Los rastros de violencia que dejan las personas desaparecidas localizadas sin vida[1]

Héctor Ortiz Elizondo[2]
Foro Latinoamericano de Antropología del Derecho FLAD
r.academicas.mx.flad@gmail.com


Imagen tomada en el Zócalo de la Ciudad de México, con motivo del 8 de marzo de 2021.
Foto: Mariana Mora.


En situaciones en las que ha desaparecido una persona, la presunción de que se ha cometido un delito es criterio fundamental para detonar las acciones de búsqueda inmediata, tal y como lo señala el Protocolo Homologado para la Búsqueda de Personas Desaparecidas y no Localizadas. Es premisa en la medida en que no debe ser demostrada para suscitar la conclusión de que es necesario buscar.

La violencia es un aspecto característico en la ejecución de un delito, por lo que es una variable central para entender las circunstancias de tiempo, modo y lugar en las que ha ocurrido el delito. Desde el paso al acto del sujeto activo hasta el desenlace en los bienes o el cuerpo de la víctima.

Sin embargo, establecer los tipos de violencias ejercidas y determinar su peso específico en la comisión de un delito requiere recabar indicios contextuales que son difíciles de obtener sin testimoniales, así como precisar los significados y motivos de la violencia en el caso específico y garantizar la veracidad del dato.

En este ensayo pretendo enunciar algunos de los problemas que implica establecer el peso específico de la violencia en la desaparición de personas, en aras de entender la relevancia de analizar el contexto en el que ocurren estos casos para orientar acciones de búsqueda. Parto del conjunto que conforman las personas reportadas como desaparecidas en la Ciudad de México en el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas (RNPDNO) y que habrían de ser localizadas sin vida, considerando las condiciones de género intervinientes.

En tanto que la suerte de estas personas fue la muerte, es aceptable suponer que la violencia estuvo presente en la mayoría de las causas, o en todas, dependiendo de la definición de violencia. Los datos precisos de las circunstancias que median entre la desaparición y la localización sin vida, quedan registrados en la carpeta de investigación de cada caso y, por lo tanto, son accesibles únicamente para las fiscalías y para los familiares.

Desde el ámbito civil, sólo es posible conocer dichas circunstancias a través de los registros periodísticos, de los elementos que recaban las comisiones de búsqueda de personas en función de sus atribuciones y de los foto-volantes emitidos por las fiscalías; son estas nuestras fuentes.

La escasez de información genera distintos efectos que distorsionan la percepción social sobre la inseguridad y sobre las causas de las desapariciones, al mismo tiempo que origina barreras estratégicas para que las comisiones locales puedan realizar sus funciones de búsqueda. En particular, se dificulta determinar patrones que hagan probable establecer el paradero de la persona desaparecida antes del fatal desenlace, si fuera posible.

El conjunto que analizamos aquí, no es representativo ni de las violencias que se viven en la Ciudad de México, ni de la totalidad de los casos de desaparición en esta demarcación.[3] No obstante, permiten reflexionar acerca de las violencias que circundan los hechos que derivan en situaciones trágicas y sobre la importancia del análisis de contexto desde un enfoque cualitativo.

Las cifras

Del 1º de enero al 31 de diciembre del año 2020, en el RNPDNO se asentaron un total de 416 mujeres y 607 hombres desaparecidos en la Ciudad de México. De este total, al 30 de enero de 2021 seguían desaparecidas 159 mujeres y 266 hombres. De los que sí fueron localizados, hubo un total de 15 mujeres y 25 hombres que fueron localizados sin vida.[4]

Los rangos de edad van de los 7 a los 89 años en mujeres y de 19 a 68 en hombres, con prevalencia entre los 18 y 24 entre las mujeres y entre los 29 y 39 años entre los hombres.

