La Sirena que se llevó el agua.
Agua, pluralidades legales y despojo ontológico en San Luis Tlaxialtemalco, Xochimilco

Fernando Vargas Olvera[1]
CIESAS Ciudad de México

Fotografía tomada del perfil de Facebook del cronista José Genovevo Pérez Espinosa, 2019

El objetivo de este artículo es reflexionar sobre la producción de normas territoriales propias, para la protección del agua de San Luis Tlaxialtemalco, Xochimilco. Dicha producción me lleva a considerar el siguiente trasfondo mítico e histórico: las historias de Los Encantos y La Sirena que se llevó el agua constituyen leyendas relativas a seres no humanos residentes en los ojos de agua y los territorios chinamperos del pueblo. Los habitantes de San Luis relatan que no transitaban por caminos a ciertas horas, por temor a encontrarse con la Sirena. Requerían efectuar ceremonias y ofrendas a los Encantos para construir casas e infraestructura. Los manantiales y las chinampas formaban un territorio hídrico, cuyas normas lo separaban de la urbanización humana y establecían relaciones de respeto de parte del pueblo.

En la primera mitad del siglo XX, la organización comunitaria cambió drásticamente, debido a los diversos procesos de despojo del agua de sus manantiales y chinampas, por la construcción del acueducto y las casas de bombas, entre 1904 y 1912 (Aréchiga Córdoba, 2004). Este cambio impactó en la producción hortícola, la división del trabajo por edad y género, los tiempos productivos y festivos, y, por ende, en la organización de sus representaciones comunitarias, cívico-religiosas y políticas. Para este artículo, propongo que estos impactos también incidieron en los sistemas normativos del pueblo, manifestados en la pérdida de la producción normativa que tenían Los Encantos y La Sirena, entendidos como seres no humanos que habitaron las chinampas y ojos de agua.

Agua y pluralidades legales para comprender la producción normativa

Las relaciones entre el agua, los seres no humanos y el derecho indígena —o propio— surgieron a la luz de proyectos de movilización autonómica y construcción de gobiernos comunitarios en Xochimilco. Para 2022, realicé mi investigación etnográfica con el Concejo Autónomo de Gobierno de San Luis Tlaxialtemalco, uno de los pueblos chinamperos xochimilcas, junto con San Gregorio Atlapulco. En el transcurso de mi estancia etnográfica, pude darme cuenta de que el agua era una constante en las gestiones del Concejo Autónomo, en sus demandas frente a la alcaldía, y en la movilización sociolegal de San Luis Tlaxialtemalco.

Desde 2014, las movilizaciones del pueblo impulsadas por mujeres originarias que demandaron la distribución del agua resultaron en la formación del comité del agua. Bajo el gobierno del Concejo Autónomo, antes de la pandemia, las primeras mesas de trabajo y gestiones con el gobierno capitalino fueron relativas a la distribución de agua en el pueblo. El Concejo Autónomo se apropió y ha difundido una demanda histórica del pueblo, que el cronista Genovevo Pérez manifiesta de la siguiente manera:

la Ciudad de México tiene una deuda histórica con el pueblo de San Luis Tlaxialtemalco, al haber alimentado de agua —durante un siglo— a las colonias de la Roma y la Condesa, a costa de la pérdida de potencia y desecación de los Ojos de agua. (Comunicación personal, abril 2023)

El agua ha sido un eje fundamental para el ejercicio de la autonomía política y el autogobierno en San Luis Tlaxialtemalco. Dicho ejercicio supone la movilización de sus representaciones políticas, para que construyan mecanismos para el control territorial y, por ende, del agua que se extrae del pueblo y aquella que se distribuye en las chinampas. El agua, por tanto, la comprendo como una forma de ejercer jurisdicción de gobierno. El control del agua constituye una relación entre los sistemas normativos de San Luis Tlaxialtemalco, y el sistema de distribución de agua estatal. Rutgerd Boelens (2009: 24) afirma que los sistemas de riego andinos implican “combinaciones particulares de elementos de varias fuentes normativas y formas organizacionales (oficiales y no oficiales) que interactúan en el campo de cada sistema de riego específico.”

