Los aportes de Jesús Ruvalcaba a una política pública en la Huasteca

Agustín Ávila Méndez
El Colegio de San Luis

Me pregunté cómo dar color, luz, ritmo y tiempo al trabajo de Jesús en la Huasteca, cuando sé que la biografía de alguien es un asunto complejo. ¿Cómo hacerlo sin incurrir en la retórica del estilo de informe de evaluación estadística? Empecé a jugar con fechas y entonces caí en cuenta de que nuestra relación alcanzó las cuatro décadas, es decir, toda una vida.

Una relación de larga data, donde había de todo: a veces acercamiento y otras alejamiento y fuertes discusiones. Pero en asuntos esenciales que tenían que ver con la Huasteca, siempre jalamos bien y parejo. Por ello, su último mensaje, mismo que transcribo:

Estimado Agustín, en primer lugar, mis deseos para que junto con tu familia gocen de bien. Lo segundo, es para preguntarte por el tel o cel de Pepe, también para saludarle y hacerle una consulta. Te lo agradecería sobre manera. Un gran abrazo y muchas gracias de antemano. JRM (noviembre 21 del 2023)

Fue al amparo del Programa de las Huastecas, según recuerdo, creado por Teresa Rojas y el Pancho Lartigue, que hacia mediados de los años ochenta hicimos contacto, y desde entonces compartimos preguntas, inquietudes y temores asociados a la Huasteca, una región que, decían, estaba endiablada, con grados de violencia, conflicto y disputa que habían sacudido totalmente a la porción hidalguense, y en parte a la porción potosina y a la veracruzana, con movimientos sociales y programas de desarrollo de alta envergadura, implicados en los distritos de riego de Pujal-Coy.

Hacia finales de los ochentas coordinamos el IV Encuentro de Investigadores de la Huasteca, y terminamos disputando en partidos de frontenis los temas en los que había desacuerdo, y, claro está, nos divertimos horrores.

Hacia finales de los noventas, por invitación de Arturo Warman, me incorporé al Instituto Nacional Indigenista (INI) para coordinar los trabajos de la institución en San Luis Potosí e Hidalgo, lo cual incluía las respectivas porciones de la Huasteca. El asunto, sin embargo, estaba complicado, pues los gobiernos de ambos estados estaban renuentes a mi llegada, pues se argumentaba que yo era un invasor de tierras. En realidad esto era falso, pues trabajé con la revista Punto Crítico, reporteando los movimientos campesinos. Posteriormente presté apoyo técnico para resolver el problema de “bueno… ya tenemos la tierra, ¿y ahora cómo la hacemos producir?”. Jesús estuvo en Chapingo y siempre tenia opiniones atinadas al respecto.

En ese tiempo ya éramos vecinos en San Andrés Totoltepec y nos veíamos con frecuencia. Justamente le comenté la problemática, y que mientras se decidía qué pasaba estaba yo tratando de armar una propuesta sustantiva para la Huasteca en el marco del planteamiento central de Arturo Warman, a saber: que las comunidades pudieran decidir con libertad su camino futuro a seguir.

En ese contexto empezamos a decir “sí, está muy bien, pero ¿y cómo vamos a llegar a ese punto?” Fue ahí que se empezó a delinear una idea principal y curiosa: preguntarse no sólo qué hay que hacer, sino, también, qué es lo que no hay que hacer. Fue ahí que conjugamos la idea vertebral: no hacer nada que divida más a las comunidades, pues ciertamente los conflictos entre organizaciones, centrales, grupos y partidos estaba a la orden del día.

El caso es que me dan cita con el gobernador de Hidalgo, Adolfo Lugo Verduzco, quien nos recibió con frialdad y formalidad. Sin embargo, al final le dije: “señor, tengo entendido que hay objeciones con mi presencia en Hidalgo”, y él contestó: “así me gusta que se hable, y efectivamente nos preocupa que pierda la institucionalidad y termine favoreciendo el desarrollo de conflictos”. Frente a ello, le comenté que nuestra tarea definida era impulsar un desarrollo efectivo y propio de la población indígena. Hablé algo sobre el sistema de cargos, todo lo cual le pareció bien, pero me dijo: “bueno, y así en concreto, ¿cuál es la propuesta principal?”. Le dije “no hacer nada que divida más a las comunidades indígenas”. Al otro día el gobernador declaró ante la prensa y la televisión que en su gobierno se iba a seguir un principio de política hacia la población indígena: “no hacer nada que divida más a las comunidades indígenas”. Hasta la fecha este principio mantiene vigencia y podría ser extensivo a buena parte del país. De ello, mucho se lo tenemos que agradecer a Jesús Ruvalcaba.