“Líbranos del mal”: el diablo en los catecismos pictográficos

Sara Emilia Alvarado Pacheco[1]
ENAH

Aunque el proceso de conquista de México causó la pérdida de objetos y códices invaluables, el establecimiento del régimen colonial también impulsó la creación de una multitud de nuevos documentos con propósitos bien definidos, y en los que aún se hacía uso de la pictografía de tradición indígena. Manuscritos que recogían mapas o la historia de los pueblos fueron empleados por comunidades enteras para reclamar derechos sobre tierras; mientras que algunos descendientes de la nobleza indígena optaron por crear genealogías para pelear por sus derechos o para resolver conflictos de herencia. También se crearon varios documentos que fueron usados durante el proceso de evangelización de los indígenas: se trata de los catecismos indígenas en imágenes, conocidos bajo el nombre de catecismos testerianos. Resguardados en diferentes repositorios alrededor del mundo, estos documentos nos permiten cuestionarnos acerca del proceso de evangelización y las dificultades de este. Hablamos no sólo de dificultades materiales, como las que implicaron para los frailes el viajar de un pueblo a otro para evangelizar, sino de los problemas que trajo el tratar de enseñar una nueva religión a los indígenas.

En este artículo tomaremos como ejemplo la figura del diablo que aparece en algunos de estos catecismos. Este personaje, como el representante del mal, es una figura central en la teología católica y, probablemente fue uno de los elementos más difíciles de explicar para los frailes, como veremos más adelante. Para mostrar algunos de los problemas que tuvo la enseñanza de la religión católica a los indígenas, analizaremos brevemente las representaciones diabólicas contenidas en dos catecismos. El primero se encuentra resguardado en el llamado Fondo Mexicano de la Biblioteca Nacional de Francia y está clasificado con el número 078; el segundo se encuentra en el departamento etnográfico de la biblioteca del Museo Británico, bajo el nombre Egerton Manuscript 2898.

Bajo el nombre de catecismos indígenas en imágenes se clasifican documentos que comparten características similares. Fueron elaborados sobre papel europeo y, con la excepción de un documento conservado en Berlín (que mide 45 centímetros de ancho y 35 centímetros de alto), por lo general su tamaño es más bien pequeño (Gaillemin, 2013:67). En cambio, el Catecismo 078 mide 15 centímetros de ancho y 21 centímetros de alto, y el Egerton Manuscript mide 34.5 centímetros de ancho con 22.7 centímetros de alto. En sus páginas se plasmaron las oraciones (como el Padre Nuestro o el Salve Regina) y enseñanzas (por ejemplo los Diez Mandamientos) de la doctrina cristiana en franjas horizontales haciendo uso de imágenes en las que se combinan elementos de la tradición pictográfica indígena, con aquellos provenientes de la religión católica. Estos documentos fueron concebidos para ser leídos en lenguas indígenas, como el náhuatl y el otomí. Algunos de estos documentos cuentan además con glosas, es decir, con un texto explicativo en lenguas indígenas que aparece debajo de las imágenes o al lado de los elementos que las componen. Debido al reducido tamaño de estos catecismos, es posible que estos hayan sido usados por los indígenas de manera personal o en grupos reducidos durante el aprendizaje religioso.

El nombre de catecismos testerianos, que hemos referido anteriormente, se deriva del de fray Jacobo de Testera, fraile franciscano que utilizó imágenes pintadas en grandes lienzos para tratar de enseñarles a los indígenas acerca de la religión. Esta forma de enseñanza fue representada en una ilustración de la obra Rethorica Christiana de fray diego de Valadés, de la que mostramos un detalle a continuación.

Fray Pedro de Gante enseñando a los indígenas (imagen tomada de Wikipedia).


Sin embargo, el nombre de catecismos testerianos se revela inexacto, no sólo porque fray Jacobo de Testera no fue el único en usar las pinturas para evangelizar, sino porque este nombre contribuye a anular la participación de los indígenas en la creación de los catecismos en imágenes. Como expondremos, la cooperación de los indígenas fue necesaria para la producción de estos catecismos pictográficos.

Aún se desconocen muchos detalles sobre estos catecismos, incluyendo cómo fueron creados, sin embargo, podemos encontrar algunas pistas en la obra de Torquemada. Este fraile cronista dejó constancia de dos técnicas empleadas por los indígenas para aprender las oraciones que les eran enseñadas por los frailes. La primera consistía en contar las palabras de los rezos usando piedras o granos de maíz. La segunda, era más elaborada y consistía en adaptar las palabras de latín (lengua en la que se enseñó primero la religión) a la lengua náhuatl. Torquemada describe que después los indígenas “ poníanlas en un papel, por su orden, no las palabras escritas y formadas con letras sino el significado de ellas; porque ellos no tenían otras letras, sino letras, sino pinturas y así se entendían por caracteres ” (De Torquemada,1983, p.102). Este segundo método nos demuestra la flexibilidad del sistema de escritura indígena, que pudo ser adaptado a lenguas desconocidas hasta entonces por los indígenas. Sin embargo, es importante mencionar que este tipo de adaptación no era del todo exacta, debido principalmente a las diferencias fonéticas entre el náhuatl y el latín o el castellano. Por ejemplo, en el caso de la oración del Padre Nuestro, lo más cercano al nombre en latín (Pater Noster) eran las palabras pantli y nochtli, bandera y nopal respectivamente; por lo que estos elementos fueron empleados para dar nombre a la oración en náhuatl, facilitando el aprendizaje (Galarza, 1988). Es posible que esto haya servido como base para la creación posterior de los catecismos en imágenes.