Las tareas de distribución del agua, y denuncia por fugas y saqueo constituyen los puntos nodales de articulación entre el Sistema de Aguas de la Ciudad de México (Sacmex) y la organización comunitaria de San Luis Tlaxialtemalco, pueblo. La distribución del agua controlada por Sacmex inicia en las casas de bombas, que aún extraen agua subterránea. Otra parte del agua tratada, y la que proviene de los pozos de Milpa Alta, llega a dos estaciones de rebombeo, llamadas cárcamos: uno cercano a las antiguas casas de bombas y un segundo, en el centro del pueblo. Ambos cárcamos reciben aguas provenientes de las plantas tratadoras de Cerro de la Estrella (Iztapalapa) y del mismo San Luis. El agua tratada arriba a los canales y apantles chinamperos, y sirve como agua de riego para la producción floral. El agua extraída del subsuelo pasa por un proceso de potabilización, y es redireccionada para el centro de la urbe, a través de los pozos de San Luis y San Gregorio.

Desde la organización comunitaria, San Luis tiene un comité del agua, encargado de coadyuvar en la distribución del agua del pueblo, trabajo efectuado mano a mano con el valvulista, quien es un funcionario de Sacmex que se encarga de abrir y cerrar las llaves de los cárcamos, puesto que el agua se distribuye por tandeos, cada tercer día. Esta comisión se originó en 2014, después de la fiesta patronal a San Luis Obispo y Luis Rey de Francia. En esta época, las mujeres del pueblo empezaron a movilizarse al no tener agua para preparar sus alimentos festivos (el pollo para servir con mole), para compartir durante la fiesta. A partir de 2014, el pueblo organizó un comité del agua —inicialmente compuesto por 35 personas— que tiene por objetivo trabajar coordinadamente con Sacmex y la alcaldía de Xochimilco, en la distribución del agua por tandeos, revisión y denuncia de fugas de agua y tomas ilegales, así como el resguardo de las llaves de entrada al cárcamo, centro de distribución de agua tratada hacia las chinampas y para el pueblo.

El abastecimiento de agua en el pueblo constituye el punto nodal para hablar de las pluralidades legales en el pueblo de San Luis. A través de la infraestructura de Sacmex, el comité del agua realiza sus gestiones que, en vinculación con el Concejo Autónomo, forman parte de las agendas de gobierno y de defensa del territorio del pueblo. El punto que quiero visibilizar es que la infraestructura hídrica ha modificado las relaciones entre San Luis Tlaxialtemalco y el agua, al ser transformada de un ser que coexiste con el pueblo, a un recurso extraíble para las colonias de la Ciudad.

Los Encantos y la Sirena: producción normativa sobre movilidad, urbanización y delimitación territorial.

En septiembre de 2022, el Concejo Autónomo había emitido la convocatoria a las asambleas para la renovación del concejo. La concejal de gobierno, Silvia Cabello, se propuso a visitar a diversas familias para invitarlas a las asambleas. Acompañé a la concejal Silvia a estas visitas, entre ellas a las señoritas Espinosa. Gloria (ya difunta) y Francisca Espinoza Martínez eran hermanas y pasaban de los 70 años. Silvia Cabello, comentó que nunca se casaron y por tanto había que nombrarlas señoritas. Nos relataron dos historias sobre el agua y el origen del pueblo: Los Encantos y La Sirena que se llevó el agua. Estas historias son referentes a los Ojos de agua que existían en San Luis Tlaxialtemalco, principalmente al manantial llamado Acuexcomac.

Comenzaron por relatarnos la historia de Los Encantos, que estos seres estaban presentes en las corrientes de los ojos de agua y sus afluentes subterráneos, o también que eran las mismas corrientes subterráneas, entendidas como seres. Los ojos de agua estaban relacionados con la fundación de San Luis ya que inicialmente el pueblo se llamó San Juan Acuexcomac, y estaba instalado cerca de los manantiales. Debido a continuas inundaciones —causadas por los mismos Encantos, de acuerdo con las historias— el pueblo se trasladó hacia donde se encuentra en la actualidad, bajo el nombre de San Luis Tlaxialtemalco.