Los datos estadísticos no arrojan mayor información en parte porque el universo considerado es limitado. Por ejemplo, entre las mujeres no destaca ninguna alcaldía mientras que entre los hombres, las alcaldías con mayor número de casos fueron Iztapalapa con cinco casos y Cuauhtémoc con cuatro, lo cual tampoco se puede decir que sea significativo.[5]

Para los fines de un análisis cualitativo es importante notar que la información recabada no distingue ni registra todos los puntos de una cartografía completa de la desaparición: el sitio de último avistamiento (salió de su casa, o de su trabajo), de último contacto (llamó o mandó mensaje), lugar de los hechos (donde fue “levantado” o asesinado) y lugar de hallazgo o localización (del cuerpo o de la persona si fue localizada con vida), por lo que incluso un universo más amplio seguirá siendo inconcluso, hasta que las entrevistas sean más detalladas y los registros más sistemáticos. Se puede decir que requerimos pasar del simple registro de datos al procesamiento de la información con fines de investigación.

Contexto general

De hecho, la información que registra la Comisión Nacional en el RNPDNO es generalmente menor a la que se puede obtener por medios periodísticos cuando el caso ha tenido importancia mediática. Esto es resultado, en parte, de la falta de comunicación entre las fiscalías y las comisiones, bajo el argumento de la secrecía en las indagaciones. Sin embargo, esto orilla a que las actividades de búsqueda se deban realizar con datos obtenidos de los mismos familiares incluso cuando ya los proporcionaron a las fiscalías. Además, la fiscalía especializada en personas desaparecidas sigue realizando labores de búsqueda, por lo que subordina las acciones de las comisiones a sus tiempos y metodologías de investigación.

También es notorio que, a pesar de que el formato de captura del RNPDNO cuenta con una sección específica para información sobre localización sin vida, la mayoría de los registros no cuentan con datos sobre causas de muerte y en general tampoco sobre el lugar en el que fue localizada la persona e incluso muchos carecen de fecha de localización. Esto nuevamente es información que puede ser obtenida por medio de los familiares o bien a través de las fiscalías, pero es difícil que las familias estén dispuestas a responder preguntas una vez conocido el desenlace funesto.

Observaciones sobre hombres

La falta de información es particularmente notoria cuando se trata de hombres, ya que casi todos los casos de mujeres desaparecidas y encontradas sin vida tuvieron al menos una mención periodística. De los casos de hombres desaparecidos pocos tuvieron una cobertura mediática (ocho casos), uno por el nivel económico del sujeto que era empresario de Polanco quien fuera víctima de asalto; otro era activista de la diversidad sexual y quedó registrado como crimen de odio; dos presuntamente ligados con el crimen organizado; un repartidor por aplicación; un estudiante de la UNAM y uno al que le disparó una custodio de camioneta de valores por “una confusión”. El último fue nombrado en una nota elaborada acerca de una mujer víctima de feminicidio a manos de su expareja quien estaba celoso por su nueva relación y los asesinó a ambos.

Sobre las circunstancias de la desaparición y muerte de los registrados, la escasa información del RNPDNO permite hacer algunas conjeturas indiciarias, como por ejemplo, que en al menos seis de los casos de hombres estuvo involucrado el consumo de alcohol y en al menos uno el consumo de otras sustancias.

También destaca el hecho de que al menos tres casos fueron de hombres que trabajaban como choferes y uno como repartidor por aplicación, es decir, de hombres que trabajaban en la vía pública, en dos de los cuales el último contacto establecía que llevaban pasaje. El tercero fue vinculado al narcomenudeo por la fiscalía, aunque no se pudo corroborar la hipótesis.

Se registraron también tres casos en los que existía una condición médica específica: esquizofrenia, Tourettes y convulsiones aunque nuevamente es imposible saber si éstas tuvieron que ver con su muerte. Sólo en un caso sabemos que la muerte de la persona fue resultado de un infarto.

Entre otras causas violentas registradas o que es posible inferir, destacan dos accidentes de tránsito, dos asaltos, un secuestro y el caso de “gatillo fácil” ya mencionado, ocurrido después de que la persona fuera asaltada por lo que “desaparece” al morir sin identificación.

