Martha Luz Rojas Wiesner
Investigadora de El Colegio de la Frontera Sur (Ecosur)-Unidad San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, México: mrojas@ecosur.mx
Hugo Ángeles Cruz
Consultor independiente: hangeles@ecosur.mx
Introducción
Actualmente, no se puede sostener que solo un factor es el causante de la migración y, en general, de la movilidad humana. La multicausalidad de los procesos migratorios adquiere especificidad espacial y temporal en cada país de origen, tránsito y destino. En los últimos años, en los países de Centroamérica, especialmente en los denominados del Triángulo Norte (El Salvador, Guatemala y Honduras), se han producido cambios en la vida social y en las condiciones ambientales que, sumados a las condiciones estructurales e históricas de sus economías, forman un conjunto de factores que impulsan de forma más acentuada la migración internacional. A las condiciones de desigualdad, pobreza y falta de empleos, se suman el escalamiento de la violencia que se vive en gran parte de los territorios de los tres países ya mencionados. Igualmente, factores de tipo ambiental, como huracanes y sequías, y geológicos, como terremotos, entre otros, también contribuyen a que las personas en riesgo decidan migrar. Sin embargo, a pesar de esta multicausalidad, los factores económicos y la violencia, especialmente en esos tres países, son los principales impulsores de la migración y han conformado contextos de mayor vulnerabilidad y riesgos para las personas migrantes.
Las causas profundas de la migración en Centroamérica
En las décadas 1970 y 1980 la migración en los países centroamericanos se impulsó preponderantemente por la inestabilidad política, para luego dar paso en los años noventa a una nueva época en que los factores económicos se constituyeron en el principal incentivo de los movimientos migratorios internacionales. Actualmente, la región aún experimenta grandes movimientos migratorios, con más de cien mil personas de origen centroamericano que ingresan cada año a Estados Unidos, muchas de ellas de forma irregular (Orozco y Yansura, 2015: 48).
En Centroamérica hay una confluencia de factores que impulsan la migración. En las dos últimas décadas se ha hecho referencia al impacto creciente de la violencia y la inseguridad, pero las causas económicas persisten (Programa Estado de la Nación, 2016). La situación se agrava por los desastres ocasionados por fenómenos naturales y sus efectos de mediano y largo plazo, a los que se suman los daños a cultivos, como el café, por plagas y enfermedades que han diezmado su producción. Así, estos factores no sólo afectan a las personas, sino que también se han incrementado las vulnerabilidades social y ambiental que se expresan en fragilidad, inseguridad, inestabilidad e incertidumbre para amplios sectores de la población (Canales y Rojas, 2018).
Según los diagnósticos para la región, esta situación se agudiza en los países donde los sistemas políticos “no están logrando dar respuestas satisfactorias a las demandas de representación, participación, transparencia, justicia y, en general, a las expectativas de bienestar y desarrollo de la población” (Programa Estado de la Nación, 2016: 65). A estas circunstancias se agregan el impacto de las redes sociales y determinados aspectos culturales que incentivan la migración. Sin embargo, son las condiciones económicas y la violencia, en sus diversas manifestaciones, los principales factores que obligan a las personas en Centroamérica a migrar desde los lugares donde viven a otras regiones del mismo país, a otro país de la región, o a otros países fuera de la región.
Bajo nivel de desarrollo económico, desigualdad y pobreza
El nivel de desarrollo es uno de los factores estructurales impulsores de la emigración. Si se analizan los datos del Producto Interno Bruto (PIB) por habitante en Centroamérica, es notorio el contraste entre los países con altas tasas de emigración y los que son reconocidos como de inmigración. En 2015, El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua tuvieron en promedio un PIB por habitante de 2.7 mil dólares, mientras que Panamá y Costa Rica tuvieron en promedio 10.1 mil dólares.[1] Por otra parte, si se hace una distinción entre el periodo anterior y el posterior a la crisis de 2009 (2004-2008 y 2010-2013), lo que se evidencia es que, en el segundo periodo, conocido como de recuperación, no se alcanzaron las tasas de crecimiento económico del primero (Programa Estado de la Nación, 2016: 168). En dicho periodo, Honduras y El Salvador registraron las más bajas tasas de crecimiento de la región, con tan solo 1.8% en cada país. Para Orozco y Yansura (2015: 20), no es coincidencia que éstos sean los países con los índices de violencia más altos de la región.
