Migración femenina a Estados Unidos desde la región sur de Yucatán

Adriana Cruz-Manjarrez
Universidad de Colima | adrianacruz@ucol.mx


Foto: Cortesía del Acervo Digital de Lenguas Indígenas (ADLI)-CIESAS. 2013


Diversos estudios sobre la migración mexicana a Estados Unidos han documentado cómo el género permea todos los aspectos del proceso migratorio. Generalmente, la decisión de emigrar se da con base en las necesidades económicas o metas de los grupos domésticos y en relación con la posición, las expectativas y los mandatos de género que tienen las personas como padres, madres, hermanos, hijos o hijas. Así mismo, las y los migrantes se integran a trabajar a los lugares de destino de acuerdo con las demandas que impone el mercado laboral y con base en una división sexual del trabajo. Tras el asentamiento temporal o permanente en los países de destino, las y los migrantes experimentan una serie de adaptaciones, aprendizajes, y cambios sociales, culturales y económicos que reconfiguran su identidad, roles, expectativas y prácticas de género.

Desde la experiencia de mujeres mayas del sur de Yucatán, en este artículo propongo indagar en las siguientes cuestiones: ¿cuáles han sido las causas de la migración femenina internacional?, ¿cómo se han integrado laboral, social y económicamente las mujeres mayas a la sociedad estadounidense? y ¿cuáles han sido las adaptaciones, los aprendizajes, y los cambios que han vivido las mujeres mayas migrantes en el país de destino? Para responder estas preguntas comienzo con una breve descripción histórico-etnográfica de la migración yucateca a Estados Unidos. Luego, analizo las experiencias de integración femenina social, laboral y económica y, finalmente, abordo algunas experiencias relacionadas con los logros educativos y laborales, los cambios en las relaciones conyugales y el trabajo comunitario realizado por mujeres mayas migrantes en California.

La migración femenina maya yucateca a Estados Unidos

La literatura sobre la migración maya yucateca a Estados Unidos ha documentado que durante la época del Programa Bracero (1942-1964) algunos hombres mayas del sur de Yucatán fueron los primeros que emigraron de manera temporal a trabajar a California (Cornejo y Fortuny, 2011; Fortuny, 2009; Lewin, 2007; Quintanal et al., 2012; Whiteside, 2006). Sin embargo, esta migración fue marginal si se la compara con otras migraciones indígenas mexicanas de la época como la mixteca, la zapoteca, y la purépecha (Cruz-Manjarrez, 2013; Fox, 2006; Leco, 2009; Stephen, 2007; Velasco, 2005).

Durante la década de los ochenta del siglo pasado, la crisis económica que se vivía en el campo mexicano y la caída de los precios en la industria chiclera, maderera y del henequén en Yucatán sentaron las bases para nuevas migraciones dentro de la península de Yucatán. Con el desarrollo turístico de Cancún y la generación de empleos en los sectores de servicios, el doméstico, y de la construcción (Castellanos, 2010; Iglesias, 2011; Oehmichen, 2013), así como la apertura de la aduana en Chetumal (Labrecque, 2005; citado en Oehmichen, 2013: 48) decenas de familias, hombres y mujeres jóvenes emigraban a trabajar de manera temporal o permanente. A lo largo de esta década, la migración internacional continúa siendo menor y masculina porque las oportunidades laborales y educativas están abiertas en Quintana Roo, la ciudad de Mérida y la Ciudad de México.

En los años noventa, la migración maya yucateca continúa desplazándose dentro de la península de Yucatán, y también empieza a dirigirse de manera significativa a nuevos destinos en Estados Unidos. El norte de California y Portland, Oregón se convierten en uno de los destinos preferidos para los mayas del municipio de Oxkutzcab (Fortuny 2009) y los de Peto (Barenboim, 2013). Los mayas de Kaal van a Dallas, Texas y San Bernardino, California (Adler, 2004); y aquellos de Kiní, Ucí, Hoctún, Chumayel, Dzoncauich y Tecantó se dirigen a Los Ángeles, California (Chávez Arellano, 2014; Solís Lizama, 2014; Solís y Fortuny, 2010).

A nivel mundial, diversos estudios documentan que en esta década las migraciones internacionales se feminizan (Brettel, 2016; Castles y Miller, 1998; Galeana, 2008; Hondagneu-Sotelo, 1999). Es decir, la presencia de las mujeres en los movimientos poblacionales mundiales se incrementa y se relaciona con su integración al mercado laboral global en el sector doméstico y los trabajos del cuidado (Ehrenreich y Russell, 2004; Sassen, 2003a, 2003b). En el caso de la migración maya yucateca, algunos estudios han documentado cómo en esta década se observa la presencia de mujeres mayas jóvenes, principalmente recién casadas, o madres con hijos pequeños que se reagrupan con el esposo, y madres solas con hijos y sin ellos que se insertan al flujo migratorio México-Estados Unidos (Cruz-Manjarrez, 2018a, 2018b, 2019). Es importante resaltar, que la feminización de la migración maya no sólo tiene como telón de fondo las causas económicas, sino también las experiencias de abandono familiar y conyugal que sufrieron las madres por parte de los esposos, los padres, y los consortes. Así, el abandono familiar condujo a una nueva generación de mujeres jóvenes a condicionar la unión conyugal con los consortes si no las llevaban con ellos a Estados Unidos. De manera similar, las esposas jóvenes con hijos negociaron con su pareja la migración familiar porque no querían tener una familia separada en dos países. Desde la primera década de este siglo a la fecha, la migración maya ha continuado desde Yucatán y se ha expandido a nuevos destinos en Estados Unidos: San Bernardino, Thousand Oaks, Santa Rosa, y Los Ángeles, California; Las Vegas, Nevada; Baltimore, Maryland; Dallas, Texas; Portland, Oregon; Denver, Colorado, Oklahoma y Washington State.

