Lina Rosa Berrio Palomo[1]
CIESAS Pacífico Sur
Jornada de vacunación en Huazolotitlan, Oaxaca. Foto: Juliana Acevedo.
Este número del Ichan Tecolotl constituye una oportunidad de conocer diversas expresiones, producciones y aproximaciones a las afrodescendencias. La invitación me conectó con los temas de salud, y particularmente con el modo en que la pandemia afecta diferencialmente, dada la información existente respecto a cómo pueblos indígenas y afrodescendientes en América Latina, están teniendo mayores probabilidades de fallecer o tener complicaciones cuando contraen el virus, esto debido a las condiciones de desigualdad preexistentes.
Al terminar la escritura del texto, Juliana Acevedo, activista afromexicana, me comparte desde su comunidad en el municipio de Huazolotitlán en la Costa Chica de Oaxaca, imágenes de la jornada de vacunación que tuvo lugar a mitad de marzo en esa región. Desafortunadamente al realizarse en la cabecera municipal varios adultos mayores de las comunidades no pudieron acudir a la jornada, pero mientras observo las fotos de las filas para acceder a la vacuna y los rostros alegres de algunas personas una vez finalizado el proceso, pienso que al menos en eso se va avanzando en paralelo a otras regiones del país, aunque las brechas de acceso a la atención sigan siendo enormes.
Una mirada en retrospectiva al último año permite recorrer los diversos momentos de la pandemia y los cambios en nuestra propia relación con el virus SARS-CoV-2, con la pandemia y con las medidas de distanciamiento social implementadas. Como muchas personas en el CIESAS, he seguido su desarrollo y desde julio de 2020 junto con un grupo de compañeras afromexicanas de la Costa Chica de Guerrero y Oaxaca, empezamos a documentar cómo se estaba experimentando en esa región y en el municipio de Zihuatanejo en la Costa Grande de Guerrero la emergencia sanitaria provocada por el virus.
La invitación que inicialmente nos hiciera Emiko Saldívar a registrar cualitativamente estos asuntos, se fue convirtiendo en un espacio de investigación colectiva del cual participé junto con seis activistas afromexicanas integrantes de diversos espacios organizativos del movimiento afro, y un pequeño equipo de la Universidad de California en Santa Bárbara. De este modo, junto con Apolinaria Habana, Beatriz Amaro, Violeta Vásquez, Juliana Acevedo, Donají Méndez y Alfonsa López,[2] fuimos indagando cómo evolucionaba la situación epidemiológica relativa a Covid-19 en esta región, pero también las representaciones y las respuestas de las personas ante los abruptos cambios que la emergencia sanitaria ha implicado desde hace más de un año. Nos interesaba documentar algunos efectos sobre la salud y en otros ámbitos que ellas consideraron relevantes como la educación, la economía y la vida cotidiana. Posteriormente emergieron temas adicionales, incluyendo la experiencia de niños y niñas o la forma en que las mujeres y las personas adultas mayores lidiaban con las medidas de distanciamiento social y confinamiento.
En ese andar observamos que la pandemia de Covid-19 ha evidenciado las profundas desigualdades sociales existentes y las brechas en la capacidad institucional instalada para hacer frente a la misma desde los servicios de salud. Identificamos cómo las condiciones de marginación en las cuales se encuentran buena parte de los municipios mayoritariamente afrodescendientes de la Costa Chica, tenían impactos concretos en la manera de gestionar la pandemia en la región y afectaban la salud general de la población. Los datos del Censo Nacional de Población y Vivienda 2020 indican una tasa de analfabetismo en personas afrodescendientes, de 5.3% respecto al 4.7% nacional; el porcentaje de viviendas con piso de tierra es de 12.4% en Guerrero y 10.7% en Oaxaca frente a 3.5% nacional. Una medida de prevención básica como el lavado frecuente de manos resulta compleja de lograr en regiones donde el porcentaje de viviendas con agua entubada es 40.3% en Oaxaca y 50% en Guerrero, respecto a 77.6% nacional (INEGI, 2021). Esas condiciones estructurales son anteriores a la pandemia, pero en este contexto se hacen aún más visibles e impactan en las condiciones sanitarias ante una emergencia global como esta.
