Las políticas de vivienda de interés social: un estudio comparativo de China y México

 

Yu Chen

Candidato al doctorado, Facultad de Sociología, Universidad de Tejas en Austin

En el tiempo que vivimos, la vivienda es tanto una mercancía como un derecho social por conquistar. ¿Por qué hay tantas viviendas desocupadas y tanta especulación en el mercado inmobiliario mientras que muchos no tienen dónde alojarse? La problemática habitacional tiene mucho que ver con la exclusión y la desigualdad social.
Una motivación de escribir mi tesis sobre la vivienda de interés social se derivó de lo que vi, tanto en México como en China. La primera vez que vine a Guadalajara, en 2012, me llamaron la atención los numerosos desarrollos de viviendas tipo interés social en varios municipios de la zona metropolitana. Me fascinaron el ritmo de la construcción, la extensión de los fraccionamientos y la vista de un mar de filas de casas del mismo modelo. El desarrollo de la vivienda de interés social ha profundamente transformado el patrón de urbanización de las ciudades mexicanas, la cual ha pasado de una “urbanización popular” a una impulsada por los desarrolladores inmobiliarios. En el otro lado del Océano Pacífico, el gobierno central de China estableció la meta de construir 36 millones de viviendas sociales en el país durante su Decimosegundo Plan Quinquenal (2011-2015). Nanjing es un caso representativo de esta ola de construcción, en que el gobierno metropolitano presidió, entre 2010 y 2013, la construcción de 820 mil viviendas sociales, distribuidas en 4 mega-conjuntos ubicados en la periferia.
Un factor contextual de mucha importancia para entender la urbanización china consiste en el régimen del suelo. Todo suelo urbano es estatal. El suelo rural es comunal, parecido de alguna manera al régimen ejidal en México. No se permite que los desarrolladores o individuos ajenos a la colectiva rural construyan en el terreno comunal. Para que sea legal esa construcción, el terreno comunal tiene que ser urbanizado primero, pero sólo por el gobierno municipal. Es decir, el ayuntamiento apropia el terreno según su planificación urbana, da una compensación a los campesinos afectados, “limpia” el terreno, y éste se convierte en una propiedad urbana estatal. Si el gobierno planea dedicar  dicho terreno al desarrollo inmobiliario, celebra una subasta y cede su usufructo al desarrollador que ofrezca el precio más alto. En la ciudad sucede algo similar. Como todo suelo urbano es estatal, si el gobierno decide re-desarrollar una zona, puede reclamar el terreno, dar una compensación a los habitantes originales, demoler las casas y luego celebrar el mismo tipo de subasta para ceder el usufructo a los desarrolladores. De esta manera, monopolizando la oferta del suelo en la urbanización, los gobiernos locales en China extraen enormes ingresos. De ahí se pueden entender varias particularidades de la urbanización china. Por ejemplo, los gobiernos municipales son muy empresariales y emprendedores en impulsar la urbanización, fortalecen lo más posible el control del suelo y apoyan tácitamente la especulación en el mercado inmobiliario y de tierra. Mientras tanto, este modelo de urbanización ha generado confrontación entre el gobierno local y la población que no quiere ser desplazada o considera la compensación injusta.
Supuestamente, en China, las familias urbanas con bajos ingresos y hacinamiento habitacional pueden solicitar al gobierno municipal una vivienda social. En práctica, sin embargo, los gobiernos locales de muchas ciudades usan los proyectos de la vivienda social como “compensación” para desplazar a los habitantes urbanos o rurales, cuyos domicilios serán demolidos en los proyectos de urbanización o de re-desarrollo urbano. En Nanjing, por ejemplo, según las cifras oficiales, más de 80 por ciento de las viviendas “sociales” construidas en los años 2000 sirvieron a este fin. Es cierto que una parte de la población desplazada ve el desplazamiento como una oportunidad de mejorar su condición habitacional, o de aprovechar la plusvalía de su nueva casa. Sin embargo, otros ven su condición habitacional o nivel de vida empeorando por el desplazamiento.