Observaciones sobre mujeres

Como ya señalamos, sólo cuatro casos no tuvieron cobertura mediática: tres jovencitas de 18 años, 24 y 29 años. La cuarta es la mayor, de 89 años, quien murió en su casa donde vivía con un hijo con esquizofrenia sin que se conozcan las circunstancias, salvo que el hijo no actuó por días hasta que los vecinos denunciaron su “desaparición”. En otros casos la nota periodística se limita a repetir los datos de media filiación del foto-volante, por lo que puede aparecer en cinco o seis medios sin que exista realmente información nueva o distinta sobre los hechos. En otras palabras, la cobertura mediática no deriva en mejor documentación del caso.

El caso de la menor de siete años fue sin duda la de mayor cobertura y seguimiento, por lo que se conoce quien la sustrajo de la escuela y quien la asesinara, además de que sabemos que hay dos personas presas. Lo que no se explica es por qué en un inicio se dijo que se la había visto por última vez “en compañía de un masculino”, dato que apareció en los foto-volantes y que pronto sabríamos que habría sido información falsa.

En pocos casos la información disponible permite algunas conjeturas, pero ninguno admite armar el contexto completo. Por ejemplo, destacan cuatro casos que apuntan al feminicidio a manos de la pareja o expareja sentimental, circunstancias que suelen obtener buena cobertura mediática, como el ya mencionado caso en que la expareja entra al domicilio de la joven de 23 años, apuñalándola a ella y al hombre que la acompañaba. Igualmente destaca el caso de otra joven de 18 años encontrada atada en un terreno baldío. El factor en común es que ambas tuvieron hijos con sus agresores a edad muy temprana y se encontraban en relaciones violentas con los padres.

En otros casos en los que la violencia puede inferirse en la relación misma, la “pareja” de una mujer de 39 años dedicada a la limpieza era también su jefe quien confesó haberla asesinado y ocultado su cuerpo en una cisterna en una de sus propiedades. En el cuarto caso una enfermera de 51 años es asesinada por su pareja, quien al parecer se dedicaba al narcomenudeo y fue localizada enterrada en el jardín de su domicilio.

Destacan también dos casos que sugieren suicidios, uno de ellos de una mujer trans, médica y activista LGBT, quien “había manifestado intenciones de quitarse la vida”. Otra, la de una estudiante de la UNAM de 24 años, localizada en un hotel sin huellas de violencia.

En otro caso de una enfermera de 53 años encontrada en una maleta, fue detenido su hijo menor de 17 años, quien aparentemente confesó haberla matado. Nuevamente no hay seguimiento periodístico por lo que no es posible comprobar el fundamento de la acusación.

Un caso particular fue el hallazgo de un hombre y una mujer calcinados dentro de un taxi en una zona boscosa del Ajusco. Se sabe que la mujer era abogada de 36 años, madre de dos hijos, que vivía en uno de los pueblos del Ajusco y que llevaba asuntos en tribunales familiares. Del acompañante no hay información periodística disponible. Se sabe que el chofer del taxi era una mujer, de alrededor de 50 años, quien no fue encontrada a pesar de que se peinó la zona y permanecía en calidad de desaparecida hasta finales del 2020.

Reflexiones finales

Si el objetivo de la búsqueda inmediata es detonar las acciones tan pronto como se tenga noticia del caso y hacerlo con la suficiente efectividad como para evitar el desenlace fatal, es necesario conocer los aspectos criminológicos que envuelven el caso, pero también entender los aspectos de género, sociales y administrativos involucrados, incluidos los que inciden en la conformación de las narrativas en cada ámbito concreto, en particular, los de las comisiones, los mediáticos y los de las fiscalías, que en escenarios ideales deberían aportar a una misma historia pero que en los hechos terminan siendo tres narrativas distintas, todas incompletas.