A partir de esa experiencia de investigación colaborativa, me interesa reflexionar sobre algunos efectos de la pandemia en las personas afrodescendientes, recuperando la información regional proveniente de los países latinoamericanos donde esto ha sido documentado en los registros administrativos en salud; y preguntándome cómo podemos responder esta pregunta en México, sin datos desagregados disponibles.
En nuestro trabajo nos concentramos en las dos entidades que tienen el mayor porcentaje de población autorreconocida como afromexicana o afrodescendiente según el Censo 2020 (8.6% en Guerrero y 4.7% en Oaxaca), y específicamente mapeamos una de las regiones emblemáticas: la Costa Chica de Guerrero y Oaxaca. Esto nos permitió hacer un análisis anclado en un territorio específico a partir de rastrear municipios mayoritariamente afros y centrarnos en cinco de ellos (Tututepec, Huazolotitlán y San Juan Bautista Lo de Soto en Oaxaca; Cuajinicuilapa y Zihuatanejo en Guerrero). Sin embargo se abren preguntas sobre cuál ha sido la experiencia de la pandemia entre personas afromexicanas asentadas en espacios urbanos como la Ciudad de México con 196 914 personas autorreconocidas afrodescendientes en el Censo 2020, y el Estado de México con 296.260 (INEGI, 2021). Ambas son entidades donde hay una presencia numérica muy importante, pero dispersa en los distintos municipios y alcaldías, lo cual hace más difícil su seguimiento.
Jornada de vacunación en Huazolotitlan, Oaxaca. Foto: Juliana Acevedo.
La sobrerrepresentación de afrodescendientes en los indicadores de contagio y fallecimiento por Covid-19 en América Latina
Diversos organismos internacionales como la Organización Panamericana de la Salud (OPS), el Fondo de Población de Naciones Unidas (UNFPA) o la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) (CEPAL, 2021; CEPAL y UNFPA, 2020; OPS, 2021; UNFPA, 2020) han señalado de manera reiterada que la pandemia afecta de un modo más agudo a poblaciones que se encuentran en condiciones de mayor pobreza, vinculados al sector informal y dedicadas a trabajos de cuidado. Revelan también la sobrerrepresentación de personas afrodescendientes en los indicadores de contagio y mortalidad en varios países de América Latina, planteando que la mayor vulnerabilidad de esta población frente a la Covid-19 se asocia a la desigualdad y la discriminación racial estructurales de las que es objeto (CEPAL, 2021). Igualmente mencionan la existencia de padecimientos preexistentes como diabetes, cardiopatías y enfermedades respiratorias crónicas, las cuales generan mayores probabilidades de complicaciones en caso de contraer el virus (OPS, 2021).
Sin embargo, una de las dificultades para comprender la dimensión de este problema, es la ausencia de datos específicos al respecto, en la mayoría de los países del continente. Sólo aquellos que tienen incorporado en su sistema de clasificación y de registros administrativos en salud, la dimensión étnico-racial, poseen datos específicos sobre casos de contagio, complicaciones y fallecimientos por Covid entre las y los afrodescendientes. En la mayoría de nuestros países no contamos con esa información desagregada de tal manera que resulta difícil medir el impacto real de la pandemia sobre la vida, la muerte y la salud de las personas negras, morenas, quilombolas, afrodescendientes.[3] A lo anterior es necesario agregarle el subregistro existente y el escaso número de pruebas de detección disponibles, lo cual es un elemento adicional para movernos en medio de profundas incertidumbres respecto a los números reales de personas afectadas, o a ver tan sólo la punta del iceberg que los indicadores oficiales permiten aprehender.
Esta ausencia de datos específicos obedece según Nilma Gomes(2020), a la lógica construída sobre el mito de la democracia racial en la mayoría de América Latina, la cual hace parecer innecesaria la desagregación, más allá de las variables ya incluidas en algunas fuentes de información, En México por ejemplo, los registros administrativos en salud sólo incorporan datos sobre población hablante de lengua indígena o autoidentificada como indígena (Muños Hernández, Sesia, Berrio Palomo, y Yáñez Moreno, 2020).
