Ljaa’ Suljaa’ Flores de la Llanura

Eréndira Martínez Almonte
Maestra en Antropología Social
CIESAS-Ciudad de México


“Alguna vez tú me dijiste que el hilo de algodón es como el cordón umbilical…”


Imagen tomada de la página oficial de Facebook.com/floresdelallanura. Foto: Casandra Herrera


Al igual que las tejedoras cuentan historias a través de los hilos que se enlazan en los lienzos que crean, y que orgullosamente portan las mujeres de los pueblos indígenas, así la antropóloga visual Mariana Xochiquetzal Rivera García, nos presenta la historia de las Flores de la Llanura (2021), las flores de Xochixtlahuaca. Hoy en día como en el pasado, gracias a su trayectoria como tejedora y realizadora, la autora se ha permitido entretejer sus dos pasiones: el tejido y el audiovisual, y tal como ella señala: “la cámara ha sido un medio que me ha permitido retratar a las mujeres tejedoras y construir narrativas personales sobre lo que ellas me comparten respecto a su quehacer” (Rivera, 2017b: 147), es así que, con una gran sensibilidad nos muestra la historia de pérdida, duelo y sanación de Yecenia López de Jesús y de Divina de Jesús López.

El documental está tejido con ternura, lo cual genera en los y las espectadoras un nudo en la garganta, similar a los que llegamos a encontrar cuando tejemos o bordamos, esos nudos que muchas veces ponen a prueba nuestra paciencia, pues en ocasiones no nos dejan continuar. Sin embargo, al igual que con las trabazones que se presentan a la hora de tejer, este nudo en la garganta nos enseña a continuar con la vida. Mariana Rivera, define su propio proceso reflexivo y etnográfico como Urdimbre Audiovisual, el cual, no sólo se trata de “representar y comunicar de manera sensible y emotiva el tema en cuestión”, sino que también estas experiencias deben servir para “explorar sobre problemáticas y preguntas de investigación antropológica.” (2017b: 145).

Tanto para la documentalista como para el antropólogo visual Antonio Zirión el cine y el documental: “más que ser únicamente imágenes que se mueven, el cine se trata de imágenes que nos mueven, nos conmueven, nos hacen pensar y sentir, y a veces también nos impulsan a actuar” (Zirión, 2015: 53; en Rivera, 2017b: 146), y Flores de la llanura es un buen ejemplo de ello. Este trabajo, elaborado con gran empatía logra su cometido, pues, tal como Rivera García señala, éste “tiene la capacidad de producir atmósferas que lleven a los espectadores a sentir aspectos de una cultura y envolverse sensiblemente con las historias o de identificarse y empatizar con los personajes” (2017b: 146). Dada la temática del mediometraje, esto no es difícil de lograr, en una sociedad donde al menos la mitad de la población son mujeres, una sociedad donde aquellas que habitamos un cuerpo catalogado como femenino hemos sufrido los estragos de la violencia estructural y patriarcal.

Por otro lado, la temática también nos envuelve con la trama de: “Tejer es resistir”. Y así lo han mostrado diversos movimientos de tejedoras indígenas, junto a aquellas mujeres que, pese a la discriminación y violencia colonial y racista, aún visten sus prendas con orgullo y dignidad. Hoy en día, existe una vasta cantidad de investigaciones, vivencias y narraciones en torno a lo que significa, para las mujeres de los diferentes pueblos indígenas, el uso y la elaboración de su indumentaria (Aguilar, 2020; Solís, 2020). Esto también se va exponiendo a lo largo del trabajo documental, donde se señala cómo es que el telar es su segunda piel, y es algo fundamental para todas estas mujeres en resistencia, a través de este poderoso legado cultural.

