La partería tradicional en una comunidad en la Sierra Mixe

Alba Rocío Ramírez Pérez[1]
Antropóloga Social

Manos de parteras. Foto: Equipo de investigación CIESAS. Proyecto: Situación actual de la partería tradicional indígena en México, Mérida Yucatán, mayo de 2022.

En la actualidad, diversos estudios (Sesia y Berrio, 2023; Sieglin, 2021; Ramírez, 2019) han confirmado la reducción en número de las y los practicantes de la partería tradicional en nuestro país. Al punto de considerarse como un saber y una práctica en riesgo debido a la intervención de diversos factores de orden político, cultural, económico e incluso religioso.

En México, desde hace dos décadas, se ha impulsado la atención de nacimientos hospitalarios con una política pública que delinea las prácticas sexuales y reproductivas, así como las condiciones bajo las cuales es deseable la reproducción. Estas, además, marcan la obligatoriedad del parto en hospitales, contribuyendo así al desplazamiento de las parteras del ámbito de la atención de la salud materna y neonatal.

El desplazamiento de la partería ha sido un proceso gradual pero constante. Argüello y Mateos (2014) resaltan que en México, desde la época colonial, los médicos universitarios “han pretendido ser los únicos capacitados para proporcionar atención médica y han ejercido presión sobre el Estado para que legisle en este sentido”.

A esta disminución numérica se le suman en la actualidad factores como el proceso natural de envejecimiento de las parteras y una menor transmisión generacional de conocimientos. De acuerdo con investigaciones recientes, una de las causas de la baja transmisión es la falta de reconocimiento de la partería en México (Berrio y Sesia, 2023).

Entre 2018 y 2019, mientras realizaba el trabajo de campo para la tesis de maestría, tuve la oportunidad de conversar con ancianos y ancianas que vivieron las profundas transformaciones relacionadas con el cuidado del cuerpo y el proceso reproductivo, al pasar de una atención basada en curadores locales o tradicionale,s hacia una más encaminada al uso de recursos biomédicos. Lo anterior en un poblado mixe de trescientos habitantes enclavado en los límites del Istmo de Tehuantepec y la Sierra Norte, en el estado de Oaxaca.

En esta etapa pasé mucho tiempo con mi abuela materna, quien en su juventud fungió como partera. Mi abuela Marcela, una mujer menuda que en ese momento rondaba los 76 años, con arrugas asomando en el rostro y en las manos que por muchos años le ayudaron a traer bebés a este mundo, también es poseedora de una mirada profunda, aunque a veces ausente, y eso tal vez se debe a su debilidad visual. Una de las razones por las cuales argumenta ya no poder atender partos.

Así, cuando caminábamos en el cafetal en búsqueda de hierbas para la comida o para algún tratamiento casero, me fue relatando parte de su vida, de su infancia, de otros aspectos de su vida personal y de su trabajo como partera. Ella aprendió de su abuela, quien a su vez aprendió de su madre, aunque para ese tiempo y hasta el día de hoy ella se considera una partera retirada. Principalmente porque su edad avanzada le ha mermado fuerza física para los masajes con los que las parteras suelen “acomodar” a los bebés en gestación. También me habló de su debilidad visual como otro de los impedimentos para el ejercicio de su práctica.

Mi abuela es ya la última partera de nuestra localidad y una tarde, mientras conversábamos, me dijo: “ahorita ya se acabó la partera” y, en efecto, resulta evidente la falta de transmisión de los saberes hacia las nuevas generaciones, pues ninguna de las hijas o nietas continuamos con la práctica.

En otra ocasión le pregunté su percepción acerca de este suceso y su respuesta inmediata fue: “quien sabe”. En ocasiones posteriores la oí decir: “ahora ya es diferente, ya hay doctor, antes no” o “ahorita las mujeres [gestantes o de parto] ya no son como antes, ya todas van al doctor”. Estas palabras dejan entrever el ensanchamiento de los servicios de atención a la salud, así como la medicalización del proceso reproductivo

Dicha expansión trae consigo una serie de transformaciones en la percepción acerca de la atención con parteras y sobre la sensación de seguridad que les brinda la atención médica institucional. Y son estas mismas percepciones las que se han ido instalando paulatinamente en la población como parte de la expansión y apropiación local del discurso y la práctica médicas.

