Luis G. Balvanera: profesor y autor 
(1882-1920)

Oliva Solís Hernández[1]
FCPYS-UAQ

Introducción

La historia de la educación en Querétaro aún está en sus inicios. Los trabajos previos, como Educar en tiempos de don Porfirio (Gutiérrez, 2002), o Niñas y Señoritas en las aulas del Querétaro Porfiriano (Armas, 2003), han reseñado el tema en lo general. Otros trabajos recuperan figuras de maestros, como Andrés Balvanera (Cordero, 2017), o maestras del período posrevolucionario (Armas, 2017). También hay historias de la Escuela Normal del Estado (Ramírez, 1986; Hurtado y Leal, 2022), pero se presentan como algo aislado y sin continuidad. Frente a este panorama, se propone la recuperación de un profesor queretano del porfiriato. Para llevar a cabo esta labor, se recurrió a archivos históricos y documentos oficiales. Sin embargo, poco ha sido lo que se ha localizado sobre Luis G. Balvanera.

Biografiar a una persona supone un reto para los y las historiadoras. Bruno (2012, 2016), ha puesto de manifiesto sus ventajas y desventajas, sus posibilidades y limitaciones, y los tipos de biografías que se pueden hacer: intelectuales o políticas. En todos estos casos, la biografía —dice la autora—, pone en tensión el contexto, el individuo y la obra, asumiendo que un aspecto no puede desligarse del otro pues, de lo contrario, se mutilaría su comprensión.

La biografía puede ser vista como género, método o como recurso. El primero se vincula más con lo literario y la divulgación de la historia, y en el segundo la discusión es más de carácter epistemológico. Como recurso, se piensa la biografía más como un medio y no un fin. “Es decir, el recurso biográfico, como tal, es una de las posibilidades metodológicas —no única ni excluyente— puestas en juego a la hora de aportar información y dinamizar explicaciones en el marco de un relato histórico o sociológico” (Bruno, 2012, p. 114).

En este trabajo nos proponemos apenas un acercamiento biográfico; no sólo por el tamaño del texto, sino, sobre todo, por la escasez de datos con la que nos hemos encontrado. Partiendo de lo anterior, el trabajo está estructurado en tres apartados. En el primero, de carácter contextual, damos cuenta del entorno político, económico y social donde actúa Luis G. Balvanera. Luego, en una segunda parte, aportamos algunos datos biográficos sobre nuestro actor y su obra. Finalmente, presentamos algunas conclusiones.

Primera parte: el contexto

El período porfiriano significó para el campo educativo una época de profesionalización y crecimiento. Meníndez (2017) ha señalado que la formación del profesorado formó parte del proyecto de modernizar al país, e incorporar los avances de la ciencia positiva a la educación. Educar al pueblo era un reto que se había iniciado con el México independiente (Ducoing, 2004). El modelo Lancasteriano fue el más utilizado, pues permitía trabajar con muchos niños y niñas invirtiendo pocos recursos económicos y humanos (Galván, 2016).

Sin embargo, la escasez de dinero, la dispersión de la población en zonas rurales, la falta de personal capacitado, y los conflictos políticos impidieron la consolidación de la educación. Los municipios y estados, encargados de financiar la educación, permanentemente estaban cortos de recursos. Los materiales eran también un problema pues no se podían surtir o no eran suficientes. Poco se abonaba a la unidad nacional y a la uniformidad en el conocimiento, y era un obstáculo en la consecución de una educación universal (Galván, 2016).

Fue gracias a la paz porfiriana que se pudieron dedicar mayores recursos al ramo de la instrucción, y diseñar una política pública que orientara este quehacer. Los Congresos de Instrucción Pública (1889, 1890) convocados para discutir programas, espacios, contenidos, objetivos, etc., son sólo una evidencia de la primacía que el Estado concedía a este rubro, enfatizando el papel que la pedagogía debía jugar en la formación de profesores.

La profesionalización docente supuso la fundación de instituciones para la formación profesoral (Meníndez, 2017; Galván, 2016), ya fuera a través de academias, institutos literarios, escuelas secundarias o mejor, creando Escuelas Normales en la mayor cantidad posible de estados,[2] así como modernizar la educación con la introducción de nuevos métodos, materias, contenidos e instrumentos educativos, todo ello con el ánimo de incrementar el número de niños y niñas que acudían a las aulas y paliar el analfabetismo.