Mucho se ha señalado la importancia que tiene el tejer y el portar la indumentaria, pero, no sólo como parte de la historia, de la transmisión de conocimientos y de su sobrevivencia, en sociedades neocoloniales, sino que también se nos ha hablado de su importancia como parte del mantenimiento del tejido social, como punto de encuentro, de denuncia, y ahora, Mariana Xochiquetzal Rivera, en su más reciente trabajo audiovisual, nos lo presenta como un método de sanación: Tejer es resistir, pero también es recordar, sanar y existir.

Esto es importante de mencionar, y así lo destaca la autora a lo largo de su investigación doctoral, que fue la que le permitió hilar fuertes lazos de amistad con el colectivo ñomndaa Flores de Xochistlahuaca, pues para la directora:

El tejido entrelaza disciplinas y articula diversos conocimientos, conecta a las personas, es la base de la analogía del tejido social. Tejer es entregarse a otros, es regalar el tiempo de creación a un ser amado, pero también es un medio de subsistencia, resiliencia, resistencia y de empoderamiento. Por estas razones, es posible afirmar que, el tejido hoy en día, se ha vuelto un acto “revolucionario” porque subvierte los principios que identificaban al tejido como acto doméstico o como un pasatiempo, sobre todo porque era una actividad que desempeñaban principalmente las mujeres. (2017a: 14).

Su larga estancia en campo, así como su postura política, le ha permitido construir sus investigaciones en colectivo, desde el respeto y la ética. Esto es notorio en el hecho de que, visualmente nos encontramos ante un trabajo con tomas en contra picada, planos en horizontal, acercamientos que llegan a ser tan íntimos: a las manos, a los objetos que forman una extensión del cuerpo, y que terminan por compartirnos esa complicidad y horizontalidad con la que Mariana y Yecenia han tejido su amistad, a lo largo de ya casi una década de trabajo juntas. Por lo que este trabajo no sólo puede ser apreciado como un registro audiovisual, sino como un gran ejemplo de cómo se construye en colectivo, hombro a hombro, en una relación dialógica y de reciprocidad entre la antropóloga y sus colaboradoras.

Así mismo, este trabajo se convierte en un gran referente y enseñanza para las nuevas generaciones de investigadoras e investigadores, que pretenden trabajar desde una posición de igualdad con las comunidades, pues tal como la directora ha escrito:

los medios audiovisuales pueden no solamente construir realidades, aunado a la posibilidad de informar, transmitir y mostrar, sino que es una vía para evidenciar y mitigar las relaciones de poder que inevitablemente surgen durante el trabajo de campo […] es un dispositivo que permite acceder y conocer de manera creativa determinada realidad, incitando el diálogo intercultural y permitiendo a los sujetos expresarse, reconocerse y generar conocimiento compartido. (Rivera, 2017b: 144- 145)

El guion fue construido en colectivo y “presentado” a lo largo de 19 minutos, en donde vamos viendo cómo también las flores tienen un lugar protagónico, pues, no sólo las observamos plasmadas en las bellas prendas de las mujeres ñomndaa, sino que también, podemos apreciar su ciclo de vida. La voz en off de Yecenia nos cuenta cómo es que las flores tienen doble vida, pues, primero adornan los altares para los muertos y luego dan color a los hilos, dan vida a los hilos. La cámara nos muestra este proceso, en esa muerte hay vida, pues sus pétalos son puestos a hervir en el fogón, junto a los hilos que, teñidos de manera natural, formarán parte de nuevos tejidos, de nuevos lienzos que alguien más portará.

Al igual que las flores el telar, sus movimientos y sus sonidos nos acompañan a lo largo de este bello trabajo visual. Y al igual que las flores, tiene doble vida, pues el telar cumple su función y también muere, pero también nace en forma de textil, y al igual que las mujeres tenemos el don de dar vida, el telar tiene el mismo don. La atmósfera que se crea a través de las imágenes pone alerta a varios de nuestros sentidos, escuchamos el ritmo con el que se varea el algodón, que, al conjuntarse con los sonidos del malacate, del cuentahilos y del machete, dan vida a una novedosa sinfonía, llena además de colores y formas. Alcanzando y haciéndonos formar parte de una extraordinaria experiencia sensorial, que tras escuchar la pregunta: “¿A dónde van los sueños de la tejedora cuyas manos dejaron de tejer?” se nos adentra a la historia de Silvia, a quien Yecenia recuerda en los espacios que compartieron juntas, en el territorio que habitaron y donde intercambiaron sonrisas, travesuras, lágrimas y preocupaciones.

