Las imágenes y los sonidos del paisaje fronterizo

Miguel Olmos Aguilera
El Colegio de la Frontera Norte


Foto: Alfonso Caraveo, Archivo El Colef

El paisaje es una categoría introducida en las ciencias sociales para designar según la RAE (2001) una “parte de un territorio que puede ser observada desde un determinado lugar”.[1] Tanto en el castellano como otras lenguas no romances, el paisaje se relaciona con distintos aspectos artísticos vinculados con la representación del terreno. Otras definiciones del paisaje las encontramos ligadas con la experiencia estética, con la jardinería, con los paisajes de la pintura impresionista,  —los cuales nos adentran constantemente en el aspecto imaginario en términos pictóricos—. Pese a que la principal referencia sobre el paisaje es de una imagen lejana, la música y otras disciplinas involucradas en el sonido como la acústica, la física, la música o la etnomusicología, también estudian en la actualidad el paisaje sonoro. Esta categoría elaborada por Murray Schafer a partir del neologismo sound-scape (paisaje sonoro), a la cual podríamos agregar también una amplia vista del sonido, misma que nos remite indisociablemente a la imagen como consecuencia de la percepción y concepción imaginaria.

En términos generales el paisaje sonoro se entiende como el conjunto de entornos sonoros ecológicos, con sonoridades de aves y animales o del medio ambiente como el viento, los gritos, o el conjunto de sonidos producidos en el interior del paisaje. No obstante, el concepto de paisaje sonoro también ha sido empleado para analizar y definir contextos de contaminación acústica urbana, en donde se registran fragmentos de la sonoridad sociocultural en conflicto. El paisaje sonoro puede referir las manifestaciones musicales como parte de la cultura acústica, es decir, la sonoridad que tiene una intención sensible y que humanamente es interpretada como tal. Lo que llama la atención es que si bien el paisaje desde sus inicios nos remite a la imagen, en el paisaje sonoro no se trata de un proceso explícito.

¿Los sonidos nos refieren imágenes? ¿Cuál es la relación entre la imagen y el sonido? ¿Así como producimos imágenes a partir de los sonidos, es posible reproducir sonidos musicales a partir de las imágenes? ¿Será posible escuchar las imágenes o percibirlas a través de los sonidos? Algunos científicos, músicos, filósofos y antropólogos nos han dado algunas directrices con respecto al proceso cognitivo de la percepción en general y a la percepción sonora en particular de lo que se ha llamado la psicoacústica (MacAdams y Bigan, 1994; cf. Schaeffer, 1977). El conocimiento que poseemos del mundo que nos rodea lo construimos a partir de una gran cantidad de relaciones perceptivas e imaginarias; el conocimiento no es unívoco ni unidireccional sino que responde a un procesamiento vinculado íntimamente con la experiencia vivida y con la memoria cultural. Así, los sonidos, al igual que los olores o las imágenes, son susceptibles de evocar sentidos distintos en nuestro aparato cognitivo. Dicho de otra manera, si bien tenemos la capacidad de ver, observar y percibir la realidad con la vista y crear imágenes que aquilatamos en alguna parte de nuestra memoria íntima y selectiva, también poseemos recuerdos sonoros, olfativos y táctiles en cada uno de nuestros sentidos, y éstos son capaces de proveerse de imágenes para articular significados en cadenas significativas cada vez más amplias.[2] De tal manera que así como tenemos memoria visual, olfativa y sonora, entre otras, también ostentamos un aparato cognitivo que nos provee de imágenes e iconos relacionado con cualquiera de estos sentidos.

Foto: Alfonso Caraveo, Archivo El Colef

Ahora bien, las imágenes poseen la cualidad de ser luminosas, opacas o brillantes a través de la composición de los objetos o de la combinación de los colores usados en una pintura o una imagen digital. De la misma manera que la imagen tiene sus cualidades, los sonidos tienen características análogas a ésta. Existen músicas y sonoridades brillantes u opacas, que también tienen color, es decir, el timbre que podemos definir como el conjunto de cualidades vibrantes de un objeto sonoro, o definir el sonido por su intensidad o por su altura, es decir, por la potencia de transmisión dependiendo de su fuente, o por sus frecuencias altas o bajas.

