Irma Hernández Bolaños[1]
UAM-Iztapalapa
Incendios en Oaxaca: Dos personas murieron y un adolescente resultó
lesionado al intentar apagar el fuego.
Un padre y su hijo murieron en la región de Valles Centrales de
Oaxaca al intentar apagar uno de los incendios de la entidad.
De esta manera inicia la nota que se puede leer en el periódico El Financiero el 15 de abril de 2025. El siniestro fue provocado cuando un horno de carbón se salió de control en El Manzanito, Santa María Peñoles, municipio de la región Valles Centrales de Oaxaca (García, 2025). Cuántas historias como éstas hemos leído, nos han contado o hemos visto, en las que el fuego arrasa todo a su paso y donde los esfuerzos por apagarlo resultan insuficientes. Es lamentable entender que estos hechos seguirán pasando, así como las pérdidas humanas y materiales.
Oaxaca es uno de los estados con mayor diversidad de ecosistemas, aunque destaca la aridez de su suelo en una porción importante de su territorio. También es la sexta entidad federativa en extensión de bosques, con un 11% (Romualdo, 2008: 9), mismos que se ven año con año afectados por incendios, lo que constituye una amenaza para la integridad y funcionalidad de los ecosistemas (Arriaga, et. Al, 2000: 71), así como para las comunidades. Aunque en la actualidad se habla mucho sobre protección del medio ambiente, no se han generado políticas adecuadas para hacer frente a los incendios que desequilibran los ecosistemas y que contribuyen con la extinción de las especies.
Ante esta situación toma relevancia la obra del profesor y botánico Cassiano Conzatti (1914) La repoblación arbórea del Valle de Oaxaca. En ella podemos conocer cuáles eran, desde su percepción, las causas de los incendios y las propuestas que, como científico, proyectó para mejorar la situación. Antes de abordar estos cuestionamientos debemos comprender la trascendencia de los estudios sobre los incendios.
I. Los incendios forestales
México es un país de montañas y, a decir de Julio César Wong González (2011), “ocurren en promedio seis mil setecientos setenta y cuatro incendios forestales cada año, de los cuales el 60% suceden en áreas de cobertura arbórea” (p. I). Por lo general se piensa que los incendios forestales son sucesos frecuentes, aunque impredecibles y erráticos, al ser originados por causas naturales (tormentas eléctricas, variabilidades climáticas, intensa sequía, actividad volcánica). Sin embargo, muchos incendios se dan por las actividades humanas que pueden inducir a cambios en el uso de suelo para acciones agropecuarias. Por ejemplo, los procedimientos de roza, tumba y quema “pueden ser una de las principales causas de incendios forestales” (Arriaga, et al., 2000: 71), pues inducen “la propagación libre y no programada de fuego” (Martínez, Lozano y Ortega, 2019).
El estudio sobre los incendios forestales puede ayudarnos a explicar procesos de transformación social (Lorenzo, Rodríguez y Marcilhacy, 2019: 10), pues involucran elementos económicos, políticos y sociales. Basta con enunciar la deforestación para el cultivo de aguacate o para la creación de fraccionamientos, provocando despojo, explotación de los mantos freáticos, deforestación e incendios, entre otros desastres ecológicos y sociales.
La Ley General de Desarrollo Sustentable señala que se debe “regular la protección, conservación, uso sustentable y restauración de los ecosistemas, recursos forestales y sus servicios ambientales; así como la zonificación, el manejo y la ordenación forestal” (2018: 3). Sin embargo, la realidad ha evidenciado la sobreexplotación de los recursos y el poco cuidado al medio ambiente, lo que provoca, entre otras cosas, incendios forestales.
Los incendios son uno de los principales agentes de destrucción de selvas, bosques y vegetación en zonas áridas o semiáridas, afectando de manera profunda no sólo su flora, sino también su fauna. De igual manera, repercuten drásticamente en los grupos humanos. Por ello, las afectaciones de los incendios son multidimensionales.
Desde el punto de vista social podemos ver a los incendios forestales como sucesos catastróficos, puesto que devastan todo lo material a su paso, incluyendo las vidas de seres humanos y animales. Sin embargo, para la biología ambiental se trata de un acto benéfico para el propio bosque.
