Las unidades léxicas y la normalización de la escritura
de la lengua chinanteca

Pedro Hernández López[1]
Universidad Pedagógica Nacional

Presentación

Los primeros contactos con los estudios y la reflexión sobre la lengua chinanteca, mi lengua materna, los tuve al ingresar al Programa de Formación Profesional de Etnolingüistas en 1983 en San Pablo Apetatitlán, Tlaxcala. En los niveles educativos anteriores a la licenciatura, nadie me había hablado bien de mi lengua, tenía recuerdos lamentables por ser hablante de una lengua indígena; por mencionar un caso, en segundo grado de primaria mi profesor me encerró medio día en el salón de clases como castigo porque no aprendía el español. La referencia que tenía del idioma chinanteco tampoco era buena en las escuelas donde estudié la secundaria y el bachillerato, muchos hispanohablantes se burlaban y se referían a los hablantes como los que hablan por la nariz. Un poco tarde, y gracias al Programa de Etnolingüística, a mis profesores y al acceso a los estudios sobre la lengua, me di cuenta de que hablo una de las lenguas más complejas y ricas en su fonología, que incluye vocales nasales y tonos; por eso la gente escucha y dice que los chinantecos hablamos por la nariz o hablamos cantando.

Después de estudiar la licenciatura en etnolingüística, regresé a Oaxaca con muchos sueños para cambiar el mundo de mi lengua, y mi principal herramienta era un buen discurso porque me formé poco en la lingüística. En el campo de las lenguas encontré que los lingüistas no eran bien vistos entre muchos hablantes, decían que los lingüistas y antropólogos saqueaban información de las comunidades porque usaban a los indígenas como informantes y sus estudios nunca regresaban a las comunidades. Viví en carne propia la discriminación, a mucha gente tampoco le importó que además de ser etnolingüista, también soy hablante de una lengua originaria. En varias ocasiones tuve que omitir mi título de etnolingüista para ser aceptado en el campo laboral. Mi acercamiento inicial a los hablantes se dio en el magisterio indígena y pronto me di cuenta de que muchos docentes del medio indígena, principalmente los que ya tenían una antigüedad de más de 20 años, sentían preocupación porque creían que los etnolingüistas, podían quitarles sus aspiraciones de puestos directivos en el magisterio.

Aún con las dificultades, pude trabajar y convivir con hablantes de diferentes lenguas indígenas, principalmente con los maestros de educación indígena de las diferentes regiones, que requerían apoyo para desarrollar talleres sobre escritura de las lenguas y educación bilingüe, y fue así como pude acercarme a la realidad de las lenguas y de muchos docentes que luchan a diario para resolver necesidades pedagógicas y lingüísticas en su quehacer en las aulas. En este proceso conocí a investigadores e investigadoras no hablantes que trabajaban con las lenguas originarias, fueron los que me ayudaron a ver la realidad. En el medio habían hablantes que luchaban, igual que muchos investigadores no hablantes, para defender las lenguas y culturas minoritarias y tenían muy claro las necesidades de los hablantes y de las lenguas indígenas de hacer notar la importancia de su conservación.

Un gran acierto de los diseñadores y de las instituciones que impulsaron el Programa de Etnolingüística, y otros programas para formar indígenas, fue que a partir de los noventas, muchos hablantes empezamos a trabajar con nuestras lenguas, una tarea que estaba a cargo de investigadores foráneos, extranjeros principalmente. Muchos de ellos se volvieron mis aliados en la tarea. Tuve la oportunidad de participar en la conformación de los alfabetos de las lenguas zapoteca de la sierra norte, cuicateca, chatina y chinanteca de la sierra. Los primeros alfabetos fonéticos que se diseñaron en la mayoría de las lenguas se definían por consenso, porque se votaba entre de cincuenta hasta trescientos maestros para elegir una letra que representaría un sonido no existente en español. Aquí, la fonología no era necesaria y era una de las razones por las que no se aceptaban lingüistas. Sin embargo, la fonología me sirvió para salir de las dificultades e inscribirme a la maestría en Lingüística Indoamericana del CIESAS para seguir estudiando el idioma chinanteco. En esta maestría tuve la oportunidad de conocer a lingüistas que me guiaron para acercarme al mundo académico y valorar en su justa dimensión el hecho de ser hablante de una lengua tonal, nasal y todos los ingredientes de los diferentes niveles de análisis de una lengua.

