Lo visual en mi biografía etnográfica

Renée de la Torre
CIESAS Occidente


Como muchos colegas que formamos el CIESAS, mi carrera no se inició en la antropología. Tanto mi licenciatura como mi maestría son en ciencias de la comunicación. Esa carrera me colocó en lo que tiempo después se reconocería dentro de la antropología como antropología posmoderna y como antropología visual. Pero no tengo formación alguna en estas áreas. Sólo soy un renacuajo, híbrido, que ha buscado conjugar los aprendizajes de la experiencia etnográfica con los lenguajes adquiridos durante mi formación de comunicóloga.

Las imágenes están muy presentes en los estudios sobre religiosidad a los que me he dedicado desde hace más de treinta años. Me parece inconcebible acceder y reconocer los sentidos sagrados de la religión pasando por alto mis registros visuales: las estéticas sensibles de las imágenes, los usos que alteran los símbolos, los distintos estilos y marcas identitarias, las manifestaciones de las emociones a través de los cuerpos y los gestos faciales, los estilos arquitectónicos de los templos, los colores, los sonidos, los olores, los entornos. Todo ello pasa por los sentidos y se captura después en nuestro cuaderno de notas de campo.

Cuando salgo a misiones etnográficas suelo llevar conmigo una mochila a cuestas, un morral en el hombro y una cámara colgando al cuello. En el morral llevo mis instrumentos de registro clásicos: una libreta y una pluma. Además, no salgo sin la grabadora (aunque ahora ya viene incluida en el celular). En mi mochila traigo una cámara de video y lentes para la cámara. Y como si fuera una Adelita de la Revolución, traigo una cámara cruzada en el pecho. Por si acaso me acabo la batería, llevo otra cámara menor en mi bolso. Y si me acabó la de ésta, hago uso del celular. Y la mayoría de las veces acabo haciendo uso de todo ese arsenal.

Las imágenes son parte fundamental de mis registros de campo. Me permiten posteriormente revisar detalles en los que no puse atención. Cuando empecé a hacer la investigación sobre las danzas que se ejecutaban en torno a la romería a la virgen de Zapopan fui interpelada por las estéticas de los danzantes. A simple vista me parecían de un “kitsch” indescriptible. Indios apaches, aztecas, pieles rojas. Otros parecían replicantes de la película Apocalypto dirigida por Mel Gibson. Entre los integrantes de las danzas estaban “los morenos”: niños disfrazados de personajes de bestias feroces o personajes de Halloween que batiendo sus látigos buscaban llamar la atención de los peregrinos. El primer año sólo capté las imágenes. El segundo año salí a preguntar qué significaban esas estéticas. Con ese material organicé una exposición fotográfica en la que combinaba los testimonios del sentido de su personificación con las imágenes capturadas. Ésta se exhibió como parte de un programa que promovió Susan Street siendo directora regional del CIESAS Occidente al que llamó COMUNICARTE.[1] Después en 2010 promoví un exposición colectiva de fotografías sobre la práctica de vestir santos.[2] Una práctica muy recurrente en la apropiación popular de las imágenes religiosas que mostraba a la virgen de Guadalupe con pasamontañas, al santo Santiago vestido de charro, a la Santa Muerte vestida de quinceañera o de deidad azteca, a Max Simón transformado en soldado yanqui. La exposición de nuevo iba acompañada de textos que explicaban el significado practicado de dichas transformaciones.[3]

AfroAmericanas: 16-oct-2010

Imagen 1. Cartel de invitación de la exposición “A vestir Santos”

Dentro del mismo programa hicimos otra colectiva llamada “Los niños y la danza: tradición en movimiento”, sobre la fiesta de la Candelaria en Puno, Perú, donde participaron Jorge Durand, Patricia Arias, Sarah Corona, Renée de la Torre, Renata Petersen y Sol Durand.[4] Y por último participé en otra colectiva titulada: “Chamanismo y reivindicaciones étnicas” Exposición de fotografía etnográfica colectiva en el marco del coloquio Internacional “Reinterpretaciones New Age de las tradiciones sincréticas Latinoamericanas”. CIESAS Occidente 21-23 de septiembre de 2011.