Entre los principales autores que han trabajado asuntos de incendios forestales en Oaxaca destacan, desde la biología ambiental, Romualdo (2008), Wong González (2011) y la obra colectiva de Hernández García, et al. (2016). Estas investigaciones intentan observar la dinámica histórica de los ecosistemas terrestres, analizando la historia de los incendios como una herramienta para conocer y entender la frecuencia y efectos en los ecosistemas. Desde la historia, poco se ha trabajado sobre el fuego y los incendios. Uno de los libros más representativos al respecto es el coordinado por Montiel Molina (2013), que hace un recorrido por distintas épocas históricas de España y, a través de diversos acervos y metodologías, documenta los incendios y muestra la manera en la que podemos acercarnos a su estudio. Los trabajos que más abundan son los estudios forestales y de historia ambiental, que hacen hincapié en el análisis de los bosques y el manejo forestal, como el trabajo de Aguirre (2015). Otros pocos estudios se centran en el conservacionismo, como el de Vitz (2012) o, para el caso de Oaxaca, el de Aquino Vásquez (2017).
II. los incendios forestales en los Valles Centrales
Las cifras oficiales de la Comisión Permanente de Protección Civil del Congreso del Estado de Oaxaca nos indican que, de 2019 a 2023, se suscitaron en la entidad 941 incendios forestales que afectaron una superficie total de 197 mil hectáreas, por lo que se encuentra dentro de las diez más afectadas por los incendios en el país (2024: 7). Estos datos solamente nos muestran el daño causado a la superficie terrestre, sin embargo, falta hacer un balance sobre la vulnerabilidad del ecosistema y de las poblaciones, elementos sobre los que ya reflexionaba el botánico Cassiano Conzatti.
Los Valles Centrales son el centro geográfico, económico, político, social y cultural del estado de Oaxaca. Es un lugar donde se encuentra el mayor número de asentamientos humanos (Molina, et al., 2014: 70). El principal tipo de vegetación que se ubica en esta región es el bosque caducifolio —caducifolio, del latín caducus, “caduco” o “caído”, y folium, “hoja”, compuestos por especies vegetales que pierden sus hojas durante el otoño, para así sobrevivir al invierno y retoñar durante la primavera—, que agrupa a un gran número de especies que son las más representativas del estado.
Los Valles, al ser un centro demográfico importante, han provocado históricamente mayor presión de los recursos naturales y una mayor intensidad en el uso de los servicios ecosistémicos, así como cambios de la cobertura del terreno y, en consecuencia, una intensa deforestación (Molina, et al.: 70).
Con respecto al fuego, las actividades agropecuarias, quemas de origen antropogénico, cacería y problemas agrarios —como los suscitados entre Amilpas y Soyaltepec, donde por la pugna de límites los ha llevado a prender fuego a los bosques (Hernández, et al., 2016: 52)— han provocado problemas jurídicos, sociales y ambientales de enorme relevancia.
“Los Valles Centrales contenían a los distritos de Etla, Tlacolula, Centro, Ejutla, Ocotlán y Zimatlán, los cuales perduraron durante gran parte de la segunda mitad del siglo XIX y al menos las primeras dos décadas del siglo XX” (Escobar y Topete, 2020: 3). Su importancia radica en que se convirtió en una zona generadora de recursos laborales y por ende económicos. Pese a ello, el poco cuidado de los recursos naturales, la deforestación y los incendios en la zona han sido y son frecuentes.
En 1861, Benito Juárez promulgó la primera ley forestal para bosques de propiedad federal, en la que se establecía que los taladores debían de plantar diez árboles por cada uno que cortaran (Del Ángel-Mobarak, 2012: 67). En realidad, dicha ley no tuvo una aplicación real, por lo menos para el caso de Oaxaca, como señaló Esteva (1913):
El cuidado de los bosques ha sido desatendido tanto por los habitantes de los pueblos como por las mismas autoridades de los Distritos, quienes ven con marcada indiferencia la destrucción de éstos. Debido a estos criminales procedimientos han desaparecido las selvas umbrosas é intrincadas malezas, cubiertas siempre de árboles seculares de eterno follaje en donde casi no penetraban los rayos solares.