A continuación, presento algunos datos sociodemográficos de las mujeres que entrevisté y algunas consideraciones metodológicas. Esta investigación es etnográfica y multisituada (Marcus, 1998). Entre 2012 y 2015 realicé tres estancias de trabajo de campo de uno, tres y seis meses en el Área de la Bahía en California. Entrevisté a las mujeres migrantes en su domicilio, algunas en el trabajo, y otras en lugares públicos y asociaciones sin fines de lucro. Además de haber sostenido conversaciones informales con las migrantes y sus familias, participé en eventos familiares y comunitarios, y tomé un curso sobre la promoción de la salud. Participé como encuestadora de un estudio sobre el acceso a los servicios de salud entre los mayas yucatecos en San Francisco. Visité el sur de Yucatán y platiqué y entrevisté a algunos familiares de las migrantes de este estudio.

De las treinta mujeres mayas que entrevisté, veintidós eran migrantes indocumentadas, tres tenían la residencia estadounidense, una tenía Visa U (más adelante se explica), y cuatro eran ciudadanas estadounidenses. Una llegó a Estados Unidos en 1968, dos arribaron en la década de los ochenta, doce en los noventa, catorce en la primera década de este siglo, y una en la década del 2010. Al momento de la entrevista, diecisiete estaban casadas, cinco se habían separado, tres estaban divorciadas, dos eran viudas, una estaba soltera, y dos vivían en unión libre. De las treinta mujeres, diez eran jefas de familia. Con respecto a su actividad laboral, dieciséis trabajaban formalmente en el área de servicios, en las cocinas de diversos restaurantes, en el trabajo doméstico, y en el cuidado de niños y ancianos. Siete trabajaban de manera informal, desde sus domicilios vendiendo comida yucateca, perfumes, joyería de oro y de fantasía, ropa, y productos de Tupper Ware. Y siete se dedicaban al cuidado de sus hijos y a su hogar. Una de estas mujeres apoyaba al esposo en la entrega de comida a domicilio a través del servicio de Uber. En la siguiente sección discuto la integración social, laboral y económica de las mujeres mayas migrantes.

Integración social, laboral y económica femenina

Como se señaló antes, desde los años noventa, diversas investigaciones sobre las migraciones internacionales han mostrado la feminización de las migraciones mundiales. También han señalado la existencia de dos patrones de movilidad relacionados con el reestructuramiento de la economía global. En el primero se señala la migración de mujeres de países del tercer mundo a los del primer mundo. En el segundo, se registra una movilidad desde el sur al norte. La socióloga Pierrete Hondagneou-Sotelo (2003), la historiadora Patricia Galeana (2008) y la economista Saskia Sassen (2003a) han mostrado que estos patrones responden a las dinámicas económicas de la globalización, así como al reestructuramiento de los mercados globales. Es decir, las mujeres, que emigran de países del sur, provienen de regiones empobrecidas y tiene trabajos y salarios precarios. Por ello, ellas emigran a trabajar a países ricos de la franja norte de manera documentada e indocumentada con el objetivo de mejorar el ingreso familiar.

Las mujeres nativas, que por lo general son blancas, de clase media o alta en países de primer mundo, por ejemplo, Estados Unidos, Canadá, Alemania, Italia y la Gran Bretaña entre otros, emplean a mujeres inmigrantes del tercer mundo de países de América Latina y El Caribe, África, y Asia. Por lo general, las migrantes se emplean en el trabajo doméstico, los trabajos del cuidado y de servicios. Además, son mujeres que tienen pocas oportunidades de experimentar una movilidad laboral y socioeconómica ascendente a causa de su estatus migratorio; por lo general indocumentado. Cuando son migrantes con permiso para trabajar, se sabe que no gozan de los mismos derechos laborales y que existen brechas salariales entre las trabajadoras migrantes y las nativas (Light, Kim, y Hum, 2002). También es importante considerar que las migrantes se integran a mercados laborales étnica y racialmente segmentados.

Por su parte, Ehrenreich y Russell (2004) indican que la división sexual del trabajo a escala global muestra que la relación laboral entre las mujeres empleadoras y las (in)migrantes está profundamente enraizada en los estilos de vida familiar y los patrones de consumo mundial. En el Área de la Bahía en el norte de California, las mujeres mayas trabajan en el sector doméstico y de cuidados principalmente para familias blancas y afroamericanas de clases media o alta. Las que trabajan en el área de servicios se emplean en almacenes, tiendas departamentales, bares y restaurantes, y en la limpieza de oficinas y las tiendas de servicios. Sus trabajos no son calificados y al no contar, en la mayoría de los casos, con un estatus migratorio legal, reciben salarios por debajo de las mujeres migrantes documentadas o las nativas, y tienen horarios partidos y a veces tienen varios trabajos para completar el gasto familiar. Las mujeres mayas que trabajan en el sector restaurantero ocupan los puestos más bajos en la jerarquía laboral: lavan platos, limpian la cocina y hacen tortillas, y no están a la vista de los consumidores y no dan atención directa a los clientes. A diferencia de los hombres migrantes, que pueden volverse garroteros, meseros y ayudantes de chef, las migrantes tardan más tiempo en escalar otras posiciones laborales en las cocinas, que les permitan mejorar su salario (Levine, 2002).