Tiempo después, cuando coordinaba con Kali Argyriadis un megaproyecto sobre transnacionalización de religiones afro e indoamericanas, organicé otra exposición colectiva. La idea fue crear una especie de Scrabble, colocando en las tramas horizontales imágenes de una misma ceremonia en cinco contextos internacionales diferentes. A su vez, cada contexto se narraba mediante una secuencia de siete imágenes que dieran cuenta del ritual. Decidimos armar una exposición a manera de móviles que colgaban del techo en hilos invisibles de nylon. La exposición fue acompañada de una conferencia y de un video que proyectaba las secuencias en pantalla de televisión (Las fotografías se publicaron acompañadas de descripciones etnográficas en De la Torre, 2012.

Imagen 2. Portada del libro de fotografía etnográfica El don de la Ubicuidad (De la Torre, 2012)

También he usado la fotografía como material de análisis hermenéutico para esclarecer memorias. Tuve la oportunidad de participar en un cuerpo académico formado por investigadores de comunicación de la UAM-Xochimilco y del Departamento de Comunicación de la Universidad de Guadalajara y coordinado por Sarah Corona. En este seminario nos reuníamos cada quince días, una vez en la Ciudad de México y otra vez en Guadalajara, y discutíamos lecturas sobre imagen, política, poscolonialidad. Además de las discusiones, hicimos un taller de metodologías de análisis de la imagen. Cada participante tenía la tarea de conjuntar lo aprendido generando una metodología de la imagen que tuviera que ver con sus investigaciones vigentes. De aquí salió el libro Pura imagen, en el que publiqué un artículo sobre cómo analizar una caja de fotos familiares perteneciente a uno de los capitanes de danza conchera con más tradición en la Ciudad de México, el de la familia Pineda (De la Torre, 2011). El ejercicio fue muy rico. Primero consistió en el rescate del material que contenía la memoria visual de una tradición. La caja contenía más de 200 fotografías, de distintos formatos, tamaños y temáticas, que documentaban la historia del proceso de transformación estética-identitaria de un grupo de danzantes cuyo líder había sido creador de la “aztequidad” de los grupos concheros de la ciudad de México. Por tanto, las fotos permitían contextualizar visualmente lo que las narraciones habían dejado fuera: las huellas de transformación estética de la reinvención de una tradición que presume ser ancestral. La caja estaba abandonada y en peligro de deterioro, pero mi amiga y compañera de danzas Angélica Pineda la había rescatado. Las escaneé y armé con ellas un cd que le entregué a cada miembro de la familia de danzantes de la familia Pineda durante la velación a San Miguel en la Ciudad de México. Después repasando las fotos entablamos un rico diálogo con diferentes danzantes, de distintas generaciones. Las fotos propiciaron los recuerdos y generaron el hilo de la memoria narrado. Las pláticas fueron grabadas y con ellas logré armar series y secuencias para ordenar y clasificar las imágenes en una narrativa histórica. Posteriormente armé un corpus, y lo analicé con el método de análisis de la publicidad de Barthes (1986) describiendo los elementos analógicos de la fotografía en el nivel de denotación; y descifrando el mensaje y su simbolización a partir de los componentes icónicos de la foto. Para complementar el aporte semiótico de Barthes, utilicé la narrativa oral para construir la sintaxis, ya no de la fotografía como unidad, sino como secuencias de imágenes, es decir, como historia representada. La utilidad metodológica de trabajar con álbumes familiares de fotografías se debe a que mediante ellos se puede apreciar lo que el discurso mitificador y esencialista de la danza mexica o prehispánica trataba de ocultar: los cambios históricos en la estética de las danzas rituales, y la manera en que se fueron “aztequizando” debido a su interacción con el mundo del cine mexicano, el espectáculo, y el nacionalismo cultural de la época, contribuyendo hoy a una reinvención de la memoria y del linaje que los une con una tradición indígena ancestral: prehispánica.