La trama toma rumbo hacía la historia de dolor, pues a la prima de Yecenia, Silvia le fue arrancada la vida, a manos de aquel que en algún momento prometió que la quería y que la protegería. La historia de Silvia, es la historia de cientos de miles de mujeres, que encarnan la violencia en lo cotidiano, tan solo por el hecho de habitar un cuerpo que socialmente es señalado como femenino. En un país donde cada día once mujeres son privadas de la vida, el trabajo de Mariana Rivera se vuelve fundamental, pues, la visibilización de esta problemática suele centrarse en los grandes centros urbanos, ignorando el hecho de que, en la periferia y en los pueblos, la violencia machista y patriarcal, también vive y persiste, quiebra familias, deshilacha el tejido social y rompe el hilo de la vida.

El documental visibiliza esta dolorosa realidad de los pueblos indígenas, también denunciada mediante la voz de la locutora de Radio Ñomndaa. La palabra del agua, quien hace un llamado a las mujeres a ser conscientes de la realidad, a recordar la importancia de conocer las leyes que nos protegen, que nos recuerda lo complicado que es ser niña y mujer en un estado tan azotado por la violencia y la necropolítica, como lo es Guerrero, habla sobre la ineficacia de las autoridades, y si bien gran parte del mediometraje se encuentra en lengua ñomndaa (amuzga), aquellas quienes no somos hablantes, podemos reconocer una palabra que no necesita traducción, que leemos y escuchamos cotidianamente, una palabra que nos hace estremecer: Feminicidio.

En unas cuantas líneas se visibiliza la violencia que sufren muchas mujeres al interior de sus hogares. Todo este tiempo la cámara nos muestra la cabina, pero de un momento a otro la escena cambia, vemos el fuego encendido en el fogón, el cual nos recuerda el ámbito doméstico, aquel que muchas veces es uno de los primeros lugares donde las mujeres sufren todo tipo violencia. Es en el núcleo familiar más próximo, donde muchas veces las mujeres viven con miedo. La mirada de Rivera enfoca un dibujo, el cual nos presenta la silueta de una mujer levantando el puño, en la parte inferior reconocemos el hashtag #NiUnaMenos, al fondo continuamos escuchando la voz de la locutora, que continúa explicado cómo es que la violencia que existe contra las mujeres está presente en los pueblos y municipios indígenas.

Posteriormente vemos una mujer de cabellos largos y grises, los cuales suelta y se escabullen entre sus manos como si fueran inmensos hilos de algodón, los toma entre sus dedos y los empieza a trenzar, mientras que una voz nos recuerda que un hilo siempre nos puede conectar, unir, enlazar, amarrar, indicar. En más de una ocasión he citado a Eduardo Galeano, donde dice que somos tejidos que andan,[1] cada hilo y cada fibra forman parte del todo que somos y nos conectan con nuestras propias historias. Sin embargo, yo añadiría que somos tejidos incompletos, inacabados y que se construyen con el tiempo.

Flores de la llanura nos permite acercarnos no sólo a la importancia que tiene el hilado, el tejido y el telar para el pueblo ñomndaa (amuzgo), ‒específicamente el que habita en Xochistlahuaca o Suljaa’, en la costa chica del estado de Guerrero‒ sino que también, gracias a una poética narración en off, Rivera García nos permite ver, escuchar y sentir más allá, pues, nos encontramos ante una herramienta y una práctica que se convierten en parte del proceso de sanación ante la pérdida de un ser querido; y que con gran maestría visual y sonora llena los sentidos de los y las espectadoras.

