La territorialidad de la enfermedad: implicaciones epidemiológicas de la devastación ambiental específicamente neoliberal[1]

Josemanuel Luna Nemecio[2]
UAM Iztapalapa

Introducción

La dominación que el modo de producción capitalista hace del mundo en términos productivos y procreativos, imprime la forma y contenido material concreto de las relaciones sociales en los territorios. Por lo que la apropiación del espacio geográfico por parte del gran capital se da en el marco de una férrea lucha de clases, donde la burguesía somete a la población para explotarle tanto al interior de fábrica como fuera de ésta, ya sea tomando por asalto los espacios de consumo procreativos, culturales o domésticos, o, incluso, reconfigurando el medio natural donde la humanidad habita, se reproduce y coexiste con el resto de las especies.

Lo anterior puede ser entendido como una territorialidad del capital que, en sí misma, habla de una subordinación del contenido material y tecnocientífico de los procesos productivos. Esta subsunción real del proceso de trabajo al capital (Marx, 2001), se expresa en el emplazamiento a nivel global de un colosal autómata que busca totalizar las distintas geografías del planeta (Barreda, 2006), hasta el punto de hegemonizarlas y sincronizarlas respecto a los ritmos de reproducción y desarrollo del propio sistema capitalista. La contemporaneidad burguesa en pleno siglo XXI avanza vertiginosamente por medio de la construcción de un complejo entretejido de corredores urbano-industriales, redes de comunicación y transporte multimodal, rellenos sanitarios y minas a cielo abierto que tupen virulentamente el mercado mundial (Barreda, 2006).

El fenómeno histórico de larga duración (Braudel, 2006) que ha representado la constitución y despliegue del autómata planetario, se decanta hoy día en la producción mundial de una multiplicidad de pasivos ambientales generados por aquellas multinacionales privilegiadas a nivel global durante el neoliberalismo. Como un efecto colateral de la búsqueda incesante de la burguesía internacional por explotar mayor plusvalor de la clase obrera y, sobre todo, lograr relentecer la caída tendencial de la tasa de ganancia a nivel global, el capitalismo en su especificidad neoliberal, produjo una territorialidad centrada en un tipo particular de urbanización-industrialización del espacio geográfico, que terminó por devastar el ambiente y enfermar los cuerpos y mentes de las personas que habitan en dichos territorios (Luna-Nemecio, 2023).

Conforme el capital va reconfigurando la forma y estructura de los espacios geográficos en los que habita la población mundial, va creando el correlato de la producción masiva de enfermedades como leucemia, diabetes, insuficiencia renal crónica, neoplasias, cánceres, síndrome metabólico, Parkinson, Alzheimer, y toda una serie de patologías que, al no tener un cuadro diferencial específico, la ciencia médica convencional les clasifica como “enfermedades raras”, por no poderles encuadrar en un diagnóstico particular. Por lo que se considera que la destrucción multidimensional y multiescalar del ambiente, así como la degradación de la totalidad de salud de la población, representa una peculiar forma capitalista de complicar los de por sí complejos caminos y escenarios de dominación de la población.

En México, como un territorio empobrecido y geopolíticamente subsumido ante la hegemonía mundial de Estados Unidos a lo largo del siglo XX y lo que va del XXI (Veraza, 2023a), el desarrollo espacial del capitalismo transnacional en el país se tradujo en la concreción de diversas zonas de emergencia sanitaria y ambiental (Barreda y García-Barrios, 2021). Estas zonas de sacrificio ecológico y epidemiológico han mostrado la imperiosa necesidad de desarrollar estudios que permitan conocer y comprender el infernal contexto ambiental y epidemiológico en el que (sobre)viven las comunidades urbanas y rurales que las habitan.

Con base en lo anterior, el presente artículo tiene el objetivo principal de exponer en términos generales la dimensión conceptual de lo que se definirá como la territorialidad de la enfermedad. Esta categoría permite reconocer el nexo geopolítico que existe entre los procesos y dinámicas económicas y la determinación de la salud (y, en su caso, de la enfermedad). Su definición parte del discurso crítico de la economía política (Marx, 1970) que determina la actual devastación ecológica de los territorios (Barreda, 2006), tanto en su especificidad, como en conexión directa con la geopolítica de la enfermedad (Verzeñassi et al., 2022).