Después de la maestría regresé con el trabajo en mi lengua y seguimos en el diseño de la escritura con los docentes. Ya pasaron más de cuarenta años y muchos de los docentes con los que inicié trabajando la escritura ya se jubilaron o ya fallecieron. Ahora hay escritores con mucho reconocimiento por sus producciones en la literatura y me quedo con estos esfuerzos por escribir, y me nace el interés de poner sobre la mesa mi reflexión sobre el tema de las unidades léxicas y la normalización de la escritura.

En los escritos de uso práctico y cotidiano del chinanteco siempre resalta el tema del léxico y surgen preguntas entre hablantes y no hablantes: ¿Se puede escribir sin la marca tonal? ¿Dónde inicia y dónde termina una palabra? ¿Qué pasa con los verbos? En este escrito trataré de comentar algo sobre estas interrogantes.

El territorio chinanteco

Los más de 140 mil hablantes del chinanteco habitaban originalmente en el estado de Oaxaca y a raíz de la construcción de la presa “Cerro de oro”, miles de hablantes fueron reacomodados en el estado de Veracruz. El territorio es muy amplio y con condiciones geográficas diversas, poco accesibles en ciertas regiones, por lo que hay poca comunicación entre hablantes de una región a otra. Esta y otras situaciones, como las carreteras, han provocado la falta de comunicación entre comunidades, y cada día existe una marcada variación entre las variantes dialectales. Un estudio elaborado por el Instituto Lingüístico de Verano (Egland et al., 1978) es el único que hace referencia a la existencia de dialectos, mediante pruebas de inteligibilidad en varias comunidades de la Chinantla, y registra variantes regionales en las que los hablantes llegan a entenderse a un 80 por ciento cuando un hablante escucha a otro.

Elaboración propia.

En años más recientes realicé un estudio en 18 comunidades de la Chinantla alta o de la sierra y encontré que, a pesar de que hay mucha comunicación entre los hablantes por la cercanía entre las comunidades, también hay bajo nivel de inteligibilidad entre los hablantes porque entre las poblaciones existen conflictos y se pierde la comunicación, un fenómeno que tiene relación con actitudes lingüísticas (Hernández López, 2000). Lo cierto es que hacen falta más estudios lingüísticos para determinar con claridad la variación dialectal entre las comunidades de hablantes del territorio chinanteco, lo que ayudar a definir programas de escritura y producción de materiales regionales cuando no hay inteligibilidad entre las variantes dialectales.

Los propios chinantecos reconocen regiones dialectales asociadas con la geografía, la vestimenta, las costumbres y otras características culturales; las autodenominaciones están basadas en los nombres de las comunidades más grandes o en la geografía. Así que es muy común escuchar del “Chinanteco de Usila”, “Chinanteco de Ojitlán” o “Chinanteco de la sierra”. Desde la autoconcepción, los serranos que habitan en la Chinantla alta o de la sierra, lugar de donde soy originario, se autonombran como Dzämo’, vocablo formado por dos raíces: dzägente’ y mo’cerro’. De acuerdo con esta autodenominación, a los habitantes del lugar se les reconoce como ‘la gente del cerro’, y a su variante de denomina Jmiih kia’ dzämo’ idioma de la gente del cerro’. Como se puede notar, en la escritura del chinanteco uso la ortografía diseñada desde 1990, y no siempre coincide con la del castellano.

La lengua chinanteca y su escritura

La lengua chinanteca pertenece a la familia Otomangue. Una de las características de esta lengua es que posee tonos. Este rasgo fonológico ha provocado discusión y propuestas entre los hablantes del chinanteco cuando se trata de la escritura. Los lingüistas y escritores que registran los tonos en sus textos combinan letras y números como superíndice para indicar los niveles de tonos, el ejemplo siguiente es del diccionario de San Felipe Usila: o1can2hei43 ‘nixtamal, masa’ (Skinner, 2000:248).