La idea que relaciona la asistencia médica con el cuidado, mejor dicho con lo que se considera un cuidado adecuado en el período de gestación y el parto, la describe Damiana, una mujer de 65 años:

Antes [hace cuarenta y tres años, la edad de su segunda hija] era muy diferente que ahorita, ahorita las mujeres se cuidan, van al médico, no antes no. Me acuerdo que íbamos a traer leña con mi hermana y las dos íbamos, panzonas, pero ahí íbamos con nuestra carga de leña. Y cuando ya nos íbamos a aliviar, entonces es que llamamos a tu abuelito finado [partero] o a veces entre tu tío [su esposo] y yo.

De igual modo se construyen narrativas estigmatizantes alrededor de la práctica y se utiliza el miedo como dispositivo para desincentivar a las mujeres de acudir con la partera, por un lado y, por otro, para desmotivar a las mismas parteras a seguir atendiendo embarazos y partos (Sieglin, 2021).

Esta narrativa que infunde temor respecto del quehacer de las parteras queda evidenciada en una conversación que sostuve con Claudia, una mujer de 28 años:

Una vez vino la partera aquí, pero yo no pensaba ir, decía yo: ¡No!. Pero sí, me sobó también una vez, pero una vez porque el doctor me espantaba, decía no, que a veces las parteras pueden mallugar, no conocen, quién les enseñó, no tienen una profesión, quién les enseñó y así, ya me espantaba más y yo decía pues creo que tiene razón […].

No obstante, quiero resaltar aquí un factor que ha sido poco explorado en estudios que versan sobre partería. Se trata del factor religioso y su relación con la disminución de la partería tradicional, ya que como señala María Cristina Luengas (1999, 256), la práctica religiosa reordena y organiza la vida de los sujetos y sus comunidades.

En la Sierra Norte de Puebla, Luengas (1999) encontró que algunas personas rehusaban atenderse con parteras que profesaban alguna religión distinta a la católica, así como situaciones de rechazo y violencia hacia estas practicantes de la partería.

En el caso particular de mi abuela Marcela, pasó de profesar el catolicismo a una religión cristiana no católica. Su conversión, como la de muchos otros pobladores de la región, obedeció a la instalación de una misión antropológica, lingüística y religiosa llevada a cabo por el denominado Instituto Lingüístico de Verano (ILV), el cual se instaló en la región desde inicios de 1950 hasta inicios de 1990.

La presencia de esta misión impulsó la biomedicina desde el discurso y la práctica religiosa en detrimento de los saberes y los curadores locales, dentro de los cuales se incluye la partería. Y es que la partería, como parte del sistema médico tradicional, es también considerada por las religiones protestantes, e incluso por el catolicismo, como parte de la hechicería o relacionada con lo sobrenatural. Estas afirmaciones fueron recurrentes entre varios de las y los habitantes con los cuales tuve oportunidad de conversar. Don Artemio, un anciano del pueblo, me detalló:

[antes] la gente no conocía médico, puro brujo, puro curandero, puro partera, pero la partera también es brujo, tal vez por eso da remedio, hace remedio su mano por qué es brujo, todo lo que hace pues tiene resultado. Una partera es que todo lo hacía…

En este mismo sentido, otra habitante del pueblo me contó:

La evangelización fue lo que más, lo que más la gente fue entendiendo porqué pues, la gente que empezó a asistir a la iglesia, pues ahí te enseñan ¿no? de qué pues… ahí hay una parte donde dice que los hechiceros, los no sé quién ¡no heredarán el reino de los cielos! entonces sobre esta parte es donde la gente se va dando cuenta ¿no? es pecado ir con esas, a consultar esa clase de gente. Entonces, tal vez yo por eso pienso que cada gente que le iba entrando al protestantismo se iba dando cuenta que no debe ir con un curandero.

