La nueva normalidad en el metro de la Ciudad de México

Óscar Salvador Torres.

Doctorante en Antropología (CIESAS-CDMX)


La Jornada Nacional de Sana Distancia comenzó el 23 de marzo de 2020 en la Ciudad de México: metro y medio de separación entre personas es lo que la Secretaría de Salud ha recomendado para disminuir el riesgo de contagio por el virus SARS CoV-2. Pero en el metro, es algo imposible, sobre todo en las horas pico, por lo que las formas de convivencia han cambiado desde que comenzó la pandemia, incluso cuando los vagones van casi vacíos.

En 2019 el metro transportaba diariamente 4.6 millones de pasajeros[2]. Desde que comenzó la Jornada Nacional de Sana Distancia, el 23 de marzo de 2020, hasta el 17 de mayo del mismo año, ha habido un descenso de casi el 80 por ciento en el uso del transporte público en la Ciudad de México[3]. Esta información ha sido posible gracias a los servicios de localización de Google instalados en los teléfonos móviles: en lo que respecta al metro, la reducción alcanzó el 75 por ciento, según la jefa de gobierno de esa entidad, Claudia Sheinbaum[4].

Miedo al enemigo invisible

El miedo es la emoción más presente en la actual crisis sanitaria global por el nuevo coronavirus; desde el miedo se legitiman políticas públicas enfocadas a disminuir el riesgo al contagio masivo por la aglomeración en los espacios públicos, como el metro. En ese sentido, se puede observar que los cubrebocas, las caretas, el gel antibacterial y los guantes (de látex o de otro material) se vuelven los dispositivos centrales en lo que ahora los medios de comunicación están llamando la nueva normalidad[5], en la que lo apremiante es sentirse protegida/o ante el enemigo invisible porque la vida en algunos espacios públicos continúa.

Sara presiona fuertemente el gatillo del atomizador para desinfectar el asiento que va a ocupar en uno de los vagones del metro de la Ciudad de México. Con movimientos rápidos, antes de que el tren avance, Sara pasa un trapo por el asiento como si buscara eliminar cualquier astro de un enemigo invisible: el nuevo coronavirus. Desde que empezó la epidemia en esa urbe, el transporte público en general, y el metro en particular, han sido considerados como focos de alto contagio[6].

Sara porta, además, una careta de acetato, cubrebocas y guantes de látex. “Me subo con mucho miedo al metro, pero no me queda de otra, tengo que ir a trabajar todos los días a un despacho contable donde, afortunadamente, sólo trabajamos cuatro personas. Al menos no me quedé sin trabajo y sin dinero (como les ha sucedido a muchos), pero me siento muy insegura aquí en el metro: aunque no haya gente, tengo pavor de que el virus se me pegue de alguna superficie”.

El metro se ha convertido en un gigante muestrario de las formas y materiales con los que están hechos los cubrebocas: de tela y estampados, hasta quirúrgicos o incluso de plástico. Aunque la Secretaría de Salud ha mencionado en múltiples ocasiones que el virus también puede entrar por los ojos, no es obligatorio, todavía, llevar alguna protección en esa área de la cara. Aunque el coronavirus no puede verse, el miedo, la angustia y la sospecha se leen perfectamente en los ojos de quienes viajan en el metro porque, aunque quieran, no pueden obedecer el #QuédateEnCasa.

Fiebre, tos seca y cansancio sin motivo aparente son algunos de los síntomas tangibles por COVID-19. Sin embargo, el subsecretario de salud, Hugo López-Gatell, ha dicho en numerosas ocasiones que el 80 por ciento de la población será asintomático o no desarrollará complicaciones: cualquiera puede portar el virus sin saberlo. Desde esta premisa, al decretarse el 21 de abril de 2020 la fase 3 de la epidemia en la Ciudad de México, el Sistema de Transporte Colectivo Metro comenzó a colocar, en 51 estaciones del metro[7], anuncios para advertir que los y las usuarias se encuentran en una zona de alto contagio.

“Imagínate lo pesado que es estar viendo a diario esos letreros. Termina una toda espantada y, sin darte cuenta, empiezas a extremar precauciones cuando antes no lo hacías. Yo, por ejemplo, trato de sentarme lejos de los demás, trato de no tocar los tubos del metro o los pasamanos de las escaleras… y aunque no toque nada, siempre uso gel antibacterial al entrar y al salir del metro. Pero ahí no termina mi suplicio: como trabajo en un minisúper, tengo que desinfectarme las manos cada vez que cobro. Ya las tengo bien irritadas, mira: la verdad es que ya estoy harta…”, (Rosa, 27 años de edad, residente en la alcaldía Álvaro Obregón).

Doblegarse ante la nueva normalidad

Desde el 17 de abril de 2020, es imperativo el uso de cubrebocas en el metro. Sin embargo, los primeros días que entró en vigor esta disposición, las y los vigilantes en los torniquetes de entrada otorgaban un cubrebocas a quien no portara uno: si ya no había, le permitían la entrada. Al transcurrir los días, la obligatoriedad del cubrebocas se ha vuelto inapelable. El 02 de mayo de 2020, en el acceso a una de las estaciones del metro, Paco discute con el vigilante en turno:

Paco: ¡déjame pasar! Tengo que ir a trabajar.

Vigilante: lo siento; desde hace varios días se avisó que no se permite la entrada si no traen cubrebocas. ¡Hay letreros por todos lados!!

Paco: ándale, déjame pasar… se me hace tarde.

Vigilante: no, no puedo. Es por disposición oficial.

