La suerte de un directorio comercial de 1899 entre historiadores y cartógrafos del siglo XXI

María Dolores Lorenzo
Instituto de Investigaciones Históricas-UNAM
dlorenzo@unam.mx


La guía general descriptiva de la República Mexicana compilada por el español Jerónimo Figueroa Doménech y editada por su coterráneo Ramón Araluce apareció en 1899. La fecha es importante porque el ímpetu descriptivo de sus páginas, llenas de referencias sobre el comercio y la industria, los grandes empresarios y los novedosos servicios urbanos, refleja muy bien el ánimo de quienes percibían la boyante expansión de las ciudades en México a finales del siglo XIX. Figueroa Doménech y Araluce expusieron que la publicación de la guía tenía el propósito de promover la expansión de capitales entre Europa y México. Con este afán, difundieron las novedades que proveían los servicios urbanos y publicaron elogiosas reseñas de los hombres ilustres de las artes, las letras y las profesiones liberales en el México.

Toda la obra es una compleja composición de descripciones, datos y referencias, cuantitativas y cualitativas, sobre la estructura social y económica de México. En los dos tomos encontramos reseñas geográficas del territorio y recuentos históricos, desde los primeros pobladores hasta el Porfiriato; además, los editores recopilaron minuciosas descripciones de los órganos de gobierno de la república mexicana (1899) y una serie de estadísticas sobre la agricultura, la ganadería y la minería. Destaca, también, la prolija publicación de anuncios y las diversas formas de propaganda que idearon los editores para visibilizar los múltiples negocios establecidos en México en el año de 1899.

El primer tomo, dedicado al Distrito Federal, contiene tres directorios: el “Directorio de Oficinas Públicas” que es un amplio listado con los nombres de los funcionarios de los gobiernos federales y locales; otra larga relación de nombres y direcciones nos refieren al “Directorio general domiciliario de México”; y el tercero, el “Directorio Profesional, Industrial y de Comercio” es la sección de La guía general descriptiva que ubica, a partir de direcciones físicas, las industrias, los comercios y, en general, los servicios urbanos. El segundo tomo, de manera sintética, registra aspectos relativos al gobierno, la geografía, la sociedad y el comercio en los estados y territorios de la república mexicana. En la segunda parte, también, se publican directorios “oficiales” de las actividades productivas en las principales ciudades comerciales de los estados.

La guía está salpicada de datos que ubican con precisión puntos de venta de comercios y servicios, así como de lugares de producción de todo tipo de enseres. Aunque no se publicaron planos de la ciudad, al examinar la guía de Figueroa Doménech, el lector puede darse una idea de la concentración de ciertos giros comerciales, por ejemplo, el de los financieros dedicados a las actividades bancarias que se desplegaban en la calle de Plateros de la Ciudad de México. También, para el lector que revisa los negocios ubicados bajo el giro de “comercio al por mayor”, es posible intuir que los abarroteros eran un grupo destacado y que se ubicaban en los alrededores del céntrico mercado de La Merced.

La vastedad del mundo de direcciones que abren los dos tomos de Figueroa le permite a un lector con imaginación cartográfica e histórica reconstruir algunas partes de la ciudad, lo cual puede ser curioso, pero hasta donde cabe en el terreno de la investigación individual, los datos que podemos extraer haciendo una lectura detenida o incluso una transcripción manual de las referencias de los directorios limitan el análisis de esta obra con los miles y miles de negocios que se presentan puntualmente en más de 1500 páginas. Es imposible para un investigador que trabaja sólo y quiere conocer aspectos específicos de la estructura productiva en la Ciudad de México sistematizar toda la información, lo restringen las horas y los días que debe destinar para recopilar los datos que luego tiene que verter en bases y sistemas que le permitan visualizar, por ejemplo, patrones o tendencias de la espacialidad del comercio en la ciudad a finales del siglo XIX. De modo que la pauta para trazar nuestra primera ruta hacia un trabajo colaborativo nos la dieron la evidencia de los límites de la consulta manual de la guía de Figueroa y las posibilidades que podría aportar la sistematización de la información en una base de datos que se convirtiera en fuente para el estudio de la estructura social y económica de la Ciudad de México en 1899.