La exposición discurre conforme el siguiente orden argumental. En primer lugar, se expone qué se ha de entender por territorialidad de la enfermedad, en tanto concepto que permite comprender la lógica y sentido de las implicancias epidemiológico-ambientales generadas por la reconfiguración urbana e industrial del territorio mexicano durante el neoliberalismo. Esto permite que, en un segundo momento de argumentación, se describan los factores que vuelven posible la superposición espacial entre territorios devastados y comunidades enfermadas. En tercer lugar, se argumenta sobre el sentido sociopolítico que guarda la producción masiva de poblaciones enfermadas respecto a la propia lógica económica de desarrollo capitalista.

¿Qué es la territorialidad de la enfermedad?

La territorialidad de la enfermedad nos permite conocer y, aún más, comprender por qué la gente se enferma de lo que se enferma y por qué muere de lo que muere. Aunque las respuestas a estas preguntas pudiesen parecer obvias, en realidad, el reconocimiento de las causas y condiciones de posibilidad para las actuales tasas de morbilidad y mortalidad es una de tantas tareas pendientes para la ciencia médica convencional, pues la epidemiología de la población es reducida por ésta, las más de las veces, a un tema genético. Al respecto, la epidemiología crítica (Breilh, 2010) y el desarrollo de una ciencia crítica respecto a los modelos industriales (Carrasco, 2011) terminan por representar piezas fundamentales para reconocer que la destrucción del ambiente en su totalidad —incluyendo la crisis climática y crisis toxicológica— es un determinante directo de la salud/enfermedad de la población.

La categoría de territorialidad de la enfermedad implica referirse al territorio en conexión con las relaciones sociales de producción que, en términos económicos y políticos, terminan por generar una superposición entre los procesos y actividades urbanas e industriales y la producción de cierto tipo enfermedades ligadas a agentes contaminantes (Barreda, 2022). Dicho esto, se debe explicitar que a la hora de hablar de territorio no se considera sólo como el espacio geográfico en su dimensión material (biomasa, minerales, agua, biodiversidad); sino que implica, también, reconocer las dimensiones políticas de apropiación (privada o colectiva) que las personas hacen de dicho medio natural (Barreda, 2024).

Si se busca observar la producción y distribución territorial de las enfermedades al interior de un espacio geográfico concreto, se tiene que dar cuenta de aquellos factores económicos y políticos que inciden directamente en el hecho de que la gente se esté muriendo de cáncer, diabetes, obesidad, insuficiencia renal crónica y otras enfermedades crónico-degenerativas. Pues, precisamente, se observa que existe un factor común entre poblaciones heterogéneas que coinciden en el tipo de patologías con las que son enfermadas y asesinadas, a saber: el desarrollo de dinámicas económicas y procesos políticos que producen y posibilitan, respectivamente, la destrucción del ambiente y la concomitante producción masiva e intensiva de un sinnúmero de patologías de origen no contagioso.

La territorialidad de la enfermedad contempla a las personas que habitan en espacios geográficos de forma urbana o rural, cuya salud ha sido destruida directamente por diversos procesos de devastación ecológica, principalmente aquellos ligados con casos de contaminación ambiental. En este sentido, cuando se reconoce la producción de afectados ambientales (Barreda, 2022), se hace posible dar cuenta de la producción neoliberal de cuerpos y mentes enfermadas a partir de ser sometidas y sumergidas en un sinuoso, complejo y complicado entramado de riesgos, desamparos, injusticias y conflictos socioambientales.

La cotidianidad al interior de estos espacios del capital, sobre todo en el contexto histórico del neoliberalismo, está marcada por la producción masiva de enfermedades crónico-degenerativas cuya incidencia corresponde con la construcción del espacio urbano, el desarrollo de actividades industriales (agroindustria y extractivismo incluidos), así como el trastrocamiento de la dieta por todo un arsenal de ultraprocesados (Gouttefanjat, 2023) y alimentos cuya especificidad es nociva para la salud humana (Hernández, 2023). Es decir, la destrucción sistemática de la salud de las comunidades es resultado del despliegue de una inédita y multidimensional destrucción del ambiente, en articulación con un sistema agroalimentario de corte capitalista.

¿Cómo se produce la territorialidad de la enfermedad?

Existen diversas condiciones que vuelven posible la generación de enfermos ambientales y que, por lo tanto, son centrales para entender la lógica espacial de la territorialidad de la enfermedad. En primer lugar, en términos económicos, se ha considerar la importación y desarrollo endógeno de dinámicas de genocidio epidemiológico que se produjo en países empobrecidos durante el neoliberalismo, como México (Barreda, 2022). El libre comercio propició la importación de diversas dinámicas productivas y comerciales que se caracterizan a su vez por ser arbitrarias, por basarse en escenarios de corrupción, irresponsabilidad, cinismo, e, incluso, por definir la pauta sádica en cuanto a la degradación de la cuestión ambiental y sanitaria.

