Los Mascogos y la protección de la frontera: una colonia militar en Coahuila

 

María Camila Díaz Casas

Doctorante en Historia y Etnohistoria. Escuela Nacional de Antropología e Historia.

A mediados del siglo XIX, México acababa de atravesar por una guerra de intervención que finalizaría con la pérdida de gran parte de su territorio del norte. Adicionalmente las “tribus bárbaras”, compuestas por apaches, comanches, mezcaleros y otros grupos indígenas de la región fronteriza, atacaban constantemente poblados y asentamientos, dejando muertes y pérdidas materiales.

Desde el norte hacia el sur del río Bravo, aproximadamente 3,000 esclavizados, sobre todo de Texas, cruzaron hacia territorio mexicano entre 1821 y 1866, en busca de la libertad y de mejores condiciones de vida. El gobierno mexicano a partir de la independencia de Texas desplegó una retórica de protección a dichos esclavizados, así mismo, realizó acciones concretas para su protección. En consecuencia, entre los esclavizados y afrodescendientes libres de Texas y de otros estados sureños, se construyó y divulgó una concepción de México como un país en el que se podía alcanzar la libertad y posibilidades de ascenso social, como se puede observar en varias fuentes (Díaz, 2017: 40-47).

Una de las acciones concretas del gobierno mexicano, a favor de la protección de los afrodescendientes fugitivos, fue la presión para eliminar la cláusula del “esclavo fugitivo” del Tratado de Amistad, Navegación y Comercio entre México y Estados Unidos negociado en 1825 y discutido nuevamente en 1831. Dicha cláusula buscaba obligar al gobierno mexicano a capturar esclavizados fugitivos de Estados Unidos en territorio nacional y devolverlos a sus propietarios del norte, recibiendo un pago del esclavista beneficiado. En 1831, en la Ciudad de México la cláusula fue discutida y Francisco Manuel Sánchez de Tagle afirmó:

no temo a esos enjambres de negros con que se nos intimida: yo no los veo como enemigos, sino como una barrera que opondremos a los anglo-americanos invasores: colocados entre la libertad y la servidumbre, defendiéndose nos defenderán a nosotros y peleando con rabia y despecho, por lo que más aman, lo harán mejor que nuestros soldados mercenarios (Olavarría, 1872: 290).

Las palabras expresadas por Sánchez de Tagle demuestran cómo en la mente de varios políticos existía la idea de instrumentalizar el refugio de esclavizados fugitivos del sur estadounidense como aliados en el control de las fronteras. Dado que el vecino del norte era una amenaza constante para la integridad del territorio mexicano, al igual que las “tribus bárbaras”, dichos esclavizados eran vistos como potenciales aliados para solucionar problemas como el control efectivo sobre la frontera y el despoblamiento del territorio del norte.

Mientras este proceso tenía lugar, los Seminoles y Black Seminoles de Estados Unidos, estaban viviendo un proceso de despojo y desplazamiento. Estos grupos fueron producto de la cohabitación entre un grupo ramificado de los indígenas Creek que se estableció en Florida española desde finales del siglo XVII, denominado como Seminoles y los esclavizados fugitivos de las plantaciones de Georgia y las Carolinas que se refugiaron en dicha zona cobijados por la política de protección de las autoridades españolas (Porter, 2013:1-24).

En las primeras décadas del siglo XIX éste grupo sufrió incursiones de los esclavistas del sur de Estados Unidos para obtener tierras y capturar mano de obra para esclavizar, en gran medida, por esta razón se llevó a cabo la primera guerra Seminol entre 1817-1818. Después de la anexión de Florida a Estados Unidos, los indígenas y afrodescendientes perdieron sus fértiles tierras y en 1821 fueron desplazados a territorios pantanosos. Dos años más tarde tuvieron que aceptar el tratado de Moultrie Creek que los obligaba a no refugiar a nuevos fugitivos. Debido al Acta de Remoción India de 1830 y al Tratado Payne´s Landing en 1832, los Seminoles y Black Seminoles fueron desplazados hacia las reservas de los Creek en Oklahoma.

La oposición a éste nuevo despojo y desplazamiento generó las condiciones que propiciaron la segunda guerra seminole entre 1835-1842, en la que fueron derrotados y obligados a habitar el territorio asignado. La cohabitación entre ambos grupos fue difícil y en gran medida agravada por las campañas realizadas por los creek para capturar a los afrodescendientes que componían el grupo y venderlos como esclavizados. En este contexto marcado por la guerra, la pérdida del territorio, los ataques para capturar y vender a los Black Seminoles (después Mascogos en territorio mexicano) y la difícil cohabitación con los Creek, Wild Cat, John Horse y otros líderes vieron en la frontera y en México la posibilidad de asentarse (Schwartz, 1975 y Porter, 2013).

En este sentido, la llegada de los Mascogos a Coahuila, debe ser entendida en el marco de la construcción y difusión de la concepción compartida por los esclavizados del sur de Estados Unidos de México como un país que ofrecía libertad y ascenso social, así como de la fuga de miles de sujetos esclavos y de la retórica y política de refugio extendida por las autoridades mexicanas. En medio de los conflictivos eventos políticos y militares que se habían vivido en las zonas fronterizas para mediados del siglo XIX, de los desplazamientos que experimentaron los Black Seminoles y de la necesidad del Estado Mexicano de resguardar el territorio nacional, Gato del Monte y Juan Caballo, seguramente motivados por las connotaciones que circulaban sobre México, vieron en el cruce fronterizo una posibilidad de obtener tierras y mejores condiciones de vida, tal como lo habían hecho miles de esclavizados que desde décadas atrás, habían emprendido la misma travesía.

