“Mi fe está por encima de mi derecho”. La perspectiva moral de Aarón sobre el matrimonio y el divorcio

Patricio Vázquez Antúnez
CIESAS Occidente
patriciovazant@gmail.com


Luis Aarón Uribe, es originario de Ciudad Juárez, Chihuahua, es un creyente cristiano pentecostal que asiste con regularidad a las ceremonias y actividades de su congregación. Es divorciado y tiene cuatro hijos que viven con él en su casa ubicada en el suroriente de la fronteriza Juárez, una zona de importantes rezagos urbanos. Se dedica a ser parquero (que significa que es quien ordena y guía el estacionamiento de los vehículos) afuera de un salón de eventos sociales. Es un trabajo informal, pues no cuenta con un sueldo fijo, ni seguro social, ni prestaciones. Su principal ingreso lo obtiene de las propinas que le dan los clientes del salón. Su casa es pequeña, es una vivienda de interés social, tiene una fachada de color hueso, cercada por un barandal de rejas negras. Su interior es muy sencillo, no hay decoración, ni nada ornamental que sobresalga. Algo que llama la atención es que Aarón considera que la decoración de la casa y el mantenimiento de la misma son labores que le corresponden a la mujer, por lo que al vivir él solo con sus hijos, no es de extrañarse que la casa luzca con poca ornamentación. También destaca, entre otras cosas, su postura moral conservadora sobre ciertos temas, especialmente hacia el género y los derechos reproductivos.

Su condición de padre soltero le ha dificultado en momentos atender el cuidado y educación de sus hijos al mismo tiempo que su manutención, pues según narra, ocuparse en un trabajo de tiempo completo le resta tiempo para asistir a sus vástagos. La precaria situación económica es una de sus preocupaciones constantes. Según relata, un abogado le recomendó demandar a su exesposa la pensión alimenticia de sus hijos. No obstante, ha decidido no hacerlo; su pertenencia a la Iglesia evangélica le inculca un código moral que rige su conducta familiar y que para él sobrepasa la legalidad, pese a que reconozca que le ayudaría recibir:

la pensión alimentaria que me corresponde por derecho con mi esposa, por tener la guardia y custodia de mis hijos, de la cual no recibo ningún centavo. Al momento ahorita se me debe superior a los cincuenta mil pesos. Conforme me asesoré en el tema, con el licenciado, me comentó que ese dinero es retroactivo, no se pierde, tiene que darlo desde que dejó de darlo. Mis hijos y yo hemos padecido necesidades, pero he tomado la decisión de no pelear por ese dinero, un dinero que le corresponde a mis hijos. Por la figura que se toma como varón y lo que yo debo de manifestar hacía mi esposa, la mamá de mis hijos, y como proveedor, me vería muy mal si abriera o metiera el juicio contra ella para adquirir ese dinero que por derecho me pertenece y que ella no ha cumplido, pero he decidido no pelear porque trato de ser un testimonio de Jesús, del amor que él nos da. Si yo levanto el juicio contra ella, se va a ver penalizada económica y socialmente, le cortarían su libertad con una sentencia de nueve meses. Sí eso sucediera, ella no vería que sus actos la llevaron a la cárcel, pensaría que yo, su esposo, el papá de sus hijos, el cristiano, lo provocó. Yo daría mala imagen como hijo, siervo y cristiano que soy, si yo fui perdonado por qué realizo esas acciones.

En este hecho destacan dos cosas: una es que su condición de varón le impone mandatos sociales como proveedor, y la otra es que esos mandatos se hacen más imperantes con el refuerzo de la institución religiosa a la que pertenece, que dicta que el varón debe dar el sustento a su familia con el sudor de su frente. En este contexto como en muchos otros alrededor del mundo “las ideologías de la virilidad siempre incluyen un criterio de generosidad abnegada, dispuesta a llegar hasta el sacrificio. Una y otra vez hemos visto que el hombre «de verdad» es aquel que da más que toma, que sirve a los demás”, de acuerdo con lo que plantea David Gilmore (1994: 223). El orden patriarcal y su responsabilidad como padre para mantener a sus hijos es una de las principales preocupaciones cotidianas de Aarón, que constantemente está presente en sus súplicas a Dios. De manera que para él su fe está por encima de sus derechos. Idea que expresa así:

Mi fe está por encima de mi derecho. Por derecho soy merecedor de ese dinero, pero por fe renuncio para que ella pueda ver el amor que Dios ha puesto en nuestras vidas. Para mí la fe está por encima de mi derecho, si tengo que quedar como un tonto o menso delante de la gente, pero de esa manera reflejar a Cristo, prefiero quedar así, no pasa nada si la gente me cataloga como el tonto que podría estar mejor pero no quiere y si eso va incluir el testimonio. Prefiero el testimonio que la pensión alimenticia. Quedaría muy mal como hombre pidiendo un dinero que yo tendría que tener la capacidad para solventarlo. No creo apropiado como varón pelear por ese dinero…considero que estaríamos hablando de una cosa y haciendo otra. Hablando de un Dios de amor y perdón, y llevando a juicio a la gente.

En el código moral que rige en la vida de Aarón también el tema del matrimonio y el divorcio están marcadamente normados desde su fe, de acuerdo con el orden patriarcal tradicional. Sobre todo este último, es un asunto que está en las preocupaciones centrales de Aarón. Incluso ha sido motivo de disentir con otros creyentes o familiares, según cuenta, pues para él el divorcio desde el punto de vista moral y de la fe, es inaceptable. Aunque él es divorciado, señala que antes él no pensaba de la misma manera y que fue un error haberse separado de su exesposa, error que cometió porque no conocía suficientemente de la fe en ese momento, según narra. El cambio de opinión se dio por la influencia de otro creyente. Es decir, cuando las personas se encuentran, y hablan, a partir de esa conversación, se crean realidades religiosas, porque las personas encuentran compañeros de conversación, y esas conversaciones se basan en narrativas aprendidas y sostenidas en comunidades religiosas más grandes, que remodelan sus propias narrativas (Ammerman, 2014):

paralelamente él viene y me da palabra sobre mi matrimonio, porque en un mal concepto que teníamos ambos considerábamos que sí podíamos [divorciarnos]; me separé primero y después llegué a Cristo y podría haber la posibilidad de mirar hacia una persona, y él me decía que sí, pero el Señor obra. Mientras él [el otro creyente] estaba en su intimidad, el Señor le habló por medio de una predicación, y vino y me dijo palabras muy sencillas pero con mucha profundidad, primero pidió perdón por mal aconsejarme y después me dice: “Que él [Dios] construye y edifica sobre lo derrumbado, y que de los retazos hace cosas nuevas”. Se refería a mi matrimonio. Eso aportó bastante para que yo volviera a tomar la esperanza y comenzara a orar por mi esposa.

Cabe resaltar que, además de su situación económica precaria, el tema de su divorcio y matrimonio ha sido una de las cosas por las que más se ha enfocado a pedir a Dios en su vida religiosa cotidiana. Incluso es notable que en su lenguaje se evidencia el concepto que tiene del matrimonio, pues sigue llamando “su esposa” a su exesposa. Otra de sus amistades, una mujer miembro de la misma congregación de la que forma parte le instó a que pidiera en oración para que volviera a estar con su ex esposa, en un momento en el que él había perdido interés en ello.

en cuanto a mi esposa, hubo un tiempo que yo ya no quería orar por ella, por restauración de mi matrimonio, simplemente consideré que ya se había acabado todo, trataba de llevar mi vida con Cristo, pero creo fielmente que el Señor la utilizó [a su amiga] para hacerme ver que estaba mal en esa área, llegó y me dijo: “Oye homie (así me dice) ¿y tu esposa?”, y yo le dije: “Nos dejamos, nos divorciamos, me quedé con los niños”. Ella me dice que tenemos que orar por ella y logro entender que el Señor la estaba utilizando para hablarme, y decirme que no podía seguir de la misma forma, que tengo que seguir orando por ella, creyendo que Dios restaura, que nos va a levantar y nos va a dar la victoria en nuestros matrimonios, por eso ha sido de bendición.

Entre su círculo social más allegado se encuentran algunas amistades, pero también se suman miembros de su familia. Tiene tres hermanas con las que comparte la fe. Con ellas trata de hacer testimonio, porque como ellas también son conocedoras de la palabra, tratamos de dar palabra hacia a ellas, porque en ocasiones diferimos en varios puntos. Sí hay concordancia en varios puntos, pero se vive diferente la fe. Tomamos a Jesucristo como salvador, pero hay varios puntos donde consideramos diferencias.