Los historiadores sabemos que debemos añadir datos del pasado para analizar una sociedad pretérita; es decir, necesitamos mostrar como vieron y registraron su tiempo los participantes de las sociedades que nos antecedieron. Pero hacernos de fuentes, a veces, no es tan fácil y cada vez más, la investigación exige la integración de nuevas herramientas metodológicas. Por eso, una parte de la producción historiográfica consiste en compilar documentos, hacerlos accesibles y destacar la importancia de su contenido para el estudio del devenir social, económico o político de una ciudad o de una nación. Y, en mi opinión, no sólo se trata de la transcripción de documentos o fuentes digitalizadas, sino de la sistematización de datos con tecnologías que posibiliten el análisis de otras formas de representación histórica, con algún valor agregado como pueden ser el uso de los Sistemas de Información Geográfica.

Por eso, cuando reconocimos la posible utilidad de la fuente documental que había en el “Directorio Profesional, Industrial y de Comercio” de Figueroa, comenzamos a elaborar una hoja de Excel. En 2015, con un equipo de cuatro becarios, Tania Chávez, jefa de la Unidad de Tecnologías de Información y Comunicaciones de El Colegio Mexiquense, y quien escribe, iniciamos la construcción de una primera base que recopiló todos los negocios registrados por Figueroa. El proyecto recibió el financiamiento extraordinario de un apoyo a la investigación que nos otorgó El Colegio Mexiquense y el resultado de la primera sistematización fue una hoja de datos que contenía la razón social, el giro comercial y la dirección de los negocios en el Distrito Federal.

El proyecto permaneció sin avances desde 2015 hasta 2017 cuando conseguimos un nuevo apoyo, en esta ocasión, de la Dirección General de Asuntos del Personal Académico (DGAPA) en la UNAM, con el cual reactivamos este trabajo con miras hacia la representación cartográfica de la información que habíamos sistematizado. En esta nueva fase, Leonor Ludlow, investigadora del Instituto de Investigaciones Históricas y especialista en historia económica se incorporó en la co-dirección junto con un equipo de jóvenes historiadores, becarios, prestadores de servicio social y voluntarios que trabajaron con una disciplinada pertinacia para que la representación espacial de los registros del Directorio de Figueroa no quedara desprovista de rigor metodológico.[1]

Del levantamiento de la primera base de datos obtuvimos 5 417 registros de negocios organizados en 250 giros o ramos de la industria, los servicios y el comercio. Todos los nombres y las razones sociales fueron transcritas textualmente de las denominaciones que empleó Jerónimo Figueroa Doménech para ubicarlos con una dirección física, lo cual nos permitiría eventualmente recuperar la escala micro histórica. Sin embargo, antes de iniciar la localización de los negocios en los planos, decidimos cotejar la información vertida en la base y dos colaboradores del proyecto revisamos cada registro para verificar los nombres de los comerciantes y de sus negocios. Señalamos los registros repetidos en la base y uniformamos los nombres de las calles que en algunos casos Figueroa registró de manera indistinta.

Poco a poco fuimos entendiendo el lenguaje del directorio. En esta revisión supimos que el directorio no registró la existencia de sucursales, sino que las denominaciones fueron duplicadas con el mismo nombre, pero con direcciones diferentes, se referían a dos puntos de venta con la misma razón social. Otro aspecto en el que pudimos avanzar fue darle uniformidad a los nombres de las calles, por ejemplo, la del coliseo viejo, c. viejo o coliseo v. que aparecía de forma indistinta en diversos registros. Para cotejar la información, utilizamos obras de consulta general que nos ayudaran a reconocer los nombres de calles antiguas, los mapas de la época y revisamos la prensa para verificar las razones sociales o los nombres de los comercios. [2]

El paso a seguir fue la georreferencia de los datos en un plano histórico de la ciudad de México.[3] Elegimos para ello el mapa publicado por Debray en (1886) y en este ubicamos 5 185 registros. Para ello, por cada registro dos miembros del equipo de trabajo identificaron las coordenadas y el punto correspondiente al negocio a nivel manzana en el plano físico. Esta información se convirtió en una nueva clave de nuestra base de datos. La ubicación en el plano físico, así como los datos que conforman la clave (cuadrante, manzana y número) también fueron objeto de una doble verificación, y cuando hubo discrepancia en la ubicación de un punto, consultamos otros directorios, revisamos el dato en la misma guía o recurrimos a los anuncios publicados para comprobar la dirección. De tal manera, en la medida de lo posible, cada punto que se señaló en el mapa contó con una doble verificación antes de que fuera georeferenciado en el plano.