El Gobierno del Estado ha dictado siempre enérgicas providencias y castigos severos para los destructores de los bosques, pero nunca se han atendido tan sabias medidas. (p. 23)
Este testimonio muestra la poca atención a la implementación de las leyes sobre los bosques de Oaxaca. Adicionalmente, debe considerarse que durante el Porfiriato se generó una fuerte deforestación por el crecimiento y la expansión del ferrocarril y del telégrafo. De nuevo Esteva:
Cerca de la Ciudad se encontraban hermosos bosques de ocotes, encinos, fresnos, huajales y mezquitez. En la época colonial de los montes de Viguera se extraía la madera que se utlizaba en la Ciudad, y á fines del siglo XIX todavía existían en los cerros de la Libertad y la Soledad bosques de encinos que fueron destinados para la leña que vendieron al F.C.M. del Sur. No obstante estos destrozos, existen en los [cerros] de San Felipe, Huayápam y Tlalixtac, Bosques y prados que contienen vegetales para usos económicos, para la medicina, artes, etc. etc. El cedro, el roble y los demás árboles corpulentos se encuentran en esas alturas, mientras que el mezquite, el huamuchil y otros en el Valle. (1913: 49)
Aunados a la explotación de los bosques se deben señalar los incendios forestales como elementos que contribuyeron a la merma de los bosques que rodeaban a la ciudad.
Precisamente en el porfiriato se comenzó a tener conciencia ambiental, quizá porque se hizo notable la pérdida de los bosques. Por ejemplo, en San Andrés Huayápam se tuvo que legislar para castigar a los causantes de los incendios con una multa de 10 a 50 pesos (Isidoro Santiago, 1897, Caja 5, Exp. 10, AGEO); esta comunidad es enunciada por Esteva y por Conzatti como una de las localidades que más sufren de incendios. La preocupación por los incendios y la deforestación es lo que años después retomará Conzatti.
III. Cassiano Conzatti y La repoblación arbórea del Valle de Oaxaca
Cassiano Conzatti nació en 1862 en Civezzano, cerca de Trento, Italia. Al morir su padre, emigró con su familia a México, aprovechando un proyecto de colonización (iniciado en 1875, y que se cristalizó con el contrato Contti de 1881) que pretendía traer gente industriosa a México con la finalidad de “que los pueblos circunvecinos a éstas, ya sea de indios o de mestizos, aprendieran el arte de la agricultura y poder mejorar las condiciones del campo mexicano” (López Ayala, 2011: 20).
Conzatti llegó a México en el barco de vapor “Atlántico” en 1881, junto con 428 personas que serían acomodadas en las tierras veracruzanas (López, 2011: 73), algunos en Orizaba y otros en Huatusco. Conzatti se estableció en Coatepec, en Zentla y, posteriormente, en Huatusco, donde fue director de la escuela primaria (Jiménez, 2015: 32).
Su incursión en tierras oaxaqueñas se dio acompañando a Enrique C. Rébsamen, quien recibió la invitación del gobernador Gregorio Chávez para reformar la educación primaria, secundaria y Normal. Rébsamen solicitó la ayuda del maestro nochixteco Abraham Castellanos y de Conzatti, quien para ese momento ya trabajaba en la escuela práctica anexa a la Normal de Jalapa.
Ya en Oaxaca desarrolló afición por la botánica, lo que lo llevó a escribir en 1894, junto con Lucio Smith, La obra sinóptica mexicana. Su interés por esta disciplina era tal que, para 1910, se encargó de organizar el jardín botánico de la Estación Agrícola Experimental, trabajo del que derivó un escrito para las Memorias de la Sociedad Científica “Antonio Alzate”. También formó parte de la “Alianza Científica Universal” (Arellanes, et al., 2020: 59).
En 1915, Alfonso Herrera fundó la Dirección de Estudios Biológicos, como dependencia de la Secretaría de Agricultura y Fomento. Desde esta dependencia, invitó a Conzatti a que colaborará como Jefe de Sección en el Instituto de Biología General y Médica, cargo que ocupó durante tres años, regresando a Oaxaca en 1918 con el nombramiento de explorador de la misma Dirección de Estudios Biológicos. En 1922 se incorporó a la SEP como delegado para el establecimiento de escuelas en el estado de Oaxaca, cargo que ocupó hasta 1927 (Beltrán, 1946: VII).
Dentro de sus obras destacan: Los géneros vegetales mexicanos (1903), Monografía del árbol de Santa María del Tule (1921-1925) y Flora Taxonómica Mexicana (14 volúmenes manuscritos); en 1889 publicó el primer volumen, Clave Analítica para la determinación de las familias de las plantas fanerógamas que nacen silvestres y las cultivadas en México. En 1947, bajo el auspicio de Manuel Ávila Camacho, se pudieron publicar siete de los volúmenes.