Para esto, varios fueron los profesores dedicados a preparar docentes y fundar escuelas donde se aprendieran nuevos saberes. Destacan Ignacio Manuel Altamirano, quien fundó la Escuela Normal para profesores de educación primaria en la Ciudad de México (1887), inicialmente para varones, abriendo un año más tarde sus aulas para mujeres (Ducoing, 2004). Está también la propuesta de Sierra de fundar una escuela nacional para formar profesores, planteada en 1881, pero concretada hasta 1911, treinta años después (Ducoing, 2004).

En la provincia, destacaron las Escuelas Normales de Jalapa y Córdoba, en Veracruz. En estas se formó a las y los profesores que luego irían por el país fundando escuelas y periódicos, revistas, espacios de reflexión y nuevos materiales y métodos, entre los cuales destacan los libros de texto. Además, con la Ley de 1888 se garantizó la obligatoriedad, laicidad y gratuidad de la educación y se crearon instancias de supervisión. Así, aparecieron las figuras de inspectores y consejos de vigilancia (Galván, 2016).

El libro de texto es un medio a través del cual se transmiten conocimientos. Dado que los estados tenían el control de la educación, las autoridades decidían qué libros y de qué autores se podían considerar como de texto. Muchos de los que se utilizaron en la época venían de Europa, principalmente de Francia y España (Martínez, 2017). Sin embargo, sus costos eran muy elevados, motivo por el cual se impulsó la creación de libros de texto no sólo más baratos, sino también más acordes al contexto mexicano, y más accesibles.

Fueron muchos los profesores que presentaron libros de texto para su autorización. Algunos gozaron de aceptación porque sus autores tenían una trayectoria, como Guillermo Prieto o Justo Sierra, formando redes profesorales de élite (Martínez, 2017) quienes se ubicaron como consejeros, dictaminadores, inspectores, directores, etc., lo que les permitió ampliar el impacto de sus obras, pero otros, cuya actividad era menos conocida, dieron a luz obritas que tuvieron un impacto más limitado. Tal es el caso de nuestro biografiado.

Segunda parte: el autor y la obra

Luis G. Balvanera perteneció a una familia reconocida de profesores queretanos, la cual abarca desde la segunda mitad del siglo XIX y hasta la segunda del siglo pasado. Su padre fue don Andrés Balvanera Martínez, ilustre maestro del Colegio Civil del Estado. Los biógrafos de Andrés Balvanera (Díaz, 1978; Anaya, 1917) destacan su compromiso con la educación, como profesor en el Colegio Civil, y como maestro en su propia escuela.

Sabedor de las carencias educativas que había, decidió, en 1870, fundar el Colegio San Luis Gonzaga, dedicado a la educación primaria privada. Ahí desempeñó su labor magisterial, donde se dio cuenta de la necesidad de formar profesores, lo que le llevó a iniciar una academia que cumpliera este fin (Anaya, 1917). Más tarde, fundó la Escuela Normal de Maestros, que, en 1886, pasó a ser subvencionada por el gobierno del estado (Díaz, 1978).

La fundación de la Normal no supuso el fin de la Academia, donde se daban conferencias y se discutían los métodos de enseñanza; la institución tenía como finalidad formar a los y las profesoras con una nueva mirada desde un inicio, mientras que la Academia pretendía capacitar y actualizar a profesores que ya estaban en activo en el nuevo método. En el colegio San Luis Gonzaga y en la Normal, Balvanera empleó a destacados profesionistas y maestros.

Destaca Rosalío Balvanera, maestro de dibujo y pintura. Se le conocen un retrato a lápiz de Ángela Peralta, y una Oración del huerto, en la Basílica de Nuestra Señora de los Dolores de Soriano, en Colón, Qro. Su arte fue premiado en diversas ocasiones, obtuvo galardones en la Primera Exposición Industrial de Querétaro (1882). Allí presentó un retrato del general Antonio Gayón, un paisaje imitación de cromo y varios otros paisajes (Díaz, 1882).

