Las ciencias sociales y sus fundamentos éticos
para la nueva era

Rodolfo Martínez Martínez
Dirección de Vinculación, CIESAS


Ética, compromiso y metodología. El fundamento de las ciencias sociales [1], del doctor Jesús Rubalcaba Mercado, investigador del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social CIESAS, es un libro imprescindible en estos tiempos de transformaciones globales profundas, cuya argumentación nos muestra las diversas posibilidades de construir la ciencia desde la suma de conocimientos emanados de la conjunción de las ciencias naturales con las ciencias sociales, mediante el diálogo de los saberes académicos y comunitarios emergentes en nuestro continente.

Su calidad investigativa probada rigurosamente en cada página del libro, al mismo tiempo que nos garantiza la solidez de sus propuestas, también nos obsequia el valor de una obra antropológica cuya narrativa científica finamente documentada es de alcance universal.

De tal manera, que un libro diseñado para investigadores resulta del interés de una amplia gama de lectores no especializados en los diversos campos de las ciencias naturales y sociales ya que en el mismo observarán un espacio propositivo de encuentro de todas las ciencias, en el que ninguna es dominante, o más importante que las demás, ya que en esta propuesta epistemológica los conocimientos científicos son producto de una suma virtuosa de saberes, académicos y comunitarios, que resultan en un enriquecimiento cultural colectivo.

En efecto, su lectura no es de interés exclusivo de especialistas en las ciencias sociales, ya que aborda asuntos fundamentales para la construcción de puentes entre ellas y las ciencias naturales, tales como el papel de la ética, que coloca a todos los científicos investigadores, de frente a sus responsabilidades sociales e históricas, en su papel de agentes académicos especializados en la construcción de conocimiento científico, así como en la comunicación de dicho conocimiento.

Tanto en su contenido como en su forma, este libro se sostiene en una estructura epistemológica sólida y, por ende, consistente, compuesta por elementos nodales presentes en la historia de la construcción del conocimiento científico. Al respecto, el autor nos obsequia la siguiente reflexión:

La ciencia, sin método, se convierte en mera acumulación de datos; la ciencia sin ética se transforma en arma de manipulación, enajenación y destrucción. Cualquier investigador, consolidado o en aras de serlo, tiene la obligación de hacer conciencia acerca de las consecuencias de su labor y de su función en la sociedad, además o a la par de los problemas teóricos y metodológicos que conlleva su trabajo.[2]

El autor llama la atención de los aspirantes a investigadores respecto de la trascendencia de los conocimientos generados desde su trabajo académico altamente especializado, cuyas repercusiones sociales son imprevisibles, mismas que sin el compromiso ético del investigador orientado en el sentido de servir a la humanidad, se extravía en los terrenos de la destrucción, donde los conocimientos científicos y las tecnologías han servido más para la destrucción del planeta que para su evolución.

Al respecto de la relación entre ciencia, compromiso social y ética, es notable la referencia que el autor hace de la manera en que Ángel Palerm Vich, unos de los fundadores del CIESAS, abordó dicho asunto:

El doctor Ángel Palerm Vich señalaba lo que a mí me parece la clave en ese camino: generar la propia información y plantear las investigaciones de conformidad con los grandes problemas nacionales, o regionales, en su caso. Desde luego, lo anterior no es una vacuna infalible que garantice compromiso, honradez y conducta ética por parte de los científicos, pero al menos considera las necesidades más urgentes de la mayoría y obliga a reflexionar acerca de cómo y para qué deben asignarse los recursos y establecerse las diversas prioridades en una investigación. [3]

Al igual que en el tratamiento conceptual de otras nociones como ética o compromiso social, este libro se distingue por el ejemplar abordaje de la noción de evolución, que Rubalcaba Mercado nos propone para desentrañar la historia del mundo mediante el concurso de las ciencias sociales.

Es uno de los momentos del libro que lo colocan en el ámbito del aporte universal, ya que a todos sus lectores nos obsequia la sapiencia con la cual sustenta su abordaje, preciso e iluminador, del concepto de evolución, mismo que coloca en el eje de su disertación siguiendo el canon clásico de dicho concepto como referente primario para el conocimiento científico del devenir de la humanidad en el tiempo y el espacio. Al respecto, el autor expone:

En sentido amplio, la evolución es el fenómeno de expansión del universo; como concepto, implica una secuencia cambiante a partir de un estado original. Puede ser que, en otro momento o lugar, fuera del alcance humano, sucedan anomalías, inversas o diferentes a las que rigen el universo, pero como estamos imposibilitados de rebasar los límites de éste en el que nos movemos, no tenemos ni tendremos forma de comprobarlo de manera empírica. La evolución considera que esta secuencia, y no otra, dio como resultado la creación de la vida y la aparición de la conciencia.[4]