En México, la intervención estatal en materia habitacional se ve diferente. La expansión de viviendas de interés social parece impulsada por el mercado, pero el papel del sector público es crítico también. Las hipotecas dadas por el Infonavit más los subsidios federales contribuyen a la formación de una gran reserva de compradores de casas potenciales. Sin embargo, con la agresiva expansión inmobiliaria en las periferias urbanas, la autoconstrucción será una opción menos viable para muchos, porque los terrenos potenciales para la construcción los sacan las constructoras. Aquí también existe una fuerza estructural, pero distinta del caso chino, que impulsa a la población a vivir en los conjuntos de viviendas de interés social.
En cierto grado, el desarrollo de la vivienda de interés social, como política social, consiste en un apoyo por parte del sector público hacia los trabajadores de bajos recursos con el fin de mejorar su condición habitacional. Pero al mismo tiempo también son grandes negocios para el gobierno, el sector inmobiliario y el financiero. Entonces, ¿hasta qué medida estas viviendas representan un avance en el bienestar social y benefician a la población que realmente necesitan una casa? ¿Cómo los habitantes llegaron a vivir en los conjuntos de viviendas sociales? ¿Cuáles son las fuerzas estructurales que les impulsan a estos conjuntos? Y ¿qué consecuencias sociales han generado? Son las preguntas que quiero indagar en mi tesis.
Esta investigación es comparativa. Pretendo estudiar la economía política del desarrollo de la vivienda social a través de comparar dos casos: la zona metropolitana de Guadalajara (México) y la de Nanjing (China). Cabe mencionar que, aunque estas dos ciudades metropolitanas ocupan unaposición económica y administrativa parecida en su propio país, los contextos económicos, culturales, políticos, e institucionales varían mucho. Sin embargo, la comparación que quise realizar no parte de las lógicas de estudios cuantitativos o experimentales, pero intenta mostrar lecciones analíticas a través de una descripción densa de cada uno de los casos, con el fin de entender las economías políticas del desarrollo de la vivienda de interés social. Las diferencias contextuales me pueden ayudar a entender a través de qué mecanismos las tendencias o fuerzas globales producen efectos locales.
Llevo a cabo trabajo de campo en ambas ciudades. En cada caso, he aplicado métodos como encuestas, observaciones, y entrevistas formales o informales con diversos actores como los vecinos, personal de los desarrolladores, funcionarios públicos etc. También trato de incorporar las dimensiones histórica (consulta de archivos) y espacial (mapear en gis) al estudio. Viví en la Hacienda Santa Fe, Tlajomulco de Zúñiga entre enero y septiembre de 2015. Luego fui a Nanjing, donde pasé 5 meses, hasta marzo de 2016. Apenas llegué de regreso a la misma casita en Santa Fe, con el fin de “finalizar” el trabajo de campo y empezara escribir la tesis. De hecho unas nuevas preguntas de investigación me surgieron durante mi estancia en China, y esta experiencia de “ida y vuelta” me ayuda a mejorar el marco comparativo.
En Santa Fe ya casi llevo 10 meses. Escogí vivir en este fraccionamiento porque era el más grande de la zona metropolitana y uno de los más antiguos. Además, sus 48 clústeres muestran una diversidad de situaciones. Logré conocer a muchos que viven o tienen negocios aquí, hice muchas amistades. Aprendí mucho de las encuestas pero no menos de los cotorreos, observaciones y experiencias cotidianas con los amigos. Me cuentan de los cambios sufridos por el fraccionamiento y me comentan sus entendimientos de las causas de los problemas. Me enseñan la importancia de la convivencia como red de apoyo mutuo, invitar a comer, cotorrear en la calle, chismear, echarle un ojo cuando los vecinos no están en casa etc. Los vecinos me encargan mandados o cotizaciones siempre cuando voy al centro de Guadalajara. Algunos hijos de los vecinos vienen a mi casa por las tardes, les ayudo con sus tareas de inglés, por ejemplo. Todos tienen la contraseña del wifi de mi casa y a veces mi jardín se convierte en un ciber gratis. Con el tiempo, me di cuenta de que los académicos entramos en el campo con la idea de estudiar cierto “tema” (como el de vivienda), pero el tema de vivienda está orgánicamente insertado en la vida cotidiana, como la seguridad, la educación de los hijos y la violencia doméstica.