En segundo lugar, a nivel jurídico-institucional, la territorialidad de la enfermedad se basa en un desvío de poder del Estado mexicano (Hernández y Barreda, 2012) para la desregulación en materia de la legislación que, presuntamente, servía para la protección ecológica de los territorios. Mediante este mecanismo político, las administraciones de gobierno de corte neoliberal actuaron con una gran irresponsabilidad, dolo y cinismo en lo que respecta a la creación de un marco normativo ad hoc a los intereses y caprichos de diversos grupos de capital que fueron favorecidos directamente por heterogéneos mecanismos de desregulación ambiental.

La transfiguración enajenada de la gobernabilidad estatal de corte neoliberal propició diversos actos de ingeniería jurídica que permitieron la creación de paraísos legales para que diversas multinacionales (principalmente norteamericanas y europeas) pudiesen explotar grandes cantidades de recursos naturales y generar una incuantificable contaminación del ambiente, sin tener que pagar un costo por la generación de pasivos ambientales. Incluso, estas empresas podían contaminar cínicamente el ambiente sin tener que violar la ley, pues esta última ya había sido previamente modificada a favor de sus intereses y caprichos. Lo que llevó en muchas ocasiones a que el ecocidio generado por estas industrias fuese premiado con distinciones como la de ser nombradas empresas sustentables, pues, de hecho, éstas operaban dentro de lo establecido por los marcos normativos de “protección” del ambiente.

En tercer lugar, la territorialidad de la enfermedad se explica a partir de la lógica de subordinación de la ciencia y la técnica a la lógica y estructura legaliforme del gobierno despótico de la producción impulsado por la dictadura del gran capital. En el marco de la forma neoliberal del capitalismo mexicano, el sometimiento capitalista de la ciencia y la técnica se exacerbó hasta el punto en el que el desarrollo de investigaciones científicas tanto a nivel epistemológico, ontológico, teórico, conceptual, metodológico e instrumental no sólo quedó preso de formas y prácticas mercantiles, sino que derivó en la generación de una tecnociencia socioambientalmente destructiva.

La tecnociencia capitalista de corte nocivo (Veraza, 2023b) propició la devastación ambiental al requerir altas tasas de biomasa, materiales, energía y recursos hídricos, y generar colosales cantidades de residuos y sustancias contaminantes. Esta destrucción de los territorios por parte de la aplicación de los desarrollos científicos y tecnológicos del capital se vio acompañada por un concomitante proceso de degradación constante de la salud de las personas.

La destrucción del sistema inmunológico de las personas y la producción masiva de cuerpos y mentes enfermos es resultado del uso productivo del sistema automático de máquinas que contamina el ambiente o genera mercancías cuyo consumo degrada la salud física, emocional, sexual y psicológica de la población. Pero, además, la subordinación de la tecnociencia al capital en el marco del neoliberalismo, terminó por ser una condición de la territorialidad de la enfermedad, en tanto que sirvió de sustento para el ulterior desarrollo y hegemonía del complejo médico industrial farmacéutico (Basile, 2022) que, aunque busca atender la grave crisis de la salud en la que se encuentra la población, produce un sinnúmero de efectos iatrogénicos en tanto que promueve el consumo discrecional de analgésicos, ansiolíticos, antidepresivos, antibióticos, retrovirales, vacunas, hormonas, y un largo etcétera de fármacos derivados de la industria petroquímica, cuyo uso termina por complicar aún más el panorama epidemiológico de la población.

¿Por qué existe una territorialidad de la enfermedad?

El hecho de que el modo de producción capitalista, sobre todo en su faceta neoliberal, haya exacerbado la producción de enfermos ambientales, se explica a partir de reconocer que la territorialidad de la enfermedad cumple un doble propósito en lo que respecta a consolidar y complicar la hegemonía del gobierno despótico de la producción por sobre una naturaleza cada vez más mercantilizada y una humanidad proletarizada casi en su totalidad.

El desarrollo de procesos urbanos e industriales y su superposición geográfica con la producción masiva de enfermedades crónico-degenerativas en aquellas comunidades ambientalmente devastadas, implica un instrumento neoliberal de dominación, cercamiento y apropiación privada de los bienes comunes. En este sentido, la territorialidad de la enfermedad permite reconocer una forma complicada del afianzamiento, reproducción y desarrollo de los espacios del capital por sobre la apropiación privada, mercantil y gran industrial de la naturaleza.