Las señoritas Espinosa reiteraron que los Encantos eran lo que no es bueno. Nombrarlos de forma específica, o siquiera referirlos con ese nombre era peligroso, debido a que eran seres temperamentales que vivieron en los extintos ojos de agua del pueblo. Gloria Espinoza nos relató sobre la incidencia de los Encantos en el proceso de construcción de las casas de bombas, a un costado del ojo de agua llamado Acuexcomac. Estas casas resguardan las grandes tuberías de extracción de los manantiales de San Luis Tlaxialtemalco, que son parte del acueducto de 26 kilómetros que se conecta con las bombas de las colonias Molino del Rey y La Condesa. Estas casas son amplios recintos construidos con piedra, talladas en un estilo art déco; en cada esquina de sus paredes hay pilotes de piedra tallada. En la historia de los Encantos, estos pilotes están señalados como aquellos lugares donde se enterraron a constructores que fueron ofrendados a estos seres, para que las aguas se calmaran y permitieran entubarlas para su distribución a las colonias centrales de la Ciudad de México. Actualmente, las casas de bombas se encuentran custodiadas y mantenidas por el Centro de Educación Ambiental (CEA) Acuexcomatl, dependiente de la Comisión de Recursos Naturales y Desarrollo Rural (Corenadr).

Después del relato de Los Encantos, las señoritas Espinosa nos contaron sobre la Sirena. Aparecía cerca de los ojos de agua, zona cercana al límite entre San Luis y Tulyehualco. Parte de las historias alrededor de la Sirena contaban que los habitantes de San Luis que se abastecían de productos en el mercado de Tulyehualco tenían que caminar a ciertas horas para no encontrarse con ella. La Sirena imponía horarios para la movilidad de la población de San Luis, y específicamente marcaba límites territoriales entre San Luis y Tulyehualco, intersección donde también colinda Tláhuac.

Gloria Espinosa nos relató un testimonio que le había contado su abuelita, y fue en el momento en que los Ojos de agua se habían desecado en su mayoría, y las casas de bombas ya habían sido construidas (entre 1930 y 1950):

Se iban a lavar, todas las mujeres, señoritas, o casadas, estaban lavando. Y un día de tantos, nos platicaba mi abuelita, estaba un solazo, pero ¡qué se entiende! y estábamos lave y lave, y entonces estaba el terreno grandísimo, estaba ahí. Íbamos a tender nuestra ropa, para que ya al regreso estaba seca nuestra ropa. Y un día de tantos, dice: “Cuando vimos, como que empezó a soplar el viento, ¡apúrenle porque ya va a hacer viento!”. Como se iban a lavar, se iban todas. Y, este, se iban, cuando de momento, en medio del ojo de agua, empezó a revolotearse el agua. ¡Empezó a revolotearse el agua! Y el viento estaba fuerte. Dejaron su ropa y corrieron al terreno baldío. Corrieron, cuando alguien les avisó: “¡Para arriba!”, y vieron y arriba estaba una nube, una nube negra, arriba, en el cielo. Esa nube estaba jalando el agua, pero su sorpresa de ellas fue más grande, porque la cola de la sirena cayó de un lado de la nube y su cabellera del otro lado. ¡Es una sirena! ¡Ahí arriba de la nube!, y se estaba llevando el agua. Y decían: “¿Cómo?” Ya dice pues se llenó la nube, se llenó la sirena, nosotros no sabemos”. […] Y a poco a poco se fue calmando el viento, se fue, y el agua se fue. Se fue, todo estaba escampado. Pero se fue la nube, pero goteando, goteando, se fue, y unas gototas así grandotas que iba dejando, se fue. Donde fuimos a ver que se sentó esa nube, en el cerro del Tulmiac, el cerro de San Pablo Oztotepec (Milpa Alta). Ahí se sentó la nube. Nuestra agua está ahí en ese cerro. Pues en realidad sí, porque entonces yo lo vi. (Entrevista señoritas Espinosa, septiembre de 2022)

El acueducto como infraestructura hídrica y el despojo ontológico.

