Ana Cristina Alfaro Barbosa[1]
Antropo Film House
“Tuve una en el hospital y no es lo mismo que estar en tu casa con la partera, es mejor que estés en tu hamaca esperando a que nazca tu bebé.”
(Reyna, Bisnieta de Doña Bacila, partera protagonista del documental Jats’uts Meyah)
Ilustración de Ichan Tecolotl.
Mi mamá nació en 1950 en un pueblo al sur de Jalisco. Su parto fue atendido en casa por Maclovia, la partera; más tarde mi madre migró a la ciudad, mis primos que siguen viviendo en el pueblo —aunque ya nacieron en el hospital— me cuentan que, cuando estaban en la escuela y alguno de los niños hacía algo que consideraban una “burrada”, le decían: seguro te le caíste a Maclovia. Una generación después y Maclovia seguía siendo parte de la memoria colectiva.[2]
En una generación pasamos, de nacer en casa con los cuidados de una partera, a hacerlo en contextos hospitalarios a través de procesos medicalizados y protocolos institucionalizados, bajo la premisa de que las mujeres tengan partos más controlados e higiénicos, y disminuir con ello la mortandad materno infantil. Poco a poco el conocimiento de la partera fue perdiendo legitimidad en ámbitos políticos e ideológicos y frente a ella iba creciendo la profesionalización de la ginecobstetricia, respondiendo a una serie de procesos de legitimación médica en miras de procurar la salud de las mujeres y sus bebés, pero también como un proyecto estatal de orden social (López, 2004). Los esfuerzos realizados por el Estado, la academia médica y el personal de salubridad, ocasionaron que, en la actualidad, y sobre todo en zonas urbanas, exista una preferencia prácticamente generalizada por la atención del parto en hospitales por personal médico especializado. Sin embargo, la partería tradicional persiste y es practicada en diversas zonas rurales, sea por necesidad o tradición; lo que hace que sean toleradas por el Estado ante la ausencia de servicios médicos principalmente en zonas rurales (Sánchez, 2016:15).
El cine es un reflejo de la sociedad y, en este sentido, la importancia social y cultural de las parteras ha sido registrada desde diferentes ópticas en el cine mexicano. En Presagio (1975) película de ficción dirigida por Luis Alcoriza, con argumento de él y de Gabriel García Márquez, las acciones y predicciones de la partera “Mamá Santos” llevan al pueblo a vivir una serie de acciones donde la débil cohesión social y cuestionable fe desatan el exilio territorial.
Por otro lado, la figura y el trabajo de las parteras tradicionales ha sido registrada por cineastas documentalistas desde diversas miradas. En Mujeres de manos cálidas (2017), Adrián Macías registra diferentes tipos de atención del parto en México. Inicia con un mensaje potente: la partería tradicional está siendo criminalizada; la partera podría ir presa en caso muerte de la mujer o su bebé. Nos muestra un panorama en el que las mujeres, sobre todo en ciertos contextos rurales, prefieren ser atendidas por parteras: se sienten cómodas, arropadas, queridas, seguras. Vemos imágenes contrastantes: mujeres pariendo, acompañadas y en movimiento, en casa; y mujeres canalizadas, solas, siendo revisadas por diferentes médicos. Por otro lado nos presenta a Susana, que habita el mundo urbano regiomontano y quien, en búsqueda de tener un parto natural, conoce a una doula; a partir de aquí nos introducen el concepto del parto humanizado y el trabajo interdisciplinario entre doulas, ginecólogos y pediatras. Al final de la película vemos el parto en agua de Susana, acompañada de su doula, su esposo y el ginecobstetra; un momento determinante grabado con respeto, distancia e intimidad. Esta película muestra un interesante mosaico de la atención de los nacimientos en México, de la partería tradicional, profesional y el trabajo de las doulas en Nuevo León, California, Monterrey y Chiapas.
En Birth Wars (Guerras de nacimiento, 2020), de Janet Jarman, conocemos la labor de Rafaela, una aprendiz de partería profesional quien, con la ilusión de mejorar la atención de la salud perinatal de las mujeres, realiza su servicio social en Zoyatlán de Juárez, Guerrero. La vemos atendiendo mujeres, escuchándolas, abrazándolas, consolándolas: muestra de la confianza que se ha ganado. Las tareas de Rafaela consisten en visitar a las mujeres embarazadas, hacerles un control pre-natal y, si observa signos de alarma que comprometan la salud de una mujer o de su hijo, incitarlas a visitar el hospital: lugar al que las mujeres no quieren acudir por miedo a que “las operen” (haciendo alusión a las cesáreas). En esta película también conocemos el trabajo de Guadalupe, partera tradicional de Sitalá, Chiapas; la vemos realizar sus actividades cotidianas alimentando a sus pollos, haciendo tortillas, lavando y, en voz en off, escuchamos: “mi nuera no quería ir con un médico, porque la última vez le cortaron la vagina y la cosieron mal.” Vemos la labor de Guadalupe, hablando en su lengua materna con otras mujeres, acompañándolas. En contra parte, vemos el trabajo de un ginecobstetra en el Hospital de la Madre y el Niño Guerrerense. Se le ve la mirada dura, les habla golpeado a las mujeres en trabajo de parto y en tono de regaño, “vas a tener que parir porque si no voy a tener que operar… que te pones a gritar, que te pones a llorar, y que estás pujando. Tú le estás haciendo mal a tu bebé.” Palabras que duelen a través de la pantalla, y que paralizan y nublan cuando de instrucciones se trata. En Birth Wars, Janet Jarman muestra el abanico de posibilidades de atención del nacimiento en México; del trabajo de las parteras tradicionales, profesionales, el intercambio de experiencia entre parteras en México y la confrontación de diferentes sistemas de atención a la salud materna.