Antonio Balvanera, igual que Rosalío, aparece en los documentos del ramo Instrucción como profesor, y en la premiación de la Exposición de 1882, donde obtuvo reconocimiento por su mapa-mundi (Díaz, 1882). Otros Balvanera ligados a la educación en la época son Francisco Balvanera, quien firmó como director de la Escuela de niñas de Carmelitas de la ciudad de Querétaro en 1882, y Salvador Balvanera, de quien se dice que era joven cuando se le nombró profesor sustituto en la escuela de la ex garita de El Marqués, en 1899.[3]

Teodoro Balvanera es otro personaje que aparece recibiendo un reconocimiento en la premiación de la Primera Exposición por sus trabajos fotográficos, aunque también participó en el ramo de pintura con un retrato del general Arteaga (Díaz, 1882).[4] Suponemos que Teodoro Balvanera Martínez tuvo un hijo del mismo nombre. Teodoro segundo estaba casado con Refugio Becerra, con quien procreó a José de Jesús Leopoldo Balvanera Becerra, nacido en 1893. Aparecen como sus padrinos Luis G. Balvanera y doña Jesús Villagómez.

Guadalupe Balvanera también es mencionada como maestra. Se supone que es María Guadalupe Luisa Estefana Andrea. En el Directorio de la Ciudad de Querétaro aparece también un Saturnino Balvanera, empleado como oficial en el 3er Juzgado Menor en 1903. Juan Balvanera aparece como abogado y una Antonia Urbiola de Balvanera, la segunda esposa de Andrés Balvanera Martínez, como obstetriz. Son muchos los Balvanera que aparecen a finales del siglo XIX y primeros años del siglo XX, entre ellos Ramón, Agustín, Antonio, Ismael, Rafael y Anselma. De ellos sabemos por sus exámenes profesionales.[5]

El 6 de enero de 1900 se expidió un acta de matrimonio a nombre de Luis Balvanera Sánchez y Altagracia Herrera Oviedo. Luis era originario y vecino de Querétaro, con habitación en la calle del Descanso No. 1, de 30 años de edad, lo cual quiere decir que había nacido en 1869, coincidiendo con la fecha de nacimiento de José Luis de la Concepción Alfonso María de Ligorio. Declaró en el acta que era profesor de educación primaria, igual que su padre, Andrés Balvanera, y se había casado en segundas nupcias con Antonia Urbiola.

Diez años después aparece un acta de matrimonio a nombre de Luis Balvanera, pero ahora con Josefina Arvizu, una joven célibe de 21 años, hija de Felipe Arvizu y María Refugio Vázquez Mellado. Aparece como viudo, de cuarenta años de edad, profesor de instrucción primaria, con habitación en la casa número 13 de la calle de Locutorios. En esta acta destaca que aparece el nombre de Luis G. Balvanera.

Quienes podían acudir a las escuelas eran personas contadas. Las escuelas eran pocas (en 1874 había 47 escuelas municipales) y con múltiples carencias. En lo material, las pocas escuelas existentes, sobre todo al inicio del período porfiriano, patrocinadas ya fuera por los gobiernos estatal (a través de la Junta de Caridad e Instrucción Pública) o municipal, carecían muchas veces de profesores, materiales o incluso de local[6] (Cordero, 2017).

Durante el Porfiriato, esta condición se trató de mejorar incrementando el presupuesto, modificando la ley para garantizar la obligatoriedad de la educación, y creando las Escuelas Normales.[7] Situación diferente vivían las escuelas particulares donde los pagos para docentes eran regulares y contaban con los materiales mínimos pues, como deja constancia Anaya (1917), en el caso del colegio de Andrés Balvanera, este hizo muchos esfuerzos por dotar a su establecimiento de libros, materiales y métodos modernos y adecuados.

Para poder trabajar como profesor, era necesario acreditar la formación, lo cual hizo Luis el 2 de septiembre de 1882, fecha en la cual presentó su examen para obtener el título de Profesor de instrucción primaria (Ramírez, 1986). Sin embargo, en lo que dice el propio autor en el prólogo a su Historia Patria, en 1903 tenía dieciocho años de ejercer el oficio, lo cual sitúa el inicio de su actividad docente en 1885 (Balvanera, 1906), a los 16 años de edad.

Andrés Balvanera incentivó la creación de libros de texto. Él mismo presentó varios sobre las materias de lectura, gramática, aritmética, geometría, cosmografía, geografía física, de Querétaro, México y Europa, zoología, anatomía y fisiología, botánica, física, economía doméstica, lógica y cartilla de instrucción cívica (Anaya, 2017: 8). De todos ellos, no se ha podido localizar ninguno. Algunas de estas obras fueron premiadas en la Primera Exposición Industrial de Querétaro en 1882 (Díaz, 1882).