De este modo la movilidad religiosa, particularmente hacia alguna religión protestante, también encuentra relación con la menor recurrencia o demanda de médicos tradicionales, pero también ha influido en la dificultad para transmitir este conocimiento y práctica hacia las siguientes generaciones. Esta incidencia se dió a partir de relegar las prácticas tradicionales al campo de la brujería, la cual es mal vista e incluso es penada por dichas religiones.

Esta suerte de prohibición y de estigma hacia ciertas prácticas de la medicina tradicional fue más claro para mí cuando recordé un episodio que me tocó vivir:

Hace un par de años estuve a punto de ahogarme en el río cercano al pueblo. Cuando mis familiares más próximos se enteraron sugirieron curarme de susto, pues asustarse y que el espíritu permanezca en el agua puede derivar en problemas severos de salud e incluso en la muerte lenta.

Por tal motivo, mis tías, mi madre e incluso mi abuela paterna [todas practicantes de alguna religión no católica] me alentaron a buscar la ayuda de mi abuela materna, en su papel de curandera. Fue tanta la insistencia que acabé cediendo a las peticiones. Recurrí a mi abuela, quien aceptó amablemente, así que, una tarde regresamos al río a solas; después de “llamarme” y recuperar mi entidad anímica me pidió no comentar esta situación con nadie más pues temía de lo que fueran a decir los “hermanos” de la iglesia a la cual acude.

De esta manera acudimos a un complejo entramado de factores que actúan en detrimento de un saber y una práctica necesarias, no sólo en términos de atención a la salud materna y neonatal, sino también en favor del bienestar de las propias comunidades. Este texto busca ilustrar brevemente lo que ocurre en un nivel micro o comunitario pero con repercusiones a un nivel más amplio, como en la reducción en número de practicantes de la partería tradicional. Este es un momento crucial para reconocer la importancia del quehacer de las parteras, así como de las diversas prácticas médicas ancestrales, y asegurar su preservación para el futuro, ya que son parte fundamental para la reproducción de comunidades indígenas y afromexicanas de este país.

Bibliografía

Argüello, Hilda Eugenia y Ana María Mateo
2014 “Parteras tradicionales y parto medicalizado, ¿un conflicto del Pasado? Evolución del discurso de los organismos internacionales en los últimos veinte años” en LiminaR Estudios Sociales y Humanísticos, 12, 13–29, Retrieved from http://liminar.cesmeca.mx/index.php/r1/article/view/339/350

Luengas Aguirre, María Isabel de Fátima
1999 “La partera tradicional en la Sierra Norte de Puebla.” TRAMAS. Subjetividad Y Procesos Sociales, (14/15), 255-268, . Recuperado a partir de https://tramas.xoc.uam.mx/index.php/tramas/article/view/285

Ramírez Pérez, Alba Rocío
2019 Reproducción y cambio social: prácticas de atención del embarazo, parto y puerperio en la Sierra Mixe-Zapoteca, Oaxaca, Tesis de Maestría, Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, Oaxaca.

Sesia, Paola y Lina Berrío
2023 Informe: Situación actual de la partería indígena en seis estados de México, informe ejecutivo 2021 – 2022. México, Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social.

Sevilla, Amparo
2022 “La partería tradicional: herencia cultural en riesgo”, en La jornada del Campo. https://www.jornada.com.mx/2022/06/18/delcampo/articulos/parteria-herencia-riesgo.html

Sieglin, Veronika
2021 “De la partería tradicional a la partería moderna: Sobre continuación y ruptura en un oficio tradicionalmente femenino en el Noreste de México” en Alarcón Lavín, Rafael, et al., Las parteras tradicionales en América Latina, cambios y continuidades ante un etnocidio programado, San Juan, Puerto Rico, Luscinia C.E., pp.95-118.


  1. Correo: albatsujul@gmail.com