Es de esta manera, que poéticamente Mariana Rivera, junto a Divina, madre de Silvia, y Yecenia nos muestra como “El telar es un cuerpo que se alimenta de los hilos que dan vida”, y además la acción de tejer se convierte en una herramienta de sanación, herramienta no muy distinta a las cámaras de video. Pues, al final, ambas actividades terminan por convertirse en espacios de compartencia, de catarsis colectiva y de sanación de las heridas. Es notoria la maestría de Rivera García como tejedora, pues esta práctica le ha permitido desarrollar una increíble sensibilidad para prestar atención a los detalles a la hora de tejer, y es así que, en este trabajo se nos muestra la “dimensión sonora que se desprende del proceso de tejer en telar de cintura, aspectos “invisibles” (2017b: 150), que, tal como ella señala: “enmarcan su oficio: las emociones, las concepciones sobre el telar como un ser vivo y la relación con lo femenino” (ibíd.).

Divina y Yecenia formaban parte de la cooperativa “Flor de Xochistlahuaca”, la cual fue fundada en 1969 por la maestra Florentina López de Jesús, tía de Divina (Rivera, 2017b). Recientemente han dado vida a un nuevo proyecto registrado bajo el nombre de «Flores de la Llanura». Ambos colectivos se encargan de la transmisión y mantenimiento de la tradición de sus abuelas y ancestras tejedoras; pues como ellas señalan “luchan en colectivo para que el telar y el algodón sigan vivos”, lo cual logran a través de talleres gratuitos dirigidos a las infancias de la comunidad. En varias ocasiones y en diversos trabajos, la directora ha señalado la importancia de tejer, pero sobre todo de tejer en colectivo, pues a partir de sus distintas experiencias en campo, la autora ha concluido que “el tejido tiene un poder para sanar, cohesionar, unir y organizar grupos humanos, que este oficio en particular tiene características meditativas al ser repetitivo, introspectivo y que ayuda a despejar el pensamiento y aclarar ideas.” (2017b: 141). Lo que señala Mariana Rivera no sólo es una reflexión potente cuando se lee, sino que cobra gran fuerza cuando miramos a las tejedoras en acción, cuando escuchamos sus voces, la música que produce el telar y cómo se van coordinando con sus cantos y reflexiones.

Gracias a las imágenes y sonidos que se nos presentan en el mediometraje, logramos adentrarnos a toda una experiencia que envuelve íntegramente nuestros sentidos. Y en un país profundamente machista, en el que diariamente, como ya mencioné, se contabilizan, al menos, once feminicidios, poner el tema sobre la mesa y hacerlo con la maestría y belleza que lo hace Mariana Rivera, es un gran logro que merece un reconocimiento obligatorio. Es así que este trabajo se convierte en un duelo poético, donde se teje la vida y se teje la historia de las mujeres pertenecientes al colectivo de Flor de Xochistlahuaca, y que nos enseña el cómo sus vidas personales se ligan a los procesos de sus comunidades, y cómo estás últimas son rasgadas por la ruptura del tejido social.

Así mismo, se menciona aquellas víctimas silenciosas e invisibles en un mundo adultocentrista: las infancias. La ausencia de Silvia ha dejado a tres pequeñas personitas sin su madre. Pero estas vidas no son hilos sueltos, pues su abuela y sus tías maternan en colectivo, las abrazan e incorporan a sus vidas, sosteniéndolas con fuerza y dando continuidad al amor que su madre sentía por ellos. Esta es la prueba de que existen hilos individuales que se entrelazan con otros más y que al final dan continuidad a nuestro tejido familiar y comunitario. El documental nos enseña que a lo largo de nuestra historia esos hilos se van rompiendo, ya sea por el paso del tiempo o porque alguien decidió cortarlos.