Como se señaló antes, al llegar a Estados Unidos no todas las migrantes mayas se integran a trabajar. Hay mujeres recién casadas o con hijos pequeños que se enfrentan a la negativa de los esposos para dejarlas salir a laborar. En el trabajo de campo que realicé entre 2012 y 2015 en el Área de la Bahía fue común escuchar entre las migrantes que los maridos no las dejaban trabajar porque el papel de la proveeduría es considerado responsabilidad del jefe del hogar. En este sentido, los hombres piensan que las obligaciones de sus esposas son estar en la casa, cuidar a los hijos y hacer los trabajos del hogar. Para los hombres migrantes, el hecho de que las mujeres expresen su deseo de trabajar constituye una afrenta a los mandatos de su masculinidad. Las mujeres entrevistadas refieren que los esposos les suelen cuestionar diciéndoles que si no es suficiente lo que ellos ganan para que ellas quieran salir a trabajar o ¿que si les falta algo a ellas o a sus sus hijos.

A pesar de este tipo de control patriarcal, la independencia económica sigue siendo una idea, un valor y una necesidad importante para las migrantes. Antes de emigrar, muchas mujeres trabajaban y gozaban de cierta independencia económica, y además apoyaban a sus familias con el gasto familiar. En California, pese a que los esposos no las dejan trabajar, las migrantes han podido encontrar maneras de generar un ingreso propio. Ellas se dedican a la venta de joyería de fantasía y oro, ropa, perfumes, accesorios de belleza, y productos de Tupper Ware. También venden comida yucateca a sus paisanos. Es común encontrar a mujeres que se dedican a la venta de comida yucateca a los migrantes yucatecos. A veces les llevan la comida a sus trabajos o los reciben en sus apartamentos para comer. También hay mujeres que se dedican a preparar comida tradicional yucateca (cochinita pibil, panuchos, relleno negro, pollo pibil, poc chuc) y pasteles para eventos familiares como cumpleaños, bautismos, confirmaciones, el Hetzmek, los XV años, y las bodas.

A lo largo de varios años de convivencia con algunos matrimonios, he observado, que una vez que los hijos llegan a la adolescencia o a la adultez, las madres negocian con sus esposos su deseo de trabajar. La negociación se basa en que ellas busquen trabajos que sólo las requieran algunas horas o medio turno, para que así puedan atender la casa y los hijos, y estén en casa cuando el esposo descanse o llegue de trabajar. Estas mujeres migrantes suelen trabajar en el sector doméstico, en las cocinas de los restaurantes, y en los almacenes de servicios; trabajos que les permiten “adaptar” sus horarios a las necesidades familiares.

Entre las familias mayas migrantes también se encuentran las de jefatura femenina, es decir, las familias encabezadas por mujeres que son madres solteras, mujeres abandonadas por sus parejas o esposos, mujeres separadas o divorciadas, y las viudas que emigran de Yucatán a California por cuestiones económicas. A diferencia de las mujeres casadas, las madres solas emigran principalmente para mantener a los hijos. La falta de oportunidades laborales, los bajos salarios y el escaso o nulo apoyo económico por parte del padre de los hijos las lleva a emigrar.

Tal y como se ha documentado en otros estudios, hay madres solas migrantes que dejan a los hijos al cuidado de los abuelos maternos y ellas envían remesas de manera permanente para la educación y la manutención de los hijos (Cruz-Manjarrez, 2021; Cuevas, 2015; Montes de Oca, Molina, y Ávalos, 2008; Quecha, 2016). Durante mi trabajo de campo en Yucatán, en 2017, tuve la oportunidad de dialogar con los hijos de madres solas migrantes internacionales. Entre lo que hablamos encontré que sus madres les han pagado los estudios, les han construido la casa familiar y han comprado terrenos para cuando decidan regresar. En las entrevistas que realicé en California, las madres solas señalaron que a lo largo de los años han financiado no sólo la educación de los hijos, sino también han apoyado la apertura de negocios familiares como tiendas misceláneas, salones de belleza y pizzerías con el objetivo de regresar y tener su propio negocio en Yucatán.

En el caso de las madres solas que deciden emigrar con sus hijos a Estados Unidos encontré que generalmente lo hacen de manera escalonada y con la ayuda de las redes familiares femeninas en la mayoría de los casos. A diferencia de las mujeres casadas en California, las madres solas se hacen cargo de todos los gastos familiares que incluyen el pago de la renta, el transporte, la alimentación y la educación de los hijos. Para incrementar sus ingresos, las madres solas se emplean en varios trabajos, como los hombres migrantes, y también laboran de manera informal en la venta de comida, ropa, perfumes y joyería.

Con respecto a la mujeres que llegan a la viudez encontré que ante la muerte del esposo en Yucatán ellas quedan un tanto desamparadas económicamente por la pérdida del ingreso del jefe del hogar. Cuando las viudas tienen hijos migrantes en Estados Unidos pueden recibir remesas familiares, que no siempre son suficientes para su sostenimiento en Yucatán (Cruz-Manjarrez, 2021). También pueden decidir emigrar y reagruparse con sus hijos migrantes para establecer estrategias o alianzas económicas para la sobrevivencia familiar. Por ejemplo, las viudas que viven en casa de las o los hijos migrantes, ayudan con el trabajo doméstico y el cuidado de los nietos. Su independencia económica es importante y por ello algunas también se dedican a la venta de comida en sus apartamentos o cobran por cuidar a los hijos de otras familias.

De los retos, las metas y el activismo comunitario

La residencia prolongada en Estados Unidos ha llevado a las mujeres mayas migrantes a plantearse nuevos retos laborales, a forjarse nuevas metas personales, familiares y educativas, y a convertirse en activistas y a realizar trabajo para su comunidad. A continuación refiero la experiencia de cuatro mujeres que se han destacado públicamente en los ámbitos empresarial, educativo, y comunitario. Utilizo seudónimos de las 3 mujeres del inicio de esta sección por cuestiones de protección a su identidad. Sin embargo, sí ofrezco el nombre de la última mujer migrante porque es una figura pública en la comunidad yucateca.