Para San Luis Tlaxialtemalco, el acueducto fue el inicio del desastre en el pueblo (Canabal Cristiani, 1997: 162), por la desecación de sus ojos de agua y las chinampas. La construcción del acueducto forma parte de una fase tardía de infraestructuras hidráulicas del Gran Canal de Desagüe, obras impulsadas en el gobierno de Porfirio Díaz. La expectativa del gobierno federal para Xochimilco, a finales del siglo XIX, era la siguiente: “fue percibido desde la Ciudad de México como una promesa de futuro, y no sólo por su vocación agrícola, sino, sobre todo, por su abundancia de agua.” (Aréchiga Córdoba, 2004: 97). El gobierno federal inició un conjunto de estudios sobre la calidad del agua, con miras a construir infraestructura de distribución para las colonias centrales. Patricia Romero Lankao denomina al acueducto como la obra hidráulica porfirista, compuesta por las siguientes etapas: “La construcción del desagüe inició en 1885 y terminó en 1900; la de saneamiento empezó en 1896 y concluyó en 1902, la de abastecimiento, inició en 1905 y acabó en 1913.” (Romero Lankao, 1999: 133).

La historia de la Sirena que se llevó el agua marca un momento coyuntural, que sucedió entre 1910 y 1950. Durante este periodo se desecaron los apantles chinamperos y los ojos de agua, debido a la excesiva extracción de agua causada por la explosión demográfica en la capital. Los procesos de desecación derivaron en la transformación de las actividades productivas chinamperas, en la modificación de la división del trabajo por género y edad y de los tiempos productivos y festivos, así como en la fragmentación de organización comunitaria y, por ende, de sus normas territoriales.

En su investigación sobre los pueblos ribereños del lago de Texcoco, Ariana Mendoza (2020) rastreó la historia de la Sirena que se fue, con una narrativa muy similar a la de Tlaxialtemalco y que data de alrededor de 1950, tiempo en que empezó la industrialización más intensiva en el norte de la Zona Metropolitana de la Ciudad de México (Mendoza Fragoso, 2020). De acuerdo con la autora, la historia de la Sirena constituye un relato subalterno, “una narrativa que impugna y explicita el desagüe de la cuenca, en la medida que lo presenta como un proceso de destrucción y pérdida latente, es decir como un desastre” (Mendoza Fragoso, 2020: 27). Otra afirmación suya que traigo a cuenta es que los relatos sobre la Sirena evocan un despojo ontológico, en tanto la desposesión deriva en sufrimiento, en cuestionamiento y en no repetición (Ídem). Al respecto quiero profundizar en la noción de despojo ontológico, desde la historia de la Sirena y sus relaciones con el agua y los sistemas normativos de San Luis Tlaxialtemalco.

Claudia Briones (2014) se refiere a los disensos como aproximaciones de construcción de conocimiento, para construir y hacer compromisos epistemológicos y ontológicos. Briones refiere al menos tres disensos como construcción de conocimiento: el semántico; el pragmático y el ontológico. El enfoque semántico y el pragmático los comprende en tanto formas de construcción del conocimiento, como representación y contextualización (Briones, 2014: 60). Estas dos formas resaltan en el conocimiento antropológico porque están modeladas por una hegemonía hermenéutica que “crea simetrías entre conocimientos cuando asignan unilateralmente primacía solo a una de las perspectivas” (Briones, 2014: 61). Briones refiere a la relatividad relacional como forma de acceder al disenso ontológico, al pensar más allá del enfoque hegemónico contextual o de representación, es decir, en la manera en que una práctica queda determinada a la acción de un sujeto que se construye discursivamente como el único ejecutante.