Conzatti hizo más de “setenta descubrimientos de plantas en sus innumerables excursiones, dando su apellido en latín a muchas especies de plantas, como el llamado Palo Blanco (Conssattia multiflora) que entonces era muy abundante pero que ahora va camino a la extinción” (Álvarez, 2008: 179).
En una sola de sus obras Conzatti reflexiona sobre los incendios forestales: La repoblación arbórea en el Valle de Oaxaca (1914). Esta investigación cuenta con cuatro cuartillas introductorias (aunque el autor no las nombra así), donde expone, desde una mirada analítica, la necesidad de generar un cambio social en pro del futuro del valle de Oaxaca y del estado. Acompaña a esta breve pero concisa reflexión una explicación respecto a media docena de especies botánicas que, por sus características, se deberían usar para reforestar de manera adecuada la región, ya que por sus características podrían sobrevivir a las condiciones ambientales del estado. Este despliegue nos muestra su conocimiento como botánico y como habitante de la ciudad, y su preocupación por los incendios.
Asimismo, la obra se encuentra ilustrada con fotografías, por lo que los especímenes que va describiendo pasan ante nuestros ojos: el encino del Parián, del cual nos dice que, además de ser muy buena su madera, sus frutos se les pueden dar de comer a los marranos y carneros de engorda o que se puede hacer pan con sus bellotas; la chupandía, de la que indica su tamaño y belleza de las flores; las moreras, que son de dos colores y a las que se puede introducir el gusano de seda, lo que sería benéfico para las poblaciones; el aguacate, que produce un fruto preciado y sólo deberá sembrarse en los lugares bajos y con agua, es decir, cerca de los ríos; el nogal de Cuilápam, valioso no sólo por su fruto sino por su madera, de la que se pueden hacer muebles finos. Finalmente, enuncia al olivo, del cual indica se verían recompensados los que decidieran sembrarlos.
El autor apunta que el título de su obra busca
externar la creencia que abrigo que no en todo tiempo el valle de Oaxaca y los cerros que lo limitan han estado desprovistos de vegetación arbórea como hoy los conocemos, sino que su actual desnudez débase más bien a la mano despiadada del hombre que no a la naturaleza rebelde del suelo. Para mí, pues, uno y otro estuvieron engalanados en otras épocas de frondosa saludable vegetación, por lo que estimo correcto el término susodicho, ya que lleva en sí la idea de un acto que se repite. (Conzatti, 1914: 1)
Pese a que esta obra es de carácter científico, la mirada del botánico se mezcla con un panorama muy personal de lo que le representan los incendios como habitante de la ciudad de Oaxaca y como conocedor de la naturaleza.
Pronto cumpliré veinticinco años de estancia en Oaxaca y ni una sola vez en este cuarto de siglo he dejado de presenciar por esta época el incendio de los cerros que la circundan.
Aun cuando confío que práctica tan perniciosa llegará a desaparecer tarde o temprano para bien de la localidad, parece que esto no esta tan próximo a tener verificativo como sería de desearse por cuanto hace ahora quince días que los habitantes de la ciudad vemos hoy – lo mismo que ayer – cómo arden las cumbres del San Felipe y Huayápam, habiendo sido necesario el aguacero que cayó sobre ellas el día 7 para que el incendio se extinguiera. (Conzatti, 1914: 3)
Conzatti hace evidente que esta situación ocurre en todo el estado y seguramente pasa lo mismo en el resto de la república. Le preocupan estos hechos ya que, a su parecer, perjudica a la “silvicultura, la higiene y la hacienda pública” (Conzatti, 1914: 3). ¿Pero para el científico quiénes son los causantes de esta catástrofe? En realidad, indica que todos los pobladores tienen responsabilidad, por diversos motivos:
[…] el INDIO en virtud de su legendario analfabetismo, y el HOMBRE DE RAZÓN, por su desenfrenada ambición de lucro, por su refinado egoísmo y su falta de corazón.
Porque no de otra manera puede juzgarse a numerosas empresas ferrocarrileras e industriales que medran y se alimentan a la sombra de nuestros bosques, que ellas en recompensa destrozan y agotan sin piedad. Y bien está que el hombre aproveche los dones que le brinda la naturaleza, que explote los montes y que utilice sus maderas, pero que no sea esto en perjuicio de los demás hombres, sino que lo haga de un modo inteligente, reflexivo y beneficioso para todos. (Conzatti, 1914: 4)
Al responsabilizar a todos genera un compromiso social, puesto que todos deberían ser partícipes de repoblar y cuidar a los árboles, así como concientizar del problema de los incendios. Como vemos, su postura coincide con la de Cayetano Esteva. Ambos pobladores de la ciudad de Oaxaca vivían, padecían y se preocupaban por los innumerables incendios forestales, mismos que se encuentran registrados en diferentes documentos del Archivo General del Estado, donde se visualizan reportes de incendios de pueblos de los Valles Centrales y otras localidades, informando y solicitando ayuda al gobierno para sofocar los incendios.
