Valeria Consuelo de Pina Ravest
Doctorante en Antropología, CIESAS-Ciudad de México
valeriadepina@gmail.com
“Desde los pueblos de la orilla del lago decimos:
¡Existimos! Queremos que nos vean”.
Carta del Lago de Texcoco, 2018.[1]
Adentrarme en las memorias fotográficas del Lago de Texcoco, en tiempos de pandemia, con el deseo de delimitar mi tema de investigación doctoral, implicó un proceso de conocimiento propio y de reconocimiento de mi terruño, Texcoco. Si bien este acercamiento no pudo realizarse en contacto directo con los remanentes lacustres y las comunidades a las orillas del lago, a través de varios procedimientos de investigación digital reactivé viejos recuerdos y surgieron nuevos con imágenes más precisas.
Este cuerpo de agua, al que le han drenado desde la conquista española, poco a poco fue tomando consciencia en mí, en diversos momentos y formas ha estado presente mi interés puesto en este lago que se piensa fantasma, pues no se ve a simple vista y sus remanentes no quedan en caminos transitados cotidianamente para la mayoría. A partir de la investigación que emprendí en 2019, titulada Evocaciones fotográficas y cartográficas del Lago de Texcoco en los siglos XX y XXI, el cuerpo –con y sin agua–, adquirió una silueta mucho más precisa, en momentos inasible, borrosa pero hermosa y sus linderos perdidos en los recovecos de la mancha urbana fueron más evidentes.
Tres moradas componen este ensayo. El relato inicial se refiere a ese tránsito que hice desde la infancia hasta el momento en el que me encuentro escribiendo estas líneas. La propuesta metodológica para construir una cartografía social de las memorias lacustres a través de la etnografía digital, configura la segunda morada. Y en la tercera presento una propuesta cartográfica de las memorias fotográficas sobre el Lago de Texcoco a propósito de cuatro imágenes publicadas en algunas redes sociodigitales, corpus del cuerpo de agua en sus memorias digitales.
Morada I: el lago y sus formas de agua
Ir de Texcoco a la ciudad implicaba bordear un gran espacio indefinido solamente conocido a través del tramo carretero que unía los dos puntos: el hogar y el destino citadino que podía ser diverso. Recuerdo que en mis primeros años de infancia recorríamos lo que entonces me parecía un inmenso tramo carretero, que ahora ubico como la periferia oriente, por donde, en ese entonces, viajábamos a la Ciudad de México a través de la carretera Texcoco-La Paz. En el camino, en aquel tiempo, durante la década de los noventa, se veían poblados y caseríos que se asomaban a la vía, o pueblos más tradicionales como Coatlinchán que ampliaban sus construcciones hacia el trazo de cemento pletórico de topes y baches. Mi hermana y yo preguntábamos al chofer, nuestro padre, siempre hábil al volante: ¿cuánto falta? Y en una retahíla de nombres nos recitaban pacientemente los nombres de los poblados que cruzaríamos para poder llegar a ver a la abuela o a algún otro destino: Texcoco, Chapingo, El Cope, San Bernardino, Montecillo, Coatlinchán, Cuautlalpan, Chicoloapan, Chimalhuacán, Los Reyes, La Paz, Acatitla, La Agrícola Oriental, Churubusco, la Portales, Coyoacán, el destino: la gran ciudad.