El tema de la evangelización es de gran complejidad, el cual sobrepasa los límites de este trabajo. Pero, es necesario abordar algunos aspectos de éste, ya que es en este contexto que se crearon los documentos que presentamos.

Dos eventos en particular fueron importantes para la difusión de los llamados catecismos testerianos. El primero tuvo lugar en 1555 y se trató del Primer Concilio Provincial Mexicano; en este se estableció que la enseñanza de la religión debía hacerse en lenguas indígenas. Esto con el fin de favorecer que los indígenas comprendieran mejor la religión y no sólo recitaran las oraciones de memoria. A pesar de que la imagen ya era usada como un método de evangelización, es sólo hasta 1565 que se oficializa su uso. Es posible que estas dos decisiones hayan favorecido la creación y un uso extensivo de catecismos en imágenes.

Empero, esto no facilitó el trabajo de los frailes encargados de la evangelización: no sólo debían ahora aprender las lenguas de los indígenas, sino que también debían hallar la manera de adaptar los conceptos propios del catolicismo para que resultaran comprensibles. Es importante no confundir esto con un problema de traducción, las cosmovisiones indígenas no tenían conceptos equivalentes a los de la religión católica. En esta última, la idea de la lucha entre el bien y el mal es de suma importancia. El primero concepto (el bien) es representado por Dios, Jesucristo, los ángeles, santos y santas. Mientras que el mal es encarnado por el diablo y sus huestes demoniacas. No obstante, estos conceptos no tenían un equivalente en la cosmovisión indígena: para los mexicas no eran concebibles seres que fueran enteramente buenos o malos. De tal modo que ni siquiera había una palabra con la cual se pudiera traducir el concepto de “el mal”. Esto es patente en el texto que acompaña las imágenes del catecismo conservado en el Museo Británico. En la glosa en náhuatl encontramos la expresión “in ixquich in Amo cualli” para referir a “todo lo que no es bueno”, (es decir el mal): a falta de un término equivalente, se optó por emplear la negación para definir este concepto tan abstracto.

Un problema similar ocurre con las imágenes: si bien las representaciones de las figuras de Cristo o la Virgen seguían los cánones impuestos por la Iglesia Católica, el caso de la imagen del diablo es particular. Este temido y escurridizo ser había transitado por los siglos cambiando constantemente de forma, tomando atributos de diferentes deidades ahora condenadas por el cristianismo. Como resultado, había adquirido rostros y formas cada vez más terroríficos y grotescos. Como explica Claude Lecouteux “la deformidad es señal innegable de pecado, en virtud del postulado que dice que el aspecto físico es el reflejo del alma” (Lecouteux, 1999:30). Los artistas del Viejo Continente usaron libremente esta idea para crear aterradoras imágenes destinadas a infundir el miedo en los fieles y mantenerlos en el camino indicado por la religión. Esto dio como resultado que no haya dos imágenes del diablo iguales y esta curiosa característica parece haber sido transmitida a los catecismos en imágenes. Como mencionamos en un inicio, sólo podremos abordar aquí dos ejemplos que ilustran como se logró transportar la idea del mal a la tradición pictográfica indígena.

Cabe mencionar que, aunque la lucha del bien y el mal es central en la teología católica, son pocas las oraciones en las que el mal es nombrado directamente, siendo una de las principales el Padre Nuestro.

El primer ejemplo proviene del catecismo conservado en la Biblioteca Nacional de Francia (BNF). En este documento, la imagen que representa a la encarnación del mal, en la oración antes mencionada, es un ser bípedo con elementos tomados de la religión católica, es decir, cola cuernos y unas largas garras que extiende hace el personaje arrodillado frente a él.

Detalle de la lámina 02, verso, del catecismo de la BNF.[2]


Una figura similar es empleada para representar el pecado en las oraciones del Ave María y el Yo, Pecador, mostrando la relación entre el mal, el diablo y el pecado. El maligno es el encargado de tentar a los fieles para llevarlos así por el camino del mal, alejándolos de Dios y la Iglesia, de acuerdo con las creencias católicas.