Es así que esta película se convierte en un homenaje y una despedida para Silvia López de la Cruz (1990-2018), y se convierte en un punto de fuga, en una catarsis colectiva y en una herramienta de sanación, que nos demuestra que efectivamente tejer es resistir, sanar y existir. El documental termina en la llanura, con el atardecer, acompañado con la melodía del violín de Feliciano y las percusiones que se forman con el vareado del algodón, mientras la voz de Yecenia enuncia: “Quisiera ser el hilo con el que tejas tu destino, y luego como un telar, abrazarte a mi cintura. Y ahí, quedarnos dormidas, disfrutando de la llanura”.

… yo te respondí que el hilo es lo que nos conecta.

Ficha técnica:

País: México

Duración: 19:00 minutos
Dirección: Rivera García; Mariana Xochiquétzal
Guión: Rivera García; Mariana Xochiquétzal
Producción: Vergara; Josué
Fotografía: Villamil; Jessica
Sonido: Vergara; Josué
Música: Vergara; Josué
Reparto: López de Jesús; Yecenia, De Jesús López; Divina

Sobre la directora:

Mariana Xochiquétzal Rivera García es una antropóloga y cineasta mexicana, con un Doctorado en Ciencias Antropológicas por la UAM-I y maestra en Antropología Visual por la Flacso de Ecuador. Además de su trabajo en torno a la antropología visual, Mariana se ha empezado a desempeñar como documentalista, realizando investigaciones sobre conflictos sociales. Entre su trabajo de cortometraje documental se encuentra Sueños de mayo (2011) y Telares sonoros (2014), este último ganador del primer lugar en el III Festival Metropolitano de Cineminutos y Nanometrajes en 2014. Debutó en largometrajes con el documental Nos pintamos solas (2013) y recientemente ha estrenado su segundo trabajo, el documental Mujer. Se va la vida, compañera (2018) sobre la obra del compositor y músico mexicano León Chávez Teixeiro.

Su trabajo Flores de la llanura, ha sido seleccionado para presentarse en diversos festivales a nivel nacional e internacional:

Así mismo estará disponible algunos días de marzo en la plataforma FilminLatino, para más información en las redes oficiales de la película: https://www.facebook.com/floresdelallanura

Trailer oficial: https://www.youtube.com/watch?v=nf3LRh4VYJI

Referencias Bibliográficas:

Aguilar Gil, Yásyana (2020), “Ceñir el cuerpo”, en Gatopardo, 12 de agosto de 2020, disponible en: https://gatopardo.com/opinion/yasnaya-elena-gil-cenir-el-cuerpo-o-estilizar-huipiles/

Rivera García, Mariana Xochiquétzal (2017a), “Tejer y resistir. Etnografías audiovisuales y narrativas textiles entre tejedoras amuzgas en el Estado de Guerrero y tejedoras por la memoria en Colombia”, Tesis de Doctorado en Ciencias Antropológicas, UAM-I.

Rivera García, Mariana Xochiquétzal (2017b). “Tejer y resistir. Etnografías audiovisuales y narrativas textiles”, en Universitas, vol. XV, núm. 27, pp. 139-160.

Solís Bautista, Ariadna (2020), “Vestir huipiles: reflexiones en torno a los textiles, la pertenencia y el racismo en México”, en Revista Hysteria. Disponible en: https://hysteria.mx/vestir-huipiles-reflexiones-en-torno-a-los-textiles-la-pertenencia-y-el-racismo-en-mexico/

Zirión, Antonio (2015), “Miradas cómplices: cine etnográfico, estrategias colaborativas y antropología visual aplicada”, en Iztapalapa. Revista de Ciencias Sociales y Humanidades, vol. 36, núm. 78, enero-junio, México.

  1. “Quien escribe teje. Texto proviene del latín, “textum” que significa tejido. Con hilos de palabras vamos diciendo, con los hilos del tiempo vamos viviendo. Los textos son como nosotros: tejidos que andan.” Galeano, Eduardo (2001) Tejidos Antología, Barcelona, Ed. Octaedro.