Es de notar que para finales del siglo XIX e inicios del XX, aún no se contaba con un cuerpo de bomberos en Oaxaca, de forma que eran los mismos pobladores de la zona quienes apagaban los incendios con los medios que estuvieran a su alcance. Aunque en la actualidad ya existen los bomberos en la capital del estado (cuerpo establecido en 1954), en la mayoría de las comunidades no se cuenta con ese servicio, por los que las poblaciones se encuentran vulnerables ante estos fenómenos. Como lo indica la nota de El Financiero con la que iniciamos este escrito, un descuido puede salirse de control y causar un desastre.
Conzatti (1914) apunta también hacia otro problema, que llama “dejar de hacer la guerra al árbol”, e insiste en la necesidad de reglamentar y, sobre todo, castigar a los infractores. También propone a los agricultores, tanto a grandes propietarios como a pequeños rancheros, que reforesten el valle y los cerros circundantes con las especies que sean de su predilección, aunque recomienda los árboles más adecuados. Si bien describe los beneficios de los seis ya enunciados, también indica que las burseras, el cascalote y el palo de Campeche pueden ser una buena opción para repoblar con árboles el estado.
Con anterioridad a la propuesta de Conzatti, durante el gobierno de Gregorio Chávez se dio la acertada disposición para que los ayuntamientos señalaran a las escuelas oficiales cierta cantidad de terreno a fin de que los maestros enseñaran el cultivo de las plantas de la región. Sin embargo, “el acuerdo no se llevó a cabo en el ámbito práctico” (Esteva, 1913: 23).
El proyecto de Conzatti tenía ambicioso alcances, pues proponía crear un Comité de Reforestación que otorgaría un premio anual al agricultor o agricultores que comprobaran que habían sembrado más de cien mil árboles en sus propiedades; el premio sería en efectivo y además se le otorgaría una “Condecoración al Mérito Agrario”.
Reflexiones finales
Cassiano Conzatti hizo hincapié en la necesidad de reforestar para subsanar la deforestación causada por los incendios y la tala indiscriminada para la industria y el cultivo. La restauración ayudaría a evitar las sequías y los deslaves que se generan en temporada de lluvias, y, además, las tierras estériles se volverían productivas.
Esta forma tan particular de nuestro autor de identificar la relación causa-efecto, así como las dinámicas que provocan los incendios, muestra la claridad con la que interroga al pasado desde su horizonte de enunciación, mostrando los multifactores que contribuyen a la propagación de prácticas insanas para el contexto ambiental que genera y propicia los incendios, sin dejar de lado el análisis sociocultural, histórico y económico de los grupos poblacionales que participan en la deforestación del valle de Oaxaca y del estado.
Conzatti, al pensar sobre la manera de contribuir a la repoblación de los Valles Centrales de Oaxaca, crea lo que Lucien y Marcilhacy llaman “una relación existencial entre el sujeto observador y su entorno natural” (2019: 195). Obviamente la propuesta del botánico no se llevó a cabo, posiblemente porque se vino la revolución, y el estado posrevolucionario tardó en estabilizarse.
Los incendios anuales siguieron y siguen hasta la actualidad. Los cerros del valle de Oaxaca siguen en malas condiciones y los incendios los empeoran año con año. Ahora, el programa de Sembrando vida retoma estos asuntos de reforestación para todo el estado, ya veremos en unos años si esa propuesta contribuyó a repoblar arbóreamente las tierras áridas de Oaxaca.
Cassiano Conzatti cierra su estudio con una pregunta: ¿conseguiré hacerme oír? De manera optimista opina que seguramente sí, ya que sus lectores verán en sus recomendaciones el amor por Oaxaca, cuna de sus hijos. Tristemente, podemos indicar que sus palabras no fueron escuchadas y que la deforestación, la tala clandestina, la mancha urbana, los incendios provocados o espontáneos, y la corrupción les han cobrado factura a los bosques.
Referencias
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