Después de varias negociaciones entre Gato del Monte (líder Seminole), Juan Caballo (líder Mascogo) y el gobierno mexicano, en 1850 finalmente se formalizó el establecimiento en México de éste grupo, que también iría acompañado de un grupo Kikapú. En dicho decreto, expedido por el Ministerio de Relaciones Exteriores, se hacía énfasis en que dichos grupos

estaban compuestos por hombres industriosos y trabajadores, cuyo carácter y habitudes los aproxima a la civilización, como que viven del trabajo y profesan costumbres morales sin dejar de ser guerreros y de un valor a toda prueba (…) su establecimiento en distintos puntos de la frontera, vendrá a ser un obstáculo temible para las tribus bárbaras, un positivo adelanto para el sistema de ofensa y un servicio a la causa de la humanidad, pues que sometidos estos indígenas y los negros libres al dominio y protección de nuestras leyes, marchan así a la religión cristiana que purificará sus costumbres (El Universal, 1850: 3).

En el resto del acuerdo se establecía que los miembros de estos grupos se asentaban en México como vecinos de los Colonias militares de Oriente y Chihuahua, debían jurar obediencia a la constitución y leyes mexicanas, ser aliados de las naciones amigas de México y apoyar al país en caso de guerra, evitar las incursiones y las actividades comerciales de los comanches y otras “tribus bárbaras”, perseguirlas y escarmentarlas y guardar buenas relaciones con los ciudadanos estadounidenses, entre otras. A cambio recibirían sitios de ganado mayor, tierras que serían tituladas a su propiedad, posibilidades de expandir sus terrenos a tierras baldías cercanas, las herramientas de labranza que necesitaran y la ciudadanía mexicana (El Universal, 1850: 3).

Para la década de 1850, la llegada de los Mascogos a México no sería bien vista por parte de la opinión pública del centro de México que leía el establecimiento de este grupo en Coahuila desde los lentes decimonónicos del binomio civilización/barbarie, y discutía la cercanía a la civilización de Seminoles, Kikapús y Mascogos. Por su parte, los esclavistas texanos, quienes ya se encontraban exaltados por la fuga de esclavizados a México, reaccionaron con temor a que la colonia de los Mascogos atrajera más esclavizados fugitivos, tal como lo expresaron en varios periódicos del estado (Tyler, 1972:4). En contraste, en el contexto de guerra que se vivían en el norte del país, la mirada sobre los Mascogos estaba enfocada sobre todo en sus habilidades militares. Por ejemplo, en las Memorias de Guerra, enviada al Ministerio de Relaciones Exteriores, el coronel Juan José Galán en 1851 exaltaban las grandes habilidades militares de estos grupos afirmando:

Los señores oficiales, tropas y voluntarios son también acreedores a la consideración, pero muy singularmente son el jefe Gato del Monte, los capitanes Nicusimalda, Manuel Flores y John Johos, sus demás oficiales y tropas, Seminoles y Mascogos; cuya lealtad, sufrimiento y conducta bélica es digna de imitarse, y merece consideración del Supremo Gobierno de la Unión (…) La conducta noble y leal del Gato del Monte, de sus gefes y seminoles, el capitán John Johs con los negros que mandaron en esta jornada de sufrimientos, ha probado que su adhesión a México es digna de que el supremo gobierno de la unión y los poderes generales del Estado protejan sus inclinaciones hacia la civilización y los hagan provechosos a la frontera (El Constitucional, 1851: 1-4)

Actualmente, los Mascogos se encuentran ubicados en El Nacimiento, Coahuila, en tierras que anteriormente correspondían a la hacienda de la familia Sánchez Navarro, otorgadas en 1853. Existen muy pocos estudios históricos sobre esta población, no obstante espero que este breve texto sea una invitación para realizar más investigaciones al respecto que evidencien la importancia de este caso, relevante para comprender cómo el estudio de poblaciones de origen africano, transciende las barreras nacionales y está articulado a procesos mayores de la historia política y social, y a procesos como la construcción de las fronteras y la complejidad de la formación del Estado-Nación.

 


Referencias

Díaz Casas, María Camila (2017) “Esclavitud y libertad de los afrodescendientes en el México del siglo XIX”, en Relatos e Historias, año X, n.109, septiembre, pp.43-47.

El Constitucional, Ciudad de México, año I, n. 3, septiembre 18, 1851.

El Universal, Ciudad de México, tomo V, n. 732, noviembre 15, 1850.

El Universal, Ciudad de México, tomo V, n. 734, noviembre 19, 1850.

Porter, Kenneth (2013) The Black Seminoles. History of a freedom seeking people. University press of Florida, Gainesville, 283 pp.

Schwartz, Rosalie (1975). Across the rio to Freedom: U.S. Negroes in Mexico. Texas Western University Press, El Paso, 64 pp.

Tyler, Ronnie (1972) “Fugitive Slaves in Mexico”, en The Journal of Negro History, vol. LVII, núm. 1, pp.1-12.