Una primera interpretación sobre la historia de la Sirena la establezco en tanto representación. Es decir que la Sirena es presentada como manifestación de las afectaciones causadas por el acueducto y el proceso de desecamiento de las chinampas y ojos de agua. La Sirena es síntoma de la fragmentación de las relaciones territoriales entre el pueblo y sus bienes hídricos. Sin embargo, considero que la representación también es la interpretación contemporánea de un pueblo que desvinculó su vida social de las relaciones establecidas con el agua, los manantiales y los sistemas chinamperos.

Entender a la Sirena solamente como representación me aleja de comprender las íntimas relaciones entre el pueblo de San Luis y el agua, principalmente en términos de sus normas que construyen territorio. Por lo tanto, relativizo la producción de normas de delimitación territorial, movilidad y consentimiento para la urbanización más allá de lo humano, y más bien las veo como relaciones entre las y los habitantes de San Luis y los seres no humanos del agua. Estos vínculos estaban modelados por el intercambio recíproco y respeto de las jurisdicciones para la convivencia armónica. Lieselotte Viaene (2021) describe relacionamientos parecidos entre los Maya Q’eqchi’ frente al proyecto de construcción de la presa hidroeléctrica Xalalá. Para los pueblos mayas de Guatemala, el agua forma parte de un complejo entramado de relaciones y vínculos no solamente con los humanos, sino con los animales, las plantas y las montañas. En su estudio, destaca que la construcción de la presa generó dolor y sufrimiento para las poblaciones mayas, ya que el agua forma parte de flujos que interconectan el entero del territorio. La presa provocaría

no solamente por el desplazamiento masivo […] sino por la destrucción de las tierras fértiles, los montes y cuevas sagradas, los campos sagrados de maíz; la muerte de la unidad con el río Chixoy y la contaminación de rancherías y los recursos hídricos de la población, provocando hambruna. (Viaene, 2021: 11)

El despojo ontológico lo entiendo como fragmentaciones territoriales manifiestas en la organización comunitaria de las poblaciones que se definen con relación a un paisaje o sistema agroecológico. Estos últimos entendidos como articulados a las tramas de vida comunitaria y sus dimensiones económicas, socioculturales, políticas, y normativas. La comunidad y los seres no humanos forman parte de un entramado relacional que compone el territorio; “un espacio donde se manifiestan e interactúan una serie de entidades sintientes como montañas, animales, lagunas, etc.; sujetos interlocutores de un sistema de comunicación mucho más amplio que el lenguaje” (Auqui Calle y Auqui Calle, 2023: 366).

El acueducto y las casas de bombas son infraestructuras que desencadenaron procesos fragmentarios de las normas territoriales internas. Desarticulaciones impulsadas por las agendas estatales de distribución del agua, como antecedente de la urbanización de la capital a inicios del siglo XX. El acueducto, por tanto, lo analizo como el punto de partida de un conjunto de procesos que fragmentaron el entramado geográfico-normativo-ontológico que compone a los territorios del pueblo; en este caso, las relaciones entre Tlaxialtemalco, el agua y los sistemas chinamperos.

Reflexiones finales

El pluralismo jurídico y la interlegalidad (Sierra, 2011) permiten identificar la transformación de un régimen normativo interno en la distribución del agua, frente a la infraestructura estatal. Sin embargo, estas conceptualizaciones solo permiten conocer las vinculaciones humanas entre diversos órdenes legales, estatales y no estatales. Es decir, tales conceptos implican que la práctica de la producción normativa —su coexistencia y mutua constitución— necesariamente sucede en el ámbito de lo humano. Lo humano está relacionado con la práctica, con la regulación normativa, usualmente entendida dentro o con referencia al Estado. De ahí se construyen horizontes para definir que aquello normativo con relación al Estado es jurídico, y su práctica, política.