La desigualdad es otro de los factores de expulsión de migrantes. Distintos estudios, como los citados en este texto, coinciden en afirmar que la desigualdad constituye uno de los mayores desafíos para los países de Centroamérica. Para su medición se recurre al índice de Gini o a la distribución (en deciles o quintiles, por ejemplo) de la población según el porcentaje del ingreso nacional total que reciben. De acuerdo con este último método, en la región se evidencian desigualdades extremas. Por un lado, 20% de la población que se ubica en el quintil I percibe entre 2.4% y 5.2% del ingreso total nacional,[2] mientras que, por el otro lado, 20% de la población en el quintil V percibe entre 49.4% y 59.8% de dicho ingreso.[3] Si se revisan los datos desde el año 2000, no se observan mayores variaciones en la distribución en países como Guatemala y Honduras, los dos países donde la desigualdad de ingresos es especialmente pronunciada. En Guatemala, la población del quintil V percibía 58.9% y 59.8% del ingreso nacional en 2002 y 2014, respectivamente. En Honduras, el mismo quintil poblacional percibía 61.6% y 59.6% del citado ingreso en 2001 y 2013, respectivamente.
En cuanto a la pobreza, el Programa Estado de la Nación ya citado señala que es uno de los males crónicos de la región, en particular en los países de emigración. Según este informe regional, se ha estimado que, en 2013, 21 millones de personas (47%) del total de habitantes de Centroamérica se encontraban bajo la línea de pobreza, y ocho millones (18%) en indigencia. Igualmente, si se analizan las series históricas que publica la CEPAL en su página electrónica, se puede constatar que desde la década de 1990 esta situación es característica para la región y que son pocas las variaciones que se han registrado. Si bien hay mejoras en la incidencia de la pobreza en algunos de los países que la integran, en la mayoría ésta sigue siendo significativa.[4] Por lo mismo, Costa Rica y Panamá, países receptores de migrantes, contrastan de manera notoria con el resto de la región. El caso más contrastante y preocupante es el de Honduras y, en menor medida, Guatemala, donde la pobreza aumentó en este periodo.
Al hacer un análisis por hogares, se observa que seis de cada diez hogares centroamericanos viven en situación de pobreza (2014).[5] Si se desglosa por zona de residencia, la incidencia es más severa en las áreas rurales que en las urbanas, inclusive en países donde los niveles de pobreza en la región son menores como en Costa Rica. En Nicaragua, Honduras y El Salvador, la pobreza no sólo está más generalizada en los hogares rurales, sino que los niveles son considerablemente mayores. En las zonas rurales de Nicaragua, por ejemplo, 94% de los hogares son pobres mientras que en las zonas urbanas la proporción es de 68.5%; en Honduras, por su parte, los porcentajes son de 84% y 79%, respectivamente; y en El Salvador la incidencia de la pobreza afecta a 79% de los hogares rurales y a 53% en los urbanos.
Violencia y criminalidad
En su estudio comparativo en El Salvador, Guatemala y Honduras, con información de 900 municipalidades, Orozco y Yansura (2015) encontraron que las comunidades de emigración son las de más alta población y en donde ocurre la mayoría de los homicidios en cada país. En Honduras, por ejemplo, según su estudio, cerca de 90% de los homicidios ocurre en estas municipalidades.
Si bien en todos los países centroamericanos hay registros de violencia y criminalidad, los contrastes entre Honduras, El Salvador y Guatemala con el resto de la región son alarmantes (véase la gráfica 2). En los tres países mencionados, pero en particular en los dos primeros, la magnitud de la violencia, medida por la tasa de mortalidad por muertes violentas (homicidios), es tan elevada que los ubica entre los más violentos a nivel mundial.
Según el balance de una década (2006-2016) de Hazel Villalobos (2017), a propósito de los 20 años de la firma de los Acuerdos de Paz en Centroamérica, a pesar de no existir un conflicto armado declarado, la región se cataloga como una de las más violentas en el mundo.
En el caso de El Salvador, por ejemplo, la tasa de homicidios en 2015 superó los registros históricos al sobrepasar los 100 homicidios por cada 100 000 habitantes. El repunte de la violencia en El Salvador a partir de 2012 hasta alcanzar 103 homicidios por 100 000 habitantes en 2015 rompió la tendencia de todos los países de la región centroamericana y lo ubicó como uno de los más violentos del mundo. En 2016, dicha tasa bajó a 81, pero aún es la más alta de la región. En el caso de Honduras, el valor de las tasas descendió en los años recientes de 91 a 60 homicidios por 100 000 habitantes; sin embargo, este valor se ubica por encima del promedio regional y de muchas regiones del mundo. En el caso de Guatemala, los valores descendieron en la última década de alrededor de 45 a 27 homicidios por 100 000 habitantes, con lo que se ubica al país en el tercer lugar de mayor violencia en la región (véase la gráfica 2).
En el estudio Crimen y violencia en Centroamérica (Banco Mundial, 2011, citado en el Programa Estado de la Nación, 2016: 286) se identificó que los factores que incentivan el crimen y la violencia en la región son: 1) el tráfico de drogas, 2) la violencia juvenil y las pandillas, 3) la masiva disponibilidad de armas y 4) la debilidad de los sistemas de administración de justicia. Según dicho estudio, entre estos factores, el narcotráfico puede contribuir con una explicación sólida al incremento inusitado del tipo de violencia de los últimos años, debido a su incidencia en la mayor circulación de armas y la profundización en la fragilidad de las instituciones judiciales. Esto último debido a la corrupción, que agudiza aún más la posibilidad de frenar la violencia y contrarrestar la acción del crimen organizado (Programa Estado de la Nación, 2016).