Dos países donde se ha avanzado en la visibilización estadística y es posible ver con mayor claridad el impacto diferenciado en las probabilidades de contagio y fallecimiento son Brasil y Colombia. Según datos de la CEPAL,
En Brasil ser afrodescendiente es el segundo mayor factor de riesgo de muerte [por Covid] entre las personas hospitalizadas, después de la edad. El riesgo de muerte entre la población afrodescendiente es un 47% más elevado que entre la no afrodescendiente… En el caso de Colombia, hasta julio de 2020, de los nueve municipios en que el número de afrodescendientes era mayor, siete se encontraban entre los diez que más casos de COVID-19 tenían, y seis entre aquellos con más fallecidos (CEPAL, 2021: 6).
Una investigación reciente realizada por investigadores de Fiocruz en RÍo de Janeiro, considerando barrios con alta concentración de favelas respecto a otros con baja densidad de favelas, encontraron que en todo RÍo la población negra tuvo un mayor riesgo de enfermar de Covid-19 (casi dos veces respecto a la blanca) y de morir con 3.5 fallecimientos por 10 000 entre población negra respecto a 1.8 decesos por Covid-19 en personas blancas (da Silva Lima et al., 2021).
Algunas autoras como Rosa Campoalegre y el grupo de trabajo de afrodescendencias de Clacso, hablan de “la pandemia racializada” (Clacso, 2020). En esa línea Gomes (2020) y Bidaseca (2020) señalan que el virus está afectando de manera desproporcionada a la población afro en países como Estados Unidos, Brasil o Colombia. Igualmente evidencian las mayores probabilidades de fallecimiento en casos de contagio, en relación con la población blanca de sus respectivos países. Las brechas respecto a la Covid-19 se suman a los datos preexistentes sobre indicadores de menor acceso a educación, empleo, salud, ingresos.
También se añade la mayor probabilidad de encarcelamientos, asesinatos y de experimentar agresiones violentas, incluidas las perpetradas por agentes del Estado, como ocurre con los asesinatos de jóvenes negros en las favelas de Brasil o de líderes sociales afrodescendientes en Colombia, de tal suerte que la percepción de riesgo de fallecer podría estar más asociada a estas violencias que a las complicaciones derivadas del virus SARS-CoV-2. Jorge García, en su trabajo sobre el Pacífico colombiano, plantea cómo el coronavirus se inserta en otros procesos de exterminio de la gente negra del Pacífico en el marco del conflicto armado y los despojos territoriales. La contundencia de su planteamiento respecto a cómo para la gente del Pacífico “el COVID-19 no llegará a tener en cien años los muertos que el conflicto armado ha puesto en solo 20 años” (García Rincón, 2020: 88) devela cómo para muchas personas, en los territorios, las amenazas más directas son las violencias frontales que siguen enfrentando.
Y en México ¿Ante la ausencia de datos desagregados….?
Los impactos de la pandemia en México no pueden medirse únicamente a partir del número de casos. Los indicadores más utilizados para medir el comportamiento de la pandemia, incluyen prevalencias e incidencias de contagio, mortalidad, letalidad, hospitalización, utilización de Unidades de Cuidado Intensivo y más recientemente, exceso de muertes (SSA, 2021). Desde una perspectiva epidemiológica se reconocen condiciones preexistentes que pueden conducir a mayores posibilidades de experimentar complicaciones y fallecimientos en caso de contraer el virus SARS-CoV-2. Algunas de éstas son la edad, padecimientos como diabetes, obesidad, hipertensión, problemas respiratorios previos, alergias importantes o condiciones de salud relacionadas con embarazos, sistemas inmunológicos previamente deprimidos por condiciones de cronicidad, consumo permanente y excesivo de tabaco, alcohol y otras sustancias adictivas, entre otros. También se ha documentado una mayor prevalencia de morbilidad y mortalidad entre varones que entre mujeres.
La información disponible en las bases de datos de la Secretaría de Salud permite identificar cuántas mujeres u hombres han sido contagiados, de qué edades, en qué estados, cuántas estaban embarazadas, personal de salud, si tenían comorbilidades previas, hospitalizaciones, fallecimientos, entre otros. Podemos saber también cuántas personas indígenas han tenido un diagnóstico confirmado y cuántas han fallecido, así como la mayor letalidad en esta población que es del 15% respecto al 9% nacional(Sánchez-Talanquer, Gonzalez-Pier, Sepúlveda, del Río, y Gallalee, 2021).