En el dialecto de la sierra existen escritos sobre las tres comunidades más grandes en población e importantes en la región y tratan sobre ciertos aspectos de la lengua. Está el municipio de San Juan Quiotepec, existen varios estudios sobre el chinanteco de esta comunidad como el que escribió Richard Gardner (1966); sobre los tonos y los verbos en el habla de Santiago Comaltepec (Lynn et al., 1990) y la Doctrina cristiana en lengua chinanteca de San Pedro Yólox de 1730 (De la Barreda, 1960). La información disponible es de estudiosos foráneos, la mayoría extranjeros, y las obras se encuentran en bibliotecas de las grandes universidades mexicanas y de otros países. Por lo tanto, los que iniciamos con la tarea de la escritura no teníamos muchos materiales escritos, y sobre las comunidades pequeñas de la zona… nunca llegaron los investigadores.

En los talleres que realizamos desde 1990 con los hablantes chinantecos serranos, los participantes encontraron dificultades con el registro de los números en el texto, así como ya lo habían escrito los lingüistas, y acordamos escribir textos sin emplear los números para marcar los tonos. La escritura con marcas tonales era muy complicada, había que poner los números para indicar los tonos en las palabras y en aquel entonces, en la zona no había computadoras que facilitaran la escritura. Además, decían los talleristas que primero había que familiarizarse con las letras, que por cierto son más de quince porque en la variante de la sierra hay vocales orales y nasales, y después, había que aprenderse toda una secuencia de números. De forma unánime coincidían que en un texto había que entrenarse para leer más números que letras, por la alta cantidad de tonos que posee la variante serrana.

Tengo escritos, algunos ya publicados, que me han permitido demostrar que no hace falta marcar los tonos en un texto porque el mismo contexto de la palabra define su significado y por supuesto que este tema no está totalmente resuelto cuando se analiza el léxico de la lengua. El primer texto que elaboré en chinanteco es una leyenda que contaban las personas mayores y trata sobre el incendio de la iglesia de Las Nieves, mi comunidad de origen (Hernández López, 1998). Posteriormente elaboré dos libros de texto para niños de primero a cuarto grado de educación primaria (1994). Estos últimos se elaboraron a iniciativa de la Dirección General de Educación Indígena para emplear el chinanteco como medio de instrucción en las aulas de la zona.

La experiencia de escribir no siempre ha sido buena, la existencia de variaciones entre las mismas comunidades de la sierra, mínimas, en algunos casos es una variación que no rebasa lo fonético, ha generado muchas dificultades en la aceptación de los textos escritos. Aun cuando un texto puede ser legible para un lector de la misma zona, al enterarse que está escrito en otra variante de una comunidad cercana tiende a rechazarlo argumentando que no le entiende o simplemente no le interesa leer el material. A raíz de estas actitudes, los críticos han llegado a decir que los textos elaborados en lenguas indígenas solo los leen los mismos autores, algo muy fuerte pero cierto en muchos casos.

Cuando acudí a las escuelas bilingües de la región para poner en práctica los libros de texto que elaboré, algunos maestros me dijeron que no le entendían a los materiales. Resulta curioso cuando estos docentes habían participado en el diseño del alfabeto y tampoco tenemos barreras dialectales marcadas. Con todas las dificultades, también viene al caso comentar que en el proceso de alfabetización en chinanteco estamos conscientes que los que escribimos estamos forzando el uso de la escritura cuando nuestras lenguas han permanecido en la oralidad. La historia de la escritura nos ha enseñado que es un medio que también ha servido para ampliar el uso de la lengua y hasta para fines religiosos o para controlar el comercio y otras transacciones, no siempre a beneficio de los hablantes. En el caso de los docentes del medio indígena, las mismas instituciones que administran la educación organizan cursos para que los docentes se alfabeticen en lengua indígena e impulsen su uso en el aula con los alumnos.

Taller de lectura y escritura de las lenguas chinanteca y cuicateca. Jefatura de Zonas de Supervisión de Educación Indígena: San Juan Bautista Cuicatlán, Oaxaca.

Foto: Pedro Hernández López, 1996.

El chinanteco y su léxico

Delimitar las fronteras de las unidades léxicas en chinanteco es una necesidad no solo de escritores, también es importante considerar a las escuelas donde muchos alumnos están escribiendo la lengua con el apoyo de sus maestros y como tradición. Todo se inicia con palabras: lista de palabras, ilustración y palabra, fichas con palabras, etc. Es aquí donde puede haber problemas para registrar el léxico y lo que se pretende es buscar alternativas y unir esfuerzos los interesados en la escritura.