Otras formas de violencia que pueden ser identificadas, son las perpetradas por las pandillas o “maras”, de las que se estima hay 900 en Centroamérica integradas por 70 000 miembros. Entre los delitos cometidos por estos grupos se incluyen extorsiones, asaltos, secuestros y participación en casos de violencia extrema, lo que incrementa el temor de la población (Muggah y Stevenson 2008, citado en Programa Estado de la Nación, 2016).
Conclusiones
En el último cuarto de siglo, los factores que provocan la emigración en la región centroamericana transitaron de un contexto de conflictos políticos y precaria situación económica, a uno en el que aspectos como la pobreza y la desigualdad social que afectan a amplios sectores de la población se combinan con otros como el escalamiento de la violencia perpetrada por distintos actores, en especial en Guatemala, Honduras y El Salvador. Este tipo de factores no sólo provoca emigración, también propicia condiciones de mayor riesgo y vulnerabilidad debido al carácter forzado de la salida.
Así, la migración centroamericana, particularmente la que proviene de los tres países del norte de la región, continuará y prevalecerán modalidades de movilidad forzada, así como condiciones de vulnerabilidad y riesgo mientras no cambien algunas de las principales causas que ocasionaron la emigración en las dos últimas décadas. Es imperativo un cambio en el enfoque de la política migratoria de los países de la región, entre ellos los de tránsito y de destino, que contribuya a la protección efectiva de las personas migrantes, que ponga el acento en su seguridad y en la facilitación de procesos, tanto migratorios como de protección internacional, y no en la contención migratoria que deriva en detenciones y deportaciones que exacerban la exposición a los peligros y a la precariedad.
Referencias bibliográficas
Canales, Alejandro I. y Martha Luz Rojas (2018), “Panorama de la migración internacional en México y Centroamérica”, en Población y Desarrollo 124, serie CEPAL, disponible en <https://repositorio.cepal.org/handle/11362/43697>.
Orozco, Manuel y Julia Yansura (2015), Centroamérica en la mira: la migración en su relación con el desarrollo y las oportunidades para el cambio, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Teseo.
Programa Estado de la Nación en Desarrollo Humano Sostenible (Costa Rica) (2016), Quinto Informe Estado de la Región 2016, San José, C.R., PEN.
Villalobos, Hazel (2017) “Tasas de homicidios en Centroamérica del 2006 al 2016: Balance de una década”, en Pensando desde Centroamérica, Funpadem, disponible en <https://pensandodesdecentroamerica.wordpress.com/2017/01/19/tasas-de-homicidios-en-centroamerica-del-2006-al-2016-balance-de-una-decada/>.
[*] Este texto se basa en el siguiente capítulo (en prensa): Rojas Martha Luz y Hugo Ángeles, “Migración internacional en la región centroamericana. Cambios y características actuales”, en Fabiola Pardo (ed.), Latinoamérica en los debates actuales sobre la migración internacional. Perspectivas críticas, Bogotá, Universidad Externado de Colombia.
[1] Cálculo propio con base en la tabla “Producto interno bruto (PIB) total anual por habitante a precios constantes en dólares”, en Estadísticas e Indicadores Económicos, CEPAL-CEPALSTAT, consultado el 30 de octubre de 2017, disponible en <http://interwp.cepal.org/sisgen/ConsultaIntegrada.asp?IdAplicacion=6&idTema=131&idIndicador=2206&idioma=e>.
[2] En los dos extremos de este rango se ubican Honduras (2.4% en 2013) y El Salvador (5.2% en 2014), de acuerdo con los datos de la tabla “Distribución de ingreso de las personas por quintiles, según área geográfica”, en Estadísticas e indicadores Sociales, CEPAL-CEPALSTAT, consultado el 31 de octubre de 2017, disponible en <http://interwp.cepal.org/sisgen/ConsultaIntegrada.asp?idIndicador=248&idioma=e >.
[3] En los dos extremos de este rango se ubican El Salvador (49.4% en 2014) y Guatemala (59.8% en 2014), según la fuente ya referida (ibid.).
[4] Según la tabla “Población en situación de indigencia y pobreza según área geográfica”, Estadísticas e indicadores Sociales, CEPAL-CEPALSTAT, consultado el 31 de octubre de 2017, disponible en <http://interwp.cepal.org/sisgen/ConsultaIntegrada.asp?idIndicador=182&idioma=e>.
[5] Los datos que se obtienen mediante la línea de pobreza se refieren a personas. En cambio, con el método de Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI) la unidad de análisis son los hogares, dado que se consideran dimensiones que afectan a los miembros del hogar como conjunto.