Paco (gritando): ¡pero estoy sano! ¡No tengo ningún síntoma! ¡Pa’ mí que este virus ni existe y nada más nos quieren chingar a todos! ¡No es posible que no pueda usar el transporte para llegar al trabajo sólo porque no traigo cubrebocas!

Una señora, angustiada por la escena, le regaló un cubrebocas de tela a Paco (35 años, residente en la Benito Juárez), quien finalmente pudo ingresar. Le pregunté por qué no creía en la existencia del virus, y respondió lo siguiente:

“Estaba enojado porque no me dejaban pasar y dije lo primero que me vino a la mente. La verdad es que estoy muy confundido y tengo mucho miedo al mismo tiempo: han pasado varias semanas desde que empezó todo esto y yo no he dejado de salir, por lo que a veces pienso que segurito ya me contagié y ni cuenta me di… veo que en las noticias dicen cómo aumentan los casos y los muertos cada día, pero como no estoy adentro de los hospitales, pues desconfío de esas cifras… sólo escucho que fulanito se enfermó, que sutanito entró con un dolor de estómago y terminó muriéndose por coronavirus… ya no sabes a quién creerle… primero te dicen que uses cubrebocas sólo si tienes alguna infección respiratoria, y luego te dicen que todos debemos usarlo, tengas síntomas o no…”

En los primeros días de la pandemia disminuyó la presencia de vagoneros[8] en el metro de la CDMX. Algunos de ellas y ellos han aprovechado la contingencia sanitaria para vender mascarillas de tela. Otros, recorren rápidamente el vagón para desinfectar las estructuras tubulares con un trapo humedecido en cloro y aromatizante para pisos mientras ofrecen gel antibacterial a los usuarios. “No se contagie, no se infecte… Venimos haciendo este servicio a la comunidad a cambio de una cooperación voluntaria para llevar algo de comer a nuestras familias”. Aunque en algunas estaciones del metro ofrecen gel antibacterial a la entrada, algunas personas aceptan la dosis de gel y, al terminar de frotarse las manos, buscan unas monedas que dar a cambio. Otras llevan sus propios frasquitos de gel, a veces como llaveros.

El nuevo coronavirus está presente en todos lados, aunque no se vea. Es el tema que inevitablemente está de moda. La gente habla de él por teléfono o con sus acompañantes mientras viajan en el metro. Incluso algunas parejas se besan sin quitarse la barrera de tela; otras se aferran al beso francés generando miradas de preocupación en los demás, las cuales a veces también señalan a quienes no llevan máscara o se la quitan para comer después de una larga jornada laboral. Los roces cotidianos en las horas pico se tornan ahora amenazantes.

“Pero terminas acostumbrándote: obviamente cuando alguien estornuda o tose todos volteamos a verlo para ver si lleva cubrebocas o mínimo se tapa con su brazo o algo… siento que antes no le poníamos atención a eso y nos preocupábamos más por abordar y no ser apachurrados entre el gentío, o por llegar a tiempo a nuestro destino. Ahora, desde que empezó la cuarentena, siento rarísimo salir a la calle porque todo el tiempo retumba en mi cabeza el ‘quédate en casa, quédate en casa’… ¡pero yo no puedo! Y al mismo tiempo pienso: ‘¿cuándo se volvió en algo malo salir a ganarte la vida?’ Además, no tengo auto propio para trasladarme yo solito y evitar exponerme al virus. Pareciera que las medidas de prevención sólo aplican para los que tienen más dinero”.

  1. Doctorante en Antropología (CIESAS-CDMX).
  2. García, Ana Karen (28 de abril de 2019). 10 años en trenes urbanos. El Economista. Recuperado de https://www.eleconomista.com.mx/empresas/10-anos-en-los-trenes-urbanos-20190428-0005.html
  3. Dato obtenido del Índice de Transporte Publico de Moovit (https://moovitapp.com/insights/es-419/Moovit_Insights_%C3%8Dndice_de_Transporte_P%C3%BAblico-countries).
  4. En este caso, la medición fue del 02 de marzo al 12 de mayo de 2020. Redacción (13 de mayo de 2020). Uso de metro en CDMX se ha reducido 75% en los últimos 70 días. El Financiero. Recuperado de https://www.elfinanciero.com.mx/cdmx/uso-del-metro-en-cdmx-se-ha-reducido-en-75-en-los-ultimos-70-dias
  5. Roa, Wendy (20 de mayo de 2020). ¿En qué consiste el plan para la nueva normalidad de la CMDX?. Excélsior. Recuperado de https://www.excelsior.com.mx/comunidad/en-que-consiste-el-plan-para-la-nueva-normalidad-de-cdmx/1383145
  6. M. De Castro, Román (15 de mayo de 2020). Metro, el foco de infección con más contagios de coronavirus en CDMX. Óscar Mario Beteta. Recuperado de https://normasapa.com/como-referenciar-articulos-de-periodico/
  7. Redacción (03 de mayo de 2020). Gobierno de CDMX identifica 89 zonas de alto contagio de Covid-19; reforzarán medidas sanitarias. El Economista. Recuperado de https://www.eleconomista.com.mx/estados/Gobierno-de-CDMX-identifica-89-zonas-de-alto-contagio-de-Covid-19-reforzaran-medidas-sanitarias-20200503-0065.html
  8. Es decir, aquellas personas que, entre otra cosas, venden productos baratos u ofrecen pequeños espectáculos (cantar, contar chistes o recitar poemas, por ejemplo).