáveres. Véase Feminismo, diferencia sexual y subjetividad nómade de la misma autora. Incluso diversos autores han especulado sobre cuál sería la génesis de la clasificación de los géneros. Para todas estas lecturas podríamos consultar el inicio de las diversas maneras de clasificar los géneros en la lógica aristotélica.
  2. “Ser es percibir” lo que nos da a entender que el ser sólo es un haz de percepciones que sólo tienen cabida en la mente de una persona. Véase Tratado sobre el entendimiento humano de George Berkeley.
  3. Nostalgia: neologismo creado para referirse al sentimiento de añoranza por la patria. Se forma a partir de nostos: regreso y algia: dolor.
  4. Véase Meditaciones metafísicas de René Descartes.
  5. Es en la filosofía sartreana donde encontramos la explicación acerca de que la conciencia de la libertad se presenta como la falla en el mundo: esto nos permite comprender que nuestra libertad radical percibe su inutilidad frente al mundo orgánico y material; sobrepasarlo sería la meta del Ser. Véase El ser y la nada de Jean Paul Sartre.
  6. A puerta cerrada, Jean Paul Sartre.
  7. Podríamos confrontar esta idea con la propuesta de la mirada que juzga como la forma en que la sociedad controla a las disidencias. Un acercamiento de este tema se encuentra en Vigilar y castigar de Michel Foucault.
  8. En Cuerpos que importan Judith Butler se interesa por las formas en que el discurso puede modificar la materia; ¿estaríamos hablando de una postura kantiana en Judith Butler donde se confrontan idealismo y materialismo?
  9. Para profundizar en esto véase el ensayo de Jacques Derrida La khora de Platón.
  10. Véase La Hermenéutica del sujeto de Michel Foucault.
  11. Creencia en la Antigua Grecia sobre la respiración como principio móvil de los seres vivos. El cristianismo lo tradujo como espíritu.
  12. Véase para esta referencia la introducción de Judith Butler a su libro Mecanismos psíquicos del poder, donde nos expone que el tropo es una figura de torsión.
  13. Ningún lenguaje es estático y todos son herencia de miles de años de contacto entre diferentes culturas.
  14. Recuperamos este término de la filósofa Rosi Braidotti de su libro ya citado en el presente escrito.