Cuando publicó su Compendio de Historia Patria, Balvanera tenía una amplia experiencia, no sólo en la docencia, sino también en la elaboración de libros. Según Cordero (2017) y Ramírez (1986), en 1889 Luis G. Balvanera asumió la dirección de la Escuela Normal del Estado, la cual conservó por varios años. Esto fue así porque en ese año ocurrieron dos cosas: primero, su madre, María Pilar Sánchez, murió y su padre resintió mucho su pérdida, pero además, don Andrés fue nombrado Inspector de Instrucción Pública del Estado, motivo por el cual no podía hacerse cargo de la dirección del colegio, delegando en su hijo esta tarea.

Según la página de la Benemérita Escuela Normal del Estado de Querétaro “Andrés Balvanera”, Luis G. Balvanera fue director de esta en tres ocasiones: a) 1889-1891; b) 1915-1920, período caracterizado por constantes cambios de gobierno, según el bando revolucionario que ocupara la ciudad; y, c) 1928-1931 (ENSEQ, 2022), cuando estaba en curso la Guerra Cristera (1926-1929). En ese tiempo, desempeñó también otras actividades. Por ejemplo, el Directorio de la ciudad de Querétaro de 1903 nos dice que era Escribiente auxiliar en el despacho del ejecutivo estatal y que vivía en la calle del Descanso No. 3.

El autor se presenta a sí mismo en la portada de su libro como catedrático del ramo en la Escuela Normal del Estado. En este sentido, Luis G. Balvanera corresponde al grupo que Meníndez (2020) ha denominado como el de normalistas que se convierten en autores de libros de texto, en tanto que tienen los conocimientos pedagógicos, pero además conocen los programas, métodos, discurso y desafíos que impone la materia en el aula.

En el prólogo de la obra podemos conocer qué fue lo que le motivó a escribir su Compendio. Asegura que la experiencia docente le había hecho ver las múltiples deficiencias que tenían algunos libros que habían sido utilizados como de texto: a algunos les faltaban “asuntos de gran importancia”, otros eran muy extensos, otros usaban un lenguaje poco apropiado para los infantes y otros eran “apasionados en sus ideas”.[8] Así pues, el proveer un buen material para los niños fue lo que lo motivó a escribir “la obrita”.

El Compendio de Historia Patria fue editado en la ciudad de Querétaro en 1906, en la tipografía de Jesús A. Sierra, ubicada en la calle de Capuchinas no. 15, en pleno centro de la urbe. La obra, según consta en la portada, fue premiada con Medalla de Oro en la Exposición Universal de San Luis, Misuri, E.U. en 1904,[9] y designada como libro de texto tanto para escuelas oficiales como para algunas particulares en el estado de Querétaro[10].

El compendio es muy breve. Está impreso en octavo y consta de 64 páginas. Las pastas son blandas, en papel de color mamey, y las hojas son de color agarbanzado. No tiene ilustraciones. La primera página del ejemplar que se pudo consultar fue cortada. La siguiente es una dedicatoria para el Ingeniero Francisco G. de Cosío, Gobernador Constitucional del Estado de Querétaro, y el Lic. José Vázquez Marroquín, Secretario de Despacho, a quienes testimonia respeto, gratitud y amistad. En la segunda página añade otras dedicatorias: al Director General y Profesores de educación primaria del estado, “de alta consideración y aprecio distinguido”.

La obra podemos dividirla en dos secciones: la primera, breve y la segunda más amplia. A modo de notas preliminares, define la Historia (entendida como “la narración y exposición verdaderas de los hechos y cosas pasadas y memorables” (Balvanera, 1906, p. 1), señalando los tipos de historia por su materia, extensión, forma y tiempo. Define luego la Historia de México como la narración de los sucesos verídicos pasados en nuestra nación.

Para su desarrollo, que ocupa la segunda parte, el autor recurre a la división de la Historia en Antigua, Media, Moderna y Contemporánea, con sus divisiones y subdivisiones:

División de la Historia de México, según el Prof. Luis G. Balvanera

HISTORIA ANTIGUA HISTORIA MEDIA HISTORIA MODERNA HISTORIA CONTEMPORÁNEA
Tribus: mayas, toltecas, chichimecas y nahuas Dominación Española: expansión militar y conquista espiritual Primer Imperio Establecimiento de la paz con Porfirio Díaz
Aztecas o Mexicas Guerra de Independencia Proclamación de la República
Descubrimiento de América Invasión de los Estados Unidos
Intervención Francesa (con énfasis en el Sitio de Querétaro)

Fuente: Elaboración propia a partir de Luis G. Balvanera, Historia Patria (1906).