Las cuatro mujeres entrevistadas señalan que como mujeres migrantes han adquirido conocimientos que les han permitido navegar el sistema laboral, educativo, legal y de salud en beneficio propio y de sus familias. Entre las migrantes que han trabajado en la venta de comida y en el sector restaurantero, encontré que algunos migrantes y matrimonios han abierto restaurantes de comida yucateca en el barrio de La Misión. Entre ellos se encuentran: Yucatasia, Mi Yucatán, Poc Chuc y El Castillito Yucateco. Uno de estos negocios está a cargo de Lara, una mujer originaria de Oxkutzcab, que llegó a San Francisco en 1999 con la ayuda de un hermano que trabajaba en esta ciudad. En esos años ella estaba soltera. Comenzó a trabajar cuidando niños, luego se dedicó al trabajo doméstico, después incursionó en la venta de comida yucateca a sus paisanos, y finalmente entró a trabajar en la cocina de distintos restaurantes de comida francesa, italiana y mexicana. En este último restaurante recibió varios entrenamientos de cocina y su jefe le permitió ir a estudiar inglés a un community college. En este trabajo conoció a su esposo, quien también se empleaba en la cocina como ayudante del chef. La experiencia que ella obtuvo de la venta de comida yucateca de manera informal, y lo que ella y su esposo aprendieron en los restaurantes sentaron las bases para la apertura de un restaurante propio. Lara y su esposo se asociaron con un paisano yucateco para solicitar un crédito bancario y abrir el restaurant. A los pocos años de trabajo, terminaron la relación comercial con el paisano, y Lara y su esposo continuaron trabajando para mantener el negocio. Durante todos estos años de trabajo han recibido paisanos como comensales, han realizado eventos pequeños familiares y comunitarios entre las y los yucatecos, han ofrecido servicios de catering, y se han hecho de nueva clientela: americanos blancos, latinos, y afroamericanos entre otros. En 2015, regresé a comer y a visitar a Lara y a su esposo en el restaurante. El negocio seguía abierto de 10 a.m. a 10 p.m. y tenía buenos reviews de los periódicos locales colgados en las paredes, por ejemplo, el San Francisco Chronicle o El Tecolote, y aparecía recomendado en la aplicación Yelp. En ese momento Lara estaba separada de su esposo y se había convertido en la gerente y la administradora de su negocio. Sus empleados eran mujeres y hombres yucatecos, que trabajan en la cocina y en la atención a los comensales.

El embarazo ha llevado a varias mujeres mayas a buscar atención prenatal. En una entrevista que realicé a una joven madre originaria de Yotholin, aprendí que algunas mujeres se acercan a las clínicas y hospitales públicos locales u organización sin fines de lucro en el barrio de La Misión para que les den atención individual o grupal para el cuidado prenatal. Linda emigró a San Francisco en el 2003 para reencontrarse con su pareja que había emigrado un par de años antes con el objetivo de ahorrar para construir la casa familiar en Yucatán. La ausencia de la pareja y los problemas de alcohol que el esposo empezaba a tener, provocaron que Linda emigrara a California. Inicialmente, la llegada a Estados Unidos fue difícil para Linda. Aunque el esposo dejó de beber y recuperó sus trabajos, no la dejaba trabajar. Como ella no conocía la ciudad y no contaba con el apoyo de personas conocidas, y además se la pasaba sola y encerrada en el apartamento que rentaban, se le hicieron difíciles los primeros meses en Estados Unidos. Casi al año, Linda convenció a su esposo de que “la dejara estudiar” inglés. Poco después, la “dejó” trabajar. Su primer trabajo fue en una zapatería y luego se empleó como cajera en un restaurant. En estos trabajos conoció a otras mujeres de Yucatán, a las cuales visitaba o la visitaban esporádicamente. En su edificio conoció a una mujer mexicana migrante que estaba embarazada y tenía niños pequeños. En los últimos meses del embarazo de la vecina, Linda la acompañó a las sesiones de cuidado prenatal en el Hospital General.

Cuando Linda se embarazó decidió con su esposo que ambos tomarían el curso de cuidado prenatal (aunque el esposo no acudió a todas las sesiones por cuestiones laborales). Si bien la vecina influyó en la decisión de Linda de asistir al curso de cuidado prenatal y le enseñó el camino, a dónde debía acudir para atenderse durante el embarazo y el parto, lo que realmente determinó esta resolución fue que la madre de Linda no estaría con ella el día del parto (como lo hacen en su pueblo), ni durante las primeras semanas del nacimiento de su bebé.

Cuando Linda empezó a tomar el curso de cuidado prenatal se dio cuenta que había muchas mujeres migrantes, como ella, que iban a tener a su primer hijo. Este hecho la hizo sentirse acompañada y en un ambiente seguro, empático y confortable. En los últimos meses del embarazo tomó clases de nutrición y yoga, y con su esposo asistieron al curso psicoprofiláctico de tipo grupal. Para el nacimiento de su bebé, pidió que una Doula (una acompañante especializada y certificada para asistir a la mujer en el embarazo y el parto) la acompañara durante las últimas semanas del embarazo, el parto y los primeros cuidados de su bebé. A raíz de esta experiencia y motivada por el deseo de estudiar algo relacionado con el tema de la salud reproductiva, Linda decidió entrenarse como Doula. Actualmente ella cuenta con la certificación de Doula y acompaña a otras mujeres yucatecas y latinas antes, durante y después del parto. Además, tiene una certificación para dar apoyo personal para amamantar.