En el catecismo conservado en el Museo Británico, el diablo aparece nuevamente en la oración del Padre Nuestro; en esta ocasión, su aspecto es mucho más fantástico. Se pueden apreciar elementos provenientes de diversos animales como escamas y lengua bífida similares a las de los reptiles, pero también tiene garras cuernos y colmillos y su cola es una serpiente. Aparece rodeado de trazos de color rojizo que sirven para representar las llamas del Infierno.


Detalle de la representación del mal en el Padre Nuestro, Egerton Manuscript 2898.[3]


La representación del mal, bajo la efigie del diablo, aparece también en los Catorce Artículos de la Fe, concretamente en donde se establece que Dios es quién puede salvar a los creyentes, perdonando sus pecados. En la escena, la figura de Dios es enfrentada con la del mal, que aquí toma una forma similar a la de un dragón con cuerpo serpentino, dotado de alas y garras, rodeado también de fuego infernal.

Detalle de Los Catorce Artículos de la Fe, lámina 11.[4]


La tradición pictográfica indígena se hace presente en un detalle que pasa desapercibido. En las garras posteriores y en las piernas (arriba de las rodillas) del diablo y en las alas de su otra imagen se pueden apreciar círculos concéntricos. Lejos de ser un elemento meramente decorativo, estos elementos pueden relacionarse con los glifos empleados en otros códices para representar a las estrellas, y su presencia serviría para dotar a la figura del mal de un carácter nocturno u oscuro.

Estos no son los únicos elementos de tradición mesoamericana de las imágenes que hemos presentado. En todos los casos, las figuras fueron representadas con el cuerpo orientado hacia la derecha y la cabeza vuelta a la izquierda, es decir, en sentido inverso a la lectura del resto del documento. Esto denota la negación, no sólo en el sentido gramatical, sino también de todo lo que se considera bueno, como lo explica Jesús Bonilla en sus investigaciones (Bonilla, 2011).

Si bien a primera vista los catecismos indígenas en imágenes podrían parecer meras representaciones de las oraciones y enseñanzas de la doctrina cristiana, un estudio detallado de éstos nos revela que muchas de las imágenes contienen detalles provenientes de la tradición de escritura indígena. Ello nos demuestra la importancia de este sistema de escritura indígena aún en años posteriores al establecimiento de un régimen colonial. También expone que los indígenas no fueron actores pasivos en los procesos de conquista y evangelización. Los elementos de tradición indígena presentes en estos catecismos sólo pudieron haber sido introducidos por tlacuilos (pintores-escritores) evangelizados. Estos poseían los suficientes conocimientos de ambas tradiciones para poder representar un concepto a la vez tan amplio y abstracto como lo es el del mal, uniendo tanto elementos católicos como indígenas en una sola imagen.


Bibliografía:

Bonilla Palmeros, Jesús Javier (2011), “Tlatlatlauhtilioni Amoxtli. El libro de oraciones”, tesis de doctorado, Escuela Nacional de Antropología e Historia, México.

Burton Rusell, Jeffrey (1995), Lucifer. El diablo en la Edad Media, Barcelona, Editorial Laertes.

De Torquemada, fray Juan (1983), Monarquía Indiana, Universidad Autónoma de México.

Gaillemin, Bérenice (2013), “Prier en suivant les sillons : lecture d’un catéchisme pictographique méxicain conservé à Berlin”, en Cahier des Amérique Latines [en ligne], 67/ 2012, puesto en línea el 15 de mayo. URL: http://cal.revues.org/238

Galarza, Joaquín, Doctrina Cristiana (1988), El Pater Noster, México, Seminario de Escritura Indígena Tradicional, colección Tlacuiloa.

——————- (1988) “2. Glífica tradicional indígena e iconografía cristiana: un calendario del siglo XVI”, en Estudios de escritura indígena tradicional azteca-náhuatl [en línea], Centro de estudios mexicanos y centroamericanos, México. Consultado en línea el 17 de septiembre 2022: Estudios de escritura indígena tradicional azteca-náhuatl – 2. Glífica tradicional indígena e iconografía cristiana: un calendario del siglo XVI – Centro de estudios mexicanos y centroamericanos (openedition.org)

Lecouteux, Claude (1999), Demonios y genios comarcales en la Edad Media, Barcelona, Medievalia.

Llaguno, José A. (1963), La personalidad jurídica del indio y el III Concilio Provincial Mexicano, México, Porrúa.

López de Mariscal, Blanca (2001), “El problema de la nominación en el teatro de Evangelización, un acercamiento ideológico”, en Caravelle. Cahiers du monde hispanique et luso-brésilien, números 76-77, Hommage à George Baudot, diciembre, pp. 205-212.

Munchembled, Robert (2012), La historia del diablo. Siglos XII-XX, México, Fondo de Cultura Económica.

Ricard, Robert (1986), La conquista espiritual de México, México, Fondo de Cultura Económica.

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