La crítica y la autentificación de la dirección histórica se convirtieron en los elementos añadidos que le darían peculiaridad a las representaciones cartográficas formadas a partir del directorio. Así, conseguimos terminar una nueva base de datos que incorporó, además del nombre, el giro y la dirección, la clave con la cual se ubicó cada registro en el mapa.

En este punto de la investigación fue crucial el trabajo colaborativo e interdisciplinario, ya que era necesario saber adecuar la información de una base de datos y hacerla compatible con una representación histórica. La parte técnica de la georreferenciación y la digitalización de polígonos (manzanas y cuarteles) la elaboró el equipo de trabajo de Tania Chávez en El Colegio Mexiquense. El grupo de historiadores que sistematizó la información recibió cursos de capacitación en los Sistemas de Información Geográfica y comenzaron a trabajar con programas como QGIS o ArcGis, pero habría sido imposible convertir nuestras bases de datos en mapas digitales si no hubiéramos contado con el trabajo especializado de los ingenieros en sistemas en este campo de la geografía que, además de programar y gestionar la información hasta convertirla en mapas, tuvieron el interés de integrar los datos históricos, que no siempre empatan con los registros de plataformas como Google Maps, entre otros (véase mapa 1).[4] Es decir, para cultivar fuentes históricas, sin duda, el análisis espacial ha mostrado las posibilidades que ofrecen los SIG, sin embargo, para concretar representaciones cartográficas con información histórica hace falta compaginar metodologías.

Ocurrió entonces que con la información vertida en las bases de datos y en los mapas tuvimos que plantearnos la tarea de reclasificar los 250 giros comerciales, dados por el directorio comercial de Figueroa, pues por su extensión, el agrupamiento en giros no facilitaba el estudio de la dimensión del espacio de los negocios. Para nuestras primeras representaciones cartográficas, seguimos los criterios empleados en la clasificación del Sistema de Clasificación Industrial de América del Norte (SCIAN). Con base en las definiciones del SCIAN, homologamos los registros comerciales asentados en el directorio con los criterios clasificatorios actuales sobre actividades económicas y agrupamos los 250 giros en 17 ramos. El SCIAN, desarrollado e implementado por Canadá, Estados Unidos y México a finales del siglo XX para buscar bases comunes de comparación de los tres países en materia comercial, fue la primera referencia de reclasificación de los 250 giros comerciales y los más de 5 000 registros que debíamos representar de manera coherente en un mapa.[5]

Esta clasificación nos colocó ante algunas disyuntivas que supuso la homologación del registro de actividades pretéritas a criterios actuales. Una de las dificultades más visible fue que el SCIAN maneja 20 sectores, pero sólo reconocimos negocios en 17 sectores productivos y comerciales; así, tuvimos que suprimir, por ejemplo, el sector denominado “Servicios de apoyo a los negocios y manejo de residuos, y servicios de remediación”, que no tienen referentes para finales del siglo XIX. Con base en estos dilemas, emprendimos una segunda reclasificación. En esta retomamos algunos aspectos orientativos del SCIAN, pero buscamos cierta flexibilidad para reclasificar los giros y actividades comerciales que, por ejemplo, habían caído en desuso a lo largo del siglo XX y, también suprimimos aquellas referencias de los servicios que señalaba el SCIAN y que eran inexistentes a principios del siglo XIX.

Decidimos darle la denominación de ramo a la organización del nivel más agregado que se registra en las tablas y cuadros para que, bajo esta denominación, el lector encontrara los giros del comercio, la industria y los servicios establecidos tal como los agrupó Figueroa y, además, pudiera encontrar a los sujetos, como unidad económica, a partir del nombre o la razón social, registrados con su ubicación en el directorio de finales del siglo XIX. (véase la tabla 1. Ejemplo del Ramo: Comercialización e instalación de energía eléctrica y gas)

A manera de compartir algunas rutas para identificar y clasificar negocios, debo decir que, en general, el seguimiento y clasificación de algunas actividades productivas resultó sencillo, pero hubo casos en que tuvimos que recurrir, por ejemplo, al Código de Comercio de 1889 para reconocer el tipo de actividad que hacían los “corredores” y establecer las diferencias con los “comisionistas”. Cabe señalar, que los datos que brinda el directorio son limitados para conocer el tipo de actividad que realiza un negocio, la forma de organización, las operaciones que ejecuta o incluso, a diferencia de los registros del ámbito fiscal, tampoco podemos cuantificar lo que producen. Sin embargo, la descripción de algunos anuncios publicados en la guía de Figueroa, contribuyeron a identificar y agrupar las actividades de venta o producción del mismo tipo de enseres, o bien, agrupar el uso de tecnologías semejantes en su actividad (véase anuncio de Joseph Ketchum). Por la utilidad que tuvieron las fotografías para nuestro estudio, quisimos compartirlas como parte del proyecto.