Hablamos a menudo de las imágenes como componentes del paisaje urbano o ecológico pero poco nos referimos a las imágenes acústicas. Es decir, esas imágenes que construimos a partir de estímulos sonoros. Podríamos decir que todos los sonidos significan algo para alguien, y en ese sentido todo nuestro entorno suena y crea imágenes como si fuera una sinfonía clásica, dodecafónica o microtonal.

En los últimos años he dedicado cierto tiempo al análisis de los sonidos de la frontera norte y a los entornos sonoros fronterizos que podemos precisar como partes constitutivas del paisaje sonoro de la frontera que divide la ciudad de Tijuana y San Diego (https://soundcloud.com/fonotecaelcolef). Un equipo de investigadores hemos registrado la sonoridad de ciertos puntos que consideramos emblemáticos, y fácilmente reconocibles para habitantes de la frontera norte. Estos sonidos evocan imágenes, situaciones y emociones asociadas con el contenido de la representación acústica. De la misma forma que la música representa conjuntos simbólicos e imaginarios que fundamentan la experiencia estética, los entornos sonoros del paisaje también nos suministran representaciones simbólicas, reales o ficticias que nos remiten a una situación, un sentimiento o a diversos contenidos afectivos de la representación.

Foto: Alfonso Caraveo, Archivo El Colef

Para el caso de la frontera norte en la región Tijuana-San Diego, existen eventos sonoros fácilmente reconocibles entre la población, cuyos sonidos son almacenados en la memoria acústica colectiva, y son, por lo tanto. compartidos por una o varias generaciones. Los helicópteros que vigilan la frontera, o “la línea”, como mejor se le conoce a la división fronteriza. Dichos sonidos a pesar de ser velados o “normalizados” por la precepción cotidiana y colectiva, representan sonidos que culturalmente poseen características precisas de alerta o de persecución. Así, tanto el sonido de ambulancias, patrullas o de diversas señales de alerta, han pasado a formar parte de la cotidianidad tijuanense.

Es posible ejemplificar también con los sonidos de la frontera que se escuchan en el transitar de Estados Unidos, a México: la puerta giratoria que golpetea con el paso de cada transeúnte es un referente acústico fronterizo emitido y percibido con el constante paso de la gente, en especial los commuters que cruzan la frontera todo los días para ir a su trabajo. Digamos que existen sonidos que ya forman parte del patrimonio fronterizo a través de la memoria, tales como los sonidos o los entornos sonoros asociados con el comercio fronterizo, los helicópteros, las grabaciones del camión del gas o del comercio ambulante del pan, entre otros. No obstante la presencia de los sonidos cotidianos, también existen las referencias generacionales a través de los anuncios comerciales de la década de los años cincuenta o sesenta, y que corresponden a la dinámica comercial de la época. Por su parte, también encontramos los sonidos aportados por las nuevas sonoridades migrantes, así como el mestizaje de los nuevos géneros musicales (cf. Olmos, 2020).

Foto: Alfonso Caraveo, Archivo El Colef

En este contexto acústico, no podemos excluir los sonidos que los migrantes perciben cuando llegan a la central camionera o al aeropuerto de Tijuana. Dichas sonoridades se grabarán en su memoria para constatar la entrada a un mundo lleno de cosas y sonidos extraños que normalmente, en sus contextos culturales originarios, asimilados por generaciones, no se pasarían completamente inadvertidos (https://soundcloud.com/fonotecaelcolef/ruidos-de-tijuana-baja-california-central-camionera. https://soundcloud.com/fonotecaelcolef/paisaje-sonoro-antiguo-cruce-a-pie-hacia-eua).