Un ejemplo de las diferencias conceptuales en la construcción de narrativas sobre un caso la ofrece el mismo concepto de “persona desaparecida”. Las personas quedan registradas como desaparecidas o no localizadas al hacer un reporte ante la Comisión Nacional de Búsqueda de Personas o ante alguna de las comisiones locales. El concepto de “no localizado” ha sido rechazado en algunas entidades como la Ciudad de México, no porque no tenga un significado útil que sirva para distinguir las circunstancias, sino para evitar que las fiscalías hagan distinciones operativas al momento de estar frente a ellos, lo cual no abona al entendimiento del problema sino que subraya la ausencia de un enfoque victimológico.

Por otra parte, una vez localizada la persona se dan otros efectos legales y administrativos que tampoco esclarecen los hechos. Por ejemplo, si la persona aparece con vida, las comisiones la clasificarán como “localizada” sin especificar el sujeto activo que hizo la localización. Se ocultan así los casos en los que la persona en cuestión fue localizada por sus mismos familiares, o regresaron solas a su domicilio, o se comunicaron y avisaron que no pretendían regresar. En su lugar, la acción recae en quien informa, es decir, se actúa como si la localización fuera resultado de la acción de las comisiones o fiscalías.

Si la persona reportada como desaparecida aparece muerta, al efecto anterior habrá que sumar el hecho de que se dificultará entender también las condiciones de localización (fosa, casa, calle; suicidio, accidente, feminicidio; entero, incompleto). En este caso, también se oculta la reclasificación del delito porque dejará de ser “desaparición” y pasará a ser cualesquiera de lo que se tipifique después de documentar las condiciones de muerte. La desaparición pasará a ser una agravante, si es que se toma en cuenta.

La importancia de buscar con perspectiva de género se ilustra en los diferentes contextos en los que se dan las condiciones que derivan en desaparición y muerte que hemos mencionado, aunque sean muy pocos y escasos los datos disponibles. Lo que alcanzamos a ver en lo presentado no es realmente nuevo: a saber, que los factores de riesgo en las mujeres están más vinculados con el ámbito doméstico e interpersonal: a la pareja, a los hijos, al trabajo, donde el estado emocional de las interacciones y las relaciones de poder suelen ser causales de las condiciones criminógenas.

Por otra parte, en los hombres las condiciones tienen más que ver con la capacidad de movilidad del sujeto y su presencia prolongada en los espacios públicos, donde las prácticas de riesgo y la interacción con desconocidos deriva en la configuración de las condiciones de riesgo. Claro está que no son opciones excluyentes, por lo que el marco conceptual no puede excluir la necesidad de revisar evidencias tomadas del caso concreto.

Evidentemente se puede decir mucho más de lo que he señalado hasta el momento. Sin embargo, me permito reiterar que el análisis de contexto no se puede limitar a “los hechos”, como si no hubiera factores emocionales involucrados, incluidos los que configuran las perspectivas de género, y como si los elementos administrativos o burocráticos que habrán de limitar el acceso a los datos, y a distorsionar las lecturas posibles de los que sí se obtienen, no incidieran en nuestra capacidad para entender el caso.

Los hechos pueden ocurrir sin la acción directa del Estado, pero los rastros que deja la violencia se ocultan y distorsionan en espacios y contextos sociales y administrativos formados en acciones y omisiones de autoridades estatales.

  1. Estas notas son resultado de actividades de asesoría realizadas con la CBP de la Ciudad de México en 2020.
  2. Agradezco el apoyo brindado por Mariana Martínez Castillo en la documentación de los casos.
  3. Cabe señalar que el Informe de incidencia delictiva del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública registra 64 feminicidios y 1136 homicidios dolosos en la Ciudad de México en 2020. https://www.gob.mx/sesnsp/acciones-y-programas/datos-abiertos-de-incidencia-delictiva?state=published
  4. https://versionpublicarnpdno.segob.gob.mx/Dashboard/Index
  5. Según la misma fuente, Iztapalapa fue la acaldía con el mayor número de homicidios dolosos (249) y feminicidios (12) en el 2020, aunque también es la alcaldía con mayor densidad de población.