Para terminar, los que participamos en esta investigación coincidimos en que el libre acceso a los resultados de este trabajo eran un medio para impulsar el conocimiento abierto, en este caso, sobre la cartografía histórica de los negocios en la Ciudad de México en 1899. Nuestra labor, colaborativa e interdisciplinaria, también ha sido compleja y costosa, por eso los involucrados en este proyecto buscamos poner a disposición de otros investigadores nuevos “bancos de información” a partir de lo que se puede construir con los sistemas de georreferenciación.

Hoy, nuestro trabajo está disponible en dos formatos de consulta abierta: un libro electrónico Los negocios y su dimensión espacial. La ciudad de México en el directorio comercial de Jerónimo Figueroa Doménech, 1899,[6] y un micrositio que tiene el mismo nombre y cuyo contenido permite visualizar, explorar y descargar todos los datos registrados en el “Directorio Profesional, Industrial y de Comercio” de La guía general descriptiva… publicada por Figueroa y Araluce en 1899. Con estas publicaciones esperamos seguir sumando voluntades y contar, con la suerte, de que otros documentos de este tipo, histórica y cartográfica, se publiquen en formato abierto y queden abiertos para la investigación.

Tabla. Registros de negocios por cuartel

Cuartel

I II III IV V VI VII VIII Total
Número de registros 326 859 970 1 893 373 497 195 72 5 185

Mapa. 1 Distribución general de los negocios en la ciudad de México, 1899

Fuente: Elaboración con base en Debray Sucs., (1886) y J. Figueroa Doménech, Guía general, t. 1,
citado en Lorenzo, Chávez y Ludlow, 2021.


Tabla 1 . Comercialización e instalación de energía eléctrica y gas

Ramo Giro Nombre Dirección Clave Cuartel Manzana
Energía eléctrica Agencias para instalaciones eléctricas Compañía instaladora de llamadores eléctricos (S.A.) 12a Violeta, 17 V-18-2 V 18
Energía eléctrica Agencias para instalaciones eléctricas Arzanegui Félix 1er Callejón de López, 19 y 20 II-56-2 II 56
Energía eléctrica Agencias para instalaciones eléctricas Schöndube Enrique 3er Orden de San Agustín, 5 IV-31-2 IV 31
Energía eléctrica Agencias para instalaciones eléctricas Ascorve y Gayosso Mariscala, 3 V-5-9 V 5
Energía eléctrica Agencias para instalaciones eléctricas González Medina J. Profesa, 2 IV-16-71 IV 16
Energía eléctrica Agencias para instalaciones eléctricas Ketchum y Ca. Joseph San Juan de Letrán, 4 IV-13-96 IV 13
Energía eléctrica Agencias para instalaciones eléctricas Rivero Luis Tacuba, 4 III-4-22 III 4
Energía eléctrica Empresas de Alumbrado Siemens y Halske 10a De Nonoalco Despacho técnico: 5 de mayo, 3 IV-9-40 IV 9
Energía eléctrica Empresas de Alumbrado Siemens y Halske 10a De Nonoalco Despacho técnico: 5 de mayo, 3 VII-64-1 VII 64
Energía eléctrica Empresas de Alumbrado Compañía de gas y luz eléctrica Escobillería, 2 Despacho: 1a San Francisco, 7 II-8-2 II 8
Energía eléctrica Empresas de Alumbrado Compañía de gas y luz eléctrica Escobillería, 2 Despacho: 1a San Francisco, 7 IV-2-34 IV 2
Energía eléctrica Empresas de Alumbrado Compañía Nacional de luz eléctrica Plazuela San Lázaro, 2 Despacho: Montealegre, 3 II-16-7 II 16
Gas Gas acetileno Doumec y Compañía E. Alfaro, 6 IV-37-16 IV 37

Fuente: Elaboración propia con base en J. Figueroa Doménech, Guía general, t. 1
(citado en Lorenzo, Chávez, Ludlow, op. cit.).


Fuente: Figueroa 1899: 1: 700, citado en Lorenzo, Chávez y Ludlow, 2021.


Bibliografía