Como estudio formas de acceso a una vivienda y cómo los habitantes llegaron a vivir en los conjuntos de vivienda de interés social, me di cuenta de la escala del problema con los pagos mensuales de la hipoteca, más alta que la tasa oficial de vacancia. En uno de los clústeres más antiguos de Santa Fe, casi todos los entrevistados reconocieron que alguna vez no pudieron seguir pagando y tuvieron que pedir una prórroga, la cual les acumuló más interés. El régimen requiere que todos tengan una fuente de ingreso estable pero eso contradice la inestabilidad del mercado laboral. Entonces ¿qué pasa si no pueden pagar su deuda? Muchos tuvieron que abandonar sus casas; otros las perdieron ante las instituciones hipotecarias. Algunos buscan ayuda a un abogado o se afilian a un movimiento social como el Barzón, con el fin de reestructurar su deuda. Siento que este nivel de acceso sólo se alcanza en un trabajo de campo de largo tiempo. Iba semanalmente a la oficina de enlace de algunos de los movimientos sociales donde me platicaban de su experiencia y me explicaban como las deudas se volvieron impagables. Logré también conocer a algunos “paracaidistas”, y me platicaron de cómo llegar y poco a poco consolidar su presencia.
También he podido ver la insuficiencia de la dicotomía de “formalidad- informalidad” cuando se habla de lo que diferencia los fraccionamientos de las colonias populares. Por ejemplo, en muchos casos, los desarrolladores sacaron el terreno con irregularidad. Prácticas informales son comunes en los fraccionamientos, como modificar la estructura de la casa sin permiso, modificar los entornos arquitectónicos, etc. El hecho de cambiarse de una colonia a un fraccionamiento no implica una ruptura absoluta del pasado. Muchos continúan y reproducen las cotidianidades de su domicilio anterior (como la progresiva consolidación de su casa, la convivencia, etc.). A mi juicio, la diferencia fundamental de la experiencia de vivir en el fraccionamiento, para muchos, es en términos financieros, de endeudarse con una institución financiera.
Tanto la comparación como el trabajo de campo son métodos. En otras palabras, son medios pero no son fines. Por lo tanto, tienen que someterse a las preguntas de la investigación, y el investigador debe conocer bien las ventajas y limitaciones de cada método. Como el trabajo de campo produce conocimiento por medio de interacción interpersonal, el acceso y la posición del investigador son dos determinantes cruciales para dicha interacción. Un investigador no va a tener el mismo acceso, ni va a ocupar la misma posición en contextos muy distintos, como en mi caso, que viajo entre mi país China y México (por ejemplo, en mi experiencia, las instituciones públicas y los oficiales en México son mucho más abiertas en darme información que sus contrapartes chinas, aunque el tema de investigación es lo mismo). Por esta razón, no estoy haciendo una “etnografía comparativa” comparando la cotidianidad de los habitantes de la vivienda social, sino trato de entender las lógicas, o de las economías políticas del desarrollo de la vivienda social, del desplazamiento, y de la urbanización. Como mencioné antes, la vivienda social es una política social, pero también es un gran negocio. En China, es un desplazamiento impuesto por el gobierno local, el que monopoliza la oferta del suelo. A través de construir viviendas sociales en la periferia, logra sacar los pobres de la zona céntrica de la ciudad, y el gobierno se beneficia de la plusvalía. En México, es un desplazamiento impulsado por el mercado. Pero el en lo fundamental es lo mismo, es la intensificación de la capitalización del suelo.

Bibliografía
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