La primera sonrisa (2014), película de Guadalupe Sánchez Sosa, nos muestra el trabajo de la nueva partería en México y Brasil; mujeres que han aprendido de la partería tradicional a acompañar el embarazo y el nacimiento. Vemos una atención herbolaria, pero también con información clara de la fisiología del parto. Se pone en manifiesto la importancia de evitar la medicalización de los nacimientos: evitando la episiotomía y otras prácticas que no están basadas en evidencia científica.
Por su parte, en Jats’uts Meyah (2020) conocemos a Bacila, una partera maya yucateca quien, se presume, ha atendido el 90% de los partos en Yaxhacheen; se registra la importancia de la labor cotidiana de las mujeres para la vida de la comunidad vaginosisbacteriana.org que, además, se ve afectada por la ausencia masculina a causa de la migración en búsqueda de un sustento económico para sus familias. Vemos a mujeres pariendo en la hamaca y escuchamos historias que nos hablan de la importancia de las parteras en la atención de la salud reproductiva de las mujeres mayas yucatecas.
Antes de cerrar, no quiero dejar de nombrar otras dos experiencias cinematográficas dignas de echarles un ojo: Huahua y Mujer Yoreme. Si bien Huahua (2018) es una producción ecuatoriana, nos muestra la historia de dos jóvenes quechuas quienes, al enfrentarse a la maternidad-paternidad, se cuestionan su identidad indígena y la relación que quieren que su bebé tenga con el mundo quechua. Surgiendo disyuntivas y decisiones personales y de pareja en la que interviene la atención del parto y el acompañamiento que tendrá la mujer durante el nacimiento. Y, finalmente, Mujer Yoreme (2017) de Iris Villalpando, es una serie de cinco cápsulas documentales que abordan los saberes de oficios de mujeres en la zona Yoreme de Sonora. Una de las protagonistas es María Francisca Álvarez, quien es partera, ayuda a “nacer a los niños” y comparte, además, que ha acudido a algunos cursos de capacitación para saber qué hacer y qué no hacer.
Esta selección de películas nos muestra cómo las parteras han tenido y tienen un papel muy importante en la cultura mexicana. Su legitimidad cultural y social ha sido nuestro legado. Desde la antropología y la cinematografía nos queda una ardua tarea para seguir contando sus historias, abogando también por su legitimidad política; encontrando puentes de comunicación con la medicina ginecobstétrica para asegurar una atención del nacimiento segura, así como cultural y emocionalmente pertinente, y aportar con ello a la disminución de riesgos de muerte materno infantil, además de mejorar la calidad de vida de las mujeres y sus bebés.
Referencias
Alcoriza, L. (Director)
1975 Presagio ‘Película’. Producciones Escorpión S.A.; Conacine. México.
Gil, A.
2009 Parteras de Tamazula. Sistema DIF Municipal de Tamazula de Gordiano, Jalisco.
Jarman, J. (Directora)
2019 Birth Wars (Guerras de nacimiento) ‘Película’. Janet Jarman, Filip Lein. México.
López Sánchez, Olivia
2004 La profesionalización de la Gineco-obstetricia y las representaciones técnico-médicas del cuerpo femenino en la medicina de la ciudad de México (1850-1900), (Tesis doctoral) CIESAS, México.
Macías, A. (Director)
2016 Mujeres de manos cálidas ‘Película’. Ëskua. México.
Sánchez, G.
2016 Espacios para parir diferente. Un acercamiento a Casas de Parto en México, México: ECOSUR.
Sánchez, G. (Directora)
2014 La primera sonrisa ‘Película’. Monstro Films. México.
Strickland, A. (Directora)
2020 Jats’uts Meyah ‘Pelicula’. Amanda Strickland. México.
Villalpando, I. (Directora)
2017 YOLEM JAMMUT ‘Mujer Yoreme’. CDI. México.
-
Egresada del Doctorado en Ciencias Social por CIESAS Occidente. Correo: cristyalfaro@gmail.com ↑
-
Adrián Gil Pérez, el cronista del pueblo, publicó un libro en el que se incluye el diario de atención de partos de Maclovia y otras parteras de la región; un libro que resulta por demás interesante (Gil Pérez, 2009). ↑