Como en todas las lenguas escritas, por un lado hay textos y por el otro, deben haber diccionarios y vocabularios como herramientas básicas que regulan el uso del léxico. En el caso del chinanteco serrano, es posible no marcar los tonos en los textos, sin embargo, el problema se presenta cuando hay que escribir las palabras aisladas y frases cortas porque predominan las palabras monosilábicas y este dialecto tiene la peculiaridad que a una misma palabra se le puede cambiar hasta diecinueve veces el tono y cambia diecinueve veces el significado, sin modificar la estructura silábica. La única solución viable, después de mucho ejercicio con la escritura y preparación de vocabularios, es registrar los tonos a través de los números. De lo contrario no habría forma de distinguir los significados cuando se trata de grupos de lexemas parecidos en su estructura silábica. Véase el siguiente ejemplo: 1.-[oo43] ‘boca, papaya, ¡grita!’, 2.- [oo52] ‘¿papaya?’, 3.- [oo314] ‘mi boca, yo grito’, 4.- [oo613] ‘¿mi boca?’, 5.- [oo42] ‘su boca’, 6.- [oo51] ‘¿su boca?’, 7.- [oo41] ‘él grita’, 8.- [oo61] ‘¿él grita?’, 9.- [oo4513] ‘esposa’, 10.- [oo6724] ‘¿esposa?’, 11.- [oo5624] ‘su esposa’, 12.- [oo6745] ‘¿su esposa?’, 13.- [oo31] ‘medicina’, 14.- [oo62] ‘¿medicina?’, 15.- [oo231] ‘él entierra’, 16.- [oo461] ‘¿él entierra?’, 17.- [oo21] ‘buen provecho’, 18.- [oo3] ‘podrido’, 19.-[oo4] ‘¿podrido?’.

Para marcar los tonos en las palabras de la lista, escritas en chinanteco de Las Nieves, he empleado el sistema tonal que trabajamos con Dagmar y Thomas Smith (Freisinger et al., 1998), dos lingüistas especialistas en lenguas tonales. Aquí determinamos que el número 1 indica el tono bajo y el 6 el tono más alto.

Los verbos constituyen una categoría más compleja para marcar los tonos; en la flexión de este léxico hay morfemas y tonos que indican tiempo, persona y número. Hay tonos complejos dependiendo del tipo de verbo que se trate, existen los que son muy regulares en su forma y no es difícil de detectar los prefijos y sufijos, otros son irregulares y todavía no existe una regla para indicar los tonos aunque los morfemas sean los mismos que en los anteriores.

En el siguiente ejemplo se presenta el verbo ‘jugar’ y, como se puede notar, la raíz koo presenta una regularidad en su forma en los tres tiempos.

Pronombres personales Tiempo Pasado Tiempo Presente Tiempo Futuro
jnä25 yo kakojo5 koo24 Nikoo435
‘nü42 tu kakoo’42 koo’32 nikoo’52
ii41 él Kakoo41 Koo41 Nikojo1
jnää’325 nos.inc. kakoo’75 koo’46 nikoo’437
jnä’4 nos. exc. kakoo’43 koo’45 nikoo’436
‘nä’32 ustedes kakoo’32 koo’21 nikoo’432
ii41 ellos Kakoo41 Koo41 Nikojo1

Es interesante lo que pasa en esta lengua tonal: cuando se conjugan los verbos en persona, no es necesario agregar el pronombre personal, basta con los tonos en el verbo (koo), pero si uno quiere duplicar la marca de persona, se puede agregar el pronombre antes del verbo. De la misma manera, cuando el mismo verbo se conjuga en tiempo pasado y presente, los prefijos (ka-) para tiempo pasado y (ni-) para tiempo futuro se pueden obviar y los tonos nos indican el tiempo que se trata.

En esta lengua también existen los verbos en infinitivo, los que no están conjugados, no tienen sujeto y objeto. Éstos generalmente se componen de dos raíces: la raíz taatrabajo’ más la raíz verbal, en este caso koo que significa ‘jugar’, y se construye el término taakoo que se puede traducir como ‘dedicarse a jugar’ o ‘el trabajo de jugar’. A cualquier verbo se le puede anteponer taa ‘trabajo’ y se forma el verbo en infinitivo, hasta al verbo ‘flojear’ se le puede anteponer ‘trabajo’.