Por otro lado, durante la pandemia, el paisaje sonoro también se ha visto afectado por el confinamiento. No obstante, como lo comentamos en otra parte, la prohibición de fiestas y reuniones vecinales en plena pandemia fue una constante en el entorno sonoro de algunas colonias y barrios de Tijuana, en especial en donde vive la gente que cruza a trabajar a Estados Unidos constantemente. (https://archivoustednoestaaqui.bandcamp.com/track/fiesta-vecinal-miguel-olmos-tijuana-m-xico).[3] Con todo, la sonoridad y contaminación sonora que normalmente excede los 70 decibeles bajó sustancialmente durante los primeros meses del confinamiento.[4] En algunos espacios rurales, de los pocos que quedan en las afueras de Tijuana, donde la mancha urbana no ha invadido la ecología original, fue posible escuchar especies de aves que habitualmente están ausentes del paisaje acústico tales como la lechuza, los cuervos, las gaviotas o los gorriones, entre otros. El trinar de muchas aves se percibía con mayor intensidad, y la situación no se debía a que los animales emitieran sus sonidos con mayor intensidad, sino que “el ruido” y la sonoridad del contexto descendió considerablemente en distintas partes de la ciudad, sobre todo al final de la primavera y los primeros meses del verano.[5]

Tijuana es un almacigo en donde germinan diversas tradiciones sonoras y musicales que nutren el paisaje sonoro urbano. Cada cultura, cada tradición, cada migrante aporta sus sonidos y su musicalidad misma que fue transformada en su recorrido migratorio. Para los habitantes de la línea fronteriza la sonoridad se transforma, lo mismo que la memoria como sustento de la identidad colectiva, cuya única esencialidad es la diferencia y el recuerdo de una música o de un sonido.

Foto: Alfonso Caraveo, Archivo El Colef

Referencias

De Gortari Ludlow, Jimena y Juan Manuel Núñez (2019), “Paisaje sonoro”, en Nexos, octubre de 2019. https://www.nexos.com.mx/?p=44953#ftnref4

McAdams Stephen y Emmanuel Bigand (1994), Penser les sons: Psychologie cognitive de l’audition, París, PUF .

Olmos Aguilera, Miguel (2020), “La música migrante y la movilidad artística en el paisaje sonoro de la frontera México-Estados Unidos”, en Caterine Galaz et al. (coords.), Migraciones transnacionales: inclusiones diferenciales y posibilidades de reconocimiento, Santiago, Social-Ediciones-Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Chile.

Schaeffer, Pierre (1977), Traité des objets musicaux: Essai interdisciplines, París, Seuil.

Schafer, Murray (1969), The New Soundscape, Vienna, Universal Edition.

Enlaces:

https://dle.rae.es/paisaje

https://soundcloud.com/fonotecaelcolef

https://archivoustednoestaaqui.bandcamp.com/track/fiesta-vecinal-miguel-olmos-tijuana-m-xico)

https://soundcloud.com/fonotecaelcolef/ruidos-de-tijuana-baja-california-central-camionera.

https://soundcloud.com/fonotecaelcolef/paisaje-sonoro-antiguo-cruce-a-pie-hacia-eua

Mapas sonoros de Latinoamérica, https://archivoustednoestaaqui.bandcamp.com/album/mapas-sonoros-de-latinoam-rica-i-transformaci-n-sonora-en-cuarentena

  1. https://dle.rae.es/paisaje
  2. No obstante, en la “cultura occidental” hay una preponderancia del sentido de la vista y la lógica de conocimiento a través de la imagen pictórica.
  3. https://archivoustednoestaaqui.bandcamp.com/album/mapas-sonoros-de-latinoam-rica-i-transformaci-n-sonora-en-cuarentena
  4. Cf. De Gortari, en Nexos, octubre de 2019. https://www.nexos.com.mx/?p=44953#ftnref4
  5. Esta situación no fue exclusiva de la frontera, en diversos países se presentaron avances de diversas especies de animales en los espacios urbanos como consecuencia del silencio urbano y de la ausencia de muchedumbre.