Me llamaba la atención los nombres de algunas de las grandes avenidas: Río de los Remedios, Río de la Viga, Río de la Piedad, Río de la Morena, Río Churubusco, Río Consulado, Río de la Magdalena. Imaginaba al coche cual bote remontando las aguas en su curso a la parte más baja. Así como lo dice la letra de una canción del grupo La Lengua: “Lento río, café negro, entubaron el gran canaaaaal… Y es que la ciudad, se lo come todo, se lo come todo”.[2]
Después, cuando rondaba los 11 años, una amiga nos invitó a un evento en la ciudad. Su padre era funcionario de la FAO y tenía un pase especial para atravesar una vía que llegaba más rápido a “México” como le llamábamos a la capital los habitantes de Texcoco. Era época de secas, recuerdo que aquello parecía un gran desierto, había mucho polvo blanquecino y cientos de mosquitos minúsculos se estrellaban en el parabrisas, tanto que quien manejaba tenía que accionar los limpiaparabrisas constantemente. Además, no entendía por qué todas las personas no podíamos pasar por ahí y por qué estaban enrejadas ambas orillas del camino. Me impactó también lo recto del camino y los saltos que dábamos por la gran ondulación del asfalto, no se veía nada más que algunas montañas. De vez en cuando cruzaban por la carretera bolas de vegetación seca como aquellas que salen en las películas de cowboys. Fue entonces que tomé conciencia del lago, de que nos lo habían arrebatado, que ni siquiera podíamos convivir con sus remanentes o “cuerpos artificiales”, que su antiguo territorio estaba cercado por ser parte de una Zona Federal y que era algo parecido a un desierto.
En la década de los noventa abrió para todo el público la autopista Peñón-Texcoco, que coloquialmente se empezó a llamar “la del Lago” y se convirtió en la vía más rápida para llegar a la Ciudad de México desde Texcoco. Cuando entré a la universidad y tuve que viajar a diario por esta vía, comencé a observar sus paisajes y dinámicas estacionales. A nivel de la pista no se veía ningún cuerpo de agua, ni el Nabor Carrillo, pues se encuentra a un nivel más bajo y los otros, como la Ciénega de San Juan quedan más lejos de la pista, hacia la zona de Atenco e Ixtapan, por lo que al paso son invisibles. Al llegar la época de lluvia, el agua inundaba muchas de las zonas de la autopista, sus inmediaciones se llenaban de someros espejos de agua. A pesar de su poca profundidad, aquello bastaba para que se formaran pequeños cuerpos de agua entre los camellones y a orilla del asfalto, donde incluso crecían unos tipos de juncos y llegaban algunas aves. En ese entonces, únicamente alcanzaba a distinguir a las garzas, que hacían de aquellos charquitos efímeros un lugar de descanso. Recuerdo que aún por el año 2000 se veían grandes parvadas en la época del año en que las aves migratorias llegaban desde el norte de América. También las lluvias tenían grandes afectaciones hacia la zona de Aragón y Ciudad Nezahualcóyotl, donde se producían graves inundaciones que provocaban encharcamientos que duraban días.
En 2006, cuando recién había ingresado a la carrera en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, tuvo lugar la agresiva represión al movimiento del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra hacia fines del gobierno de Fox. Estas comunidades se resistieron a que un aeropuerto fuera construido en sus tierras ejidales entre 2000 y 2001, en ese contexto fui varias veces con mi padre a Atenco. Tengo muy presente aquel festejo por haber ganado el amparo constitucional frente al Gobierno Federal. Luego fue la venganza, recuerdo que estuve a punto de ir el día 3 de mayo, debido al llamado que se hizo en una asamblea en la Universidad Autónoma Chapingo, mi padre me solicitó prudencia pues había vislumbrado el operativo de corte militar que se desplegaba en la zona desde días antes y se auguraba lo peor. El evento represivo incluyó la toma de rehenes y vejaciones sexuales a varias mujeres. Se empezaron a realizar acciones solidarias y participé en volanteos, marchas, asambleas. Desde entonces he pensado que este movimiento y estas comunidades son las que han defendido el lago a capa y espada de diversos intereses, en la actualidad lo siguen haciendo.