También están los neologismos, las palabras que se han formado para nombrar cosas que no existían en la Chinantla. En este caso, son términos que se forman por dos raíces, la primera es un clasificador que ayuda a agrupar las cosas por su forma. Se puede notar que las marcas tonales ya no son tan necesarias cuando el léxico se forma por dos sílabas, en este caso, por dos raíces claramente definidas.

Mï’sïh ‘foco’ traduc. literal: mï’ ‘grano’ y sïh ‘cristal’

Mï’tüh ‘bala’ traduc. literal: mï’ ‘grano’ tüh ‘arma’

Mï’ñi  ‘clavo’ traduc. literal: mï’ ‘grano’ ñi ‘fierro’

Los casos expuestos sobre la formación del léxico del chinanteco ya se han trabajado en algunos estudios realizados en la lengua chinanteca, y se pueden observar en los diccionarios hechos en ciertas variantes. Pero es un aspecto que falta trabajar en el desarrollo de la escritura. La lingüística y los lingüistas nativohablantes pueden aportar muchas herramientas para continuar con esta gran tarea de registrar nuestra lengua en forma escrita.

Reflexión final

El Programa de Formación de Etnolingüistas ha sido muy importante para que en nuestros días existan muchos estudiosos hablantes de las lenguas minoritarias. Además, algunos egresados del Programa hemos tratado de romper la barrera o dificultad que había para la comunicación y colaboración entre lingüistas indígenas y no indígenas. Tampoco ha sido fácil, por un lado nos teníamos que quitar el complejo de inferioridad ante los reconocidos investigadores, y la idea de que por el hecho de ser hablantes tenemos resueltos los problemas de investigación y de rescate, desarrollo y difusión de las lenguas originarias.

Son muchos colegas lingüistas no hablantes del chinanteco que han intervenido para apoyar e intercambiar experiencias en mi quehacer con la lengua chinanteca, no tengo suficiente espacio para agradecerles. En las últimas décadas, en diferentes universidades y programas académicos también se han formado lingüistas chinantecos con los que ya podemos conversar sobre diversos aspectos de la lengua, y es una gran satisfacción contar con estos interlocutores porque reflexionar sobre nuestras lenguas nativas, y maternas para varios, también trae consigo temas complejos como la visión de mundo y aspectos sociolingüísticos que tenemos que mezclar en nuestros proyectos, algo que quizás para algunos estudiosos que se dedican a la lingüística pura no sea tan significante.

Cuando iniciamos a escribir el chinanteco, para muchos profesores e interesados en la lengua era una tarea imposible; una profesora decía que era trabajo para científicos, otros decían que era trabajo de locos. En el proceso, todos querían adoptar la forma escrita del español y por supuesto que no habían suficientes letras para representar a más de 5 vocales, más de 24 consonantes y un número interminable de combinaciones de tonos. Después de todo, tenía razón la profesora, realmente es un trabajo de científicos de la lengua o lingüistas, combinado con el interés y aporte de los mismos hablantes.

Hace falta normalizar muchos aspectos de la escritura del idioma chinanteco si queremos que trascienda en un ámbito más especializado de uso, y para ello es necesario conocer y delimitar el léxico. Con los intentos que hay en la actualidad para traducir leyes, y con la preparación de diferentes textos literarios, aunque muchos de estos últimos estén basados en la estructura del español, preocupa cuando hay que encontrar equivalencias en los términos especializados y hay que escribirlos; se da el caso que la misma palabra la registra de manera diferente cada escritor. Muchos hablantes deseamos que nuestra lengua adquiera otro nivel de reconocimiento y no solo sea un folclor más ante los ojos de extraños.

Bibliografía

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Freisinger, D., Hernández López, P. y Smith Stark, T. C. (1998). Una descripción de los tonos del chinanteco de Las Nieves. Antropológicas, (14), 18-31.

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Skinner, L. E. y Skinner, M. B. (2000): Diccionario chinanteco de San Felipe Usila, Oaxaca. Instituto Lingüístico de Verano.


  1. Unidad 201 Oaxaca| Correo: pedrohernandezl@yahoo.com.mx