El análisis del texto nos permite ver algunos elementos que caracterizan la visión de la Historia que transmite Luis G. Balvanera:

  1. La historia se presenta como maniquea, es decir, los protagonistas (casi siempre varones), son buenos o malos; bárbaros o civilizados, modernos o antiguos, patriotas o traidores, liberales o conservadores, federalistas o centralistas, etc.
  2. La historia es vista desde arriba. Los protagonistas son dioses, reyes, conquistadores, presidentes, generales, sacerdotes, héroes, conquistadores. Casi todos se presentan con nombre y apellido, acompañados de calificativos que les posicionan por encima: Juárez es inteligente e indomable, Díaz es valiente, patriota, Santa Anna es ambicioso, dictador, retrógrada, dispendioso y traidor. Destaca en esta categoría la aparición de tres mujeres: la reina Isabel “La Católica”, quien apoyó la expedición de Colón, Marina, quien es calificada de inteligente y astuta, y Josefa Ortiz, heroína de la Independencia.
  3. Enfatiza los cambios en las formas de gobierno, desde los mexicas hasta la república federal, pasando por las Audiencias, Virreinato, Imperios y las diversas formas de gobierno republicano. No se pronuncia a favor o en contra de estas formas, simplemente las enuncia. Destaca también, como causas de los cambios en las formas de gobierno, los planes, asonadas, pronunciamientos, levantamientos o conflictos con otros países, pero no se problematiza ni se profundiza en las causas que originan estos hechos.
  4. En el texto construye símbolos que ayudan a formar la identidad, por ejemplo, al reseñar la fundación de México-Tenochtitlan, enfatiza con una tipografía diferente la profecía de encontrar un águila parada sobre un nopal devorando una serpiente. Esto, dice, es ahora el Escudo Nacional. Lo mismo ocurre con otros lugares icónicos, como la Alhóndiga de Granaditas, el ahora llamado Palacio de la Corregidora, el árbol de la Noche Triste, etc.
  5. El autor usa la narración para dar cuenta de los progresos que se han conseguido en el tiempo. Por ejemplo, la creación de leyes, realización de obras materiales, construcción de edificios públicos, iglesias, colegios, hospitales, introducción de la imprenta, acuñación de monedas, o usos y costumbres como la higiene personal y pública, apoyando de esta forma una idea que la educación porfiriana impulsaba.
  6. El texto sirve para construir un discurso en torno al deber ser de las personas, elogiando y reconociendo el ser noble, leal, valiente, culto, honorable, heroico, en oposición a los codiciosos, traidores, innobles, cobardes, etc. El libro encarna estas virtudes o vicios en personajes de carne y hueso, de forma que provee a los y las lectoras de modelos a imitar, legitimando una cierta forma de ser y cuestionando y desacreditando otras.
  7. La religión no está presente de forma explícita, sin embargo sí hay una consideración positiva de la misma al señalar las bondades de la conquista espiritual. El autor no emite juicios de valor en relación a los enfrentamientos entre liberales y conservadores, o al dar cuenta de las guerras que se originaron por cuestiones religiosas.
  8. Finalmente, y como consecuencia de lo anterior, la historia que cuenta Luis G. Balvanera es lineal. No hay complejidad, ni explicaciones, sólo narraciones de hechos sucedidos en el tiempo. El conflicto aparece como producto de la contraposición entre buenos y malos, pero no se explica por qué están unos y otros en esas posiciones.

Reflexiones finales

El Porfiriato fue un período histórico en donde la educación alcanzó protagonismo. Civilizar y modernizar a la nación pasaba por abatir el analfabetismo, esparcir las luces de la razón, moralizar las costumbres e incorporar a la vida cotidiana los avances de las ciencias. Sin embargo, pese a las buenas intenciones, no todos ni todas las mexicanas podían tener acceso a la escuela. Si bien la paz porfiriana había disminuido la inseguridad, las asonadas y los levantamientos armados, la pobreza, la dispersión de la población rural y la falta de vías de comunicación hicieron que sólo unos pocos recibieran los beneficios de la ilustración.