Imagen 3: Antiguo traje conchero llamado nagüilla

Imagen 4: recorte de periódico de escenificación de Príncipe Azteca en la entrega de los Cuauhtémoc de Oro

Otra incursión en la metodología del análisis de la imagen la hice en un ejercicio por captar las manifestaciones simbólicas en las marchas políticas. En mis experiencias activistas asistía a muchas marchas y tomaba fotos de los rituales y performances que se daban sitio. Siempre me llamaba la atención que las crónicas periodísticas sólo atendían los discursos y consignas vertidas durante las marchas y mítines. Sin embargo, la experiencia en las marchas estaba fuertemente asociada con teatralizaciones y símbolos que invertían el sentido oficial de los signos, lo cual pasaba inadvertido. Durante dos marchas ciudadanas, la primera llamada “Repudio al limosnazo” y la segunda “La mentada”, que tuvieron lugar en Guadalajara en repudió a la cuantiosa suma de dinero que el entonces gobernador de Jalisco donó para la construcción del Santuario de los Mártires, la ciudadanía salió a defender el principio de laicidad en Guadalajara. Durante la marcha busqué captar aquellos signos bisagra o entre-medios (como los llama Homi Bhabha, 2010) con los cuales se buscaba desmantelar el orden de los imaginarios y generar otros imaginarios posibles: por ejemplo, llevar un estandarte con la imagen de Benito Juárez dentro del halo de la virgen de Guadalupe, o personificar y jugar con los nombre de los personajes políticos llamando “Ebrilio” al entonces gobernador Emilio Márquez, o “el Cavernal” al Cardenal Juan Sandoval Iñiguez, y muchas otras intervenciones simbólicas (De la Torre, 2019). Este análisis me permitió valorar los usos y alteraciones de los símbolos donde se condensan los sentidos de unidad nacional como tácticas de deconstrucción mediante las cuales los manifestantes colocan y son capaces de expresar narrativas transgresoras.

Imagen 5. Juárez-Guadalupe, Renée de la Torre, durante la marcha de La mentada, Renée de la Torre, Guadalajara, Jalisco

En el momento actual me encuentro haciendo una investigación sobre altares domésticos y religiosidad vivida en Guadalajara. De nuevo, las fotografías son un instrumento de registro y un material de análisis hermenéutico central en el estudio. Éste se basa en una entrevista sobre la vida de los objetos religiosos que tienen lugar en el altar. Se invita a los entrevistados a hablar sobre la biografía y la vida cotidiana de sus altares. Durante la entrevista se solicita permiso para tomar fotos a cada objeto, centrando la atención en el escudriñar sus sentidos. Este estudio está inspirado en la valoración de las materialidades, de sus estéticas sensibles, de la agencia sobrenatural de los objetos (no sólo imágenes religiosas, también piedras, plumas, plantas y demás), de la jerarquía que tienen en el altar, de las capacidades sensibles y comunicativas e incluso las competencias extraordinarias para intervenir en la vida de sus fieles. Además, se busca captar las relaciones humanas que se establecen con estos seres o artefactos, ya que, en torno a ellos se practica el respeto, la limpieza, la comunicación e incluso la protección. En suma, la investigación busca comprender la manera en que los individuos, sin importar su afiliación o credo, ordenan una religiosidad que se vive en hogares, talleres, oficinas, tendajones, calles, etcétera. Es decir, fuera de los templos y en el tiempo ordinario y diario. La fotografía nos permite hacer visible una realidad muy presente y frecuentemente imperceptible (un ensayo visual sobre altares se puede ver en De la Torre y Salas, 2020).

Imágenes 6 y 7. Altares al Niño Dios, Renée de la Torre, Guadalajara Jalisco.