Uno de esos puntos en el que difiere con sus hermanas es el divorcio. Pues:

Ellas consideran que si yo llegué separado de mi esposa a la iglesia o divorciado de mi matrimonio, yo tengo la oportunidad o el derecho de tomar a alguien más como mi esposa. Yo considero por versículos en la biblia en el libro de Corintios, Malaquías, los evangelios, que nos dicen: no al divorcio. El matrimonio no depende de cuando entré a la iglesia o cuando conocí al Señor, o cuando lo acepté, cosa que ellas sí consideran… Si yo llegué divorciado, me puedo casar con otra persona y el Señor lo autoriza dicen ellas; pero considero que no, considero que el matrimonio es uno solo, incluso antes de conocer a Cristo, y es más cuando conoces a Cristo. Lo digo porque Malaquías 2:16 lo marca: “Dios aborrece el pecado”; Corintios en el capítulo siete en varios versículos marca a los casados que no se separen, y si se separan que se queden solos; Primera de Corintios 7:39 dice que la mujer está ligada a su esposo hasta la muerte, y ellas por un solo versículo que tergiversan por verlo de una forma, que Jesús dijo, por dureza del corazón y a causa de fornicación está permitido el divorcio pero no terminan la idea, porque Jesús dice “Pero el que se casa con el divorciado adultera, Moisés dio esta ley pero en el principio no era así, porque varón y hembra serán una sola carne y dejaran a su padre y a su madre”. Al principio Dios hizo varón y hembra, entonces ellas por una parte del versículo, que dicen por la dureza del corazón divórciate, y a causa de fornicación. En ese tipo de puntos difiero.

Como puede apreciarse, de nueva cuenta para Aarón, su fe está por encima de su derecho. Ante las leyes, él tiene el derecho de volverse a casar, pues está divorciado desde hace algunos años, sin embargo, desde su perspectiva moral, no debe volver a hacerlo, pues sería un pecado. También el orden patriarcal que estructura su manera de pensar queda manifiesto en el fragmento testimonial anterior, pues para él “la mujer está ligada a su esposo hasta la muerte”. En ese sentido, estas discrepancias con sus hermanas obedecen a que de fondo hay atravesadas relaciones de poder entre personas de distinto género, pues “Las relaciones de poder que se desarrollan en la sociedad patriarcal capitalista son de dominación-subordinación entre los géneros” (Villarreal, 2001: 2), de dominación-subordinación de lo masculino sobre lo femenino. Relaciones que son invisibilizadas, porque la interpretación moral y religiosa, legitima el orden y la dependencia entre quienes participan de esa relación pues “en mayor o menor grado dependen de esa relación para satisfacer alguna necesidad o deseo… Las relaciones que se dan en una familia son de dependencia, tanto depende el hombre del aporte de la mujer en los oficios domésticos, como la mujer de los recursos que el hombre aporta para la manutención económica de la familia” (Villarreal, 2001: 6).

En resumen, el pentecostalismo vivido por Aarón presenta las características de uno tradicional, marcadamente apegado a la moral conservadora que rige no sólo en su religión, sino en el cristianismo en general, que se trasluce en lo que Aarón piensa y reproduce sobre los roles de género tradicionales, la crianza de los hijos y la relación con el cónyuge o, en su caso, con la divinidad a la que pide por la conservación de un orden patriarcal, que se justifica a partir de la interpretación que el sujeto religioso hace de distintos textos de la Biblia.

Bibliografía

Ammerman, Nancy (2014), “Finding Religion in Everyday Life”, en Sociology of Religion, vol. 75, núm. 2, pp.189-207.

Gilmore, David (1994), Hacerse hombre. Concepciones culturales de la masculinidad, Barcelona, Paidós.

Villarreal Montoya, Ana Lucía(2001), “Relaciones de poder en la sociedad patriarcal”, en Revista Electrónica. Actualidades Investigativas en Educación, vol. 1, núm. 1, enero-junio, San José, Universidad de Costa Rica San Pedro de Montes de Oca.