Querétaro no fue ajeno a estos cambios. Andrés Balvanera, ilustre profesor queretano, fue un promotor no sólo de la educación básica, sino también de la formación de profesores a través de la apertura de una escuela normal, y la promoción de espacios y eventos académicos que la impulsaran. Siguiendo las huellas de su padre, Luis G. Balvanera, formó parte de los profesores de élite, por haber sido profesor y director del Colegio San Luis Gonzaga, de la Escuela Normal del Estado, y autor de libros de texto que obtuvieron reconocimientos.

La obra analizada muestra una visión de la Historia muy acorde a su época, recuperando hechos que se asumen como verídicos, personajes que se presentan como “grandes” y que por eso mismo protagonizan el pasado. Las mujeres están casi ausentes de esta narración. Los varones, en cambio, encarnan los modelos a imitar. La historia se construye en dos planos, señalando en cuál se debe estar para contribuir al engrandecimiento de la patria.

Hasta el momento han sido pocos los datos que se han podido obtener de Luis G. Balvanera. Queda aún pendiente seguir revisando los archivos, así como otros repositorios en donde localizar los textos producidos por el autor, lo cual permitirá profundizar en su vida y su quehacer como director de escuela y como autor. Es, pues, un trabajo que aún está en proceso, pero que ya brinda algunas líneas para seguir caminando.

Referencias

AHEQ. Ejecutivo, Sec. Instrucción, Caja 1, Exp. 553

La Sombra de Arteaga, 29 de enero de 1888

La Sombra de Arteaga, 15 de enero de 1888

Anaya, M. (1917). Apuntes biográficos del señor profesor Andrés Balvanera creador y primer director de la Escuela Normal de Profesores del Estado de Querétaro Arteaga. Talleres Lino Tipográficos del Gobierno (Querétaro).

Armas Briz, L. (2003). Niñas y señoritas en las aulas del Querétaro porfiriano. Gobierno del Estado de Querétaro.

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Balvanera, L. (1906). Compendio de Historia Patria. Tipografía de Jesús A. Sierra.

Bruno, P. (2012). Biografía e Historia. Reflexiones y perspectivas. Anuario IEHS, (27), 113-119.

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Ramírez Álvarez, J. G. (1986). La Normal de Querétaro. Cien años. Gobierno del Estado de Querétaro.


  1. osolish2@hotmail.com
  2. Galván (2010) da cuenta de que, antes de la profesionalización docente a través de las Escuelas Normales, el magisterio era más como un oficio. Quienes fungían como maestros podían formarse en las Escuelas Normales Lancasterianas, pero era una educación privada, con un modelo considerado ya obsoleto.
  3. Ejecutivo, Sec. Instrucción, Caja 1, Exp. 553.
  4. Sabemos que Teodoro Balvanera era hermano de Andrés Balvanera por la nota periodística en que se anuncia que, con motivo del duelo por su muerte, acaecida el 8 de enero de 1888, no se celebrarían las fiestas que se habían programado para la inauguración del colegio de niñas de don Andrés Balvanera (La Sombra de Arteaga, 15 de enero de 1888 y 29 de enero de 1888).
  5. De estos últimos datos doy las gracias a Daniel Gibrán Castillo, estudiante de la Maestría en Historia de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, quien al saber que estaba investigando sobre Luis G. Balvanera, me los proporcionó.
  6. La Normal no estuvo exenta de este peregrinar. Ramírez (1986) y Hurtado y Leal (2022) han ya dado cuenta de los diferentes espacios que ocupó la escuela hasta su establecimiento definitivo en la calle de Capuchinas, donde estuvo hasta la década de los setenta del siglo pasado.
  7. Gutiérrez señala que fue tal el impulso que vivió la educación que para 1900 había 165 escuelas oficiales, 12 subvencionadas por el gobierno y 78 particulares, lo que daba un total de 255 escuelas. La autora también señala que este crecimiento fue inequitativo pues la gran mayoría de ellas se establecieron en el Distrito del Centro y la población a la que atendió fue mayoritariamente masculina (Gutiérrez Grageda, 2002).
  8. Balvanera, Luis G., (1906), Compendio de Historia Patria, Querétaro, Tip. de Jesús A. Sierra, p. 10
  9. En el prólogo de la obra dice que se escribió específicamente para participar en dicho certamen, concluyéndose en diciembre de 1903.
  10. A partir de 1884 quedó estipulado que la enseñanza en el estado de Querétaro era libre. Ello suponía, entre otras cosas, que “Los directores de tales establecimientos gozarán de perfecta libertad para elegir los libros que hayan de servir de texto, y designar los profesores que las expongan” (Gutiérrez, 2002: 33).