La estructura del desarrollo del capitalismo se sustenta en la subordinación total y totalitaria de las relaciones sociales de producción y reproducción de la humanidad, así como de las esferas y niveles de dominio económico, político y procreativo que éste imprime sobre el proletariado mundial, ya sea para explotarle directamente plusvalor al interior de los procesos productivos, o someterle de manera tangencial a los diversos espacios y mecanismos de consumo mercantil capitalista. En este sentido, cuando se habla de territorialidad de la enfermedad se puede observar cómo ésta contribuye a constreñir aún más las áreas de dominio social por parte de la burguesía. El control sobre los territorios, así como su destrucción en términos ambientales, constituye una degradación directa de las condiciones naturales para la reproducción de los cuerpos, mentes, emocionalidades y sexualidades de las personas que allí habitan.

La relación entre el cuerpo y el territorio es nodal para entender la funcionalidad económica y política que tiene la territorialidad de la enfermedad como un instrumento de control que la burguesía despliega cínicamente por sobre el resto de la sociedad. Cuando se habla del cuerpo de las personas, en su materialidad física o a nivel psico-emocional, se parte de considerarle como el resultado de un proceso histórico en tanto producto social colectivo comunitario. De allí que el cuerpo junto con el territorio sea visto como un espacio de gestión no privada sino como un espacio de gestión social colectiva y comunitaria que se produce geográficamente en un contexto territorial determinado.

La perspectiva de observar la relación entre cuerpo y territorio, en el marco de la territorialidad de la enfermedad, permite pensar y dar cuenta de cómo el capital, en su forma general concreta, subsume la geografía del planeta para trastocar y dominar los cuerpos, la psique, la sexualidad y emociones por medio del despojo, privatización, sobreexplotación y contaminación de los bienes comunes. La devastación de los territorios como condición material para la degradación de la salud de la población es un mecanismo de subordinación general de la humanidad al mercado mundial estructurado por un autómata planetario (Barreda, 2006), así como, de forma particular, respecto al complejo médico industrial farmacéutico (Basile, 2022).

Dicho lo anterior, se comprende que la finalidad que persigue el modo de producción capitalista a la hora de desplegar una rampante cantidad de mecanismos económicos, políticos, ideológicos y culturales que produjeron o complicaron la devastación del ambiente, es crear una instrumentalidad totalitaria productora de una cruel destrucción de la salud de las personas, y con ello lograr consolidarse, de manera impune y dolosa, como un gestell totalitario (Veraza, 2023a).

Consideraciones finales o aperturas a nuevos caminos

La categoría analítica de territorialidad de la enfermedad es propuesta para estudiar el sacrificio socioecológico y el surgimiento de zonas de emergencia sanitaria y ambiental que se han configurado en países empobrecidos, como México, sobre todo durante las últimas cuatro décadas en las que dominó el neoliberalismo como una política de acumulación de capital tanto a nivel nacional como mundial.

Durante la larga noche neoliberal, en el territorio mexicano se desplegaron mecanismos económicos impulsados por el libre comercio y de corte político derivados del desvío de poder del Estado que se consolidaron en colosales megaciudades y en un sistema de parques industriales y de cadenas de proveedurías conformadas por pequeñas y medianas empresas que, en conjunto, crearon una hiperurbanización industrial de los territorios, caracterizada por la insostenibilidad. Este proceso fue impulsado por un descarado contubernio entre los tomadores de decisiones a nivel gubernamental y los representantes de la burguesía transnacional, lo que trajo consigo una grave e inédita devastación ambiental, así como la destrucción de la salud física, emocional, psicológica y sexual de la población mexicana en términos de totalidad.

Lo anterior contribuyó al redondeamiento de la esfera económica y política de control que la dictadura del capital, por medio del gobierno despótico de la producción a una medida geopolítica global, despliega con base en unas fuerzas productivas de corte capitalista, caracterizadas por una nocividad tecnocientífica e instrumental. Lo que directamente ha producido la destrucción biofísica, climática e hídrica de los territorios, a la par de que se genera una epidemiología específicamente capitalista.

Con todo lo expuesto a lo largo de este artículo, se debe reconocer que el vínculo estructurante entre el ambiente y la salud toma una forma histórica particular en el marco del capitalismo contemporáneo. Los procesos, dinámicas, tendencias, contradicciones y caprichos que hoy día caracterizan la lógica y estructura legaliforme del boyante desarrollo capitalista en el marco de la crisis del neoliberalismo y el agotamiento histórico de la hegemonía de Estados Unidos, muestran las claves económicas, políticas y geográficas para dar cuenta de las dinámicas espaciales y epidemiológicas de cierto tipo de enfermedades crónico-degenerativas cuya patogénesis está ligada a factores contaminantes.

