Mi tránsito por el CIESAS

Felipe Hevia
CIESAS Golfo


Felipe Hevia con el equipo de capacitadores MIA (Medición Independiente de Aprendizajes).


−Solo falta ir al CIESAS y ya− me dijo Alejandra, una amiga chilena que estudiaba en la ENAH y que me hizo el gran favor de acompañarme a las instituciones que ofrecían posgrados en antropología en México, en el lejano verano de 1998.

−¿Al CIESAS? ¿Qué es eso?− respondí. Estaba en mi cuarto año de licenciatura en antropología en la Universidad de Chile y no sabía de la existencia de CIESAS. Yo buscaba algún posgrado donde pudiera especializarme en estudios de lenguaje o antropología médica, que eran los temas que me gustaban.

−¿No lo conoces? Qué raro… es una institución buenísima, sólo que cuesta entrar en sus posgrados− me respondió Alejandra, y tomamos un pesero hasta el centro de Tlalpan.

Así inició mi tránsito por el CIESAS, que lleva 20 años y contando. En 2001 me inscribí a la maestría en antropología de la Ciudad de México, con Lucía Bazán como coordinadora del posgrado, y mi primera maestra fue Patricia Torres. En esa época, Conacyt no ofrecía becas para estudiantes extranjeros, quienes, más bien podían recibir becas de la Organización de Estados Americanos o de la Secretaría de Relaciones Exteriores, y yo era el único estudiante de la generación que no tenía beca. Gracias a las gestiones de Lucía y Patricia, y seguramente de muchas personas más de las que no me enteré, pude recibir una beca interna de CIESAS durante mis estudios de maestría, y fue gracias a esa beca que pude permanecer en México durante ese tiempo, y después, ya regularizada mi nacionalidad mexicana, seguir estudiando el doctorado en el CIESAS.

En 2001, tomábamos clases en la Casa Chata, caminábamos por las calles del centro de Tlalpan para ir a Juárez 87 al centro de cómputo, y nos íbamos a comer al mercado, fascinados de volver a estudiar, de tener tiempo para discutir sobre la antropología y su flexibilidad. Ya como estudiante, me enteré de que el autor de México profundo, libro de cabecera en mi formación, fue uno de los fundadores del CIESAS, lo mismo que el célebre Gonzalo Aguirre Beltrán, a quien había leído en Chile dentro de mi curso de antropología médica. El que no había llegado hasta el sur era Ángel Palerm, de quien me impresionó la huella que dejó en mis profesores y en el CIESAS en general.

De esa época recuerdo bien la impresión de haber visto la primera edición de Figurar el poder de Eric Wolf, de las sesiones que teníamos con Tere Carbó y Eva Salgado, y la sabiduría infinita de Brígida von Mentz. Al momento de optar por la línea de investigación, me integré a estudios del lenguaje, y tuve la fortuna de que John Haviland aceptara dirigir mi tesis sobre construcción conversacional de confianza en contextos de salud. En la línea conocí a Víctor Franco y a José Antonio Flores Farfán, quienes hacían cosas increíbles sobre revitalización lingüística. Recuerdo también las horas que pasaba en la biblioteca, también en Casa Chata, impresionado de ver el número 1 del American Anhropologist, y tener en mi mano un original del famoso número especial de 1964 dedicado a Etnografía de la comunicación, con la introducción de Dell Hymes. Yo, que venía de formarme en un país post-dictadura, con una biblioteca infame, descubrí la hemeroteca del CIESAS y gasté buena parte de mi tiempo revisando número por número las revistas, y fotocopiando cientos de hojas, que en su mayoría no alcanzaba a leer, pero que quería conservar de alguna forma.

Además del acceso irrestricto a la biblioteca, dos elementos marcaron mi formación como antropólogo del CIESAS. Por un lado, poder conversar horizontalmente con los investigadores, conocer sus trabajos, aprender a investigar investigando, y participando en los coloquios de posgrado recibiendo su retroalimentación; y por otro lado, la profunda rigurosidad académica que veía como un sello CIESAS, más cercano a la economía política de maestros como Palerm, Wolf, Teresa Rojas y Arturo Warman, que a la corriente más posmodernista en auge durante la última década del siglo XX.

En agosto de 2003, cuando estaba terminando de escribir la tesis, surgió la posibilidad de continuar en el doctorado, condicionado a terminar la tesis de maestría en tiempo y forma. Mi tesis trataba sobre cómo se construía (y destruía) la confianza en el sector público de salud por medio de marcas conversacionales y actos de habla. El trabajo de campo lo realicé en Xalapa, Veracruz, donde me quedé a redactar la tesis. Esto me permitió conocer mejor el trabajo de Ernesto Isunza, quien había sido miembro del Colegio Académico de la maestría. Las conversaciones con él fueron fundamentales para iniciar mi proyecto de doctorado, centrándome más en antropología política y en relaciones sociedad-Estado, tomando como caso de estudio el programa Progresa-Oportunidades, que había aparecido constantemente en los Centros de Salud de Xalapa. En un café de Xalapa le pregunté a Ernesto si podría ser mi director de tesis para el doctorado, a lo que accedió y comenzamos a trabajar en el proyecto.