La primera vez que pude ver el lago, que en verdad es un cuerpo de agua artificial proyectado por el Ing. Nabor Carrillo y por lo cual lleva su nombre, fue en mi adolescencia. Un amigo de mi madre había conseguido un permiso para entrar. El acceso al lago es restringido, su área está limitada por una barda perimetral de aluminio. Tengo recuerdos demasiado borrosos de aquel encuentro. Se reavivó cuando en 2019 por la invitación de un colega geógrafo que llevaba a cabo una actividad con el Centro de Cultura Digital, pude entrar de nuevo. Ahí vinieron imágenes que se agolparon en mi mente, como el recuerdo de aquel lugar de tan difícil acceso que ya había visitado. Recorrimos varios lugares de la Zona Federal: las plantas tratadoras de agua, donde a lo lejos se ve el gran basurero del Bordo de Xochiaca, ya clausurado. Después vimos los viveros de plantas halófitas que proyectaban plantar vegetación para cubrir esa gran superficie de tierras salobres, que en la época seca del año parece un gran desierto, me evocaba algo parecido al salar de Uyuni, en Bolivia… El recorrido culminó en aquel imponente espejo de agua, rodeado por vegetación lacustre, donde se veían cientos de aves descansando en el agua, sobrevolando y comiendo.
Un día surcaba en los recovecos digitales de mi Facebook, pasaba el dedo obsesivamente de arriba abajo para avanzar, encontrar algo interesante en aquel mar de información, saciar mi ansiedad en la pantalla de brillo cuadriculado. De pronto apareció, recuerdo haber visto un hombre con sombrero y un objeto en la mano, sobre un bote de madera impulsándose con el palo de madera, lo atravesaban los rayos de un sol que eclipsaba el horizonte difuso por tanta luz. Pensé “debe ser en Pátzcuaro, Michoacán”. Veo el autor de la publicación: “Texcoco en el tiempo”, capta mi atención aquella discordancia: ¿por qué una página que publica cuestiones relacionadas con la historia de la región pondría una foto de Michoacán? Leo el texto, Ola Apenes, noruego que tomó fotos en Texcoco en los años treinta del siglo pasado, me inunda la emoción. El lago por fin tiene silueta y un recuerdo visual. Tenía un recuerdo narrativo, pues había escuchado historias desde que fue lo de Atenco y de lecturas de algunas notas en el periódico y de divulgación, era de Texcoco, pero nunca había visto imágenes antiguas suyas.
Morada II: cartografía social de las memorias del lago a través de la etnografía digital
La cartografía social puede ser una herramienta de gran utilidad cuando se quiere representar relatos disidentes, periféricos, o cuando espacios “descentrados” a propósito, pueden adquirir explicaciones fuera de los discursos hegemónicos u oficiales sobre el mismo. Se refiere también a una práctica colectiva que busca entender los espacios circundantes de manera distinta a lo que se dice comúnmente o a lo que los mapas demuestran. A través de ella, es posible elaborar mapas o diversas representaciones del territorio que no siguen las reglas del lenguaje cartográfico más tradicional. Es un ejercicio crítico para entender el territorio que parte de reconocer, en primera instancia, las miradas del poder que prevalecen sobre él, y que muchas veces se nos muestran como representaciones naturalizadas de la realidad. En el trazo de un mapa, como representación ideológica, pueden advertirse las “representaciones hegemónicas funcionales al desarrollo del modelo capitalista” (Risler, et al., 2013: 5).
Los datos con los que se construyen las cartografías o representaciones desde lo social o comunitario van más allá de los censos, las estadísticas o datos históricos “oficiales”. Desde esta perspectiva crítica, los datos y objetivos del mapa o las imágenes se construyen desde abajo, a través de mapeos colaborativos, por ejemplo, o desde la elaboración de entrevistas y del levantamiento colectivo de datos en campo, son datos marginales, relegados. Además, los espacios se conceptúan más allá del lugar de las geometrías o localizaciones, están pletóricos de historias subalternas y de memorias soterradas. El espacio deviene en territorio, se vuelve el lugar de las apropiaciones políticas.