El deseo de Linda de estudiar y adquirir más conocimientos en el tema de la salud reproductiva y el trabajo comunitario con las mujeres mayas yucatecas y las latinas, la han llevado a tomar otros entrenamientos con certificación. Por ejemplo, ella es promotora de la salud e interprete certificada de lengua maya yucateca para asistir a personas de habla maya en la corte en California y en los servicios médicos. Además, realizó trabajo como voluntaria y asistente de la dirección de la Asociación Mayab A.C. que se dedica a la preservación, difusión y fortalecimiento de la cultura y la lengua maya yucateca en el Área de la Bahía en California. Linda me comentó que le gustaría estudiar enfermería, sin embargo, reconoce que tiene varios obstáculos para lograrlo: su estatus indocumentado, los bajos salarios que recibe, y el alto costo de los estudios.

El tema de la violencia de género en la pareja ha llevado a algunas mujeres mayas a separarse de sus esposos y a buscar ayuda legal, laboral, psicológica y familiar en asociaciones civiles u organizaciones sin fines de lucro como Mujeres Unidas Activas, La Casa de las Madres, El Instituto Familiar de la Raza, CARECEN, Women, la Asociación Mayab A. C., y Causa Justa, entre otras. En estas organizaciones, las mujeres víctimas de violencia doméstica son orientadas legalmente para denunciar la violencia, para pedir ordenes de restricción para el agresor, solicitar la pensión alimenticia en las cortes, entrenarse laboralmente para poder generar un ingreso familiar, conseguir un refugio o un apartamento seguro para ellas y sus hijos, recibir ayuda alimenticia y psicológica, y finalmente orientarlas legalmente para tramitar la Visa U. En Estados Unidos, a las víctimas de violencia doméstica, el Estado les da el derecho a solicitar la Visa U. Este es un visado que se otorga a las y los migrantes víctimas de algún delito o de algún tipo de violencia. La visa les permite vivir y trabajar en los Estados Unidos con toda legitimidad y después de tres años, pueden solicitar una tarjeta de residencia y seguir el camino hacia la ciudadanía estadounidense. Entre las mujeres mayas que entrevisté, tres son beneficiarias de la Visa U: dos estaban en el proceso de adquirir la residencia y una se había convertido en ciudadana estadounidense.

Para estas mujeres, los servicios psicológicos y legales han jugado un papel fundamental en el conocimiento y el ejercicio de sus derechos como mujeres, y la restauración de la autoestima. Tres de las mujeres entrevistadas, que fueron víctimas de violencia doméstica, mencionaron que vivir en Estados Unidos les cambió la vida. En ese país aprendieron que la ley las protege como mujeres, sin importar su estatus migratorio, y que tienen derecho a vivir ellas y sus hijos una vida libre de violencia. También mencionaron que durante las sesiones de apoyo psicológico individual y grupal aprendieron a cuestionar su forma de pensar y a cambiar algunas formas en las que fueron educadas como mujeres. De ser mujeres calladas y sometidas al machismo y al control de sus esposos o parejas, aprendieron que tienen derecho a vivir en una relación de pareja igualitaria, que hay leyes que las protegen, y que pueden rehacer su vida en pareja tras la separación. Actualmente, una de estas mujeres mayas trabaja en una de las organizaciones mencionadas arriba como coordinadora de servicios para mujeres sobrevivientes de violencia doméstica. Ella llegó a esta organización solicitando ayuda a causa de la violencia doméstica.

Su nombre es Ana y es originaria de Oxkutzcab. Llegó a San Francisco en el 2001, a la edad de 20 años, justo unas semanas después de que se casó. Ana conoció a su esposo en su pueblo. Él había retornado de San Francisco para casarse y llevarse a su esposa a Estados Unidos. Ana emigró con el esposo a California con la ilusión de trabajar y apoyar a su marido. Sus expectativas eran que como pareja recién casada iban a ser felices, los dos trabajarían para comprar la casa familiar, y formarían una nueva familia. Sin embargo, el esposo le prohibió trabajar, ir a la escuela, e incluso salir de su casa. Al igual que otras mujeres que entrevisté, Ana señaló que entre los migrantes hay problemas de adicción. El esposo de Ana no sólo era un hombre celoso, controlador y machista (así lo describe Ana), sino que además bajo los efectos de las drogas y el alcohol la violentaba física y sexualmente. A raíz de estas experiencias Ana señaló que no sólo descubrió a un hombre que no conocía, sino que con el paso de los años estas experiencias la hicieron reflexionar sobre su vida misma. Ella señala que se casó muy ilusionada y enamorada, pero también porque estaba huyendo de la violencia que ella vivía en el seno familiar. Al decir de Ana, ella proviene de una familia machista donde las mujeres y los hombres son tratados de forma desigual.

En el último episodio de violencia doméstica, Ana estaba embarazada y tenía un hijo de 3 años. Recordó que estaba muy asustada porque el esposo la había golpeado bajo los efectos de las drogas y el alcohol, y la había amenazado de muerte porque ella lo quería dejar. Ante esta situación Ana fue a la estación de policía a levantar un reporte de violencia doméstica porque temía por su vida y la de su hijo. Esto desencadenó la detención del esposo. Cuando éste salió de la estación de policía y regresó al apartamento, corrió a Ana con su hijo pequeño y le quitó las llaves de la casa. Cuenta Ana que cuando caminaba sin rumbo por el barrio de La Misión de repente se encontró parada enfrente de una organización llamada Mujeres Unidas Activas. Al entrar a este lugar, pidió ayuda porque estaba desesperada, tenía a su hijo pequeño y otro venía en camino, y no contaba con ningún tipo de ayuda de alguna amiga o familiar. Esta situación fue mencionada por varias migrantes que llevaban varios años viviendo en California y no tenían redes familiares o de amistad.