En septiembre de 2003 iniciaba el doctorado. A diferencia de la maestría, en que el trabajo de investigación fue más bien solitario, en el doctorado pude integrarme a un equipo de investigación en un proyecto interinstitucional CIESAS-Universidad Veracruzana, lo que permitió pensar la investigación y la formación en otros términos. En 2003, ayudé en la logística de un seminario sobre rendición de cuentas, donde conocí a los autores que tanto había leído y que sigo admirando: Jonathan Fox, Nuria Cunill, Evelina Dagnino, Alberto Olvera. Posteriormente participé como becario de ese proyecto, investigando sobre participación ciudadana y contraloría social, temas que desarrollé en mi tesis doctoral. Con Ernesto, quien vivía en la Ciudad de México en su época de Director Académico del CIESAS, continué aprendiendo, trabajando colectivamente en una investigación sobre interfaces socioestatales que resultó fundamental para mis posteriores temas académicos. También como becario de este proyecto me tocó organizar un diplomado sobre Contraloría Social, que desarrollamos en conjunto el CIESAS, la Universidad Veracruzana y la Secretaría de la Función Pública. Allí crucé por primera vez la barrera que separa el estudiante al becario, conociendo y realizando trámites en oficinas que no sabía que existían, como la administración en Niño Jesús y la Subdirección de Docencia en Juárez 222.

En 2007 el principal mecanismo de ingreso al CIESAS era por medio del programa de repatriación-retención. Para estudiantes egresados del CIESAS, el proceso incluía realizar una estancia de investigación prolongada en otro centro para evitar la endogamia académica. En mi caso, a la par que hacía mis últimas adecuaciones a mi tesis de doctorado, me postulé para una estancia posdoctoral en el Centro de Estudios da Metrópole del Centro Brasileiro de Análise e Planejamento, en Sao Paulo, Brasil. Así, en 2008 como paulistano, me tocó coincidir con un viaje de Virginia García Acosta a Brasil para firmar una serie de convenios de colaboración con diversas universidades. Acompañando a Virginia en un trayecto en taxi, conversamos largo sobre mi reciente experiencia de egresado del CIESAS. Recuerdo la gran impresión que me causó que la Directora General fuera tan abierta y escuchara con atención las críticas y comentarios que como recién egresado expresé de mi proceso formativo.

Al llegar nuevamente a México, en 2008, presenté mi proyecto a la dirección académica, en ese tiempo bajo la dirección de María Bertely, para desarrollar un proyecto de investigación en la Unidad Golfo, cuya directora era Camen Blázquez. Para contar con el apoyo de CIESAS, se necesitaba que el expediente de incorporación (que inluía un proyecto de investigación a tres años, y un programa de docencia) fuera aprobado por un lector interno y otro externo, y luego que recibiera la aprobación de Conacyt, específicamente del programa de repatriación-retención. En 2009 recibí un llamado telefónico de Virginia García Acosta en persona para fecilitarme por la buena nueva: mi solicitud había sido aprobada y yo entraba al CIESAS en calidad de investigador por tiempo determinado, teniendo que presentar mis avances año con año a la Comisión Académica Dictaminadora (CAD). Este proceso de ingreso, si bien fue largo, fue el mejor posible, puesto que no implicó pedir o deber ningún tipo de favor, y mi permanencia (y posterior definitividad) se atuvo a un proceso colegiado, claro y transparente. El 1 de febrero de 2009 entré a la unidad Golfo como investigador y en 2013, luego de cuatro largos años de presentar el dictamen a la CAD, logré obtener la definitividad.

La primera época de esta etapa como investigador se caracterizó por la libertad total para realizar la pesquisa que había comprometido, y también apuntalar el recién creado Programa de Maestría en Antropología Social de la Unidad Golfo. Después de la investigación doctoral y la estancia posdoctoral, era la tercera investigación individual que emprendía. Lo que más me costó en esos años fue experimentar la poca comunicación que había entre los colegas de la unidad: cada uno hacía sus propias investigaciones y, a excepción de la maestría, sin que hubiese actividades colectivas. Los intentos por realizar algunos seminarios colectivos o por participar en los ya existentes no dieron resultado, a lo que se sumó al nacimiento de mi primera hija, que me mantuvo más aislado de mis colegas de lo que me hubiera gustado. También intentamos realizar investigaciones regionales con Saúl Moreno y Ernesto Isunza, pero que tampoco lograron despegar. Esta falta de trabajo colectivo en casa me llevó a buscar alianzas en la Universidad Veracruzana.