El despojo ontológico, por tanto, lo relaciono a las pluralidades legales (Boelens, 2009; Viaene, 2021) porque me permiten descentrar la relación entre lo normativo como jurídico exclusivamente frente al Estado, y más bien comprender transiciones fragmentarias del agua como un ser que vincula y entrelaza la vida social y el territorio, hacia su conversión conceptual y relacional, como un recurso controlado y distribuido por la legalidad y la burocracia estatales. Frente al Estado, su conocimiento técnico y jurídico y sus infraestructuras, el despojo del agua derivó en la pérdida de potencia normativa de estos seres sobre los ojos de agua y el territorio chinampero que resguardaban, y sus correspondientes normas de tránsito, delimitación territorial y urbanización.

Las pluralidades legales permiten pensar que los Encantos y la Sirena constituyen seres no humanos productores de normatividad territorial en la población, para construir jurisdicciones y normas de desplazamiento, delimitación y movilidad, ejercidas mediante relaciones de intercambio y reciprocidad. Con la construcción del acueducto, estos seres no humanos se convirtieron en representaciones míticas de procesos de despojo del agua, hasta su completa desecación. La infraestructura hídrica fragmentó las relaciones de intercambio y reciprocidad, que componen a la organización comunitaria del pueblo. Actualmente, este entramado relacional busca ser rearticulado por la movilización autonómica y el ejercicio de gobierno propio, impulsados principalmente por mujeres originarias.

Referencias

Aréchiga Córdoba, E. (2004). De la exuberancia al agotamiento: Xochimilco y el agua 1882-2004. En Terrones López, M. E. (Coord.), A la orilla del agua: Política, urbanización y medio ambiente: Historia de Xochimilco en el siglo XX (pp. 97-149). Instituto Mora / Gobierno del Distrito Federal / Delegación Xochimilco.

Auqui-Calle, E., y Auqui-Calle, F. (2023). Territorios en disputa: Reflexiones sobre conflictos ontológicos en territorios andinos, Chimborazo, Ecuador. Diálogo Andino, 70, 361-376. https://www.scielo.cl/pdf/rda/n70/0719-2681-rda-70-361.pdf

Boelens, R. (2013). Aguas diversas: Derechos de agua y pluralidad legal en las comunidades andinas. Anuario de Estudios Americanos, 66(2), 23-55.

Briones, C. (2014). Navegando creativamente los mares del disenso para hacer otros compromisos epistemológicos y ontológicos. Cuadernos de Antropología Social, 40, 49-70.

Canabal Cristiani, B. (1997). Xochimilco: Una identidad recreada. CIESAS / Universidad Autónoma de Chapingo / UAM-Xochimilco.

Mendoza Fragoso, A. (2021). La huida de la sirena: Una narrativa del desastre, la desecación y el despojo en los pueblos ribereños al noreste de la Ciudad de México. Virajes. Revista de Antropología y Sociología, 23(2), 23-58.

Romero Lankao, P. (1999). Agua en la Ciudad de México durante el Porfiriato, ¿una realidad superada? Relaciones, XX(80), 133-152.

Sierra, M. T. (2011). Pluralismo jurídico e interlegalidad: Debates antropológicos en torno al derecho indígena y las políticas de reconocimiento. En Chenaut, V. Gómez, M., Ortiz, H. y Sierra, M. T. (coords.), Justicia y diversidad en América Latina: Pueblos indígenas ante la globalización (pp. 385-406). FLACSO-Ecuador / CIESAS.

Terrones López, M. E. (coord.) (2004). A la orilla del agua: Política, urbanización y medio ambiente: Historia de Xochimilco en el siglo XX. Instituto Mora / Gobierno del Distrito Federal / Delegación Xochimilco.

Viaene, L. (2021). Indigenous water ontologies, hydro-development and the Human/More-than-human right to water: A call for critical engagement with plurilegal water realities. Water, 13(12), 1660. https://doi.org/10.3390/w13121660


  1. Estudiantes de Doctorado en Antropología, CIESAS Ciudad de México y miembro del Foro Latinoamericano de Antropología del Derecho (FLAD-México).

    Correo: fernandovargasolvera@gmail.com