En un inicio se había pensado en hacer ejercicios de mapeo colectivo en el territorio con la participación de sus habitantes, pero justo en el momento que iba a comenzar el trabajo de campo, irrumpió la pandemia, por ello se tuvo que pensar en metodologías que incluyeran lo digital y se pudieran hacer a distancia. El camino metodológico a seguir para traducir las memorias fotográficas y las imágenes que éstas evocan a través de una cartografía social, comenzó con el seguimiento pormenorizado de algunas redes sociodigitales entre septiembre de 2020 y agosto de 2021. Las tareas fueron buscar, señalar y analizar ciertos hallazgos en los perfiles de Facebook e Instagram de seis tipos de sujetos: 1) Páginas de divulgación, recuerdo y memoria; 2) Páginas institucionales; 3) Organizaciones sociales de la región; 4) Comunidades de científicos o académicos; 5) Personas que divulgan o venden algún servicio; 6) Fotógrafos.
Del inmenso acervo que se recolectó, más de 200 publicaciones con imágenes referidas al Lago de Texcoco, se escogieron para este ensayo cuatro publicaciones representativas que incluían fotografías, la selección tomó en cuenta la variedad de espacios a orillas del lago, la pormenorizada descripción de sus autores y sobre todo los nutridos comentarios que las fotografías provocaron entre sus seguidores. Tres de las cuatro publicaciones seleccionadas son páginas de Facebook que se dedican a la revitalización de momentos pasados de espacios emblemáticos de la Ciudad de México, que en general presentan lugares no centrales que evocan las memorias periféricas, entre ellas están: Texcoco en el tiempo,[3], Mexistoría Consultoría Antropológica[4] y La Ciudad de México en el Tiempo.[5] La otra publicación proviene de un perfil personal en Instagram de un fotógrafo mexicano, Miguel J. Crespo.[6] Cabe decir que se presenta una propuesta de cartografía social desde la etnografía digital en los primeros momentos de observación, es decir, cuando aún no hay interacción dirigida ni elaboración de entrevistas o historias de vida. La atención se dirigió a los textos que acompañan las fotografías publicadas y a los comentarios, que son, desde nuestra perspectiva, repositorios de memorias poco explorados.
Morada III: cartografía de las memorias lacustres
- Bicis y tolvaneras en el horizonte lacustre. La primera fotografía[7] la publicó Texcoco en el tiempo en 2017 y el autor original es el fotógrafo de gran renombre Manuel Álvarez Bravo, la fecha original es de 1966. El texto que acompaña a la imagen es firmado por Ernesto Sánchez. En la fotografía podemos advertir cuatro ciclistas que cruzan una gran planicie que culmina en el horizonte con un sistema de montañas, por el texto de referencia sabemos que la toma fue cercana a Montecillo.
- Alicia Galicia y su sonrisa invisible. La segunda fotografía fue tomada por Miguel J. Crespo[8] y compartida en su cuenta de Instagram en 2018. Quien aparece retratada es doña Licha Galicia, un gran referente de la lucha de Atenco. Junto con la imagen se recupera un testimonio de vida de Licha, donde habla de su infancia, del lago, del nuevo aeropuerto y de su lucha.
- Entre las aguas. La tercera publicación es de 2020 y la hace Mexistoría Consultoría Antropológica. Consiste en un álbum que contiene 45 fotografías[9] tomadas principalmente por el etnólogo noruego Ola Apenes entre 1934 y 1935, que se encontraba en el valle de México haciendo investigaciones de diverso tipo junto con la Segunda Expedición Sueca. En las imágenes se aprecian varias actividades que prevalecían: pesca, recolección, caza y siembra.
- Urbanización en el lecho del lago. La última publicación[10] es del 2020 también y proviene de la página La Ciudad de México en el Tiempo, es una fotografía retomada de un libro de las memorias de las obras del Departamento del Distrito Federal entre 1952 a 1964. Es una toma aérea de San Juan de Aragón y los primeros trazos y construcciones en el Deportivo Oceanía.