Luego nos dice en forma de hipótesis:

Buscar en la evolución un concepto unificador de ciencias y humanidades, y encontrar la forma de estudiarlas con premisas similares no responde a una moda o capricho académico sino a la necesidad de entender mejor el cosmos y sus nexos con la naturaleza, la vida, la sociedad y la cultura como un todo.[5]

Este libro suma en su estructura la teoría y la práctica como dos componentes del quehacer científico que se conjugan organizados por la metodología, empleada como herramienta con pertinencia cultural para la práctica de campo, como única manera de confrontar nuestros conocimientos teóricos con la realidad investigada, con la certeza de que los conocimientos son resultado del rigor orquestado desde la investigación rigurosa comprometida con la ética.

Cabe destacar que este libro, entre otras, tiene la virtud de su riqueza conceptual compleja que su autor comunica con la pericia y solidez intelectual que caracterizan a este investigador especializado también en asuntos campesinos.

Su lenguaje asequible ayuda a que la narrativa científica de esta obra transcurra en forma tan creativa como organizada, por lo que nos entrega en cada página aportes sólidos al enriquecimiento de las ciencias de la naturaleza y de la sociedad, que no se agotan en lo novedoso, pues su calado profundo en la historia de las ciencias lo hace de la mayor trascendencia epistemológica, en el horizonte cognitivo universal.

Se trata de componentes epistemológicos primitivos, tal como los denomina el autor, fundamentales en la construcción de conocimiento científico mediante el diálogo de saberes culturalmente diversos, orquestados por la lógica matemática que coloca a las ciencias naturales y a las ciencias sociales en un cuerpo común que comparten en un enriquecimiento epistémico mutuo que desemboca en la construcción de ciencia al servicio del bien común. Al respecto señala:

Una aclaración más: a muchos estudiosos de las ciencias sociales, el uso del adjetivo o incluso la frase “elementos primitivos” les puede resultar altisonante. Pero hay que tomar en cuenta que a lo largo de la exposición se emplea sólo como sinónimo de elemental, fundamental, primero o primario y nada tiene que ver con el sentido de tosco, rudimentario ni anticuado. Es decir, que donde se lea elementos primitivos, hay que entender que se trata de elementos fundamentales, de los componentes primarios y no tiene que ver con el sentido despectivo que se le da cuando se habla, por ejemplo, de nuestros “contemporáneos primitivos” como se ha utilizado en la jerga antropológica.[6]

Luego, el investigador del CIESAS precisa:

Con el riesgo del desacierto, de manera selectiva se proponen los cuatro siguientes como elementos primitivos de la evolución: la energía, la naturaleza, la cultura y la población (el acervo genético humano). Ha sido la conciencia humana la que ha establecido las reglas que los rigen o, al menos, la que cree descubrir las relaciones intrínsecas de su comportamiento. Es también la que les confiere una finalidad porque, al intentar manipular esos elementos por medio de tales descubrimientos, lo hace para que, de alguna manera, le sean de provecho, para usarlos a su favor. [7]

Una de las conclusiones a las llega el autor de esta obra, nos da en ella la oportunidad de ver el panorama de saberes teóricos y metodológicos contenidos en ella. El autor nos dice:

La vida es producto de la evolución; la sociedad humana lo es de la historia de la especie. El hecho de que la cultura esté supeditada a limitantes físicos no hace sino obligarnos a pensar acerca de la forma en que se relacionan la evolución y la historia. Según esta hipótesis, lo que puede ayudar es encontrar la afinidad entre estos elementos primitivos en su asociación con las necesidades básicas de la humanidad.[8]

El autor resume en una ejemplar cita del periodista polaco Ryszard Kapuscinsky, autor entre otros libros de El Emperador y La guerra del futbol, su propuesta de compromiso sus alumnos, con la cual les muestra la relación de la investigación social con la disciplina que exige el trabajo científico a los investigadores académicos. Al respecto, Rubalcaba Mercado nos dice:

en nuestro tiempo, por desgracia, la ciencia no es para todos. No lo es para los flojos, los indolentes ni para quienes no quieren un compromiso. En pocas palabras, como señala Ryszard Kapuscinsky, “los cínicos no sirven para este oficio”. Hay que tener espíritu de entrega y disposición al sacrificio.”[9]

  1. Ética, compromiso y metodología: el fundamento de las ciencias sociales, de Jesús Ruvalcaba Mercado. Segunda edición. Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, Publicaciones de la Casa Chata, 2019.
  2. Ibíd., p. 25.
  3. Ibíd., p. 29.
  4. Ibíd., p. 47.
  5. Ibíd.,p. 48.
  6. Ibíd., p. 66.
  7. Ibíd., p. 66.
  8. Ibíd., p. 78.
  9. Ibíd., p. 22.