José Antonio Flores Farfán[1]
CIESAS Ciudad de México
Nayeli Palo Lira, Arely Vázquez y Karen Torralba Amador
Hablar de los mascogos es hablar de la lengua creol, de su creol o su lengua criolla. Una lengua criolla es el producto del contacto intenso entre varias lenguas, frecuentemente asociado a un contexto de colonización y en específico de explotación colonial extrema, como lo fueron las plantaciones de africanos esclavizados traídos a las Américas por los invasores europeos.
Frecuentemente los colonizadores separaban a los esclavos de lengua distinta, o por lo menos lo intentaban, para evitar que éstos pudieran comunicarse y así organizar alguna sublevación. Con todo, la agentividad de los hablantes dio lugar, sin embargo, a la creación de nuevas lenguas, precisamente las criollas, resultado de la fusión de varias lenguas africanas y/o amerindias y las respectivas lenguas coloniales en cada caso, incluyendo lenguas como el español, el francés, el inglés, o el neerlandés y el portugués.
A los lingüistas les interesan mucho estas lenguas, porque permiten entender cómo surge una nueva lengua, la llamada génesis lingüística; desde el punto de vista de los hablantes, frecuentemente son actos de resistencia y creación de nuevas identidades, producto de la resiliencia de los grupos ante situaciones de explotación extrema.
Existen otros contextos de surgimiento de lenguas criollas, situaciones de intercambio comercial, incluido el trueque entre pueblos de lengua distinta, las cuales crean formas de comunicación híper simplificadas, llamadas pidgins, que son códigos con fines muy específicos, destacadamente de comercio, como cuando los llamados vascos llegaron a tierras norteamericanas y entraron en contacto con pueblos norteamericanos en el actual Canadá, intercambiando por ejemplo pieles por productos europeos desconocidos para los pueblos originarios.
En la medida en que un pidgin se desarrolla y convierte en lengua materna de una comunidad, es decir en función del desarrollo lingüístico de semejantes formas simplificadas de habla, instaurando una gramática, podemos hablar del surgimiento de una lengua criolla. En otras palabras, cuando los niños desarrollan el pidgin, y éste se empieza a transmitir generacionalmente, surge una nueva lengua -es esta la teoría más aceptada de su génesis-, aunque no la única, también se habla de la posibilidad del surgimiento abrupto de un criollo.
Existen lenguas criollas por todo el mundo y suman más de una centena y contando. Una de las más famosas es el tok pisin, en Papúa Nueva Guinea, que incluso en ese país es lengua nacional junto al inglés. Papúa Nueva Guinea es el país con mayor número de lenguas en el mundo (alrededor de 800). Se trata de un verdadero laboratorio de creación de lenguas y es normal que la gente hable cuatro o cinco de ellas; incluso y como parte de los repertorios de prestigio, figuran los pidgins, valorados como formas de poder y privilegio comunicativo en un contexto altamente multilingüe.
En las Américas se produjeron varios pidgins y lenguas criollas. En el contexto norteamericano se cuenta por ejemplo el chinook, en el latinoamericano el papiamento en las llamadas Antillas holandesas (las Islas ABC: Aruba, Bonaire, Curazao), o el palenquero en Colombia.
En México parece que nunca existió un pidgin, por lo tanto tampoco un criollo o por lo menos, no tenemos registro de ello. Probablemente esto se debe a que existió una lengua franca, el náhuatl, de aplicación general en todo el territorio mesoamericano, que los invasores españoles retomaron para sus propósitos de evangelización, colonización y administración de la Nueva España.
Así, las lenguas criollas tienen bases coloniales e influjos de lenguas minorizadas en contextos de opresión colonial, incluyendo a las lenguas africanas y también amerindias. Es el inglés la base más extendida de los criollos, de la cual se nutre el mascogo, el que igualmente tiene elementos del seminol, una lengua originaria norteamericana de los actuales EE.UU., por lo cual ésta es una lengua criolla afroindoamericana. Hoy el mascogo se habla, aunque se encuentra amenazado en los EE.UU., concretamente en Texas, o al menos más que en México, donde se le considera “moribunda” o prácticamente “extinta”. Nosotros preferíamos hablar de una lengua dormida con posibilidades de despertar como parte de un renacimiento no solo lingüístico sino cultural y desde luego político, vinculado a la reivindicación del territorio y el reconocimiento de este pueblo.
En este contexto, el mascogo es la única lengua criolla en México. Su origen es tardío en nuestro país, estamos hablando de finales del siglo XIX, cuando se abolió la esclavitud en México, y como los esclavos “libres” en los EE.UU. todavía eran perseguidos, muchos de ellos huyeron hacia México, estableciéndose en lo que hoy se conoce como El Nacimiento de los Negros, en el estado de Coahuila.
Una forma muy poderosa de potencial revitalización del mascogo es el canto. Vinculado al góspel, el canto mascogo ha sido y esperemos siga siendo, una forma de enfrentar y sanar las heridas y el trauma colonial infringido por los colonizadores blancos, y desde luego, de recuperar la lengua vinculado a otras reivindicaciones de todo tipo. Recordemos que el canto en comunidades que han sido históricamente diezmadas o fuertemente asimiladas es de las pocas expresiones más duraderas que perviven en los pueblos, incluso no se sabe en qué se canta pero se canta en situaciones rituales, o como formas de seguir reproduciendo una identidad, como en el caso de sendos pueblos australianos o de los pueblos yumanos en México (e.g. el Cucapá en Baja California).
Ojalá un día veamos renacer el creol mascogo, eso es posible, con las condiciones adecuadas y ello depende de sus herederos, aunque el acompañamiento de personas externas a la comunidad también es importante, incluido el estado nacional y desde luego la academia comprometida.
[1] Profesor Investigador de CIESAS| xosen@hotmail.com