La imagen se ha vuelto central en mis preocupaciones teóricas y analíticas. En la actualidad trato de escudriñar su potencialidad como productora de sentidos, de estéticas sensibles y de identidades. De hecho, recientemente se ha vuelto central en mis escritos y es una de mis preocupaciones actuales en torno a los efectos que la videogracia tiene en las formas de gestionar y experimentar lo religioso en el presente (ver De la Torre 2016 y 2018). No me imagino reflexionando en las culturas contemporáneas sin tomarme en serio el papel que hoy en día tienen en un mundo donde el pensamiento es inseparable de la imagen y su difusión en soportes tecnológicos; y donde el sentimiento y el ritual va de la mano de los símbolos que modelan religiosidades cada vez más emocionales. No sé si esto corresponde formalmente a lo que se estudia como antropología visual, pero sí puedo afirmar que pasa por mis ojos, influye en mis criticas epistemológicas, se materializa en mis registros etnográficos, y que me es muy útil para comprender las producciones simbólicas de la cultura y de las religiosidades, e incluso es un instrumento crítico para provocar el desmantelamiento de imaginarios hegemónicos.

Bibliografía:

Barthes, Roland (1986), Lo obvio y lo obtuso, Imágenes, gestos, voces, Barcelona, Paidós.

Bhabha, Homi (2010), “DisemiNación. Tiempo, narrativa y los márgenes de la nación moderna”, en Homi Bhabha (comp.), Nación y narración. Entre la ilusión de una identidad y las diferencias culturales, México, Siglo XXI Editores, pp. 385-424.

De la Torre, Renée (2011), “La fotografía y el imaginario de lo azteca: ¿Rescate de la tradición o ficcionalización imaginaria?”, en Sarah Corona Berkin (coord.), Pura Imagen, Ciudad de México, Conaculta, pp. 265-305.

—————– (coord.) (2012), El don de la ubicuidad. Rituales étnicos multisituados, Ciudad de México, CIESAS.

—————– (2016), “Ultra-baroque Catholicism: Multiplied Images and Decentered Religious Symbols”, en Social Compass, vol. 63, núm. 2, pp.: 181-196.

—————– (2018), “Videogracia y las recomposiciones de la religiosidad contemporánea en Latinoamérica», FIAR, vol. 11, núm. 1, (disponible en: http://interamerica.de/wp-content/uploads/2018/04/02_fiar-Vol.-11.1-de-la-Torre_19-33.pdf).

—————- (2019), “El análisis fotográfico como recurso hermenéutico de los símbolos ritualizados en los dramas sociales”, en Hugo José Suárez, Karina Bárcenas Barajas y Cecilia Delgado Molina (eds.), Estudiar el fenómeno religioso hoy: caminos metodológicos, Ciudad de México, IIS-UNAM.

—————– y Anel Salas (2020), “Altares vemos, significados no sabemos: sustento material de la religiosidad vivida”, en Encartes,  vol. 3 núm. 5, disponible en www.encartes. mx.

  1. La exposición de fotografía etnográfica ¿Los danzante guardianes o innovadores de la tradición? se exhibió en cinco ocasiones: en CIESAS Occidente (2009), en el CUCEA, Universidad de Guadalajara (2013), en el IHEAL en París (2013), en Centro Universitario Lagos de Moreno, Jalisco, enero 2014; en la Universidad Federal de Rio Grande do Sul (abril de 2014).
  2. “A vestir Santos” fue una exposición colectiva de fotografía etnográfica, que coordiné. Fue exhibida en CIESAS Occidente y durante el Encuentro RIFREM en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla del 6 al 8 de abril de 2011.
  3. Para mayor información se puede leer la reseña periodística en: https://www.informador.mx/Cultura/A-vestir-santos-en-el-CIESAS-20101021-0205.html
  4. Se exhibió en CIESAS Occidente. 11 de mayo de 2011.