La construcción semántica del concepto de territorialidad de la enfermedad permite resaltar por qué, cómo y para qué se ha configurado una creciente fractura metabólica entre sociedad y naturaleza. Esta forma degradada de relación entre lo social y lo ambiental ha tenido como uno de sus muchos niveles de expresión socioambiental la producción sistemática de territorios devastados y cuerpos enfermados a nivel físico, sexual y psicoemocional.

En tanto que el objetivo del gran capital es recrudecer los mecanismos de explotación y enajenación de los dominados modernos, la territorialidad de la enfermedad responde a una forma sistemática, cínica y sádica de producir miseria ambiental y sanitaria para la mayor parte de la población. Al mismo tiempo que se fortalece el dominio civilizatorio de la clase burguesa.

Por todo lo anterior, vale la pena concluir el presente artículo con un posicionamiento político al respecto. No es posible tener a comunidades sanas en territorios ambientalmente devastados; los cuerpos y las mentes de las personas se relacionan metabólicamente con el territorio que habitan. De ahí que la territorialidad de la enfermedad como una categoría crítica del desarrollo capitalista tiene que ser entendida como una continuación, expresión y complicación misma de la contradicción entre el valor y el valor de uso que estructura a la sociedad capitalista en su conjunto.

Hablar de territorialidad de la enfermedad es destacar del enfrentamiento entre la burguesía y el proletariado. Es una forma de manifestación de la lucha de clases que ocurre sistemática y enconadamente en la cotidianidad de la sociedad capitalista contemporánea. A diferencia de las luchas obreras y campesinas en contra de la dictadura del gran capital que acontecen dentro de los espacios productivos, la lucha y resistencia de las comunidades enfermadas y de los enfermos ambientales no se encuentra inscrita solamente al interior de la jornada de trabajo. Sino que, también, desborda la fábrica y los espacios del capital industrial, tomando por asalto la totalidad de la reproducción procreativa y la reproducción socioambiental de la población.

Pero la producción masiva de enfermos ambientales como parte de esta territorialidad de la enfermedad no sólo expresa la lucha de clases. Es decir, no es un problema solamente de subsunción formal del proceso de trabajo por el capital descrito por Karl Marx, sino lo es también del sometimiento del contenido material del proceso de consumo por el capital que define Jorge Veraza —en congruencia teórica y continuidad política con el revolucionario de Tréveris— como la forma actual de sometimiento productivo y procreativo del capital. Y cuyos resultados inmediatos están en la hegemonía de cierta tecnología capitalista nociva que promueve la producción masiva de escenarios de devastación ecológica de los territorios, y también de escenarios de masacres epidemiológicas de la población en su conjunto.

Como parte de una estrategia terapéutica para afrontar y, quizá, avanzar hacia la construcción de estrategias colectivas y comunitarias de superación de la territorialidad de la enfermedad, se debe considerar que la lucha por el ambiente y la salud no es un lujo de las economías más desarrolladas. Tampoco es una tarea que toque cumplir solamente a los médicos y demás profesionales de la salud. Más bien, es una urgente necesidad de toda la población que vive en países empobrecidos, es la misión histórica de las comunidades explotadas, de los pueblos enfermados por la aplicación de una política pública de destrucción ambiental y sanitaria.

De ahí que, hoy más que nunca, sea necesario impulsar una lucha en defensa de la soberanía económica, política, tecnológica, cultural y ambiental de los territorios. Se requiere construir, defender y desarrollar espacios políticos que apunten hacia la defensa de la nación, se requiere luchar por la defensa del territorio, la naturaleza, la salud, y, sobre todo, por la libre y autónoma determinación de los pueblos. En síntesis, se requiere avanzar hacia la construcción comunitaria de un sujeto histórico colectivo cuya agenda política apunte hacia la recuperación del valor de uso como eje central de la propia estructura de la reproducción socioambiental de la humanidad.

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  1. Este trabajo fue realizado como parte de las actividades de postdoctorado en la Unidad Académica en Estudios del Desarrollo de la Universidad Autónoma de Zacatecas, en el marco del proyecto “Más allá del Proyecto Integral Morelos: el perfil epidemiológico de la conflictividad socioambiental como condición para tener una mirada integral de la emergencia ambiental y sanitaria en el estado de Morelos, México”, financiado por el Consejo Nacional de Humanidades, Ciencia y Tecnología de México (CONAHCYT), en el Programa de Estancias Posdoctorales por México 2023(3).

  2. Correo: josmaluna@izt.uam.mx. ORCID: https://orcid.org/0000-0002-6850-3443