En Mujeres Unidas Activas, la trabajadora social colocó temporalmente a Ana y a su hijo en un refugio. Le ayudaron a encontrar una vivienda segura, le dieron estampillas de comida, la orientaron para que pidiera ayuda al Welfare para su hijo, y le encontraron un trabajo cuidando a un adulto mayor. Durante varios meses asistió a terapias psicológicas y a sesiones grupales de ayuda a mujeres sobrevivientes de violencia doméstica. Para poder ser independiente y generar un ingreso, tomó cursos certificados sobre trabajo doméstico, y cuidado de niños y adultos mayores. También fue orientada legalmente para pelear la pensión alimenticia para sus hijos. En el 2008, Ana inició la demanda de separación conyugal. A partir de la experiencia de ser una “sobreviviente de violencia”, Ana tomó varios entrenamientos certificados, entre ellos mencionó: Consejeras del alma, Violencia doméstica, Asalto sexual, y Línea de crisis. Con el tiempo se convirtió en consejera del alma; facilitadora en procesos de denuncia de violencia doméstica y en orientación legal para pedir en la corte la pensión alimenticia, la separación legal, y la Visa U; y en coordinadora del programa de sobrevivientes de violencia doméstica. La última vez que vi a Ana, 2018, seguía trabajando en una de estas organizaciones, tenía una nueva pareja y tres hijos.

Una de las experiencias más comunes entre las mujeres migrantes es darse cuenta de que además de convertirse en inmigrantes cuentan con una cultura e identidad étnica y lingüística, y una nacionalidad que las distingue de otros migrantes y las personas nacidas en Estados Unidos. Durante mi trabajo de campo tuve la oportunidad de entrevistar a una de las primeras mujeres mayas migrantes que llegó a San Francisco, California. Juana Quintero Nieves es una figura pública dentro de la comunidad yucateca en San Francisco. Llegó a Estados Unidos en 1968, cuando tenía 20 años de edad. Desde entonces ha sido testigo de la llegada de cientos de hombres, mujeres y familias de Yucatán al Área de la Bahía en California. Cuenta que cuando llegó a San Francisco era minúscula la población yucateca, de hecho, sus primeras relaciones de pareja fueron con hombres latinos porque no había hombres de Yucatán. Juanita estudió el High School y aprendió el inglés. Comenzó a trabajar en el servicio doméstico, pero con los años se entrenó en varios “oficios” certificados relacionados con el tema de la salud preventiva, salud mental y salud reproductiva. En la década de los ochenta, en la búsqueda de actividades espirituales y culturales, Juanita participó en un grupo de danza azteca conformado por un grupo de chicanos. También tomó clases de lengua maya con los mayas guatemaltecos que tenían un taller de lengua en el barrio de La Misión.

Hacia finales de la década de los noventa, la presencia de los mayas de Yucatán se incrementó. Al decir de Juanita, se organizaron las primeras reuniones entre yucatecos y se realizaron las dos primeras Vaquerías Yucatecas en el barrio de La Misión. Entre 2003 y 2005 se formó la Asociación Mayab A.C. la cual quedó registrada como una asociación civil. Hasta la actualidad, el objetivo de esta asociación ha sido preservar y difundir la cultura y la lengua maya, así como ofrecer servicios relacionados con temas de migración, salud, deporte y educación. Juanita fue integrante de la primera mesa directiva de Asociación Mayab A.C. y además ayudó a fundar y a establecer vínculos institucionales con el Instituto Familiar de la Raza y CARECEN para que se ofrecieran programas básicos de atención a la salud, cursos de integración cultural, talleres de orientación familiar y conyugal, e información diversa sobre temas de migración a los mayas de Yucatán. Juanita señala que haber vivido en la época en que los afroamericanos, los chicanos y los indios americanos luchaban por los derechos civiles en Estados Unidos (los años setenta), la motivó a convertirse en una trabajadora y activista comunitaria. Cuando vio el crecimiento y las necesidades que tenía y tiene la población maya yucateca en San Francisco, se involucró en distintas actividades culturales y proyectos comunitarios. El 28 de mayo de 2015, en Sacramento, el presidente del Senado de California, Kevin de León, presentó la resolución de celebrar el “Día del Yucateco”. En este evento se entregaron una serie de reconocimientos a la labor comunitaria que han realizado varias mujeres y hombres mayas de Yucatán, entre ellas, Juanita Quintero Nieves.

A lo largo de su vida Juanita ha trabajado en diversos proyectos de salud preventiva y reproductiva del Hospital General y el Instituto Familiar de la Raza, y en la Universidad de California San Francisco. Entre sus especialidades destacan el apoyo a mujeres víctimas de violencia, mujeres en riesgo de adquirir VIH-sida, detención de cáncer de seno, planificación familiar, y cuidado prenatal. También ha entrenado y certificado a otras mujeres latinas para que trabajen como niñeras. Ha orientado a cientos de familias yucatecas y latinas para que sean beneficiarias de los programas asistenciales que otorga el estado de California y algunas organizaciones sin fines de lucro. Actualmente Juanita está jubilada y vive con su madre en el barrio de La Misión.

Como podemos observar, la vida de estas mujeres mayas migrantes se ha transformado en el ámbito laboral, educativo, íntimo y familiar. Además, con la migración han cambiado su sentido de identidad étnica y genérica, y el de pertenencia a la comunidad de origen. Si bien todas ellas mantienen un sentido de identificación con sus comunidades de origen, es decir, Oxkutzcab, Peto, Akil, y Yotholin, y en general con Yucatán; también han desarrollado un sentido de identificación y pertenencia con la comunidad latina basada en sus experiencias como mujeres migrantes, trabajadoras, sobrevivientes de violencia doméstica, y activistas de las comunidades maya yucateca y latina.