Tabla 1
Fuente: Elaboración propia, 2022.
Mapa 1
Fuente: Elaboración propia con capas del INEGI y GeoComunes y fotografías de: a) Manuel Álvarez Bravo (ver nota 7), b) Miguel J. Crespo (ver nota 8), c) Ola Apenes (ver nota 9), d) Félix Baltazar Leonelli
(ver nota 10).
Epílogo
Las materias de las memorias sobre el Lago de Texcoco que evocan las fotografías podrían ser clave para realizar una crítica al papel que se le ha dado a este espacio desde los intereses que en él se disputan, incluso en la historia oficial hay identidades que se han elegido en el gran relato para dar forma a “lo que nos une” y se han borrado otras tantas. El lago, a pesar del proceso que hubo para su exterminio y final desecación, tiene presencia simbólica en la construcción de los imaginarios. Aunque en los últimos años se ha intentado borrar su silueta, exterminar los resabios que prevalecen de la cultura lacustre e invisibilizarlo frente a los megaproyectos aeroportuarios e inmobiliarios que ahí se han querido implementar.
En el enfoque que proponemos, advertimos los ecos de este espacio, configurados a través de enunciados, es así que con la incorporación de elementos pasados, a modo de “enunciados” y que representan diversos géneros discursivos y, por lo tanto, se puede hablar de que en una sola publicación hay una gran circulación de sentidos (Carlón, 2020), pues: “Un enunciado [en este caso una fotografía] revela una especie de surcos que representan ecos lejanos y apenas perceptibles de los cambios de sujetos discursivos, de los matices dialógicos y de marcas limítrofes sumamente debilitadas de los enunciados que llagaron a ser permeables para la expresividad del autor”. (Bajtín, 1999: 283).
Estos surcos a modo de ecos lejanos son un material valiosísimo para el estudio de las memorias, y en este caso, al advertir qué recuerdos produce una fotografía sobre un espacio, los surcos y ecos evocan aquellos elementos que han cambiado, desaparecido o encontrado nuevos sentidos y funciones. Y aún más, estas fotografías son rescatadas y divulgadas por personas o colectivos con el objetivo de rememorar las cosas que ahí pasaron y cómo ha cambiado su paisaje, así como traer al presente visiones de otras personas que tuvieron experiencias en dicho espacio.
Bibliografía
Bajtín, Mijaíl (1999), Estética de la creación verbal, México, Siglo XXI Editores.
Carlón, Mario (2020), Circulación del sentido y construcción de colectivos en una sociedad hipermediatizada, San Luis, Argentina, Nueva Editorial Universitaria-UNSL.
Risler, Julia y Pablo Ares (2013), Manual de mapeo colectivo: recursos cartográficos críticos para procesos territoriales de creación colaborativa, Buenos Aires, Tinta Limón.
- http://surplusediciones.com/audiovisual/carta-del-lago-de-texcoco [10 de mayo de 2022]. ↑
- https://www.youtube.com/watch?v=twvz1vlr0f4 [13 de febrero de 2022]. ↑
- https://www.facebook.com/TexcocoEnElTiempo ↑
- https://www.facebook.com/Mexistoría-Consultoría-Antropológica ↑
- https://www.facebook.com/laciudaddemexicoeneltiempo ↑
- https://www.instagram.com/miguelj.crespo ↑
- https://www.facebook.com/TexcocoEnElTiempo/photos/933408096801301 [29 de marzo de 2022]. ↑
- https://www.instagram.com/p/Bo11nPvFI5P7GGI9lguUOa6ufsDwsIYv2QxuBw0 [25 de marzo de 2022]. ↑
- https://www.facebook.com/media/set/?set=a.2809965542456916&type=3 [26 de marzo de 2022]. ↑
- https://www.facebook.com/laciudaddemexicoeneltiempo/photos/4821140837907898 [4 de abril de 2022]. ↑