Sin embargo, no podemos saber a partir de los datos oficiales de la Secretaría de Salud, cuántas personas afrodescendientes en México han experimentado contagios y fallecimientos relacionados con el virus SARS-CoV-2 pues no se captura esta variable en los registros administrativos en salud. Del mismo modo, no tenemos datos desagregados para ninguún otro padecimiento ni para comprender en general, la condición de salud de esta población. Si seguimos el número de casos y decesos confirmados por Covid-19 en los municipios afromexicanos, éstos muestran porcentajes menores a los nacionales,[4] sin embargo, un problema del subregistro y del escaso número de pruebas realizadas, es la ausencia de confiabilidad en dichos datos. En ese sentido un primer elemento de racialización de la pandemia es la invisibilización de sus impactos. La ausencia de información es una forma de racismo y de borramiento pero la pandemia está racializada, tiene género y clase.
Más allá de los números… una mirada a otras dimensiones de la vida afectadas por la pandemia
Una aproximación cualitativa contribuye a enriquecer el dato epidemiológico y a comprender otras dimensiones de la vida social, adicionales al padecimiento y la muerte. En nuestra investigación encontramos temas que generaban gran preocupación y angustia entre las personas. El primero es el económico pues fueron numerosos los testimonios de quienes perdieron sus empleos, especialmente los vinculados al sector turismo y servicios en general. Ello fue significativo en lugares como Zihuatanejo y Huatulco cuya principal fuente de ingresos es el turismo y muchos paisanos de la Costa debieron regresar a sus comunidades por la pérdida de empleo o la incapacidad de seguir pagando rentas. También hubo una reducción drástica de recursos para quienes se ubican en la economía informal y dependen de su trabajo diario en el sector de alimentos o comercio, afectando de modo particular a las mujeres dedicadas a la venta de comida en el mercado o en sus hogares, ventas por catálogo o de productos a plazos, etc.
Jornada de vacunación en Huazolotitlan, Oaxaca. Foto: Juliana Acevedo.
Para las familias campesinas en los municipios de la Costa Chica la pandemia también trajo consigo una disminución en el precio de los alimentos que cultivan para su posterior comercialización (limón criollo, flor de Jamaica, ajonjolí, chile). En el análisis realizado por una de las investigadoras locales, el balance de lo invertido en dichos cultivos sostenidos con mano de obra familiar, y lo recuperado al finalizar la cosecha y venta, es de pérdida por la baja en el precio de muchos de estos productos debido a la menor circulación o al papel de los intermediarios. De modo similar ocurrió con la papaya, el principal monocultivo para la exportación de la zona (Masferrer, 2019), el cual también bajó su precio porque no había donde venderlo. Préstamos, endeudamientos y venta o empeño de joyas y bienes, fueron documentados como parte de las estrategias para hacer frente a la crisis.
En materia de educación fue evidente al entrevistar a maestras, maestros, madres de familia y a niños y niñas, la enorme brecha digital que tienen los municipios afromexicanos y los efectos de ello en la posibilidad de sostener los procesos de educación a distancia que desde hace más de un año se han puesto en marcha. Los testimonios recabados en campo, de madres, padres, docentes y estudiantes mostraban que esta nueva modalidad de enseñanza-aprendizaje ha significado un desafío enorme y una fuente de estrés para todos los involucrados en el proceso educativo pues implicó apelar a recursos como el WhatsApp, las fotocopias, gestionar dispositivos electrónicos o recurrir a clases especiales en casas de los maestros o en espacios abiertos. También ha afectado el presupuesto familiar por el gasto en internet, que debe ser asumido por las familias mediante fichas, recargas telefónicas, contratación de paquetes de telefonía e internet, instalación de antenas, etc.
Otro efecto de la pandemia es el incremento en el gasto de bolsillo en salud para la población en general. En la investigación documentamos un mayor consumo de suplementos alimenticios como vitaminas, gastos adicionales destinados a la atención o control de ciertos padecimientos en el sector privado (entre ellos atención de partos, seguimiento a hipertensión, diabetes, consultas odontológicas, padecimientos respiratorios), debido a la saturación de servicios públicos, la no oferta de ciertas intervenciones de control o por el temor de la gente a acudir a unidades públicas. Vale decir que algunos servicios particulares establecieron restricciones para pacientes con problemas respiratorios y se documentaron casos de un largo peregrinar en busca de atención.