Consideraciones finales

En este trabajo he presentado una discusión sobre la migración de las mujeres mayas migrantes a California. Con base en los patrones de las migraciones globales, he sostenido que las causas de la migración de las mayas yucatecas son las económicas, las familiares y las matrimoniales, y que comienza en la década de los noventa y sigue la pauta de la migración de las regiones del sur al norte. En especial destaqué que esta migración está compuesta por mujeres solteras, casadas, y solas (madres solteras, y mujeres separadas, viudas y divorciadas). Los principales hallazgos muestran los distintos retos y metas que enfrentan y se forjan las mujeres mayas al emigrar. Entre ellos destacamos, el control patriarcal que ejercen los maridos sobre las esposas cuando estas llegan a Estados Unidos. En este punto argumenté que el control patriarcal está marcado por los mandatos de la masculinidad y también por el ejercicio del poder que ejercen los hombres sobre las mujeres. Otro elemento que mostramos es que las mujeres solas con hijos o hijas en Yucatán o California tienen que generar solas un ingreso familiar. Por su parte, las mujeres casadas que no trabajan de manera asalariada, tienden a generar un ingreso menor a partir de actividades laborales informales para tener cierta autonomía económica. Un elemento que comparten las mujeres solas y las casadas en el plano laboral es que ambas realizan trabajo informal desde sus hogares.

Finalmente, he discutido cómo el contexto multicultural al que se integran las mujeres mayas ha influido en una serie de cambios y nuevos retos en las relaciones íntimas y familiares, así como en las nuevas experiencias de integración laboral y de trabajo comunitario. En este punto destacamos la presencia de mujeres migrantes empresarias que han capitalizado y maximizado sus recursos culturales, sociales y económicos. Así mismo, mencionamos que las experiencias de maternidad y el haberse convertido en mujeres sobrevivientes de violencia doméstica ha llevado a estas mujeres a adquirir nuevos saberes y capitales sociales y culturales, que les permiten integrarse laboralmente a su nuevo entorno y también transformar las ideas y valores tradicionales de lo que significa ser mujer. Finalmente destacamos que las mujeres mayas han desarrollado un sentido de identidad como mujeres migrantes, mayas yucatecas y latinas basado en las nuevas relaciones que entablan con otras mujeres migrantes, y también por el trabajo comunitario que han realizado en la comunidad maya yucateca y la latina en el Área de la Bahía en California.

Bibliografía


Adler, Rachel (2004), Yucatecans in Dallas, Texas. Breaching the Border. Bridging the Distance, Boston, MA, Allyn & Bacon.

Barenboim, Deanna. E. (2013), Belonging Out of Place: Navigating ‘Illegality’ and Indigeneity in Migrant Maya California, Ph. D., Chicago, The University of Chicago.

Brettel, Caroline (2016), Gender and Migration, Reino Unido y Estados unidos U.S., Polity Press.

Castellanos, Maria Bianet (2010), A Return to Servitude. Maya Migration and the Trade Tourism in Cancún, Minneápolis y Londres, University of Minnesota Press, First Peoples, New Directions in Indigenous Studies.

Castles, Stephen y Mark. J. Miller (1998), The Age of Migration. International Population Movements in the Modern World, Nueva York y Londres, The Guilford Press.

Chávez Arellano, María Eugenia (2014), “Experiencias femeninas de migración: Yucatecas en Los Ángeles”, en Migraciones Internacionales, vol. 7, núm. 4, pp. 69-99.

Cornejo Portugal, Inés y Patricia Fortuny Loret de Mola (2011), “’Corrías sin saber a dónde ibas’: Proceso migratorio de mayas yucatecos a San Francisco, California”, en Cultura y Representaciones Sociales, año 5, núm. 10, marzo, pp. 82-106.

Cruz-Manjarrez, Adriana (2013), Zapotecs on the Move: Cultural, Social, and Political Processes in Transnational Perspective, Nueva Jersey, Rutgers University Press.

————— (2018a), “Familias transnacionales de jefatura femenina: maya yucatecas entre California y Yucatán”, en Antropología Americana, vol. 3, núm. 5, enero-junio, pp. 53-72.

————– (2018b), “Mujeres indígenas migrantes en ciudades globales: nuevos actores de la globalización”, en C. Sánchez, C. Zolla, y G. Roldán (eds.), Transferencias salariales indígenas y migración en México , México, UNAM, Programa Universitario de Estudios de la Diversidad Cultural y la Interculturalidad, Instituto de Investigaciones Económicas, pp. 51-64.

————— (2019), “Migración internacional y matrimonio en la experiencia de mujeres mayas yucatecas en California”, en G. E. R. Ceja (ed.), Pueblos mayas en el siglo XXI. Desigualdades, transformaciones y retos , México, UNAM, Instituto de Investigaciones Filológicas, Centro de Estudios Mayas, pp. 23-55.

————— (2021), «Migración, familias transnacionales y vejez en la experiencia maya yucateca en Yucatán”, en Maya América: Journal of Essays, Commentary and Analysis, vol.  3, núm. 1, pp. 95-112.

Cuevas Hernández, Ana Josefina (2015), «Madres solas y patriarcado: una revisión de sus tipos de control”, en A. J. Cuevas Hernández (ed.), Familia y relaciones patriarcales en el México contemporáneo (pp. 83-106). México: Universidad de Colima-Juan Pablos Editor.

Ehrenreich, Barbara y Arlie Russell Hochschild (2004), Global Woman. Nannies, Maids, and Sex Workers in the New Economy, Nueva York, Metropolitan Books-Henry Holt and Company.

