Mercedes González de la Rocha: antropóloga decidida y rápida, inteligente y lista

Virginia García Acosta[1]
CIESAS Ciudad de México

Mercedes González de la Rocha

Mercedes fue una de las personas más fuertes que he conocido. Inteligente y lista, dos cualidades que no es fácil encontrar juntas. Decidida y rápida, lo cual la hacía eficiente y efectiva.

Siempre tuvimos empatía, desde que la conocí en la Universidad Iberoamericana. Ella entró a estudiar la licenciatura en antropología social unos cuantos años después que yo (septiembre de 1970), a inicios o a mediados de semestre. En esas épocas había muchas flexibilidades para estudiar la carrera en esa Universidad, que tuvo la buena visión del rector Ernesto Meneses de abrir una puerta a otra mirada de la antropología. Entre las flexibilidades se encontraba la posibilidad de inscribirse no solo al inicio del año escolar, que entonces coincidía con el año civil, sino también de hacerlo inter-semestres.

Otra característica del Departamento de Antropología Social en la Ibero, además de ser una de los tres o cuatro que en esos tiempos ofrecían el grado de Licenciatura, era la combinación de estudiantes de diferentes niveles. Una especie de enseñanza tipo Montessori, en el que los de recién ingreso abrevaban del conocimiento, así como de las dudas, más maduras, de sus condiscípulos que estaban cursando su segundo o tercer año de licenciatura, o con los posgraduados, a la vez que todos aprendían del excelente pool de profesores que llegó a conjuntarse.

A Meche le tocó la gran fortuna, como a mí y a las generaciones que se formaron por entonces en “esa” Escuela de Antropología Social, desde fines de los sesentas hasta pasados los noventas del siglo XX, de formarse con ese grupo fantástico de verdaderos maestros que se logró conjuntar.

Con Ángel Palerm, director del recién creado Instituto de Ciencias Sociales, que lo era también de la Escuela de Antropología, nos llevaron de la mano en los caminos de esa disciplina singular y única Carmen Viqueira, Arturo Warman, Luis Reyes, Mercedes Olivera, Miguel Bartolomé, Brigitte Bohem, José Lameiras, y muchos otros. Palerm solía incorporar a los recién egresados de otros doctorados, varios de ellos realizados fuera del país, a los que consideraba brillantes y que traían lo “último” de la antropología en el lugar en el que habían estudiado. Entre estos estuvieron Guillermo de la Peña, que venía de Manchester, y Andrés Fábregas de Stoney Brook, que fueron maestros muy cercanos a Meche y a mí.

Recuerdo que, en esas épocas, entre los condiscípulos de la licenciatura, rápidamente percibimos que Meche y un compañero que había ingresado al mismo tiempo “andaban”, como se decía entonces. Se les veía siempre juntos por los jardines de la Universidad, que estaba todavía en las instalaciones de Churubusco, en las aulas, y con frecuencia entregaban trabajos que habían realizado conjuntamente. Sí, se trataba de Agustín Escobar Latapí. De hecho, ya su tesis de licenciatura titulada “Centralización e intermediación: las agroindustrias del Sur de Jalisco”, fue en coautoría con él. Ahí empezaron y siguieron juntos por años y años, como compañeros-colegas, hasta que literalmente la muerte los separó…

Meche, además de lista y buena estudiante, era simpática. Nos divertíamos juntas. Disfrutaba su humor, a veces un poco negro… Platicábamos de cualquier tema cuando coincidíamos en eventos académicos y también nos reíamos mucho.

Cuando fui directora general del CIESAS y viajaba a las sedes de la institución por diversos motivos, Meche siempre veía la manera de que cuando iba yo a Guadalajara, a la sede Occidente del CIESAS, tuviéramos un rato juntas. Para echarnos un tequilita y platicar a gusto, ya fuera en su casa o en algún sitio lindo que ella elegía.

Académicamente no tuvimos mucha relación una vez terminada la licenciatura y, en mi caso, la maestría en antropología en la Ibero. Ella se fue a hacer el doctorado a Manchester, animada por su cercano y querido maestro Guillermo de la Peña, y recibida por quien jugaría un papel similar, además de ser amigo cercano de Meche y del CIESAS: Bryan Roberts. Su tesis doctoral da cuenta de los temas a los que se dedicó de manera prioritaria durante su vida académica, se tituló Domestic Organisation and Reproduction of Low Income Households: the case of Guadalajara, Mexico. Fue publicada un par de años después en español (1986) como Los recursos de la pobreza. Familias de bajos ingresos de Guadalajara (CIESAS, El Colegio de Jalisco y SPP). Nuestro contacto académico más estrecho fue reciente, relacionado precisamente con esta problemática.

Cuando ella y Gonzalo Saraví coincidieron en organizar una publicación en respuesta a la convocatoria del CIESAS para la “Colección México”, lo hicieron buscando la colaboración de investigadores de diferentes sedes del Centro que hubieran trabajado los temas de vulnerabilidad y pobreza. Coincidieron en invitar a este grupo a Bryan Roberts que, como señalé antes, desde décadas atrás había estado vinculado a la institución de diferentes maneras. Y acordaron algo que debería ser casi obligatorio en la publicación de libros colectivos: discutir con y entre los autores los borradores de los capítulos finales. El eje de los seminarios y finalmente del libro era, como mencioné, discutir dos conceptos centrales en asociación con otros, cuidadosamente seleccionados y hacer a ambos dialogar en el artículo. Los conceptos base eran vulnerabilidad y pobreza, a los que se puso en diálogo con otros como acumulación de desventajas, desigualdad, ciudadanía, políticas públicas, trabajo, microfinanzas, jóvenes y desastres. A mí obviamente me tocó escribir sobre vulnerabilidad y desastres.

La discusión en los seminarios previos a la publicación sin duda enriqueció los futuros capítulos. Se llevó a cabo entre los autores, con el público asistente y, por supuesto, con los dos coordinadores. En mi caso tuve una interlocución con Meche sobre mi capítulo que fue muy aleccionadora y ayudó a mejorar varias partes del mismo, pero además fue gracias a ese diálogo que ambas pudimos conocer con mayor detalle lo que cada una estaba haciendo, dónde teníamos encuentros y también desencuentros. Descubrimos varias coincidencias que ignorábamos en nuestro trabajo, nuestros análisis y nuestras perspectivas. Particularmente en torno al concepto de vulnerabilidad, que cada una lo había visto, usado y tratado desde diferentes miradas y que, sin embargo, logramos identificar, aprendí, con una especie de simultaneidad, por ejemplo, al afirmar que, si bien los conceptos de pobreza y vulnerabilidad son diferentes, resulta importante reflexionar sobre ellos de manera conjunta y no por separado, pues se refuerzan mutuamente y están estrechamente entrelazados. O el caso de la vulnerabilidad y el riesgo, que, aunque están muy ligados y con frecuencia se confunden, no son lo mismo. No debemos olvidar que la pobreza y la vulnerabilidad contemporáneas asumen nuevas formas, pero a la vez, ofrecen vertientes analíticas desconocidas que salen a la luz gracias a los diálogos que suscitó y seguirá suscitando esta publicación.

Algunas de estas últimas reflexiones incluso se reproducen en la introducción y en las conclusiones del libro aludido, que finalmente se tituló Pobreza y vulnerabilidad: debates y estudios contemporáneos en México. Fue coordinado por Mercedes González de la Rocha y Gonzalo Andrés Saraví, y publicado por el CIESAS en 2018. Fue un gusto participar en él y gracias a ello acercarme más a Meche.

Te saludo, amiga y colega.


  1. vgarciaa@ciesas.edu.mx