Aunque los datos del Censo 2020 indican que prácticamente no hay diferencias en la derechohabiencia y acceso a la salud entre población afrodescendiente respecto a la nacional, en la Costa Chica estos porcentajes se reducen y la mayoría de la población depende del Instituto para la Salud y el Bienestar (Insabi) o del programa del Instituto Mexicano del Seguro Social para población abierta IMSS-Bienestar. Es decir, se trata de población sin seguridad social, con poco empleo formal y una gran dependencia de trabajos precarios, lo cual tiene fuertes implicaciones en las economías familiares y el empobrecimiento generalizado de la población, como una de las consecuencias de esta crisis sanitaria.
Por supuesto hay una dimensión de género en el modo como se experimenta la pandemia. Si para muchos hombres hay una gran preocupación alrededor del tema económico, para las mujeres las medidas de aislamiento han significado un incremento en las cargas de cuidado a adultos mayores, infantes y ahora, enfermos de Covid-19. Igualmente, una fuerte presión para acompañar en los procesos educativos de sus hijos e hijas, además del estrés económico y emocional que ha implicado resolver la disminución de ingresos y el empobrecimiento, especialmente en hogares con jefatura femenina.
Reflexiones finales
La pandemia está racializada no necesariamente porque se mueran a causa del virus más personas de grupos vulnerabilizados, sino porque esta situación sanitaria agudiza desigualdades preexistentes, entre ellas la disponibilidad de pruebas y servicios de salud para atender la emergencia. Retomando el concepto de necropolítica de Mbembe (2020), se puede pensar en los criterios con los cuales se administra una situación de excepción y cómo se decide desde el poder y sus diversas esferas; sobre la vida y la muerte de las personas. Esto no se refiere exclusivamente a las medidas tomadas para hacer frente a la pandemia durante 2020 y 2021; pues se inscribe en procesos históricos de invisibilización, borramientos y reproducción de desigualdades, que afectan de manera más evidente a ciertos grupos específicos, entre ellos la población afrodescendiente.
Ante el racismo estructural y las ausencias del Estado es necesario reconocer y recuperar las respuestas creativas de la gente para hacer frente a la crisis, el tejido social construido, las estrategias de cuidado al interior de la casa y el espacio común al que apela Bidaseca (2020); las formas de autoatención (Menéndez, 2003) desplegadas por los conjuntos sociales para la prevención y atención, incluyendo el uso de la medicina doméstica y herbolaria, alimentación y otros saberes legos; las suficiencias creativas a las cuales se refiere García para el pacifico colombiano o las estrategias desplegadas por mujeres quilombolas en Brasil(Valente et al., 2021).
La pandemia de Covid-19 y las decisiones gubernamentales para su manejo, colocan al centro las formas propias de cuidado colectivo y de hacer frente a la situación, pero de ningún modo pueden reemplazar las obligaciones de los Estados con los 134 millones de personas afrodescendientes que somos en América Latina, ni con los más de dos millones y medio que en México nos reconocimos como tales en el último censo. Más allá de un tema exclusivamente de salud pública, la pandemia es un espejo en el que nos vemos como sociedad con los racismos, invisibilizaciones y desigualdades que hemos naturalizado y que hoy implican posibilidades muy distintas de enfrentar el padecer y la muerte.
Bibliografía
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Gomes, Nilma (2020), «A questao racial e o novo coronovirus no Brasil», en G. d. T. C. A. y. p. contrahegemónicas (ed.), Boletin #3 Ancestralidad, antirracismo y actualidades (pp. 10-26). Recuperado de https://www.clacso.org/boletin-3-ancestralidad-antirracismo-y-actualidades/
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- Profesora investigadora CIESAS Pacífico Sur ↑
- Mixteca quien documentó el municipio indígena de San Sebastián Ixcapa en esa misma región. ↑
- Estas son algunas de las formas de autonombrarse, reivindicadas como categorías identitarias o políticas por parte de la población afrodescendiente en América Latina. ↑
-
Hemos realizado un análisis de ello con base en datos de la SSA, en un artículo colectivo actualmente en prensa. ↑