Fortuny Loret de Mola, Patricia (2009), “Transnational Hetzmek. From Oxkutzcab to San Francisco», en L. A. Lorentzen, J. J. Gonzalez III, K. M. Chun, y H. Duc Do (eds.), Religion at the Corner of Bliss and Nirvana. Politics, Identity and Faith in New Migrant Communities (pp. 207-242). Durham y Londres, Duke University Press.

Fox, Jonathan (2006), “Reframing Mexican Migration as a Multi-Ethnic Process”, en Latino Studies, núm. 4, pp. 39-61.

Galeana, Patricia (2008), La migración México-Estados Unidos y su feminización, México, CISAN, UNAM.

Hondagneu-Sotelo, Pierrette (2003), “Gender and Immigration. A Retrospective and Introduction”, en P. Hondagneu-Sotelo (ed.), Gender and U.S. Migration. Contemporary Trends., Berkekey, California, Univesity of California Press, pp. 393.

————— (1999), Gender and U.S. Immigration. Contemporary Trends. Berkeley, Los Ángeles, Londres, University of California Press.

Iglesias Lesaga, Esther (2011), “Las nuevas migraciones yucataneses: territorios y remesas”, Migración y desarrollo, vol. 9, núm. 17, pp. 69-90.

Leco Tomás, Casimiro (2009), Migración indígena a Estados Unidos. Purhépechas en Burnsville, Norte Carolina, Michoacán, México, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, CIMEXUSININEE, Secretaria del Migrante, Coordinación de Investigación Científica.

Levine, Elaine (2002), “La globalización y la segmentación del mercado laboral estadounidense: el caso de los trabajadores hispanos”, en M. Gambril (ed.), La globalización y sus manifestaciones en América del Norte, México, CISAN-UNAM.

Lewin Fischer, Pedro (2007), “Yucatán as en Emerging Migrant-Sending Region”, en W. A. Cornelius, D. Fitzgerald, y P. Lewin (eds.), Mayan Journeys. The New Migration from the United States, La Jolla, California, Center for Comparative Immigration Studies, UCSD, pp. 1-28.

Light Ivan, Kim, Rebecca y Connie Hum (2002), “¿Globalización, cadenas de vacantes o redes de migración? Empleo de inmigrantes e ingreso en Los Ángeles y su área metropolitana”, en M. Gambril (ed.), La globalización y sus manifestaciones en América del Norte, México, CISAN-UNAM.

Marcus, George (1998), “Anthropology on the Move”, en Ethnography through Thick and Thin, Princeton y Nueva Jersey, Princeton University Press.

Montes de Oca, Verónica; Ahttziri Molina y Laura Ávalos (2008), Migración, redes transnacionales y envejecimiento: estudio de las redes familiares transnacionales de la vejez en Guanajuato, México, IIS-UNAM-Gobierno del Estado de Guanajuato, IPLANEG.

Oehmichen Bazán, Cristina (2013), “Una mirada antropológica al fenómeno del turismo”, en Cristina Oehmichen Bazán (ed.), Enfoques antropológicos sobre el turismo contemporáneo, México, UNAM-IIA, pp. 35-71.

Quecha Reyna, Citlali (2016), Familia, infancia y migración: un análisis antropológico en la Costa Chica de Oaxaca, México, IIA-UNAM.

Quintanal Avilés, Fanny;  Juan Bastarrachea Manzano, Fidencio Briceño Chel, Pedro Lewin Fischer, Martha Medina Un, Teresa Quiñones Vega y Lourdes Rejón Patrón (2012), “Mayas en movimiento. Movilidad laboral y redefinición de las comunidades mayas de la Península», en N. Margarita y M. Á. Rubio (eds.), Movilidad Migratoria de la Población Indígena de México. Las comunidades multilocales y los nuevos espacios de interacción social, vol. II, México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, pp. 303-415.

Sassen, Saskia (2003a), “Hacia un análisis feminista de la economía global”, en Los espectros de la globalización, México, Argentina, Brasil, Colombia. Chile, España, Estados Unidos de América, Guatemala, Perú, Venezuela, Fondo de Cultura Económica, pp. 111-137.

————— (2003b), “Notas sobre la incorporación de las mujeres del Tercer Mundo a la mano de obra asalariada a través de la inmigración y la producción offshore”, en Los espectros de la globalización, México, Argentina, Brasil, Colombia. Chile, España, Estados Unidos de América, Guatemala, Perú, Venezuela, Fondo de Cultura Económica, pp. 139-158.

————— (2003a), “Notas sobre la incorporación de las mujeres del Tercer Mundo a la mano de obra asalariada a través de la inmigración y la producción offshore”, en Los espectros de la globalización, México, Argentina, Brasil, Colombia. Chile, España, Estados Unidos de América, Guatemala, Perú, Venezuela, Fondo de Cultura Económica, pp. 139-158.

Solís Lizama, Mirian (2014), Participación de migrantes yucatecas en el mercado laboral en Los Ángeles, California, Ph. D., Ciudad de México, UNAM.

Solís Lizama, Mirian y Patricia Fortuny Loret de Mola (2010), “Otomíes hidalguenses y mayas yucatecos. Nuevas caras de la migración indígena y viejas formas de organización”, en Migraciones Internacionales, vol. 19, núm. 5, p. 4, julio-diciembre.

Stephen, Lynn (2007), “Women’s Transborder Lives. Gender Relations in Work and Families”, en Transborder Lives. Indigenous Oaxacans in Mexico, California, and Oregon, Durham y Londres, Duke University Press, pp. 177-208.

Velasco, Laura (2005), Mixtec Transnational Identity, Arizona, University of Arizona Press.

Whiteside, Ann (2006), “’We are the Explorers’: Transnational Yucatec Maya-speakers. Negotiating Multilingual California”, Ph. D., Berkeley, University of California Berkeley.