La segunda etapa coincidió con la definitividad de mi plaza en 2014 y el inicio de un nuevo proyecto sobre participación y control social en educación, que contó con fondos externos. A diferencia de la anterior, que fue muy solitaria, en esta etapa conocí poco a poco el enorme trabajo colegiado que existe en la institución. Con plaza definitiva, ya era “elegible” y podía formar parte de las diversas comisiones que existen en el CIESAS: Comité Editorial, colegios académicos, Consejo Técnico Consultivo, Comité General de Posgrado, etc. La participación en estos comités me abrió la puerta a otro CIESAS, que no había conocido ni como estudiante, ni como becario, ni como investigador novato. Fue por medio de estas reuniones en la Ciudad de México que coincidí con colegas de otras sedes, que conocía de nombre pero no en persona. De estos órganos colegiados destaco tres en los que me tocó participar y que me mostraron una faceta totalmente nueva del CIESAS.

El primero es el Consejo General de Posgrado. En 2016 Agustín Escobar como director general me nombró coordinador del Programa de Maestría en Antropología Social de la Unidad Golfo, y por ello pude participar en las reuniones del Consejo General de Posgrado. Ahí conocí la mística colectiva que tiene la docencia en el CIESAS. El trabajo conjunto de secretarias y secretarios técnicos, de la Subdirección de Docencia, y de los participantes en este Consejo fue una experiencia increíble. Conocer a los otros coordinadores de las demás unidades, aprender colectivamente y resolver los problemas en conjunto fue una de las mejores experiencias que he tenido en el CIESAS.

Otro órgano colegiado que cambió mi percepción de CIESAS fue la invitación que me hizo Brígida von Mentz, y que nunca podré dejar de agradecer. Tuve el verdadero privilegio de trabajar con Guillermo de la Peña, Margarita Dalton, Victoria Novelo y Eduardo Menéndez, entre otros, en una comisión que buscaba comunicar a diversas audiencias cuáles eran las características distintivas del quehacer del CIESAS. Esta comisión, solicitada por Agustín Escobar, me permitió no sólo compartir tiempo y escuchar de primera mano un sinfín de anécdotas del CIESAS en diversas épocas, sino también comprender la importancia que tiene la libertad de cátedra y de investigación en nuestro quehacer. También me permitió valorar la diferencia entre proyectos individuales y proyectos colectivos, así como la interdisciplina. Investigadores rigurosos, comprometidos con la realidad nacional, interesados en generar conocimiento situado, estrechamente vínculos con la docencia y la extensión fueron algunas de las conclusiones que esta comisión generó.

El cuerpo colegiado en el que estoy participando al momento de escribir es el Consejo Técnico Consultivo, que reúne la gran diversidad geográfica y temática que encierra CIESAS. Con la participación de representantes de investigadores, la estructura organizacional de la institución y los directores de cada sede, estas reuniones permiten deliberar, en el más amplio sentido, sobre el devenir institucional del CIESAS. Entre las múltiples acciones que hace el CTC figura organizar procesos de auscultación de los aspirantes a la dirección general, revisar prioridades de crecimiento de la planta física y académica, discutir las problemáticas locales, discutir la política científica del CIESAS y dar voz a los plenos de investigadores. Como parte del CTC, me ha tocado participar, por ejemplo, en el proceso de auscultación del actual Director General y en la comisión que generó nuevas líneas de investigación dirigida magistralmente por Ludka de Gortari.

De este largo tránsito por el CIESAS sólo tengo palabras de agradecimiento y reconocimiento para la calidad humana y científica que existe en la comunidad. Ahora que celebramos 48 años, participar en los últimos 20 años como estudiante, becario, profesor e investigador ha sido un privilegio. La contribución del CIESAS al pensamiento antropológico mexicano y latinoamericano es difícil dimensionar: nuestros investigadores, egresados, profesores visitantes, investigadores posdoctorales, catedráticos Conacyt, estudiantes, administrativos; nuestras publicaciones, traducciones, revistas especializadas y de difusión; nuestra posición descentralizada en el norte, sur, sureste centro y occidente del país; nuestros órganos colegiados; nuestros innovadores posgrados de excelencia; nuestros fundadores, los que siguen vivos y los que se adelantaron, han colaborado al desarrollo de una visión antropológica y una ciencia social rigurosa, de calidad, comprometida con los grandes problemas de la nación, cálida y humana. Muchas felicidades a toda la comunidad por nuestro aniversario y que sean muchos más.